Te quedó grande la yegua

Te quedó grande la yegua

Más allá de la calidad narrativa y periodística del libro 'Caballo perdedor' (Libros del KO), que narra la historia de un grupo de inmigrantes que decidió aspirar a la alcaldía de Madrid este año 2019 y que sabe de antemano que no tendrán la victoria electoral, la autora destaca la valía de dos mujeres, dos yeguas indomables, que podrían haber sido la cabeza del proyecto.

25/09/2019
portada del libro Caballo Perdedor de Marina Hernández, sobre inmigración, donde aparece una mano rodeada de confetti

Portada de ‘Caballo perdedor’.

Hay libros que se leen, nos gustan y los dejamos en el librero; otros, como Caballo Perdedor (2019) de la periodista Marina Hernández y editado por Libros del KO que, por la historia que se narra, que está viva y se sigue escribiendo, invitan a indagar más allá de lo que está dicho. Fue mi caso, después de leer el libro decidí que antes de escribir la reseña tenía que ir a su presentación para darme una idea más clara de lo que se contaba: ¿estamos hablando de un caballo perdedor o de una yegua indomable? Pensé inmediatamente terminé mi lectura.

¿Por qué se habla de un caballo perdedor? El propio libro en su portada nos lo revela: se trata de una “entusiasta” historia de un grupo de inmigrantes que decidió aspirar a la alcaldía de Madrid este año 2019 y que sabe de antemano que no tendrán la victoria electoral. Es la historia de quienes saben que lo importante no es el destino sino el viaje en sí mismo. Y eso es justo lo que yo vi el día de la presentación: un grupo de personas entusiasmadas de estar siendo partícipes de la historia de Madrid.

La relevancia de que la ciudadanía migrante se atreva a hacer uso de sus derechos políticos y civiles en un país que les “regulariza” el poder vivir en su territorio no es menor, porque, en términos de derechos humanos, esto debería de ser inherente a cualquier persona. Sabemos que no es así, cuando llegamos de distintos lugares que no sean la península ibérica, tenemos que ir un poco contracorriente ya sea por nuestra apariencia, por nuestro acento y por la infinita incertidumbre de si cumpliremos con todos los requisitos para que se nos mire como sujetas de derechos para después ejercerlos. Este es el meollo del asunto sobre el camino que deciden iniciar Natalia Peña, como directora de comunicación de la candidatura de Álvaro Hernández a la alcaldía de Madrid, y un numeroso grupo que desde sus limitaciones pero con el entusiasmo de quien no tiene nada que perder quieren ser vistos como ciudadanos y ciudadanas y dejar de ser lo que comúnmente se considera “ciudadanía de segunda”. Sin embargo, lo son/somos, no estamos en las grandes ligas: la mayoría de quienes no nacimos en España y que vivimos en Madrid no nos enteramos de esta candidatura, no la tomaron en cuenta los medios de comunicación y no hubo gran interés -salvo pequeñísimas excepciones- sobre este acontecimiento. Todavía recuerdo la cara de las personas a quienes les comenté sobre la trama de este texto periodístico que iba de desinterés a algo así como “mira tú, qué curioso”. A otra cosa.

Álvaro Hernández, el candidato de origen colombiano, lo expresa mejor: “Lo que queremos es que quede una voz, un posicionamiento del colectivo latinoamericano en la ciudad, que nuestras sensibilidades diversas estén representadas” (pág. 15). ¿Y quedó esa voz, se formó ese bloque?, me pregunté. Y al asistir a la presentación, me pareció que, aunque con sus posibles mejoras, sí quedó.

Así que entonces, la relevancia que tenía para mí asistir a la presentación era doble. Por un lado, me parecía que el trabajo de la autora, Marina Hernández, era limpio, una crónica correcta, bien escrita, fluida. Un buen trabajo periodístico que invita a la lectura y que tiene la facilidad de leerse de una sentada, atrapa. Pero, por otra parte, me dejaba con esta sensación que tenemos las personas migrantes de sentirnos narradas con una visión sesgada, como si fuéramos seres de otro planeta. Como vistos desde lejos, -a pesar de compartir el mismo espacio y tiempo-. ¿Por qué Marina dice esto, por qué Marina escribe lo otro, por qué obvia tal cosa, por qué no ahonda en tal guiño de tal página-tema? Pero, especialmente me interesaba asistir para ser testiga de lo que para el colectivo involucrado en esta hazaña política significaba este libro editado por una de las editoriales más serias y propositivas en temas políticos. No quería juzgar desde afuera, como había sentido que se juzgaba en algunas partes de la escritura-edición del libro. Y lo que me encontré fue una algarabía: si bien no había un lleno “total” que pudiera hacer que la tirada del libro se agotara, sí que vi a un grupo de personas entusiasmadas, contentas, felices de que Marina Hernández les firmara EL libro, que hablaba de lo que habían vivido. También hablaban de la importancia de que hubiera un espacio en donde se discutiera este hecho que, además de ser trascendente per se, significa un parteaguas en la forma de hacer política para ellos y para la ciudad de Madrid, aunque todavía no se note.

Y ver a personas sintiéndose seguras del lugar que les corresponde, de sonreír al oír sus hazañas en la voz de otras que les nombran y de emocionarse porque ese momento era “el momento” en el que rememoraban lo que habían vivido meses antes fue lo que me bastó para saber que este libro es fundamental, que necesita difundirse y discutirse no sólo en la red cultural y social que toca directamente, sino justamente en la que no suele o quiere estar interesada en estos temas “ajenos”. Libros del KO y la autora han sabido estar en el lugar y momento preciso para ser parte de lo que avizoro será, -quizá también en la medida en que el libro se comparta y se lea- la continuación del ejercicio de su ciudadanía y que creará otros proyectos y otras andanzas que seguirán irrumpiendo en la ciudad que habitan y en la que hacen su vida y pagan impuestos y crean lazos y se tienen los unos a las otras.

Ahora bien, como parte de la conversación que ha iniciado este libro, terminé la lectura preguntándome si este “caballo perdedor” en realidad no era una yegua indomable y me aventuro a seguir la metáfora y a decir que sí, que si bien el tema es la candidatura de Álvaro Hernández y la conformación de un colectivo político, considero que son las historias de Natalia Peña -muy especialmente el capítulo ‘Mea culpa’- y la de Sofía Albarrán y Patricia Prieto las que configuran y representan a cabalidad el movimiento. ¿Por qué no ellas al frente, por qué apostar a un caballo perdedor si tenemos tres yeguas indomables, fuertes y capaces de articular redes y de montarse -sobre el cuerpo y sus características personales- toda una plataforma política? ¿Por qué no ellas, qué hace falta revisar dentro del colectivo para que estas tremendísimas mujeres sean las cabezas y no sólo las que están detrás haciendo el trabajo duro?

Desde mi bagaje latino, debo admitir que cuando terminé de leer el libro, no dejé de relacionar su título con aquella canción ranchera de Alicia Villarreal que se cantaba en México a inicios del siglo XXI y que en uno de sus estribillos decía:

“Y póngase a trabajar mi chulo
Pa’ que vea lo que cuesta la vida
Pa’ que valore verdad de dios”

¿Para qué necesitamos caballitos en nuestra configuración como ciudadanas en la ciudad de Madrid teniendo tantas mujeres tan talentosas en pie de lucha?

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