Nour Solima, de 10 años, es una paciente del centro de tratamiento de la difteria de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campo de Jamtoli. Toda su familia está en Bangladés, después de que el Ejército de Birmania atacase la casa familiar. “Bangladés es mucho mejor, aquí nos cuidan. No quiero volver”, dice.
Marufa Begum es enfermera en el centro de tratamiento de difteria de MSF. Es la primera vez que trata con esta enfermedad: “Sólo había estudiado esto en la carrera, nunca había visto pacientes”.
Kawasara, de 13 años, con su tío Imam Hussain, de 40. “Si la gente de Birmania nos pide que regresemos, lo haremos”, dice Hussain.
Un grupo de hombres se lava antes de asistir al rezo en una de las mezquitas del campo de Jamtoli, situado en Cox’s Bazar, Bangladés.
“Es la primera vez que he visto pacientes con esta enfermedad, vienen sin nada, nuestro deber es ayudarles”. Tahmina Akter es enfermera y, desde diciembre de 2017, forma parte del personal sanitario bangladesí que está luchando contra la epidemia de difteria que golpea a la población rohinyá refugiada en Bangladés.
La difteria es solo un recuerdo en la mayor parte del mundo, ya que existe una vacuna para prevenirla y se puede tratar; pero esta enfermedad ha reaparecido entre una de las poblaciones más castigadas del mundo: la rohinyá, minoría musulmana perseguida en Birmania.
Mohammed Nur, de 18 años, tenía dolor de garganta y no podía comer, así que decidió ir al centro de salud, desde donde fue transferido al centro de tratamiento de difteria. Vio cómo los soldados quemaron sus casas y apuntaron a la cabeza de varias personas. Sólo quiere volver si encuentra seguridad.
La difteria puede dañar el corazón y el sistema nervioso de las personas afectadas.
Shamina, de siete años, es paciente en el centro contra la difteria de MSF, adonde llegó con su madre, Arafa Begum. Ambas viven en el asentamiento provisional de Jamtoli. No quieren regresar.
La difteria puede dañar el corazón y el sistema nervioso de las personas afectadas.
Nazmul Hussain, enfermero de Bangladés, trabaja en el centro de tratamiento de MSF. Está orgulloso de haber aprendido a tratar a los pacientes de difteria. Siente que han ayudado a salvar muchas vidas desde que empezó la epidemia.
El tratamiento contra la diftera, que puede conllevar complicaciones, se administra a los pacientes con los síntomas más agudos. Debido a que los brotes de esta enfermedad no son habituales, ninguna compañía farmacéutica considera que haya mercado para una antitoxina desarrollada en laboratorio. Durante el tratamiento, que dura unas cuatro horas, el paciente debe ser monitoreado por dos médicos, ya que corre el riesgo de colapsar.
La difteria es una infección contagiosa causada por una bacteria, que a menudo provoca la aparición de membranas en la garganta y en la nariz. La propagación de la enfermedad muestra la vulnerabilidad de los y las refugiadas rohingyás. La mayoría no está vacunada por la falta de atención médica rutinaria en Birmania.
Más de 700.000 rohinyás han llegado a Bangladés desde el 25 de agosto de 2017, cuando huyeron de los ataques de las fuerzas de seguridad en Birmania. Se instalaron en asentamientos precarios, improvisados y densamente poblados en la ciudad de Cox’s Bazar, situada al sudeste de Bangladés.
“El ejército de Birmania atacó la casa de mi familia. En Bangladés no nos atacan, me están cuidando, no quiero regresar”. Nour Solima llegó a los asentamientos hace varios me-ses y es una de las pacientes que Tahmina Akter ha tratado y curado.
Una mujer rohinyá en el asentamiento provisional de Hakimpara.
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