16 kms. de cine para curar las heridas de la vulnerabilidad

16 kms. de cine para curar las heridas de la vulnerabilidad

En el Festival de Cine de Cañada Real se muestra y se cristaliza el trabajo que hace la Fundación Voces para incentivar, a través de la cultura y la creatividad, la autoestima de les habitantes de un barrio marcado por la exclusión social y el estigma.

11/09/2018

 

El patio de butacas preparado para acoger al público de una nueva edición del Festival de Cine./Fotos cedidas por la organización

El patio de butacas preparado para acoger al público de una nueva edición del Festival de Cine./Fotos cedidas por la organización

La primera vez que le dijeron a Raúl Silva que podría acabar haciendo cortometrajes, no entendió siquiera lo que significaba esa palabra. Tenía solo 10 años cuando se apuntó al taller de la Fundación Voces y ya era un amante absoluto del cine, porque “te permite liberarte y no pensar en lo que tienes a tu alrededor”, dice. En esa época todavía no sabía que su capacidad no se limitaba a disfrutar viéndolo sino también, haciéndolo. Su última obra, Reflection, un film rodado con el móvil, se ha estrenado en el Matadero de Legazpi, uno de los centros culturales más importantes de la Comunidad de Madrid y le ha granjeado que varias personas, incluidos sus formadores, le consideren “un auténtico poeta de lo audiovisual”.

Vive en la Cañada Real Galiana, lugar que, durante mucho tiempo, ha sido el mayor asentamiento ilegal de Europa. Ilegal porque, al tratarse de una vía pecuaria, o sea, de un paso para el ganado, está prohibido edificar. Sin embargo, miles de personas (7000 según un censo anterior al 31 de diciembre de 2011) han construido allí sus viviendas y sus vidas, desde hace cerca de medio siglo. También la familia de Raúl, que está establecida en el sector 6, localizado en la zona de Valdemingómez, quizá el más complicado de todos por ser uno de los grandes puntos de venta de droga de la capital.

Pero la Cañada es mucho más y eso es lo que la organización del festival 16 Kms. quiere evidenciar, razón por la cual entre el 7 y el 16 de septiembre están llevando a cabo varias actividades entre Madrid y la Cañada, que atraviesa unos cuantos municipios, entre ellos, Rivas Vaciamadrid.

Asistentes al festival contemplan una exposición de arte por las fachadas del barrio./ Fotos cedidas por la organización

Asistentes al festival contemplan una exposición de arte por las fachadas del barrio./ Fotos cedidas por la organización

Juan Merín, director de la Fundación Voces, afirma que uno de sus objetivos es modificar los estereotipos que pesan sobre el barrio. “Si hacemos un concierto de música maravillosa aquí, una exhibición de videoarte allá o una proyección de una película muy chula, la gente viene y se da cuenta de que puede pasear con tranquilidad porque sí, hay personas que lo pasan mal, puesto que faltan servicios básicos, pero también hay otras que sonríen, que disfrutan. Nos parece fundamental generar espacios de convivencia entre los que viven aquí y los de fuera, para que se articulen relaciones que provoquen una reivindicación conjunta de sus derechos”, subraya.

La Fundación Voces comenzó a trabajar cerca de donde vive Raúl, en 2011, apoyando a organizaciones centradas en el refuerzo escolar, sumándole a la parte académica la creativa, generando un combo que ha conseguido motivar a les niñes a ir a las clases de repaso. Sus herramientas son la percusión, el canto, el rap, el baile o la pintura, entre otras, que consideran útiles en su crecimiento y formación como personas. Creen que la cultura es un elemento clave para incentivar su autoestima, mejorar su capacidad de crear y sentirse parte de una comunidad complicada pero que es la suya.

Rahma Hitach El Kanar, colaboradora en el festival y vecina de la Cañada, participa en un taller de cocina./ Fotos cedidas por la organización

Rahma Hitach El Kanar, colaboradora en el festival y vecina de la Cañada, participa en un taller de cocina./ Fotos cedidas por la organización

Rahma Hitach El Kanar, colaboradora en el festival y vecina de la Cañada, lo ratifica: “Mis hijos son muy vergonzosos, pero se les ha quitado mucho gracias a esto. Ahora, se expresan y sacan lo que tienen dentro”. Ambos cantan y aprenden teatro, ella también lo hacía en Marruecos, país en el que nació y del que proviene alrededor del 40% de la población de la Cañada. En total son alrededor de 30 nacionalidades (incluyendo la española) que comparten espacio y, en estos días, también diferentes manifestaciones artísticas y gastronomía. Rahma dice que vivir ahí es como viajar por el mundo pero sin moverse y que eso le ha permitido saludar en varias lenguas y probar muchas comidas.

