Lo que late en la voz de María Ruiz
La cantautora María Ruiz está a punto de lanzar 'El Vuelo', su segundo trabajo de estudio. Ha apostado por la cooperación con otras mujeres vinculadas a la música.
A María Ruiz se le ilumina la cara cuando habla de su tierra, cuando canta a las mujeres de su casa, cuando piensa en el mar, en sus amigas. Su voz quiere ser bala y, madre mía, qué puntería. Agarra su guitarra –o cualquiera que pille por ahí– y el silencio acaba por imponerse para que ella cante. Sobrecoge. Es catártica. María Ruiz canta y tú sueltas, sueltas, sueltas. Lloran las letras de sus canciones y lloras tú. Es una tía despistada, atenta y divertida. Está a punto de publicar El Vuelo, su segundo trabajo de estudio. El proyecto despega acompañado de un documental homónimo, dirigido por Blanca Ordóñez, de Matria Comunicación, en el que recogen el proceso de producción del disco.
Nadie ha querido dejar a María Ruiz sola en este vuelo. El disco ha sido producido por Mar Muñoz (La Mare), Eva Sierra, Nuria Bonet y La Piltra; grabado por Salomé Limón y masterizado por Natalia Perelman; no han faltado a la cita el violín de Anika, ni las voces de Wafa y Rozalén. Nadie quiere perderse este viaje porque María Ruiz conduce muy bien.
Dejas atrás tu Metamorfosis, ¿cuánto te ha cambiado ese disco?
Ha sido una prueba. Me apetecía mucho desnudarme delante de la gente y me latía hacerlo así. A mí me late contar historias que me atraviesan y sé que nos atraviesan a muchas. La música me ha sanado desde que soy bastante peque. Me ha reparado muchísimo.
Acabamos de escuchar el primer tema del nuevo disco: ‘Abre las puertas’. Cantas que quieres contar la historia de alguien en todas las plazas.
Es una canción que nació inspirada por la vida de una persona a la que yo tuve cerca durante tiempo, una persona que fue víctima del sistema de fronteras. Quería que fuera un toque de atención y poner el foco en las consecuencias de las políticas migratorias.
¿Qué nos vamos a encontrar en este trabajo?
Es un disco fresco, entre comillas. En Metamorfosis recopilaba todos los trocitos de mi vida que me habían hecho escribir. Había canciones que tenían muchos años, pero que necesitaba sacar. El Vuelo tiene canciones con mucha más carga social o política: Primavera nuestra; Volverán o Abre las puertas, por ejemplo. Son temas con un contenido político potente, pero, al mismo tiempo, también hay canciones en las que hablo del dolor o de la ansiedad. Hay canciones que tienen que ver con mis dolores y mis catarsis, pero que en realidad son los de todas.
Es un disco hecho con mucho gusto y creo que se transmite. Hay mucho cariño puesto en el trabajo. Es un sonido muy orgánico. A mí me gusta que los instrumentos suenen a lo que son, que suene la madera. El Vuelo guarda la esencia de lo que soy, sin muchos experimentos, pero eso no quiere decir que no hayamos jugado porque hemos jugado mucho.
Emprendes El vuelo acompañada de otras muchas mujeres artistas y el disco ha sido posible gracias a una campaña de crowdfunding. ¿Lo tuyo es la autogestión?
Sí, por supuesto. Está financiado de forma colectiva y está producido de forma cooperativa. El concepto de autogestión, tal y como yo lo entiendo en esta profesión, tiene que ver con llevar a cabo un proyecto sin apoyo económico, sin el soporte de la industria. Yo decido dónde toco y cuándo toco, con quién quiero trabajar; controlo mi propio proyecto sin que interfiera ningún otro factor externo a mí, a mi filosofía de trabajo o a mi ética.
¿Por qué has apostado por la producción colectiva?
Tenía claro que quería trabajar y poner mis canciones en manos de personas que sabía que las iban a cuidar y a mimar tanto como lo hago yo. Las canciones para mí no son solo un producto. En mi caso, son un pedazo de mí. Me apetecía mucho vivir este proceso de una forma tranquila, sintiéndome segura. Quería trabajar con personas con las que tengo un vínculo, a las que quiero y admiro. Quería probar otros modelos, otras formas de currar. Si estoy rodeada de mujeres que hacen un trabajo muy similar al mío, ¿por qué no voy a contar con ellas? Creo que aporta un valor a todo este trabajo. Un valor humano que muchas veces en esta industria se pierde.
¿Es eso lo que se reflejará en el documental?
