Dame noire: otra visión de la serie política de moda
Amélie Dorandeu es la reina de la partida de ajedrez que es Baron Noir. "Si lo hubiera hecho un hombre estaríamos hablando de una jugada maestra", pero es una mujer
ALERTA SPOILER. Este artículo desvela parte de la trama de la serie Baron Noir.
No puedo resistirme a hacer una lectura de género sobre la serie política de moda. Hay muchas y buenas razones para ver Baron Noir y, una de ellas, es el fantástico retrato que hace de las situaciones que viven las mujeres en política. Más allá del atrevimiento de ficción de que Francia tenga una presidenta de la República, lo que hay que destacar, fiel a la realidad de la política francesa, es la escasa presencia de mujeres en los puestos de poder: sólo dos personajes femeninos, Amélie Dorendeu y Véronique Bosso, tienen un peso y presencia relevante en la serie. A excepción de algunas otras mujeres políticas que entran y salen de escena con un papel totalmente secundario, la mayor parte de las protagonistas son asesoras, secretarias, militantes, esposas, amantes o hijas de; o, excepcionalmente, figurantes sin voz en el Consejo de Ministros y la Asamblea Nacional.
Los verdaderos protagonistas de la serie son hombres blancos maduros, ambiciosos, con gran trayectoria y peso en sus partidos, que se enfrentan entre sí para recuperar el poder que, así lo sienten ellos, les ha arrebatado una mujer, una outsider sin trayectoria de partido, que además tiene la osadía de querer ejercerlo con su propio criterio.
Más allá de las dificultades de las mujeres para hacer política y de los dobles raseros a los que se enfrentan, la serie ilustra perfectamente las dificultades de las mujeres para ejercer el poder. De hecho, podemos seguir el pensamiento de Amelia Valcárcel, en La política de las mujeres, punto por punto, en la historia de Amélie Dorendeu:
“El hecho que una mujer detente un poder (…) no sigue que el colectivo de mujeres detente poder”: Efectivamente, el que haya una presidenta de la República, no trae consigo más mujeres con poder en la serie. Dorendeu hace un intento de nombrar una primera ministra, a pesar de la reacción de uno de sus colaboradores (“¿No será demasiado dos mujeres al frente del país?”), pero la elegida lo rechaza. Sus gobiernos no son paritarios y no elige a mujeres para puestos de confianza ni de poder. La historia avanza y no aparecen nuevos personajes femeninos con poder político.
“La mujer accede al poder sin completa investidura, necesita la ratificación de un varón y cuando el poder es absoluto, es un poder descarnado y genera desconfianza”: Una mujer brillante, con una buena formación pero sin trayectoria de partido alcanza la Secretaria General del Partido Socialista. A pesar de que los barones la odian, el presidente de la República y hombre fuerte del partido la propone. Más tarde, llega a ser presidenta de la República. No hay poder más absoluto en Francia y, la manera en que lo ejerce, es considerada como autoritaria, generando desconfianza y desprecio en todos los actores políticos y también en la ciudadanía. Ningún Monsieur le Président habría sido tratado con el desprecio y paternalismo con el que Michel Vidal (líder de Peuple debout) la trata en su primera reunión. Hay continuo empeño de todos y cada uno de los hombres en decirle lo que tiene que hacer. Además, el primer ministro Thorigny no acepta ser el segundo de abordo: “No has trabajado conmigo, sino bajo mi autoridad es algo que no soportas y por eso te vas”. A pesar de tener la máxima legitimidad que puede tener un cargo público, el de la soberanía popular por voto directo, no se le reconoce el poder otorgado o se le reconoce de una manera despectiva.
“Cuando una mujer detenta el poder lo hace con los tres votos clásicos: pobreza, castidad y obediencia”. No aparece en la serie con claridad el voto de pobreza, pero sí los otros dos. En la tercera temporada Amélie Dorendeu renuncia a tener una relación sentimental “porque si huelen una relación hablarán solo de eso, se olvidarán de la Presidenta y seré solo la mujer, la esposa de alguien. Si lo que queda de mi mandato es una relación, no volverá a haber una Presidenta en mucho tiempo”. Mais oui, solo un presidente tiene derecho a una relación sin que le afecte a su valoración política.
