“El feminismo es universal, pero su aplicación debe ser culturalmente específica”
La visita de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozie Adichie a Barcelona encarna una batería de temas centrales en el universo africano y afro, cada uno complejo y multidimensional. Raza, identidad y feminismos, por nombrar algunos, se entrelazan no solo en sus obras, sino en su discurso.
La voz pausada, grave y firme de Chimamanda Ngozie Adichie se quedó suspendida en el ambiente del hall del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona el pasado 4 de octubre. A pesar de que el evento empezó como una charla más bien anodina, el ambiente se fue caldeando y su humor ligero y socarrón fue aflorando, espoleado además por una interesante ronda de preguntas desde el público que logró aterrizar algunos de los temas centrales.
Aunque vinimos a hablar de literatura, la visita de la escritora nigeriana encarna una batería de temas centrales en el universo africano y afro, cada uno complejo y multidimensional; raza, identidad y feminismos, por nombrar algunos, se entrelazan no solo en sus obras, sino en su discurso.
Y abrió esa brecha como contadora de historias; así es como ella se define. Y es que Adichie no está cómoda con el adjetivo de activista, no se considera realmente una. Le profesa su amor a la literatura mientras reconoce: “Tengo la suerte de que ésta se ha convertido en una plataforma para hablar de los temas que me importan”. A través de la heterogeneidad de sus personajes, mujeres apasionadas, mujeres imperfectas, familias de clase media, intelectuales, comerciantes, etc., ya pone en jaque esa representación simplista, e insiste en que “la ficción permite esa visión más caleidoscópica, más completa”.
Sus novelas han ido ganando en importancia y buena crítica, no solo por su calidad literaria sino por la actualidad de sus temáticas. La flor púrpura (2003) aborda las relaciones de abuso de un padre maltratador; en Medio sol amarillo (2006) te sumerge en la efervescencia política e intelectual de Nigeria tras alcanzar la independencia en el contexto de la malograda guerra de Biafra (un escenario que yo personalmente adoré), a través de una saga familiar que podría recordar a Isabel Allende por estilo, y que ella misma confiesa que fue un viaje, en ocasiones desgarrador, por su propia historia familiar. Ya en 2013 su viaje identitario en Americanah la encumbró definitivamente como una referente de la literatura diaspórica, colaborando en la difusión de debates clave actuales sobre el racismo, los movimiento migratorios o la construcción de la(s) identidad(es). ¿Quién, y desde dónde, construye la identidad?, interpela mientras recuerda cómo se sintió negra por primera vez al llegar con 19 años a Estados Unidos.
Y una mención especial merece su obra menos visibilizada. Algo alrededor de tu cuello (2009) es una colección de relatos cortos, duros en sus temáticas, pero escritos en un estilo delicado y estimulante, con un lenguaje evocador, y que, en cuanto a calidad narrativa, puede que sea uno de sus mejores trabajos.
La autora nigeriana reivindica la universalidad de la literatura —”para aquellos que solo leen literatura occidental, es difícil entender que la literatura es universal”— mientras critica que, “cuando escribes fuera del canon occidental, tu obra es leída como antropológica, no literaria”.
En el imaginario popular, Adichie representa a una de las herederas naturales de otro grande de la literatura del continente, el autor de Todo se desmorona, Chinua Achebe. Coetáneo de wa Thiong’o, este asumió el inglés como lengua de producción, apropiándoselo y haciéndolo mutar en su uso, dentro de una reclamación de igualdad de propiedad de la lengua inglesa. Mientras, wa Thinog’o, considera que la producción en lenguas no africanas, aunque sin duda de calidad, perpetúa la jerarquización y subordinación impuesta en el periodo colonial.
Y llega el 2012 y… Chimamanda lo vuelve a hacer. Tras provocar la reflexión generalizada sobre la simpleza desde donde construimos al otro, vuelve a situarse como la voz divulgativa y enérgica de un tema tan central como el feminismo, con su nueva charla TEDxEuston Todos deberíamos ser feministas – su posterior publicación en 2014 de su versión en papel–, y la de su última obra Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, este mismo 2017–. La charla corre por las redes, Beyoncé usa sus frases en sus canciones, Dior las imprime en camisetas, y genera multitud de debates, y cierta controversia.
¿Le preocupa banalizar el fondo de las luchas feministas? Su respuesta es un rotundo no. Defiende el valor de estas herramientas a la hora de acercar el feminismo a muchas mujeres que de otra manera nunca se habrían aproximado a él, y muestra cierto fastidio hacia “ciertas feministas occidentales para las que el anticapitalismo tiene un gran peso, y que en busca de una supuesta “pureza”, en su opinión fomentan hasta cierto punto una visión exclusiva del feminismo”. El objetivo del feminismo es que llegue un día que no sea necesario, y para que este día llegue, el mensaje debe calar en la mayor gente posible.
