La silla de cemento
La poeta Blanca Haddad comparte con nosotrxs su poesía y sus ilustraciones.
Blanca Haddad
Te veo suelta,
desatando con los dientes
el nudo que te intenta atar al centro,
volando por encima de los planes
que hiciste en tu cama
-bellos pero inciertos –
explorando con la cresta de tu lengua
once mil universos,
¡suelta sin remordimientos!
Te veo voladora, bruja y loca,
desarraigada,
sin peso en las alas.
Traviesa,
sin límite en el juego.
Rebelde,
ni alarma en las mañanas.
Terrible,
ni moral en los sueños.
Viajando,
perdida en la aventura,
arriesgada,
entrando en la fauces de los lobos
y las lobas,
hambrienta,
mordiendo esa entraña donde duerme la locura,
Te veo dinamita pura,
estallando de ganas de vivir,
gritando bajo el mar,
escribiendo poemas en cristales con los dedos,
para recitar en bares
abandonados de piedad
y devolverle a la noche
un poco de catarsis,
un poco de ternura.
Veo tu falda azul oscura,
girando, dando vueltas
borracha de tinto de verano
de madrugada en la plaza del sol
un gato gordo estupefacto te veía,
y te reías, te reías…
demasiado feliz, demasiado guapa
San Juan se hacía menos insoportable,
y yo sentada en la silla de cemento
-pensaba y creo que hoy lo acepto-
que hay gente como yo, que es piedra
y gente como tú, que es viento.