Qué de cosas (racistas) últimamente

Qué de cosas (racistas) últimamente

Ha sido tremendo el revuelo que se ha generado en torno al término “persona racializada” en muchos medios. El nivel de racismo es tal que se manifiesta incluso a la hora de despreciar la forma de autodesignación que han escogido parte de los colectivos no blancos.

18/02/2020
Fragmento de la portada del libro ‘Las que se atrevieron’, de Lucía Mbomío. Imagen: Casa del Libro

Fragmento de la portada del libro ‘Las que se atrevieron’, de Lucía Mbomío. / Foto: Casa del Libro

Desde pequeñes nos explican que hay que ser generoses, que tenemos que compartir nuestros juguetes, que no se pega y que hay que ser buene. Sin embargo, las mismas personas que nos mandan esos mensajes, nos trasmiten lo contrario, con sus actos. Les adultes acaparan, son codicioses y a quien mejor le va suele ser al que menos comparte… Pues bien, algo parecido sucede con el racismo. Nos dicen que todes somos iguales, sin embargo, las ausencias en los libros de texto de figuras no blancas durante nuestra etapa educativa son flagrantes, nuestros muñecos son rubios de ojos azules, las vallas publicitarias nos disparan imágenes como la de la campaña de Cruz Roja en la que puede verse a una mujer blanca salvadora sosteniendo a un hombre negro emulando la Piedad del Vaticano de Miguel Ángel y, en la tele, no vemos más que a personas negras padeciendo. Eso cuando las vemos. Con lo cual, ante esa formación bipolar, acabamos interiorizando que ser racista o machista es algo negativo, pero nos enseñan cómo serlo desde que somos niñes.

Iré poniendo ejemplos y, de paso, repaso algunos de los últimos acontecimientos y de mis vivencias personales recientes que tienen el tema racial en el centro.

Llevo ya una temporada planteándome hasta qué punto es útil hablar de racismo en medios de comunicación puesto que no se traduce en nada o, en prácticamente nada y una de las últimas entrevistas que me hicieron lo confirma. El titular decía “Claro que los españoles somos racistas, igual que machistas”. La respuesta de un montón de lectores fue insultarme, meterse con mi físico, comentar que nadie pagaría por acostarse conmigo, porque yo decía que es común que a las mujeres negras nos pregunten cuánto cobramos cuando estamos esperando a alguien o mandarme a mi país, que aunque les duela en el alma (y a ratos a mí), es este. Pues eso, los racistas demostrando que son racistas pero ofendidos por el hecho de que se lo llamemos.

Ese cabreo evidencia hasta qué punto la gente es consciente de que el racismo es algo deleznable y explica que ni los partidos racistas ni los individuos quieran reconocerse dentro de aquello que saben que está mal. ¡Ay, el antirracismo moral! Ese es el motivo por el cual responden de manera airada y con insultos que sí son racistas. Soy consciente de que los comentarios, de ninguna forma, tienen por qué representar a lo que piensa la mayoría, pero ahí están. Y no son pocos.

Procuro no leerlos puesto que no resultan agradables, con todo, considero que sería bueno que los medios protegieran a las personas a las que entrevistan eliminando los exabruptos que no merecen tener espacio. No vale ampararse en la libertad de expresión para justificar un lanzamiento de ofensas y basura ideológica proveniente de racistas heridos. Es importante cuidar a les entrevistades que se exponen para hablar de asuntos polémicos ya que, aunque lo hagamos, no significa que siempre tengamos que estar o ser fuertes. No obstante, he de reconocer que casi siempre estoy bien y no tiene que ver con la fortaleza sino con vivir situaciones racistas de manera, más o menos cotidiana, a lo largo de la vida. Dado que es algo medio rutinario ni me sorprende ni me hace llorar.

Pero tal y como decía al principio, mi intención es hablar de cosas que han pasado hace poco y que tenía en la punta de los dedos.

Ha sido tremendo el revuelo que se ha generado en torno al término “persona racializada” en muchos medios a los que no se ha invitado a ninguna persona que no fuera blanca. Espectacular, de verdad. El nivel de racismo es tal que se manifiesta incluso a la hora de despreciar la forma de autodesignación que han escogido parte de los colectivos no blancos y que llegan hasta ahí no porque sí, ni de casualidad, sino tras lecturas, debates y asumir cómo y dónde nos sitúa la sociedad mayoritaria. La discusión surgió a raíz del nombramiento de Rita Bosaho Gori como Directora General de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico racial, tras la dimisión de Alba González Sanz por entender que su cargo debía ejercerlo una persona racializada. Por supuesto, hubo medios que hablaron de racismo inverso, que es igual de absurdo y de mentirijilla que el “hembrismo” y cuestionaron la necesidad de que una mujer negra lo ocupara. No solo se preguntaban por qué era pertinente que estuviera una mujer no blanca (ya contesto yo: por lo simbólico, lo vivencial y el conocimiento y la experiencia en el ámbito del antirracismo) sino que, además, se burlaron de que buena parte de las personas que integran las comunidades que la apoyaban hubieran decidido autodenominarse racializadas. No querían saber por qué, solo se les hacía gracia. Demostraban sin pudor su ignorancia desde el momento en el que asumían que “racializada” era sinónimo de “negra” y, por tanto, una especie de eufemismo. Pero para qué preguntar o informarse si es mejor opinar.

