Cómo escribir un buen artículo sobre el Orgullo Gay
Hombres jóvenes, musculados, bailando. Esa es la imagen despolitizada y parcial que cada año muchos medios estatales dan del Orgullo LGTBI, centrándolo además en Madrid. José Luis Serrano ironiza sobre ese tratamiento informativo.
1. Procure utilizar en el título las palabras “desfile”, “carnaval”, “cabalgata” o “carroza”, no vaya nadie a pensar que esto es una manifestación de reivindicación de derechos que aún no se han conseguido. Asegúrese de que en su artículo no haya una sola referencia histórica a los inicios del movimiento LGTB. ¿Stonewall? ¿Las Ramblas? ¿Eso qué es? Ni, por supuesto, relaciónelo con los movimientos por los derechos civiles de las mujeres o de las personas negras: esto es otra cosa.
2. Trate a los gays como una única realidad, tendrá usted que decir Orgullo Gay. Ni se le ocurra hablar de lesbianas, trans*, bisexuales, intersexuales, queer… Demasiado. Esto es el Orgullo Gay y punto. ¿Orgullo crítico? Olvídelo, eso son cuatro perroflautas. Además, Orgullo Gay solo hay uno: el de Madrid. Lo demás son paletadas. Ni los mencione.
3. Hable usted de la basura, de las toneladas de basura. De las intoxicaciones etílicas. De las drogas. De los desnudos. De las asociaciones de vecinos que protestan por el ruido, justo los cuatro días que dura el Orgullo (el resto del año deben estar sordos, o a lo mejor es que no les hace caso nadie), de los pobres viejecitos de las residencias de ancianos de Chueca, que no duermen. No relacione el tema con otras fiestas como La Paloma, los Sanfermines o las Fallas. Nada que ver. En esas otras fiestas ni se ensucia ni se hace ruido. Y son una vez al año. No como el Orgullo, que debe ser una vez cada mes o así. El Orgullo es como Eurovisión: ¿otra vez el Orgullo? Qué pesadez.
4. Decida por su cuenta y riesgo que la homofobia en España ya no existe y que, desde la aprobación del matrimonio igualitario (al que usted llamará matrimonio gay, o matrimonio de Zetapé), esto es un paraíso orgiástico en el que los gays nos dedicamos a refocilarnos y a hacernos selfies en el cuarto de baño.
5. Que no se le pase por la cabeza hablar de que una gran parte de la manifestación está formada por colectivos y activistas LGTBIQ de todo el Estado español que portan pancartas relativas a la homofobia social, a la discriminación en los puestos de trabajo, a la invisibilidad lésbica, al abandono en la tercera edad, a las agresiones a la comunidad (que se incrementan año tras año), a los derechos de nuestros hijos… Porque aquí no hay hijos, ni hijas, ni padres, ni madres, ni familias, ni trabajadoras, ni precarios, ni nada de eso: aquí solo hay juerga, travestismo, sudores, músculos y discotecas. No hable usted de la situación irregular de muchas de ellas, inmigrantes, sin papeles, dedicadas a la prostitución, sin cobertura sanitaria, expuestas a sanguinarias y clandestinas operaciones estéticas. Esto es pura juerga.
6. El VIH ya no existe. Lo ha decidido usted. Si no se toman medidas desde los organismos públicos es que todo está controlado. Se ha convertido en una enfermedad como otra cualquiera. Como un resfriado. Con unas pastillitas basta. No hable del VIH en su artículo. Eso es muy vintage.
7. Describa usted con todo detalle la parte de la orgía y el desenfreno. Ponga usted exclusivamente fotos de tetas, culazos, músculo, pelos, cuero, plumas, pestañas largas, lentejuelas y avestruz. Si le resulta difícil encontrar algo absolutamente epatante (tipo serpientes pitón, elefantes enfundados en trajes de licra o algún señor o señora enseñando pito, culo o teta, o monjas y curas en posturas lascivas) recurra usted sin ningún pudor a fotos de archivo: total, todos los años es lo mismo. Procure que una de esas fotos sea la principal.
8. Usted está abierto de mente y tiene muchos amigos gays, explicítelo. Entreviste usted a uno de sus amigos, a un gay modosito en alguna calle lateral, a uno que diga que no le gusta el Orgullo porque hay mucha pluma y mucha lentejuela y que es un circo y que da mala imagen de los que somos normales, de los modositos y que no le representa. No pregunte quién empezó con esto, no hable de quién es el que se lleva los palos, de quién es víctima de la LGTBfobia. No diga que el que más lentejuelas lleva es el que más insultos recibe, el que más golpes encaja. No se insulta ni se agrede al que lo es, sino al que lo parece, al que lo muestra. Pero eso usted no lo sabe. Ni le importa.
9. Todos los gays estamos buenísimos, somos jóvenes, lucimos músculo y estamos bronceados. Llevamos el ritmo en la sangre. Si tras dos horas de manifestación no ha conseguido encontrar a ninguno así, no desespere: aparecerá. Aunque haya que traerlo de Israel, EEUU o Brasil. Todos comemos en restaurantes carísimos y veraneamos en Ko Phi Phi. No estamos en paro ni nos desahucian.
10. Vigile a usted a su fotógrafo, no vaya a ser que saque en la portada de su periódico algunas fotos de las pancartas, a algún un tipo calvo, con gafas, flacucho, con las tetas caídas y lorza cervecera, o ¿qué sé yo? a una señora de Cuenca de cincuenta años recién llegada de la peluquería y con una camiseta de Cristalerías Paco. Todo eso está reñido con el Orgullo Gay. Usted sabe perfectamente qué es el Orgullo Gay. Como sabe que cuando habla de África tiene que sacar negros desnudos cantando y bailando ante una puesta de sol espectacular con baobabs en sombra. Como sabe que en España todos vestimos de torero y sevillanas y echamos la siesta. Porque usted sabe bien cómo tiene que escribir sobre el Orgullo Gay. No deje que la realidad le estropee un buen artículo. No deje que una pancarta le tape la foto de un buen culo sudoroso.
Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el Huffington Post y pretende homenajear humildemente al excelente “Cómo escribir sobre África”, de Binyavanga Wainaina.