“Si escribo sobre lactancia no es para convencer a nadie sino para complejizar el debate”
Beatriz Gimeno, escritora feminista y diputada por Podemos en la Asamblea de Madrid, cuestiona en su libro 'La lactancia materna. Política e identidad' cómo el rol de mujeres-cuidadoras permite el statu quo neoliberal y la idea de que el cuerpo es un instrumento al servicio de la sociedad.
Beatriz Gimeno (Madrid, 1962), activista social y polémica escritora que cuestiona dentro los feminismos posturas polarizantes en temas como la prostitución, las sexualidades y la igualdad, apela a su autonomía intelectual e invita a debatir la forma en que actualmente se vive la lactancia materna en España en una búsqueda constante de aprender a hacer uso de la escucha activa.
— ¿Se puede entender que la crítica que haces a la lactancia exclusiva es que trata de mantener el statu quo de las clases media y alta?
— Es verdad que claro que hay una cuestión de clase y aspiracional en la defensa a ultranza de la lactancia exclusiva y creo que quien más defiende la lactancia intensiva son mujeres de clase media que además son quienes se lo pueden permitir. Luego hay un sector aspiracional que quiere compartir estos mismos ideales porque finalmente la lactancia es también una cuestión identitaria.
— En el libro haces mención de estudios anglo y nórdicos, ¿crees que justo porque la lactancia es una cuestión identitaria, se están exportando ideales hegemónicos que no corresponden a la realidad en España?
— Y sin embargo, ¿consideras que en España hay resistencias ante este discurso hegemónico?
— En este tema de la lactancia o en el caso de la prostitución, por mencionar algunos tan polarizantes, lo que yo preguntaría es: ¿dónde queda la complejidad? Porque actualmente, por la forma en la que nos relacionamos mediante redes sociales, parecería que ahí la complejidad no cabe en los debates. Y es necesaria para analizar nuestras decisiones y elegir libremente, no sólo porque quiero sino porque entiendo cómo se construyen las decisiones desde el punto de vista estructural: ¿A qué se nos empuja desde las estructuras, a quién benefician estas decisiones de la lactancia exclusiva, cómo se conforman? Que ninguna decisión esté condicionada por cuestiones que pueden generar sufrimiento y desigualdad. Si decenas de mujeres me han escrito para darme las gracias por ese libro, y para contarme historias de sufrimiento, es que hay un problema. Claro que también hay mujeres que son felices con la lactancia, y qué agradable que se les dé bien, pero hay gente que sufre mucho y eso hay que tenerlo en cuenta.
— ¿Cómo se pueden empezar a generar políticas o acciones desde el Estado para que esta complejidad esté presente y deje de ignorarse?
— Desde las instituciones se dice que se respeta la decisión de las mujeres sobre la lactancia, pero no es verdad. Se tendrían que generar políticas en las que se apoyen la lactancia y la leche de fórmula y no dar por hecho que dar de mamar es necesariamente mejor. Es mejor para quien sea mejor. Si las consecuencias de dar de mamar son malísimas para tu salud mental o para tu salud física, entonces no es mejor. Hay toda una generación de personas que creció con biberón. Me interesa entonces que desde el Estado se pueda desmitificar la lactancia y tomar en cuenta cómo esta mistificación ha generado consecuencias en las mujeres, en la forma en la que viven sus deseos, en su situación económica. El objetivo de las políticas desde el Estado tendría que ser generar bienestar en la crianza, para la madre y para el bebé.
— ¿Quién tendría que empezar a desmitificar todo esto, por dónde empezamos? ¿El Congreso de Diputados, las instituciones de salud, los movimientos sociales de mujeres?
— Esa labor la tendría que hacer el feminismo y pedirlo a las instituciones. Dentro de las instituciones, las mujeres en política. Si yo fuera ministra obligaría a que se apoyara y se enseñara a quienes deciden dar de mamar y también a que se enseñen otras opciones de crianza a quienes no quieren dar de mamar.
— ¿El objetivo de tu libro, entonces, sería visibilizar que todavía existe un control sobre los cuerpos de las mujeres y que la lactancia legítima este “servicio a la sociedad” que se impone a las mujeres?
— Exacto, la lactancia se está usando para reforzar significados muy antiguos y muy poco feministas. No se puede convertir la lactancia en una obligación de cuidado porque entonces se nos destina a todas las mujeres a ser cuidadoras, despojándonos de nuestra subjetividad: habrá mujeres que quieran y mujeres que no. Obligar a una madre a dar de mamar es convertir a esa madre en un instrumento al servicio de una causa como ya lo hemos sido, por ejemplo cuando se nos ponía a parir soldados al servicio y cuidado de la patrias.
