Morning after
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Angie Harper
Ayer tenía un alien en mi cuerpo. Ya no. Ayer lo maté. Había mantenido relaciones seguras tres días antes. Sin embargo, fruto de la pasión o de lo caliente que estaba me había dejado llevar y había probado un poquito del placer al natural. Contaba con factores a mi favor. A saber: estaba en mis días menos fértiles, técnicamente debería de venirme la regla YA, y él no se corrió. Pero al igual que todo en esta vida, la tranquilidad es algo remoto y pasajero como el orgasmo. La regla que debería haber venido YA, no llegó. Presa del pánico se me vino a la cabeza la posibilidad de que, aunque no hubiera “llovido”, podría haber “chispeado”. Esa frase me la repitieron hasta el cansancio cuando acudía al colegio. Era un colegio católico y nos daban bastante información al respecto. Pero este es un tema que dejaremos para otro post. Tras este temor enorme hice lo que todas hacemos en una situación de emergencia: buscar información en internet. Internet es la clave, seguro que me tranquiliza -pensé. Pero ahí estaban, cientos, miles de foros hablando sobre la no-llegada de la señorita de rojo. Como una comuna, todas las mujeres que no sabíamos dónde estaban cuando había una manifestación pro-feminismo se encontraban sumergidas en los foros clandestinos en busca de una droga que paliara su dolor. Un lugar donde hablar de todo lo que nos preocupa, como una cafetería abierta las 24h llena de mujeres sedientas de ser escuchadas y con la esperanza de que alguien en su misma situación les dijera: “yo pasé por eso y lo único que tienes que es hacer es lo siguiente…” ¡Por fin!
Tras media hora leyendo sin parar me sentí saturada. Mi pánico había aumentado dado que muchas de las mujeres que preguntaron nunca obtuvieron respuesta. ¿Qué pasó con ellas? ¿Se quedaron embarazadas? ¿Tuvieron un bebé o quizás tres y por ello fueron despedidas sin piedad y ahora mendigan en la calle con sus tres retoños iguales llenos de suciedad? Quizás les vino la regla y por ello se olvidaron del tema mientras yo me estoy pudriendo por esta presión innecesaria.
Entonces se me ocurrió, voy a contactar con el chico al que me he tirado. Así podré dividir la tensión y no sufriré más como una condenada.
Yo: “No me viene la regla, y al final lo hicimos sin protección. ¿Te acuerdas?”
Él: “Me acuerdo, nena. No te preocupes, no te preocupes por nada. Voy a buscar información”.
Media hora después –de haber buscado en internet, seguramente- me contestó: “¿Has pensado en tomar la píldora del día después?”
Muy bien, chicas de los foros, ¿por qué a nadie se le ocurrió esa magnífica idea? Seguramente estaban tan saturadas como yo.
Al día siguiente fui a la farmacia con mi socio responsable al 50% y este me susurró cuando me quedé paralizada antes de entrar: “EllaOne. La pastilla del día después, se llama EllaOne morning after”. Vale, vale, respondí yo. Adelantándome a él entré y le dije a la dependienta intentando aparentar seguridad: “EllaOne morning after, please”. Ella me respondió con una sonrisa calurosa y un “Aquí está la farmacia para ti” y se fue a buscar al doctor. Creo que es la frase más tranquilizadora que me han dicho en mi vida. Gracias LloydsPharmacy por no mandarme a la mierda. Minutos después el buen doctor –era bastante guapo, la verdad- me condujo a una oficina pequeñita y tras cerrar la puerta tras de mí y hacerme tomar asiento me preguntó si era la primera vez que la tomaba, si tenía información al respecto, y si habían pasado 12 ó 24 horas desde que había mantenido las relaciones no seguras. A lo que yo respondí con un SI/NO/TRES DÍAS EN ESTE MOMENTO. Lo escribo en mayúscula porque creo que fue así como se lo dije, gritando, fruto de la histeria.
Doctor: ¿Más de tres días o menos?
Yo: Tres días justo ahora. Bueno, dentro de una hora hace tres días. Vale, menos de tres días.
Parece que esa respuesta le satisfizo. Me dijo todo lo que tenía que saber, que iba a sangrar durante cuatro días, y que si vomitaba debía volver de inmediato a por otra píldora. Después de haber firmado mi consentimiento, volví a mi asiento junto a mi socio, y le dije que tenía que esperar. Él también tenía que esperar porque quería saberlo todo en ese momento como si en esa pequeña oficina hubiéramos cometido algún tipo de asesinato u otra de esas cosas inmorales. Vete tú a saber. Con mi cara de cordero degollado y tiesa como una vela tenía la apariencia de un animal que ha aprendido la lección después de haber sido castigado. El buen doctor se acercó a mí y me dio el paquetito envuelto.
Yo: ¿Cuánto cuesta?- Yo sabía perfectamente que la pastillita valía 35 libras, pero a lo mejor, con suerte, me hacían una rebaja.
Buen doctor: Es gratis.
Os prometo que en ese momento vi una aureola alrededor del médico. “Gracias” susurré, y salimos de allí cagando leches. Vale, ya tenía mi preciado tesoro, ahora tenía que engullirlo. Como muestra de agradecimiento –se ofreció a acompañarme, fue todo un detalle- invité a mi socio a desayunar –al final pagamos a medias. Me metí en el cuarto de baño y abrí el paquetito. La caja sólo contenía una única pastilla muy bien recubierta y protegida, justo en el medio. Como si esa píldora fuera una especie de milagro. Algo muy delicado y valioso. Para mí, y creo que para todas las mujeres del foro y fuera de él, lo era. Me miré en el espejo y me sujeté el vientre con una mano. “Bueno, es que ya sabes que no puede ser, en realidad no eres nada”. Ingerí la pastilla salvadora, bebía agua y respiré profundamente. “Bye, Alien”. Cinco días después me vino la regla.