Escoger es claudicar
¿Todavía tenemos que explicar que el machismo no tiene bandera, que está en todos los sitios y que ningún país ni “raza” ni “etnia” están libres de él pese a que pueda operar de distinto modo dependiendo del lugar?
Hace no mucho, un instagramer negro hizo unas declaraciones no solo polémicas sino totalmente reprobables y repugnantes en las que animaba a las mujeres a quedarse en casa una semana más tras el fin del confinamiento por las violaciones que podrían darse después de días (¿o meses?) de encierro y abstinencia sexual forzosa. Era un hombre, negro, heterosexual y cis y su vídeo generó varias reacciones.
1. Los que se rieron y le defendieron. Sobre todo, hombres.
2. Quienes se ofendieron, sobre todo mujeres, aunque no solo, y etiquetaron a la policía o le explicaron que hablar de violaciones era de todo menos gracioso. Incluso, denunciaron su publicación que, en muchas ocasiones, resulta bastante más útil ya que de esta forma evitamos que, gracias al número de interacciones, tenga más visibilidad, provocando que los seguidores se multipliquen. Por desgracia, eso fue lo que sucedió y ahora son más quienes le apoyan.
3. Quienes le insultaron por cuestiones de raza y por su origen, en lugar de ceñirse a su comportamiento, como si su machismo fuera consecuencia del color de su piel porque, además de tener más melanina, llevara asociadas una serie de características de comportamiento. Fueron personas blancas.
Para justificar lo injustificable, hubo quien le sumó a sus argumentaciones pantallazos de artículos de medios de comunicación que no se ciñen a la dermis sino a la supuesta cultura africana. En ellos se retrata África como un lugar de violaciones cotidianas, de igual modo que si se tratara de una calle chica de un barrio pequeño, reduciendo un continente bien grande, con sus urbes y sus pueblos, con sus guerras y su paz, con su tradición y su modernidad, y con sus más de cinco decenas de países, nada más y nada menos, a un titular. Ahí es cuando caemos en la cuenta de lo terrible que resulta que los medios refuercen los estereotipos preexistentes contando solo una verdad, cuando hay trillones de realidades y de lo útiles que pueden ser esas noticias para afianzar prejuicios que, en cuanto cree que existe un motivo, buena parte de la sociedad saca a pasear.
Cuando espetaron a quienes profirieron comentarios racistas que no debían ir por ahí, pidieron que se entendiera su reacción, porque claro, “los nervios, la mala leche, el cabreo…” y animaron a que se le quitara peso a algo que no iba con mala intención, aunque todo aquello que soltaron (“mono”, “vete a tu país”, “simio”, “negro de mierda”) saliera de bien adentro, de donde está cobijado, de donde no quieren moverlo, parece ser, a tenor del inmovilismo o excusas inválidas que generaron las quejas.
4. También se manifestaron unos cuantos defensores, sobre todo hombres negros, que pese a no celebrar la sarta de chorradas que dijo el instagramer, amparándose en la gran hez que él llama humor, no expresaron su condena ante un discurso vomitivo a todas luces en el que insisto, se hablaba de violaciones, una de las expresiones de violencia machista más sangrantes, porque se centraron en criticar el racismo del que fue víctima y del que inevitablemente se/nos sintieron/sentimos aludides.
5. Quienes pillaron por todos lados: las mujeres negras, que tuvieron que sacar un escudo de ocho metros para defenderse por el hecho de verse agraviadas desde absolutamente todos los flancos.
Esto no es más que un ejemplo que nos hace incurrir en una encrucijada casi vital. Necesitamos denunciar el machismo existente en nuestro entorno africano y/o negro que, en función de nuestra cultura de origen, puede manifestarse de manera diferente al que se vive en los hogares blancos españoles. O NO. La cosa es que bien arriba y partiéndose de la risa está ese enemigo común que es el cisheteropatriarcado.
Hay de todo y no se puede ni se debe generalizar. En algunos casos, por las características que muchas veces se dan en un seno familiar en el que los problemas se solucionan no de tú a tú sino de nosotres a nosotres, por la importancia que tiene lo colectivo se acaban silenciando las problemáticas de cualquier índole o se denuncian en voz baja. Hay entornos en los que debido a la situación administrativa de las personas, la falta de conocimiento del idioma o de los recursos existentes, que imposibilitan una interacción adecuada con las instituciones, no siempre hay herramientas o medios para poder abandonar un espacio no seguro.
No obstante, nuestros temores van más allá, ya que asumimos que a mismo mal comportamiento, para nosotres tendrá consecuencias de mayor gravedad y nos hundirá más, no ya de forma individual sino en términos de comunidad. Si bien es cierto que existe, ya que claro que existe el machismo entre las personas negras, como no hay un discurso que le añada aristas a esa realidad, que no la salvajice o que se dedique a explicar, también, todas las luchas y avances que se dan, al final nos deja atascadas entre la espada y la pared y demasiadas veces callamos no por solidaridad con los hombres negros machistas sino por protegernos. Curioso. Perverso.
La conclusión es que acabamos enfadadas por un lado y humilladas por el otro. O las dos cosas por ambos. ¿Todavía tenemos que explicar que el machismo no tiene bandera, que está en todos los sitios y que ningún país ni “raza” ni “etnia” están libres de él pese a que pueda operar de distinto modo dependiendo del lugar? Hay narrativas que parecen nacer solo con el objetivo de utilizar a las minorías para sentirse mejor, puesto que creen que en otros lares o en los mismos lares pero con otras teces todo es peor, sacándose de la manga una especie de machistómetro que mide realidades que desconocen por falta de interés o por lejanía. Y no me refiero solo a los kilómetros.
Y luego están quienes quieren que obviemos las connotaciones que tiene ser una persona negra y no ser hombre ni cis ni heterosexual porque la lucha debe ser una y luego ya, si eso, nos ocuparemos de las demás.
Escoger uno de nuestros múltiples rostros atravesados por diversos sistemas de opresión es claudicar, renunciar a trabajar por estar mejor, así que no nos pidáis que lo hagamos dado que somos seres, en continua construcción, pero completos, no únicamente pedazos.