— Hay muchas mujeres que son madres, que tienen que cumplir con dobles jornadas de trabajo, que no se nombran feministas y que no pueden hacer uso del espacio público pero que deberían de ser tomadas en cuenta por las reivindicaciones de los movimientos feministas y creo que no está sucediendo…
— Esto que dices es el meollo de la política, pero no sólo con las madres,: ¿cómo hacemos con esos trabajadores que no tienen nada y que no van a las marchas, que no son socialistas, o sindicalistas? Creo que paso algo igual. Y de lo que trata la política es de ampliar los márgenes de bienestar. Sí, eso es muy complicado y vamos a definir qué es bienestar, pero hay que ampliar y no restringir, y en el caso de la lactancia pasa esto: hay quienes disfrutan la lactancia, hay quienes están contentas con dar biberón, pero las actuales políticas están restringiendo a una sola opción. Hay que dejar de crear una sola idea de qué es bueno, seguir cuestionando y arrebatando privilegios.
— ¿Arrebatar privilegios a los hombres o extender y ampliar su papel en la crianza?
— Regreso a esto de arrebatar y cuestionar privilegios. Cuando dices que te acusarían de cuestionar a la OMS, estás justamente cuestionando a las instituciones desde el feminismo, ¿no?
— Claro. Parece que no hay que meternos con lo que dice la ciencia sobre las mujeres, pero ademas la OMS es una institución política, no científica. La OMS se dedica a la política de la salud y podremos estar de acuerdo en algunas cosas y en otras claramente no porque tiene sesgos racistas, androcéntricos, clasistas, etc. Y sí, la labor del feminismo es cuestionar la voz del privilegio que sale de estas instituciones.
— Y por eso, porque por ahora eres parte de “las instituciones”, quisiera saber si desde tu experiencia existe algún atisbo de que esta discusión no se quede sólo sobre el libro, sino en encontrar caminos que puedan tener impacto, de arriba hacia abajo…
— Por mi experiencia en el activismo LGTB, siempre digo que la lucha social debe de iniciarse con el debate desde la sociedad y los movimientos. Ahora mismo la hegemonía de la crianza con apego o intensiva es muy fuerte y yo tengo amigas que están de acuerdo conmigo, con lo que cuestiono pero cuando tienen a su bebé me dicen que no pueden, que tienen culpa, y la culpa de las mujeres es una de las herramientas más terribles cuando nos enfrentamos a cualquier institución patriarcal y a nuestra propia vida. La culpa es casi material, casi que la tocas. Las feministas abrimos un huequito en el entramado institucional, entramos, pero luego vuelve a cerrarse porque lo que tienes encima es un sistema de “sentido común” que parece irrompible. Y dentro de los partidos políticos, ahora mismo, el “sentido común” es que la lactancia no es un problema político. No se discute y tampoco puedes ir a saco porque te sientes sola y es duro. Así que no dices nada porque no quieres recibir golpes de todos lados.
— ¿Y entonces por qué seguimos?, ¿por qué Beatriz Gimeno sigue hablando de estos temas incómodos si parece que no van a ningún lado?
— Me estimula mucho cuando alguien me dice que el libro le ha servido, aunque no esté de acuerdo. Yo trabajo muy aislada, no estoy en la academia, no tengo mucho contacto con nadie mientras escribo. Y como no estoy tan metida en movimientos o lugares específicos puedo escribir mis libros sin presión y mi objetivo es que lo que escribo sirva para el debate, no tanto para convencer a nadie, sino para complejizar y aprender. Tengo la esperanza de abrir huecos que mejoren las vidas.
— ¿Entonces tienes esperanzas?
— Yo siempre lo discuto con mis compañeros: parece que el pesimismo es de derechas pero yo soy pesimista y ello no me ha impedido tratar de construir algo que haga que las vidas valgan lo mismo. Yo salgo de las instituciones con una sensación muy pesimista, aunque tampoco es que sea una sorpresa; ya lo sabía cuando estaba fuera. Mi visión ha cambiado muy poco y por ello valoro enormemente a las personas que, conociendo la verdad se quedan y están dispuestas a pelear dentro de las instituciones -como las mujeres que trabajan el feminismo dentro de los partidos-. La historia te anima, porque sabes que también a veces ocurren estallidos de dignidad o incluso de felicidad. Quizá me conformaría con esto, con seguir construyendo esperanza histórica.