Armarios y miedos que sellan el encierro
Las personas LGTBQI+ se enfrentan a distintas formas de violencia que pueden verse agravadas por la crisis sociosanitaria de la Covid-19.
Los datos evidencian lo que algunas niegan: la población LGTBQI+ sigue enfrentándose a situaciones de vulnerabilidad en su día a día que no afronta la población cis y heterosexual. Desde que la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) puso en marcha la línea de atención arcoíris, el 19 de marzo, han recibido en torno a 10 solicitudes de apoyo cada día. Una de las principales peticiones, el apoyo emocional.
El confinamiento está provocando salidas del armario complicadas para muchos jóvenes en pleno proceso de aceptación de su orientación sexual, que están viviendo conflictos en su entorno familiar. El regreso al hogar para muchas personas LGTBQI+ supone poner sobre la mesa grandes problemas sin resolver con sus familiares. Ángela Cáceres, de ‘The Safo Space’, asegura que la “negación de nuestras identidades, la violencia o la ridiculización de nuestras experiencias y emociones por parte de cualquiera de las personas de nuestra familia y entorno tienen efectos devastadores”. Si volver a casa significa volver a armarizarse es muy probable que volvamos a revivir un trauma por el que ya hemos pasado: “Además, si volver con nuestras familias supone colocarnos en un lugar de vulnerabilidad, esto añade un peligro extra a todas las consecuencias que ya enfrentamos ante la incertidumbre de la pandemia. Es decir, que estamos expuestas a dos virus y, por tanto, la probabilidad de que haya consecuencias a posteriori son mayores. El desarrollo de traumas también tiene que ver con cómo se encuentra la cuerpa cuando aparece una situación estresante y, en el caso de cuerpos disidentes, es difícil encontrar a menudo un modo de seguridad”.
¿Qué sirve para protegernos? Lo que sirve siempre: las redes de apoyo. “Aquí las feministas llevamos ya mucho curro”, dice Cáceres. “Ante estos sucesos de violencia y negación, habrá que tirar de nuestras redes, que nos validan, reconocen y que nos sostienen. Además, tenemos que poder reconocernos toda la rabia, impotencia y miedo que tenemos”. Haizea (nombre ficticio) se reconoce en esas emociones: rabia, impotencia y miedo. Ha tenido que volver a casa de su padre para pasar la cuarentena y se lo está poniendo difícil: “No para de hacer comentarios lesbófobos”. Además, la relación con su hermano, unos años mayor que ella, es también muy complicada. Ella pasa el día en su habitación. Está entretenida viendo series, leyendo y chateado con sus amigas. Eso sí, no ve el momento de poder volver al piso que comparte con algunas compañeras de Universidad: “Volví a casa porque me asusté con las noticias y no quería estar sola, pero si lo llego a saber, no vuelvo aquí ni de coña. Es horrible”.
En el caso de las mujeres lesbianas, el confinamiento puede agravar, en algunos casos, la invisibilidad a la que estamos condenadas: “Algunas mujeres lesbianas siguen sin ser visibles en sus espacios de trabajo. El confinamiento agrava la presión emocional de tener que ocultar tu vida privada. Hay mujeres lesbianas, que tienen hijos con otra mujer, pero lo ocultan en su trabajo”, aseguran desde la FELGTB. Ahora que nuestra vida se reduce a una ruta cerrada entre nuestras casas y el trabajo, ocultar con quién vives puede ser más complicado. Ahora que, probablemente, preguntemos mucho más por nuestra respectivas familias, los silencios se vuelven todavía más incómodos.
Acceso a los tratamientos
Un grupo de profesores y profesoras de la Universitat de Barcelona, la Universidad Rey Juan Carlos, la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universidad Complutense de Madrid han puesto en marcha un estudio que pretende ver cómo el estado de alarma influye en el bienestar psicosocial de la comunidad LGTBQI+. Los datos que han recogido hasta el momento revelan que el el 60% de las personas entrevistadas, en algún momento, han vivido situaciones de discriminación en el barrio o casa a la que ha tenido que trasladarse. Han aumentado las discusiones con las personas más cercanas y un 12% asegura haber roto con sus parejas durante el confinamiento. El 9% no se siente el apoyo de compañero o compañera. El estudio quiere analizar también los patrones de movilidad y qué consecuencias tiene la falta de apoyos y de redes. Además, buscan observar qué pasa con el acceso a ciertos tratamientos básicos, cómo han cambiado nuestras formas de relacionarnos o qué está pasando con el consumo de diferentes sustancias ilegales: “Los datos nos dicen que la población LGTBQI+ cuenta con una serie de factores de riesgo asociados en diferentes ámbitos de su vida. Por ejemplo, en cuanto al consumo, en algunas ocasiones, cuando no hay una red de apoyo fuerte, cuando hay una discriminación continuada, el consumo suele ser mayor”, dice Miguel Ángel López Saéz, de la Universidad Rey Juan Carlos y Lucas Platero, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El estudio, que sigue abierto, está arrojando ya datos interesantes para el análisis en ésta línea. De las más de 2000 personas encuestas, el 7% expresa haber tenido problemas en el acceso a sus tratamientos hormonales o relacionados con la salud sexual (prep, pep, retrovirales). En algunos casos, han decidido acceder al tratamiento de forma no oficial o han cambiado de modelo. Por ejemplo, pasar de inyectarse testosterona a utilizar la versión en gel. La Línea Arcoíris, de atención telefónica, también está resolviendo dudas sobre el acceso a los tratamientos hormonales o a los retrovirales. Debido al estado de alarma, y sólo en algunas comunidades autónomas, se puede acceder a los tratamientos en las farmacias sin necesidad de visitar un centro hospitalario. Desde la FELGTB están trabajando en un mapeo de la situación en todo el país.
