Carta a un abusador
Merecerás el apellido de tu madre, hermana de mi madre, cuando saldes tus deudas.
Emec Lomur*
LA PRIMERA DEUDA
Conmigo. Por el enorme daño causado con tus abusos entre mis 4 y 12 años de edad cuyas secuelas, esas que afectan a toda niña y niño abusados, están ampliamente documentadas en muchos estudios de psicología. Y son tantas las que he podido experimentar y de las que aún no me he librado…
Mi desarrollo personal, muy prometedor, se vio truncado por tu perversidad, y hoy tus actos siguen condicionando mi relación conmigo misma y con el mundo. Aún hoy, 45 años después, sigo sufriendo altibajos y depresiones. Secuelas de tu falta de moral y de respeto hacia mí.
En la carta anterior aún consideraba atenuante el hecho de que los abusadores, perpetradores, pederastas o como prefieras llamarte, en muchos casos sois víctimas de abusos y es vuestra necesidad de entender el propio caos interno la que os lleva a perpetuar tan terrible práctica multiplicando el número de víctimas de manera exponencial. ¿No es diabólico? Me da igual donde tuviera su origen. A ti te corresponde buscar el origen de tu daño y buscar también la solución.
El coste económico que deriva de tu perversión es incuantificable. Las secuelas que sufro han supuesto un gasto enorme en terapias y un posible déficit de ingresos por mi fracaso escolar debido a la indefensión e incomprensión de mi misma durante la adolescencia. Siendo una persona capaz con mucho que ofrecer y gran inteligencia no supe cómo superar la confusión, falta de autoestima y rebeldía, fruto del daño provocado por tus abusos.
¿Cuánto he gastado y dejado de ganar? ¿Cuánto vale la inocencia de una niña o niño rota por alguien en quien confía y a quién quiere? ¡NUNCA PODRÁS PAGAR ESTO!
LA SEGUNDA DEUDA
Con mi madre y mi padre. Ellos, especialmente Ama, vivieron un infierno con una hija adolescente totalmente desequilibrada. Yo era la “bomba de relojería” pero tú fuiste el “relojero”. Tú eres responsable de todo el dolor que infligí a mi madre y que le acompañó hasta la muerte. ¿Cuál es el precio de ese dolor? ACUMÚLALO A TU DEUDA.
LA TERCERA DEUDA
Con nuestra tía M, la pequeña de las 3 hermanas, la única que queda.
Traición de su confianza, falsedad… ella te considera un sobrino íntegro de fuertes principios. Yo no voy a quitarle la venda de los ojos. No tengo cuajo para dejar que sigas trayendo más dolor a mi familia. Pero el concepto que tiene de ti no es real. Tu verás cómo te define esto como persona y cómo vivir con ello. CUANTIFÍCALO TÚ PORQUE TÚ LO ESTÁS PAGANDO.
LA CUARTA DEUDA
Con Juana, mi pareja. Mi relación con ella se ha visto muy dañada en la expresión del afecto y la práctica del sexo. Otro “efecto colateral” del que eres responsable. Reza para no cruzarte en su camino. SI POR ELLA FUERA TU DELITO NO PRESCRIBIRÍA.
Por el bien de todos, incluido el tuyo, te recomiendo el reconocimiento de los hechos y la petición de perdón a mí, a toda la familia y a mi compañera. Tu madre y mi madre ya no pueden perdonarte. Piensa qué puedes hacer para compensar tu devastadora invasión. No hay en este país ley que te condene pero eso no te quita un ápice de responsabilidad sobre las consecuencias que has provocado.
Cuando tía M se marche será un buen momento para que yo pueda contarle al resto de la familia quién eres. Hasta entonces tienes oportunidad de contárselo tú.
Durante mucho tiempo, demasiado, os habéis protegido por la incapacidad de vuestras víctimas para realizar el titánico esfuerzo de reconstrucción personal necesario para, primero desterrar nuestro sentido de culpa, segundo recuperar nuestro verdadero ser (no ese amasijo de secuelas y deformaciones que provocasteis), y tercero mostrarnos al mundo sin miedo, a ese mundo que os creía y perdonaba a vosotros mientras dudaba y nos culpabilizaba a nosotras, vuestras víctimas. Ese esfuerzo titánico nunca termina, yo llevo más de 45 años en él pero ahora, al menos, soy una sobreviviente.
Parece que vuestro tiempo se acaba. Y espero que se acabe con él el sufrimiento de tantos seres, incluso ese sufrimiento que, si fuisteis abusados alguna vez, tuvisteis por ello. Comienza otro tiempo y gran parte de la sociedad os considerará culpables a vosotros y no a nosotras vuestras víctimas. Espero que sea un tiempo de sanación para todas y todos. Y te puedo anticipar que la vuestra será especialmente dolorosa. Para mí aún lo sigue siendo. Ya no importa que la ley castigue o no. Vosotros sois culpables y la culpabilidad, como el daño causado, no prescribe.
Como víctimas necesitamos gritar y que se nos escuche. Como supervivientes que conocemos un largo período de dolor, esfuerzo y sufrimiento, podemos estar abiertos a la compasión pero seguís siendo responsables, no solo de nuestro dolor y sufrimiento sino del de muchas personas a nuestro alrededor. Nos habéis robado una vida. Espero que puedas sentir lo que esto supone. Es a lo único que aspiro.
¡Nunca! -tenlo claro- ¡nunca podrás pagar o restituir lo perdido, ni borrar uno solo de los momentos que tu actitud provocó! Solo aspiro a que llegues a comprender el alcance de tus actos y deseo que puedas vivir con ello. Tú sabrás los pasos que tienes que dar en ese sentido. Si no los das llegará el momento en que los pueda dar yo. Y los daré.
Te lo digo en serio, los daré.
Aún tienes tiempo. Pide perdón. Pide perdón a tus hermanas, pide perdón a nuestra tía, pide perdón a mi compañera y pídeme perdón a mí.
Aún tienes tiempo.
No lo dejes pasar.
*Emec Lomur es un seudónimo. Tengo 56 años. Mi cuerpo recordó los abusos, sufridos entre los 4 y 12 años, cuando tenía 37. Hasta ese momento no recordaba nada. Entre los 16 y los 34 asistí a dos psicoterapeutas diferentes durante 2 años y 2 años y medio respectivamente. A partir de los 38 años he realizado tres períodos de terapia de duración media de 2 años, esta vez con conciencia sobre el origen de mi problemática, en los que he podido recuperar “mi Ser a pesar de las secuelas”. Hoy sigo periódicamente pasando por periodos depresivos, superados gracias a la práctica de la meditación, el qigong y el amor de mi compañera y puedo decir que me considero sobreviviente en vez de víctima. Mi historia personal ha hecho de mí quien soy ahora y me acepto, me respeto y estoy orgullosa de ser como soy.
Creo que la prescripción de este tipo de delitos es injusta. Yo pude recordar los abusos sufridos solo 25 años después.
Sacarlo a la luz es mi única opción para recuperar partes de mí que no serán compensadas de ninguna otra manera.
La autora nos recomienda la Asociación para el Tratamiento del Abuso y Maltrato en la Infancia, Garaitza, ubicada en Bilbao.