Periodismo feminista con acento y ‘sentío’

Periodismo feminista con acento y ‘sentío’

'La Poderío' hace periodismo feminista andaluz desde el yo, desde el cuerpo, para construir imaginarios nuevos de un territorio históricamente sometido sobre el que se ha construido un discurso peyorativo.

Texto: La Poderío
22/01/2020

 

“De eso me sonaba tu cara en el parque”. Este mensaje, que recibió una de nuestras compañeras a través de las redes sociales, da buena cuenta del impacto que tiene hoy hacer periodismo (feminista) desde lo local. Se habían reconocido como cómplices en el parque, ejerciendo de cuidadoras de sus peques, sin saber muy bien por qué. Y el porqué había sido un texto en La Poderío que las había conectado: un texto escrito desde el yo, desde el cuerpo, desde la rabia, que ponía palabras a una de tantas experiencias invisibilizadas que nos toca vivir en silencio y en soledad.

Esas historias siempre han estado ahí esperando que alguien las nombre y las narre. Contarlas es una enorme responsabilidad y es una forma de ejercer el periodismo desde el compromiso con tus vecinas, porque tú eres una de ellas y te atraviesan el cuerpo y el alma las mismas preocupaciones, las mismas opresiones, las mismas alegrías y la misma forma de entender la vida, la misma forma de hablar.

El acento en lo andaluz no es una cuestión menor que se pueda desligar del periodismo feminista que hacemos. Somos sur; un sur con privilegios de norte, pero sur al fin y al cabo. Muchos de nuestros barrios y nuestros pueblos están empobrecidos. Según el Informe sobre el Estado de la Pobreza en Andalucía 2018, realizado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza, el 37,3 por ciento de la población está en riesgo de pobreza y/o exclusión social; 10,7 puntos más que la media nacional. Es decir, 3,1 millones de andaluzas y andaluces están en riesgo de pobreza. El paro estructural afectó a un 28,7 por ciento de las mujeres activas y a un 22,9 de los hombres en 2017, según el mismo informe; y, una vez más, los recortes en distintas materias siguen afectando especialmente a las mujeres. Según datos de la Consejería de Bienestar de la Junta de Andalucía, el 87 por ciento de los trabajos de cuidados no profesionales fueron realizados en 2017 por mujeres.

Aunque también existe otra Andalucía que respira, preparada, culta, laboriosa, con una tradición de luchas y resistencias, que investiga y crea, que construye. Somos una construcción de identidades diversas, suma de culturas, de gentes de diálogo, abierta y acogedora, y esa es nuestra principal seña de identidad. Una Andalucía vanguardista y universal.

Y, ¿qué tiene esto que ver con el feminismo andaluz? Pues lo laboral y lo económico en este sistema capitalista y globalizado te atraviesa en lo social, en lo político que es personal y en lo personal que es político y te remueve las tripas. Hay a quien se le remueven las tripas del hambre y hay a quien le remueven las tripas de la bilis. Y oigan, que también se nos remueven cuando lo colectivo empieza a sumar. Porque en Andalucía, en el feminismo andaluz, somos muy de tripas, somos muy de poner la vida en el centro.

La territorialidad nos atraviesa. Habitamos un territorio que ha sido sometido históricamente, y eso se ha plasmado en la transmisión de saberes formales, a favor de clichés y estereotipos impuestos desde afuera; distorsionando, invisibilizando y marginando nuestro relato como territorio vivo. Recuperarlos mientras lo seguimos habitando es uno de nuestros objetivos, pero también forma parte de una rendición de cuentas: esta tierra ha sido y es gracias a lo que otras han sido y han hecho.

Por eso, es necesario contar esa realidad desde el punto de vista de sus protagonistas, sin estereotipos y sin la mirada que han acabado imponiéndonos sobre nosotras mismas, pero explicando el por qué. Somos hijas de los estereotipos. Somos quienes se agarran a su historia, a su memoria, y siguen construyendo la identidad que rompe con la imagen hegemónica de quienes no ven más allá de sus privilegios. Ha llegado la hora de que a Andalucía no le duela una pata más, y eso solo lo puede hacer desde el feminismo.

Andalucía es tierra rica en mujeres sabias. Mujeres que mantienen vivo el legado de nuestras historia, construyendo así nuestro presente y provocando ese futuro güeno por el que trabajamos. Íberas, fenicias, cartaginesas, romanas, bizantinas, andalusíes, gitanas, castellanas, migrantes. Todas y cada una, mujeres de luz, han ido tejiendo nuestra memoria, creando esa identidad mora, gitana, negra, blanca y mestiza que habita las calles de los barrios de nuestros pueblos y ciudades.