Adichie afianza las huellas de otras mujeres africanas como la también nigeriana Buchi Emecheta o la ghanesa Ama Ata Aidoo cuando señala que las mujeres africanas ya eran feministas antes de que existiera la palabra. Emecheta, cuyas obras giran también en torno a la experiencia diaspórica, el racismo, y las mujeres africanas, rechazó frontalmente el adjetivo de feminista. Adichie, al contrario, con aire de mujer pragmática, reivindica su uso, según sus palabras, de manera estratégica, apropiándose un concepto que ha estado tan vilipendiado: “Yo creo en el poder de nombrar las cosas, y por eso uso el término feminista”. Adichie no solo lo abraza sino que se convierte en su estandarte.
Apela a las prácticas feministas cotidianas de sus antecesoras. A través de ejemplos de su madre y su abuela, Adichie se remonta hasta la organización política, económica y social precolonial del oeste de África y en particular de su pueblo, el igbo. “Los roles de las mujeres eran de alguna manera más complejos; las mujeres tenían más agencia, tenían más poder, eran, por ejemplo, las comerciantes principales. Con la llegada del colonialismo y el cristianismo victoriano, los roles de la mujer se redefinieron a partir de ese horrible patrón blanco de subyugación femenina”.
Aunque no la mencione —”no sé nada de teorías..”, insiste— al escucharla no puedo evitar pensar en Ifi Amadiume. Antropóloga y feminista también nigeriana, fue de las primeras en documentar las raíces matriarcales de la organización político-social igbo, y los efectos nefastos que la colonización y su estructura patriarcal han provocado sobre la sociedad actual. Un ejemplo muy al alcance de todas lo encontramos en el fanzine Batallones de mujeres en guerras y revoluciones, editado por Antipersona. En él se recoge brevemente el ejemplo de la conocida como “Guerra de las mujeres”, una insurrección de mujeres igbo contra la explotación colonial que acabó representando uno de los mayores desafíos para el gobierno colonial en Nigeria.
Sin dejarse llevar por la idealización de este pasado, Adichie apela a él para hacer hincapié en la autonomía y liderazgo de las mujeres africanas, rechazando lecciones del feminismo hegemónico, y abogando por que las feministas negras sigan empujando hasta que la categoría política de mujer responda a más mujeres que a la occidental.
Como digo, no es amiga de tecnicismos. Chimamanda no realiza análisis sesudos sobre la interseccionalidad. Pero reflexiona en voz alta sobre su apreciación del privilegio, las maneras en las que raza, género y clase vertebran la discriminación, y la importancia del contexto. La autora reflexiona en relación al sexismo y al racismo, que parecen haber dado un paso hacia delante y dos hacia atrás, y que, a pesar de notarse ciertas mejoras, operan ahora con una sutileza que los hace más difíciles de combatir. En una comparativa entre EEUU y Europa, explica que, mientras en EEUU hay cierta conciencia sobre el racismo y sin embargo es ciego a la existencia de inequidad de género, en Europa es muy complicado hablar de racismo, avisando de que “Europa tiene un problema para aceptar que existen europeos y europeas negras”. Su receta para que el mensaje llegue sigue siendo la misma: “Si quieres señalar el machismo o el racismo, usa el poder de las historias”.
Unos días después, la filósofa, activista y líder feminista Angela Davis señalaba en el mismo lugar, entre fuertes tirones de orejas al feminismo blanco burgués, que sería un error despreciar el concepto feminismo como tal, asimilándolo a este feminismo blanco, porque en su desarrollo están también las valiosas contribuciones de muchas mujeres negras que lucharon para ensancharlo.
Quizás Adichie en sí misma, como sus historias, encarna esa filosofía, y su presencia como mujer negra africana es más valiosa que cualquier análisis o teoría académica.
DEBATE / Conversation with Chimamanda Ngozi Adichie (OV En) from CCCB on Vimeo.
Posteriormente intentó clarificar su posicionamiento, explicando que no pretendía establecer una jerarquía de opresiones, sino diferenciarlas, y que en su opinión, reconocer diferentes experiencias es un paso adelante para comenzar a percibir el género desde una concepción más fluida.
Sus declaraciones levantaron una polvareda entre quienes apoyaban su posicionamiento, y aquellas que le exigían no hablar sobre una experiencia identitaria que desconoce, achacándole que no fuera capaz de identificar la misoginia implícita en las experiencias vitales de muchas mujeres trans. Es el caso de la actriz Laverne Cox, que señaló en Twitter el error de presuponer una transición del privilegio masculino a la identidad trans. En esta visita a Barcelona, la escritora no hizo referencia a esta cuestión.
*Celia Murias es miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid, y editora de Africaye.org. Tw: @Celia Murias