Relatos y relatores
Un día somos muchos porque vienen muchos inmigrantes y otro somos pocos porque vosotras abortáis. Un día voy a la manifestación del orgullo y al día siguiente formo gobierno con los que pretenden acabar con los derechos LGTBI. Hablamos de extrema derecha, de culos, de hípster y, cómo no, de Rosalía.
Resulta difícil esperar al momento adecuado para publicar este artículo y que sea actual. Uno puede pensar: ya, justo, es ahora. Y entonces, Pablo Casado vuelve a soltar una gilipollez y ya nada tiene sentido. Tres alcornoques han vuelto a copar el discurso: son los Gaby, Fofó y Miliki del siglo XXI. Aparecerán, me temo, Fofito y Milikito cualquier día de estos. Y ya tenemos el circo montado. Un día somos muchos porque vienen muchos inmigrantes y otro somos pocos porque vosotras abortáis. Un día voy a la manifestación del orgullo y al día siguiente formo gobierno con los que pretenden acabar con los derechos LGTBI (un abrazote a Kim Pérez que ha estado 20 días en huelga de hambre).
No dejo de imaginarme a Gaby y Fofó, o a Fofó y Miliki, o ya puestos a Gaby y Miliki, como protagonistas de este viejo chiste:
–Soldado, deberíamos retroceder y escondernos tras esas rocas…
–¿Parapetarnos, mi sargento?
–Hombre, si me lo dices con esos ojitos…
Enciendo la tele y la vicepresidenta pone ojos de sorpresa y dice (agárrense) que está sorprendida de que los partidos independentistas antepongan los intereses independentistas a otros intereses. En la misma frase y se queda tan pancha.
Ni siquiera Rosalía ha sabido esta vez poner orden a tanta majadería. Me quedo con ellos. Con los Chunguitos digo. Debe ser la maldición de los Goya. Y espero que solo sea un tropiezo en su carrera.
Así que me voy al gimnasio a ver si veo El Culo. El Culo pertenece a un chico chino de unos 20 años. Es El culo de Platón, el culo al que se refería Platón cuando hablaba del culo ideal. Todos lo demás culos del universo no son nada más que una pálida sombra comparados con el culo del chico chino del gimnasio. El Hermes de Praxíteles con ese culo de mármol en Olimpia no es nada: ya sólo existe ese culo de un chico chino en Arganzuela. Creo que se deberían organizar manifestaciones y peregrinaciones para declararlo Patrimonio de la Humanidad. Si hace falta me ofrezco como relator. Lanzo al agua de un lago cerca del 12 de octubre un nenúfar con una velita dentro. Es un deseo. Creo que si uno quiere la unidad de España es más efectivo echar farolitos de luz a un lago que manifestarse. Me sorprende que tanta gente olvide lo que es importante en este mundo.
Le enseño a mi entrenador personal (aka el euskogalego) un artículo sobre que los hombres calvos somos los más atractivos sexualmente, pero ni por esas. Estamos en la semana de la hipertrofia y su obsesión es activar mis pectorales dándome golpes en las tetas como si fuera un mandril. Él a mí. Y yo le he dicho que si puedo activar las suyas. Lo que ocurrió después te sorprenderá (solo para suscriptoras premium).
A la vuelta del gimnasio, después de soltar (en un alcorque) un gargajo me pregunto: “¿Cómo puede un gay soltar el gargajo verde que he soltado esta mañana viniendo al curro siendo, como todo el mundo sabe, integrante de un colectivo históricamente oprimido que en vez de soltar gargajos deberíamos ir derramando purpurina a nuestro paso?”. Luego me he comprado un rodillo de abdominales en el Lidl por 4,99 €. Ya lo he metido en un armario, junto con la soja texturizada, el arroz integral, la quinua, las semillas de chía, el couscous y las chana dal. Cualquier día morimos de repente y nos entra alguien en casa y se va a pensar que somos hípsters, o veganos o lesbianas o algo peor. Me pongo a hacer un estofado de ternera en plan estatuto de pureza de sangre que no se lo salta un payo culturalmente apropiador.
Se me acaba el espacio y aún no les he contado que eliminé a 1.500 personas de mi Facebook en un día. Soy un genocida. Pero es que tuve un ataque: debí de aceptar la amistad de alguien (creo saber quién es, pero era un nombre extranjero y ya no lo recuerdo) y al poco rato empecé a recibir solicitudes de amistad. Yo suelo admitir a todo el mundo, y más si tenemos amigos en común, pero no me llegan más de seis o siete solicitudes a la semana. Un martes me llegaron unas 50 solicitudes que, además, venían acompañadas de mensajes y fotos de “elevado tono” (fotorrabos, básicamente). Al día siguiente tenía unas 100 solicitudes y unos 50 mensajes, además de 10 o 12 llamadas de vídeo perdidas. El día de la purga tenía más de 400 solicitudes de amistad y un número equivalente de mensajes. Así que me cargué al 60% de mis amistades (con poco criterio, reconozco) hasta que finalizó el problema. Si ha sido usted una de las perjudicadas le pido mis humildes disculpas (¡si hasta me cargué a alguna compañera de Pikara!) y le ruego vuelva a solicitar mi amistad, que accederé encantado.
Y hablando de Pikara, falleció mi suegro y tuve que ir a Bilbao y allí estaban ellas: desde el cristal de la calle, en un día horrible, las vi trabajar juntas, delante de una pantalla, un buen rato. En ese encierro voluntario al que se han sometido para tomar decisiones que, seguro, serán acertadas (aunque yo sigo aquí y eso no sé si es contradictorio). Me encantó verlas, sin que se dieran cuenta. Ante tanto despropósito cuatro mujeres currando. Decidiendo sobre nuestros destinos. Me vieron. Y entré. No las entretuve. Siguieron. Me fui.
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