Sexo y drogas
El estudio arroja que el consumo de las mal llamadas drogas blancas, alcohol y tabaco, ha aumentado un 7%. El dato choca con las cifras oficiales. Según la agencia de noticias SINC, la población general aumentó un 50% el consumo de alcohol durante la tercera semana de confinamiento. En el caso de las personas LGTBQI+, el consumo de drogas ilegalizadas, sin embargo, se ha visto reducido y esto ha ocasionado alteraciones de sueño, ansiedad, irritabilidad y cambios en los estados de ánimo. El uso de drogas o sustancias durante el sexo también se ha visto mermado radicalmente, pero los encuentros sexuales se mantienen a pesar del confinamiento, aunque el uso de de redes sociales para ligar se ha reducido un 10%. El 30% de las personas encuestadas sigue manteniendo encuentros físicos para tener sexo. Es el caso de Marta, que vive en la misma ciudad que su novia. Tienen cuidado, pero se están viendo con cierta asiduidad. Marta tiene un permiso para ir al trabajo, que aprovecha como salvoconducto para visitar a su novia, que vive con más gente. Lo consultaron con sus compañeras de piso y ninguna puso pegas: “Igual es irresponsable, pero para mi salud es mucho peor no verla”. Esa pequeña transgresión les da mucho morbo y confiesa que durante el confinamiento ha aumentado su deseo y han mejorado sus relaciones sexuales. “Tener que vernos a escondidas, nos excita”, cuenta entre emoticonos de risa.
El teléfono no para de sonar. Algunas solicitan también apoyo ante el acoso en redes o muestran depresión y angustia derivada de la ausencia de una situación laboral estable. La línea atiende también a personas con una situación emocional inestable debido, por ejemplo, a la ausencia de participación en grupos de apoyo. La violencia intragénero se ve agravada también durante el confinamiento. Begoña Gallego, policía y representante de LGTBIpol, ha asegurado en una nota de prensa que en un mes, le “han llegado cuatro casos, los mismos que suelen llegar en todo un año”. Esto no significa, según sus palabras, que se “estén dando más casos de violencia intragénero, sino que los existentes solicitan más ayuda a la policía o a las entidades LGTBI porque no tienen la opción de marcharse de casa para evitar las situaciones de riesgo”
La rabia y desconsuelo se evidencian también ahora, ante la falta de recursos disponibles para apoyar salidas del armario de manera presencial. Además, las dudas administrativas se suceden también al otro lado del teléfono: mujeres que se iban a casar para facilitar la filiación de sus hijos y no han podido hacerlo porque el registro no lo considera prioritario o información sobre la gestión de trámites y recursos para población migrante. Las personas trans reclaman información sobre alojamiento y servicios de salud y hay quien solicita recursos para obtener comida a domicilio.
Simona (nombre ficticio) tuvo que salir huyendo hace un año de su país por su activismo como lesbiana feminista. Ahora forma parte de un programa de acogida y está viviendo la cuarentena en la habitación de un refugio con su pareja y sus dos criaturas, de 2 y 11 años: “Sólo salimos a comprar comida y para ir al baño, que compartimos con el resto de los usuarios del centro. Estamos intentando no perder el enfoque, aunque estamos desenfocadas muchas veces. Mis hijos circulan entre un móvil y un colchón sobre el suelo donde juegan ratos. El mayor está intentando, además, cumplir con el montón de tareas escolares. Estamos cansadas de comer la misma comida, con el mismo sabor de comida procesada y empacada. Jugando a ser fuertes”.
Nota: Si tienes 15 minutos, anímate a participar en el estudio: Impactos psicosociales en población LGTBQA+ durante el estado de alerta por COVID-19 en España