El voto de obediencia se lo exigen tanto a Amélie Dorendeu como a Véronique Bosso, a las que sus mentores ven como simples apéndices y extensiones políticas de sus intereses y a las que no se les permite tener criterio propio. Y si osan tenerlo, son entonces tachadas de traidoras, desleales y se ponen en marcha todo tipo de maniobras para controlarlas y derrocarlas. Sus adversarios no llegan a considerarlas sujetos con ambiciones e ideas propias, las mujeres tienden a ser consideradas agentes políticos al servicio de los intereses de, por supuesto, otro hombre.
“Y se les exige las cualidades tradicionalmente femeninas por excelencia: fidelidad y abnegación”. La encarnación de estas cualidades es Véronique Bosso. Una mujer fuerte, competente, con principios sólidos y sin ambición personal que mantiene una relación de subordinación absoluta con Rickwaert. Este la utiliza y la traiciona reiteradamente para sus propios planes, pero ella siempre vuelve a confiar y apostar por él, con fidelidad y abnegación a su causa.
Pero, sin embargo, es sobre el plano simbólico donde está el mayor reto de identificar a las mujeres (o al menos algunos perfiles de mujeres) con el poder. A pesar de que ya son años trabajando por construir otro imaginario de poder donde quepamos las mujeres, he de reconocer que la escenografía del poder desplegada a lo largo de la serie me ha chocado: la soledad en medio del lujo del palacio del Eliseo, la solemnidad y la grandeur de la política francesa, las decisiones políticas en la lucha antiterrorista… Pero Amélie Dorandeu es la antítesis del imaginario del poder que tenemos: una mujer joven, atractiva y sin familia. Recuerda a Birgitte Nyborg (primera ministra danesa en la serie Borgen) y su perfil más mundano. Nyborg vive en casa con su familia, pero en una cultura política e institucional menos encorsetada es más fácil de aceptar. Logra generar incluso simpatía y empatía, algo que el personaje de Dorandeu no consigue tan fácilmente.
Cambiar el imaginario exige nuevos y diferentes modelos que nos acostumbren a ver a mujeres de todo tipo ejerciendo el poder. Sin embargo, en estos debates hay quien sostiene que lo que realmente importa es que lleguen mujeres feministas a puestos de poder. ¿Es Amélie Dorendeu feminista? Ella no se reivindica como tal en ningún momento, pero considera que su formación y su identidad política son fruto de lecturas de autoras como Simone de Beauvoir o Betty Friedman. Es perfectamente consciente de las dificultades que tiene como mujer y del doble rasero al que es sometida. Lo denuncia y señala constantemente. Sin embargo, no promociona a otras mujeres. Quiere mantener su apoyo a un hombre acusado de acoso y las grandes políticas de su mandato no son feministas. Hay bastantes “debes” en el haber feminista de Madame la Présidente y, sin embargo, ante la certeza de que cualquiera de los hombres que aspiran a ser presidente no hubiera marcado una diferencia en este sentido, a mi me sigue pareciendo una gran noticia que cualquier mujer llegue a ocupar los puestos de máximo poder. Aunque ejercer el poder exija a las mujeres sacrificios añadidos.
Amélie Dorandeu ejerció el poder en solitario, contra corriente, acosada por todos sus aliados y adversarios. Y pagó un precio altísimo por hacerlo con criterio propio. Al final de su mandato, en plena crisis política, es ella quien encarna la podredumbre del sistema. Existe un odio visceral contra su persona que le lleva a inmolarse para evitar que se derrumbe el sistema, apelando a elementos que tradicionalmente han servido para invalidar a las mujeres a lo largo de la historia: la locura y la histeria.
Es un final terrible para la primera presidenta de la República y para la tercera temporada de la serie, que Baron Noir resume en la última escena: “No he conocido a nadie más entregado a su país ¿Qué va a quedar de ella? Fue la primera mujer presidenta y va a pasar a la historia como una mentirosa, una ladrona y una traidora. Es insoportable”
Amélie Dorandeu es la reina de la partida de ajedrez que es Baron Noir. Todos van contra ella y al final tiene que sacrificarse para salvar la partida. No fue una dama blanca de la política, tomó decisiones abominables, bajó al fango y se embarró en intrigas y planes para mantener el poder. Y era buena, muy buena haciéndolo, pero eso no está bien en una mujer porque “si lo hubiera hecho un hombre estaríamos hablando de una jugada maestra”.
Por aquí somos muy de series…