El poliamor que despertó a su gatita…
Ella siente desgaste, roza los cinco novedosos años de vivir en Poliamor. Siente aburrimiento y cansancio de su propia voz que se repite en vocalizar miedos. Pide mil perdones al aire contaminado de lo judeo-cristiano que le oprime.
Susana A.
¡SOCORRO! (una pausa infinita y no, no hay quién socorra).
Se trata de su gatita, la que habita en ella. La que maúlla experiencias, la que araña el peligro y busca lo prohibido en cuanto se le presenta la oportunidad. Ha estado durante tanto tiempo sintiéndose cómoda y vacilando de sus cualidades de mujer-animal independiente, capaz, decidida, convencida y coherente, atendiendo a todo y a todes quienes le demandaban mimos y cuerpo para sobar; que ahora despertar de un estado excitante, pero sin cuestionamiento previo de su realidad, le estaba provocando el más absurdo de los sufrimientos: el AUTOCASTIGO por decidir salirse con la suya y cambiar tanto su cotidianeidad.
Ella, la mujer dueña de esa gatita que le habita; la que escribe y bebe, se identifica como vulnerable. Ha perdido su capacidad de convencimiento sobre lo “correcto” en una sociedad que la reconoció durante tanto tiempo como “la señora de”. Y no es que el POLIAMOR le atraviese los ovarios de tal forma que no pueda contener en secreto su estado de la mirada y juicio de otres; es que ella misma se auto somete a juicio y castigo, a la revisión de todo lo que hace y dice. Y se equivoca. Una y otra vez se equivoca porque su historial construido, sus piedras del camino ya no le sirven para nada. Lo que había aprendido a gestionar ayer, hoy ya no le sirve.
La gatita que habita en esta mujer y que ahora pide socorro, no tiene eco. Sólo textos de otres; vivencias que jamás serán las suyas, ni comparables ni extrapolables. ¿Cómo gestionar los celos, los tiempos, las rutinas, los proyectos comunes? Tiene en una inquietante esquina, un pote donde va depositando como valor de vida, la energía consumida, gastada y no retornable, en el proceso de reconocerse amante y amada por dos hombres a la vez, no revueltos ni juntos ni con los mismos deseos y objetivos de vida en común. Se le va la vida queriendo interpretar la realidad, queriendo digerirla…
En su proceso lento pero constante donde sangra arañazos que nunca pensó recibir y lame arañazos que jamás pensó que llegaría a dar, sentencia que el POLIAMOR duele. Cala en sus neuronas pasibles navegantes de cuerpo en rutina, para despertarle, conmoverle y vomitar estupideces sin lógica.
Piensa, posible socorrista de su gatita interior: ¿Cómo ella puede escuchar sin gemir, retorcerse y querer arañar a su otro, que ha dado el paso y se ha enrollado con una otra; al este explicarle “¿tan sólo con mirar a esa otra mujer, ya sabíamos ella y yo, que desearíamos juntar nuestros sexos?”. No está preparada, no lo ha estado nunca ni lo estará para una información así. Esas experiencias que se ven y/o se explican con total autoestima, hieren al otro, a la otra que no está en una comunidad de amor, aceptación y armonía, sino que deconstruyendo con creces sus patrones patriarcales y machistas en las entrañas mismas de la sociedad patriarcal y machista. Es tacto compañero. TACTO para dejar de lado el egoísta subidón de querer compartir información que sólo alimenta a tu ego. Que esa otra mujer tuviese las tetas operadas, turgentes y frescas de una leche que le negó a ese hijo que ha tenido con un otro, ¡definitivamente le ha jodido saberlo! Definitivamente le ha marcado tanto tener esa información, que tiene pesadillas recurrentes y voluntades diversas de despecho, venganza y otras sutilezas por el daño emocional causado. Eso ya pasó, ese enrollo se terminó. Pero cuáles y cuántos más se sucederán a los que también se tendrá que enfrentar.
Cierto, ya no necesita ningún socorro. Lo ha sentenciado, NUNCA ESTARÁ PREPARADA. Como mucho, intentará que sus cachorras mujeres vayan dando pasos para estar preparadas, abiertas y coherentes si alguna vez deciden a asomarse a lo que se denomina “POLIAMOR”.
Ella siente desgaste, roza los cinco novedosos años de vivir en Poliamor. Siente aburrimiento y cansancio de su propia voz que se repite en vocalizar miedos. Pide mil perdones al aire contaminado de lo judeo-cristiano que le oprime; que le hace sentir que se ha traicionado, al hombre que le hizo su “señora” y a su compañero que se desvive en cuidados y mimos hacia ella.
Pensar a tres voces es muuuy complicado. Se aclaran y consensuan necesidades importantes, pero cuando ella siente que ha dejado de molestar al otro con “su” tema a depurar y pactar, se hacen visibles las 20 manías, defectos, ineptitudes y/o negligencias que tampoco quiere vivenciar y vuelta a empezar. Un infinito que ni le hace libre ni le permite estar en paz porque ella demanda, pero también demandan los demás.
Si le preguntan por su felicidad, dirá que la tiene, cómo negarla cuando la vida le ha dado esta oportunidad de tanto crecimiento personal. Su gatita sólo sale una vez cada mucho tiempo para ojear el exterior y hoy comparte su realidad.