Reuniones de comadres. Mujeres enredadas.
Sentadas casi a ras de suelo en los muelles de Santoña, las rederas recosen los tejidos para las pesca y se ponen al día.
Es un domingo de primavera. Santoña (Cantabria) vive, sobre todo, de la pesca y la industria conservera. Es una bahía abierta a la ría de Treto y a la marisma. Huele a mar, a sal, a pescado. En uno de los muelles, bajo sombrillas publicitarias que bien podrían ser de helados o cervezas, sentadas casi a ras de suelo, no más de media docena de mujeres talluditas manejan con destreza las tijeras y una larga aguja de plástico, a veces roja. Son las rederas. Su tarea: remendar las redes que los peces, por su peso y pelea, rasgan buscando la libertad. Recosen los tejidos. Son tan ásperos como la lija. Pero no les preocupa. Mientras cortan y recosen, se ponen al día. Primero, se inician en el oficio; después, se adiestran y aleccionan; pero, sobre todo, se apoyan. Reuniones de comadres. Mujeres enredadas.