La idea del documental surgió cuando le fui viendo la cara al proyecto. Me apetecía mucho poder compartir el proceso de alguna manera. Demostrar que es posible sacar proyectos adelante si lo haces de forma colectiva y le pones cariño. Sé que el amor no lo puede todo, pero es una parte importante. Ahora mismo hay un montón de artistas emergentes, pero la industria selecciona qué producto encaja mejor, que es lo que más vende. Quería que se viera que hay otra forma de hacer. Yo todavía no lo he visto, pero creo que la semana que viene sale un pequeño adelante para dejarnos con la miel en la boca. Tengo ganas de volver a revivir de alguna manera todo lo que ha pasado desde otra perspectiva más relajada, sin esa presión de ¡tenemos una semana para grabarlo todo en el estudio!
Siempre con amigas. Empiezas ahora una gira con la poeta Noelia Morgana y formas parte de Arte Muhé.
Arte Muhé es una forma de invitarme a trabajar de otra forma, con otras expectativas más allá de llenar una sala. Lo que haces genera un impacto, pero ¿cuál? Queremos pensar en eso, ahí está lo más bonito. Me encantaría que, el día de mañana, alguien pueda recordar esto que estamos haciendo como algo que le inspiró en su momento. Yo no tuve referentes que me contasen una parte de la historia. Además, poder trabajar entre varias disciplinas, es una pasada.
¿Por qué?
Porque puedes transmitir los mensajes con distintos lenguajes. En la combinación, entre poesía, música y danza, surge un nuevo lenguaje. Eso nos ayuda a acercarnos a la gente de otra manera. Quizá, sobre todo, a las que hacemos poesía o música de autora, que son disciplinas que tienen una seña de identidad muy concreta.
¿Haces música feminista o eres una feminista haciendo música?
Soy una tía feminista haciendo música. Hacer música feminista sin ser feminista sería como ponerte un traje de médico y colarte en un hospital. Todas y cada una de las canciones que he hecho hasta ahora, de una u otra manera, están atravesadas por esa perspectiva. Yo veo el mundo con esas gafas y cuando lo expreso lo hago también con esa mirada.
Muchas de tus canciones son “himnos”, por decirlo de alguna manera, para muchas feministas. ¿Lo tienes en cuenta a la hora de componer? ¿Sientes cierta presión?
La verdad es que no. Todo lo que compongo nace en un momento concreto, atravesado por una circunstancia muy concreta también. Quiero contar cosas, pero no con la idea de que se conviertan en un himno para nadie. Si pasa, me encanta y me enorgullezco muchísimo. Me encantan los mensajes que llegan, pero no siento ninguna presión. Soy una persona activista y, de alguna manera, milito a través de la música, pero también lo hago en otras esferas de mi vida. No tengo ninguna presión porque no tengo la obligación de demostrar nada, ni de contar nada a nadie que no sea verdad o que no me apetezca a mí contar.
¿Cómo te enfrentas a los cambios en la industria musical en tiempos de pandemia?
Soy optimista porque estamos haciendo las cosas bien. Es un sector muy precarizado y es un golpe muy duro, pero yo me veo con ganas y con fuerzas para reinventarme. Quiero ver qué posibilidades tenemos para seguir haciendo cultura, para ofrecer lo que ofrecíamos en otros formatos, en otras dosis.
Si pudieras echar a volar ahora mismo, ¿a dónde irías?
Ahora mismo, si pudiera echar a volar, me iría con La Mare a una playa del Caribe.
Precisamente con ella tenías un proyecto en algunas prisiones de mujeres.
Sí, esa experiencia ha sido un punto de inflexión y de encuentro entre mi carrera como Educadora Social y mi carrera profesional como música. Siempre he tenido el corazón partido entre esos dos mundos. La educación es mi pasión, lo elegí de forma vocacional. Al llegar con La Mare a la prisión por primera vez, vimos que era posible utilizar la música como estrategia pedagógica. Desde la educación, desde la música, desde el arte, se abre un abanico infinito de posibilidades.
Juntas cantáis también eso de “volverán los amaneceres nuevos”. ¿Volverán de verdad?
Confío mucho. Confío en el poder que tenemos como personas. El poder que tenemos nosotras, esas que estamos peleando cada día por cambiar lo que nos rodea. Si la aspiración es un cambio global, creo que perderíamos la esperanza. Yo aspiro a cambiar las pequeñas cosas que tengo cerca y que no me gustan. Eso me reconforta. Tendremos nuevos amaneceres.