En EEUU, cada cierto tiempo se revisa y renueva el consenso con los medios por parte de las comunidades no blancas para establecer cómo quieren ser llamadas. Así pues, las personas negras han sido “colored”, “Afroamericans” o “blacks”, en función del momento histórico y de cuánto escocieran las heridas. En la actualidad, algunos colectivos no blancos usan el término BIPOC (black, indigenous and people of color. Negros, pobladores originarios y gente de color), como forma de evidenciar las connotaciones especiales que tienen las relaciones entre las personas negras y los pobladores originarios con los descendientes de anglosajones blancos (no irlandeses a quienes, durante una temporada, también se les racializó ), en EEUU.

A muches periodistas, la palabra escogida por bastante gente les pareció cursi, incorrecta, o hasta ridícula y así lo manifestaron escuchándose únicamente a sí mismes, desoyendo nuestros argumentos y, por supuesto, sin haberse puesto en contacto con personas no blancas del entorno antirracista. Por su actitud, deduzco que creen que no ha habido un recorrido ni una investigación propia, que solo es una moda y basándose únicamente en el disenso que existe en el seno de la comunidad puesto que, claro que hay muchas personas no blancas que no están de acuerdo con el término, decidieron machacarlo bajo toneladas de condescendencia.

Es que no solo no escuchan sino que, encima, no callan.

Un día, estando en un encuentro de mujeres periodistas, una compañera vasca, analista política y columnista decía que le sorprendía cómo los hombres en sus columnas, le daban vueltas a una sola idea porque, quizá, no sentían que necesitaran más para apoyar sus tesis y que sin embargo, las mujeres, en un espacio muy corto incluían un montón de argumentos puesto que entendían que debían defender aquello que explicaban.

Ahora imaginen no ser blancas y no pertenecer a una comunidad minorizada, como son las mujeres cis blancas, que representan alrededor del 50% de la población, sino formar parte de una minoría de verdad, cual es el caso de las personas no blancas en el Estado español. Muchas de las cosas que decimos, tras leer, formarnos y vivir, porque no es que hablemos solo desde la experiencia, sino que la experiencia corrobora lo que leemos y viceversa, son cuestionadas. El interlocutor de turno considera “que eso no es así”, “que no tenemos razón”, o nos explican que tienen amigues negres y a elles no les ha pasado. Convierten en chascarrillo un sistema. Debe ser genial ser blanco, cis, hetero, varón y poder opinar de todo sin temor a ser cuestionado. Se le pueden ir quitando categorías, ojo, dado que hasta llegar a negra cis queda un montón. Y a negra trans, más.

Pero vuelvo a la actualidad, que me desvío: Entre las noticias fascinantes que tienen que ver con la raza, ha figurado la de que en EEUU llamaran a Antonio Banderas “actor de color”. Cómo se enfadó la gente. “¡Si es español!”, espetaban algunes, como si tener un pasaporte español fuera sinónimo de ser blanque. Otres recordaban a les estadounidense que España no es México y que está en Europa, como si en México no hubiera gente blanca y como si en Europa no hubiera habitantes que no lo fueran. A aquelles que piensan que “de color”, en EEUU, es sinónimo de “negro”, a tenor de sus reacciones, no les hace ni pizca de gracia que les confundan.

Tal y como he dicho unas líneas más arriba, “people of color” son aquellas personas a quienes no se considera blancas no solo por su tono sino por su origen, como les pasa a les latines. La raza es una construcción y como tal es contextual. A mí también me pasa, mientras que aquí, de pequeña me llamaban negra y creían que era africana; con el paso de los años y debido a una mayor presencia migratoria diversa, la cosa se especializó y pasé a ser “mulatita” y de República Dominicana, en ocasiones, cubana. Da igual que haya nacido en Madrid y que mi origen esté en Guinea Ecuatorial. Sin embargo, en la mayor parte de países africanos he sido Muzungu, toubab o ntangan, que es otra construcción que apela más al origen que estrictamente al color de piel. Vendría a ser la que viene de fuera, pese a que hay quien lo traduce como “blanca”.

Pero aquí no lo saben puesto que no lo viven y como no lo viven, no existe, así que se sorprenden y se ofenden. Antonio Banderas es blanco y elles también pero eso no les convierte en racistas. Los racistas son otres, siempre son les otres y no oses decirles lo contrario.

Especial #PikaraLab
Este contenido se enmarca en ‘Feminismo desde mi piel’, una colaboración con Mujeres con Voz y Calala Fondo de Mujeres. Financiado por el Gobierno Vasco

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