Raúl, que pertenece a la otra comunidad mayoritaria, la gitana (40%), señala que el hecho de que su mejor amiga sea marroquí le ha valido para descubrir “que nos parecemos más de lo que nos diferenciamos”.

El problema surge cuando hay que ir fuera porque, a veces, toca justificarse antes de presentarse. Merín comenta que hay quien elimina del currículum que vive en la Cañada por el estigma que, de inmediato, le caería encima, como una losa que pesa tanto como mina. Existe un muro invisible que les habitantes de la Cañada atraviesan a diario para ir a trabajar o a clase, pero quienes no viven en ella, en cambio, no lo cruzan tanto. O nada. La pared es alta y sus ladrillos están hechos de sospechas, prejuicios, desconfianza y, a veces, hasta temor. Hay residentes que lo tienen asumido, de ahí que, cuando hacen amistades nuevas, no les cuenten de dónde vienen. “No estoy de acuerdo con quien actúa así ”, dice Raúl, “nos pasamos todo el día explicando que nosotros no hacemos cosas malas y es verdad, si la mayoría no las hacemos, ¿por qué tenemos que mentir?”. Rahma apunta que “si eso sucede es porque a algunas personas que no saben nada de nosotros les da miedo lo que no conocen, sin embargo, esto es como un pueblo, los vecinos somos generosos y hospitalarios, pese a que la gente piense que solo hay robos y personas pinchándose”. “Lo que nos faltan son caminos buenos, Correos y agua potable”, concluye.

Niños y niñas disfrutan en primera fila de un concierto de flamenco durante el acto de inauguración del festival./ Archivo del Festival de Cine 16 Kms.

Niños y niñas disfrutan en primera fila de un concierto de flamenco durante el acto de inauguración del festival./ La orquesta Acción Social por la Música también ha actuado en el festival/ Fotos cedidas por la organización

Precisamente para evitar las suposiciones, combatirlas y favorecer los encuentros, desde la Fundación Voces trabajan en los colegios colindantes de la zona de Rivas (sector 5) y ponen en marcha la tercera edición de este festival, dedicada en esta ocasión al pueblo gitano (en la anterior, las culturas marroquíes fueron las protagonistas y en la primera, las rumanas), que es una especie de cristalización anual de todo el trabajo. En él se puede asistir a conferencias, ver a grupos de música, descubrir recetas desconocidas y, teniendo en cuenta el carácter cinematográfico del mismo, visionar películas de temática social de autores internacionales y, además, de algunos de los alrededor de 150 alumnos con los que trabajan.

Es ahí, justo, donde entra Raúl, al que Juan Merín describe como “alguien que ha sido capaz de pasar de un discurso infantil con cortometrajes simples a tener una narrativa audiovisual realmente creativa y reflexiva”. El joven es consciente de su evolución, tanto a nivel cinematográfico como humano: “Antes hacía cortos sobre superhéroes y ahora mezclo imágenes de naturaleza de la Cañada, con pensamientos en voz alta. Hay uno que me parece especialmente importante, porque es verdad. De pequeño, las heridas se curaban con que te cantaran el ‘sana, sana’, pero cuando creces, las gordas están en el corazón y esas cuesta mucho más curarlas”, sentencia el aludido.

La orquesta Acción Social por la Música también ha actuado en el festival/ Fotos cedidas por la organización

La orquesta Acción Social por la Música también ha actuado en el festival/ Fotos cedidas por la organización

Su sueño es pasar del cortometraje al largo y hablar “de igualdad de todo, de género y contra el racismo”. Y en el futuro luminoso que imagina Rahma, según el cual la Cañada podría convertirse en un enclave artístico de referencia, cabe. El reto está en lograr que quepa fuera de ella.

Raúl tiene ahora 16 años, y 16 kms se llama el festival, porque es la extensión de la serpiente de vulnerabilidad que recorre el este de Madrid. Vulnerabilidad y sueños. Vulnerabilidad y creatividad. Vulnerabilidad y trabajo duro. Vulnerabilidad y vidas que miran, que cuentan y que nos cuentan porque están cansadas de ser contadas. Nos queda escucharlas.

Consulta la programación en la web http://16kms.org/

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