Lo que reivindicamos a boca llena no se explica sin las lógicas de centro-periferia. Nosotras somos la periferia, las otras, la mano de obra barata, el lugar del que proveerse de materia prima y de servicios a precios ínfimos. Y, para mantener esa relación de fuerzas, hay que aplastarnos en lo cultural y convertirnos en la Juani de Médico de Familia. Los discursos sobre el PER (Plan de Empleo Rural), la siesta o el uso y la ridiculización de lo andaluz como arma política arrojadiza, demuestran el interés por perpetuar una imagen sobre lo andaluz que siempre ha rentado en los discursos supremacistas y centralistas. Pero, “en nuestra hambre mandamos nosotras”.

Hay que poner en valor la cotidianidad de otras formas de vida al margen de la hegemonía cultural: hablar de las señoras que sacan la silla al fresco en verano o de la práctica común en los pueblos de fiar en las tiendas como estrategia de resistencia a las lógicas capitalistas del beneficio a toda costa; recuperar los saberes tradicionales o nombrar las múltiples violencias invisibles que arrastramos de generación en generación las andaluzas. Estos son algunos de esos retos maravillosos a los que nos enfrentamos desde La Poderío.

La periferia también ha sido, y sigue siendo, los conocimientos del día a día que mayormente han estado en manos de las mujeres.; “saberes de segunda”, cuya importancia el feminismo lleva mucho tiempo reivindicando para (nada más y nada menos) el sostenimiento de la vida y de las relaciones comunitarias. Habitamos un contexto global de auge del individualismo como modelo social, donde la práctica del periodismo pasa de ser un servicio público, de proximidad, crítico, con enfoque de derechos humanos y consciente, a un conglomerado de información global, lejano, acrítico, regido por un oligopolio mediático cuyo fin principal está caracterizado por la búsqueda de beneficio económico del empresariado (con una altísima precarización laboral de las trabajadoras y trabajadores del sector), y no tanto en la democratización de la comunicación. Desde ahí, reivindicamos un periodismo que dote de referentes locales propios las posibles estrategias de resistencia ante esta situación. Son los relatos de vida y las cosmovisiones culturales de cada territorio las que dotan de sentido esta práctica.

Nuestra relación con las fuentes es una relación de proximidad, son las mujeres con las que nos encontramos en nuestro día a día. Las grandes historias acaban encontrándonos a nosotras en los espacios en los que nos movemos: organizaciones sociales, centros escolares, grupos de consumo, patio de vecinas, plazas, encuentros, corralas, etc. Hacemos comunidad con nuestras lectoras cuando nos encontramos con ellas en las redes, pero también en espacios físicos, como las mesas camillas de periodismo andaluz en las que hemos participado, donde abrimos grandes los oídos y el corazón para recoger sus sentires. La cercanía y el calorcito mutuo es fundamental para dar forma a lo que contamos. Parafraseando a Gioconda Belli, la solidaridad es la ternura del periodismo.

Por ello, medios como La Poderío deben su legitimidad a la ciudadanía y a un sentido de libertad ajeno a intereses particulares, partidistas y de mercado. Así nos plantamos en mitad de este panorama, intentando vertebrar de punta a punta nuestro territorio con un periodismo feminista que tiene las ideas y objetivos muy claros: queremos hacer frente al sistema de medios actual para contribuir a la generación de nuevos imaginarios, a la construcción de un modelo más solidario y lógico de hacer las cosas, de decir las cosas, desde dónde se dicen y quién las dice. Un periodismo feminista andaluz que es lo mismo que decir periodismo de calidad porque si el periodismo no es capaz de contarnos a todas no lo queremos pa’ ná. Una mirada imprescindible no solo para Andalucía, sino para que el resto de hermanas en otros territorios nos conozcan y reconozcan.

Es mucha la información que nos llega, mucha información que escuchamos y mucha otra por la que nos interesamos e investigamos. El foco feminista en periodismo nos insta a situar en el mismo rango de importancia a las historias de la vida cotidiana y a las historias que gozan por el momento de reconocimiento social. También a huir del foco generalista que desdibuja a las personas debajo de las cifras, y dotarlas de identidad y de capacidad: reconocerlas como actores y actoras principales de sus vidas. Porque la Historia debe estar formada por todos y cada uno de los relatos situados en sus contextos, La Poderío asume humildemente la tarea de aportar su granito de arena en esta ardua empresa. Y sabemos que no estamos solas. Sentimos el calorcito de nuestra audiencia en las redes y en la calle y ese inmenso orgullo de saber que nuestras historias ayudan a nuestras lectoras a saberse comprendidas y escuchadas, como la madre del parque.

Suscríbete para que siga siendo posible
Necesitamos tu apoyo económico para seguir adelante. Suscríbete y descubre las ventajas.

Leer más sobre periodismo feminista.

 

https://www.pikaramagazine.com/2019/06/crisis-periodismo-macho/

https://www.pikaramagazine.com/2019/10/cuidarnos-para-hacer-periodismo-feminista-y-viceversa

https://www.pikaramagazine.com/2019/10/l

 

 

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba