Adiós a Liebig34, espacio de politización y resistencia en Berlín
La casa anarka-queer-feminista Liebig34 ha sido durante gran parte de su existencia una referencia de resistencia en Berlín. Unos días después de su desalojo hacemos memoria sobre la lucha feminista en la práctica de los centros sociales y las casas okupadas de la ciudad.
El pasado 9 de octubre, se desalojaba Liebig34, una casa anarka-queer-feminista con 30 años de historia en el distrito de Friedriechshain, en Berlín. Las muestras de solidaridad con el proyecto retratan parte de las luchas de la ciudad: movimientos vecinales y antigentrificación, movimiento autónomo y anarquista, Hausprojekten (casas colectivas) y okupaciones. Atravesando todo ello, un mensaje claro desde les ocupantes: nuestra lucha es contra el patriarcado. A lo largo de estos 30 años, en Liebig34 se cruzan líneas que trazan una memoria de luchas en la ciudad de Berlín. Entre ellas, el derecho a la ciudad, la okupación de casas y los distintos feminismos, así como movimientos de personas migradas y refugiadas, que han compuesto y a veces liderado algunas de esas luchas fundamentalmente urbanas. Días después de su desalojo, hacemos memoria sobre la lucha feminista en la práctica de los centros sociales y las casas okupadas de la ciudad.
La cuestión de género en las prácticas autónomas
Bajo la influencia del movimiento del 68, que tuvo lugar en muchas partes del planeta y que clamaba por la construcción de nuevas formas de vida, emerge en Alemania Occidental una ola de ocupaciones vinculada también a las luchas del momento: los movimientos antiguerra, de gais y lesbianas, de liberación nacional, así como también algunos locales, como el rechazo de las nuevas generaciones a la historia silenciada del nazismo.
El movimiento feminista en este periodo puso en el centro la cuestión del género como una contradicción central del sistema capitalista, poniendo de relieve las estructuras de dominación en la vida cotidiana, familiar, sexual, educativa y de todo tipo. Bajo la idea de lo personal es político, esta crítica se introdujo en los llamados nuevos movimientos sociales y, por tanto, también en sus espacios y casas. El proceso de politización de la vida diaria, promovido por el movimiento de mujeres y lesbianas, tuvo también su influencia en los movimientos de okupaciones de casas y asentamientos de caravanas en Berlín. Como también en otras ciudades alemanas como Francfurt, Friburgo o Hamburgo.
Es precisamente en los espacios sociales y viviendas ocupadas de ese periodo donde se empiezan a cuestionar los roles de género, las estructuras familiares y la violencia sexual, y donde emergen nuevos modelos de habitar y convivir. El empuje del movimiento de mujeres y lesbianas no solo permeó las estructuras mixtas sino que dio lugar a espacios de autonomía para las mujeres con centros específicos de encuentro, información, salud, vivienda, archivos y librerías. Así como refugios para mujeres en situación de violencia.
Las políticas feministas en los espacios okupados
Durante la primera ola de ocupaciones, en Berlín en el año 1970 se funda la Frauenkommune Cosimaplatz (comuna de mujeres). Sus habitantes formaron parte de las movilizaciones en contra del articulo 218 del código penal que sanciona el aborto. Actualmente, sigue habiendo un movimiento activo para derogar dos de sus párrafos que hacen del aborto una práctica no garantizada en Alemania. Ejemplo de esto fue el bloqueo organizado por What the fuck!, grupo autónomo queer-feminista, y el Bündiss für sexuelle Selbstbestimmung a la Marcha pro-vida organizada por grupos católicos el pasado 19 de septiembre. También otros colectivos de mujeres migrantes, como Ni Una Menos Berlín, Berlin-Ireland Pro Choice Solidarity y Dziewuchy Berlín (colectivo de mujeres polacas) encabezan esta lucha en Berlín conectándola con las mismas en sus territorios de origen.
La segunda ola de ocupaciones que se produce en Alemania es en la década de los años 80 y está ya compuesta en buena parte por grupos de mujeres y lesbianas que confluyen con el denominado movimiento autónomo y antiautoritario. Una confluencia no exenta de roces y tensiones, entre las prácticas cotidianas y la necesidad de autonomía de los grupos de mujeres y lesbianas frente a los enquistado roles de genero en las estructuras mixtas. La documentación de esta década sobre okupación en Alemania cuenta de los encendidos debates y tensiones sobre el sexismo y la violencia machista en el seno del movimiento, incluyendo numerosas violaciones. Temas que siguen vigentes hoy y presentes en el seno de los espacios sociales, así como en la nueva ola del feminismo de la mano de colectivos feministas de corte migrante. Es el caso de la Alianza Feminista Internacionalista que organiza la marcha del 25N y la marcha no-mixta del 8 de marzo en Berlín. Como ejemplo, una de las campañas emprendidas por Ni Una Menos-Berlín, grupo que forma parte de dicha Alianza, es #2proTag (2 por día) en referencia al número de violaciones denunciadas en esta ciudad diariamente.
En el mes de enero de 1981, doce activistas lesbianas okuparon la Hexenhaus (casa de las brujas) en el barrio de Kreuzberg, donde con posterioridad se alojaría el Feministisches Frauengesundheitszentrum FFGZ (centro feminista para la salud de la mujer), que existía ya desde 1976. Poco después, también en el barrio de Kreuzberg, se ocuparía otra casa como vivienda colectiva exclusiva para mujeres, niños y niñas. En un comunicado explicaban que: “Al principio, cuando okupamos, lo hicimos con un grupo de hombres que no estuvo dispuesto a aceptar que nosotras tuviésemos toda una planta para mujeres y espacios comunes separados. Se fueron enseguida”.
En el mismo barrio, al mes siguiente, se okupó en la Naunynstrasse una casa compuesta exclusivamente por mujeres que sigue funcionando hoy. En el día de la okupación repartieron una octavilla en la que explicaban que, a pesar de las diferencias, “estamos convencidas de que queremos vivir entre mujeres y de otra manera”. Ese mismo año, un grupo de mujeres turcas y kurdas ocuparon, con el apoyo del Treff- und Informationsort für türkische Frauen (centro de encuentro e información de mujeres turcas), en la Kottbusserstrasse. Esta acción, a su vez, fue una reivindicación por la carestía de vivienda que padecían las mujeres turcas y kurdas. Las críticas y ataques, verbales y físicos, recibidos visibilizaron aún más el racismo, sexismo y fascismo que amenazaba a estas mujeres. Actualmente, colectivos de mujeres turcas y kurdas siguen activos en grupos como DestDan (mujeres kurdas) o en colectivos de mujeres refugiadas y migrantes como International Woman Space (que nace a partir de una okupación como parte de las movilizaciones de personas refugiadas en el año 2012).
Todavía en ese mismo año, en 1981, se sucederían otras okupaciones por parte de colectivos de mujeres y lesbianas. Entre ellas destaca la de la Danckelmanstrasse, en el barrio de Charlottenburg, donde se ubicaría el Frauen- Forsschungs Bildungs und Informationen Zentrum FFBIZ (centro de investigación, formación e información para mujeres), y la de la Potsdamerstrasse, donde se creó Hydra, un centro de apoyo a trabajadoras sexuales. Ambos siguen funcionando hoy en otra ubicación. Por último, la de la Mariannenstrasse donde ahora existe el proyecto Schokofabrik. Actualmente, además, en este lugar se ha creado la Casa Kuà, centro de salud para personas trans, intersexuales, no binarias y queers, organizado por BIPoCs (colectivo de personas racializadas trans y no-binarias).
De igual importancia es la okupación en este periodo de diferentes casas por el movimiento de gais y drag queens. En el verano de 1990, se okupó la Tuntenhaus, en la Mainzerstrasse. Calle famosa por los disturbios que se produjeron durante el desalojo de 12 inmuebles, y que darían lugar a un proceso amplio de regularización de casas en la década de los 90. Esta casa se distanció del movimiento gay institucionalizado y mainstream, y sus integrantes fueron muy actives dentro del movimiento okupa. Actualmente, la evolución de este movimiento ha tomado forma, entre otras, a través de las marchas queer alternativas al Christopher Street Day (Día del Orgullo). Tras el desalojo de la Tuntenhaus, su nueva ubicación hasta el presente es en Kastanienallee, casa que fue legalizada. Allí se emprenderían una serie de debates y acciones contra la homofobia, el sexismo, y el machismo, como el proyecto Gay Antifa o el periódico Tuntentinte. Asimismo, los movimientos autónomos feministas también crearon espacios de caravanas, como el Schwarzer Kanal (okupado en 1989). Este existe hasta hoy con el nombre Radical Queer Wagenplatz Kanal y centra su perspectiva en una política queer, antirracista y anticolonial.
Antigentrificación y queer-feminismo en el Berlín actual: Liebig34
Finalmente, con la caída del muro en el año 89 y el proceso de unificación alemana en el año 90, el movimiento okupa se extendió a Alemania Oriental. En consecuencia, también se amplió a Berlín Este, cuya situación de vacío legal hacia especialmente favorable la okupación de inmuebles. Es en este periodo cuando se okupa la, ya mencionada y recién desalojada, Liebig34. Este edificio okupado en el verano de 1990 pasó por un proceso de transformación en su composición interna que llevó a la casa a definirse como espacio para mujeres lesbianas y trans a finales de los años 90. Para finalmente optar por identificarse como una casa sin hombres cis a principios del siglo XXI Los proceso de expulsión de hombres cis de casas okupadas y espacios sociales por episodios de violencia sexista se habían sucedido a lo largo de la década de los 90, “pero aquí la decisión fue mas bien por una evolución interna”, comentaban dos de sus okupantes, Shasha y Frida, en una entrevista. Unos años mas tarde pasaría a denominarse anarka-queer-feminista.
Esta evolución, no exenta de conflictos, tampoco fue un proceso de un grupo unificado y homogéneo, sino que la casa atravesó diferentes composiciones y renovación de sus participantes. En su último periodo de vida y hasta su desalojo, Liebig34 tenía una composición más joven, e identificada con la ola del feminismo queer. Como explicaban Shasha y Frida, “esta composición limitada para un espectro más amplio (personas en situación de irregularidad o niñes) por la situación de vulnerabilidad legal que la casa transitó tras expirar su último contrato en 2018”. En ese momento se hace patente cómo las situaciones de precariedad y vulnerabilidad legal afectan también a la práctica feminista de construcción de comunidad y diversidad.
Liebig34, como casa abiertamente queerfeminista, era un espacio seguro y de referencia en la ciudad para generaciones más jóvenes con una política activa en la acogida de personas en situación de riesgo. En su último comunicado, Liebig34 explica que “en todo este tiempo, ha proporcionado refugio a las personas que lo necesitaban, ha dado a los fugitivos habitaciones, las mujeres* sin hogar podían llamar a la puerta y respirar en nuestra habitación de invitados…”. Su práctica cotidiana en la lucha contra el patriarcado pasaba por experimentar otras formas de convivir y organizarse sin la presencia de hombres cis. Esta tarea se complica en otros proyectos de la ciudad no-mixtos donde, a pesar de declararse abiertamente antisexistas, la práctica cotidiana es diferente. Shasha y Frida comentaban, “las Hausprojekten (casas colectivas) son los espacios materiales de los que disponemos, necesitamos hacer una pregunta específica, ¿cómo combatimos el sexismo?”. Y añadían, “las agresiones existentes nos hacen dar cuenta que no hay una respuesta colectiva al problema. La cultura macho es todavía una cuenta pendiente en la escena de izquierda radical”.
“A lo largo de los años, el Liebig34 se ha convertido en un lugar donde la gente se organiza a sí misma y, en conjunto anarquista y feminista, podría desarrollar utopías, como una vida sin violencia patriarcal y estructural”, según explican en el comunicado. Liebig34 suponía un símbolo antipatriarcal para los movimientos autónomos en Berlín extirpado de la ciudad por un proceso de gentrificación. Y es que a partir de los años dos mil Berlín empieza a sufrir este proceso de gentrificación que erosiona las estructuras sociales, espaciales y culturales que se habían construido en las décadas anteriores. Buena parte de las redes creadas a partir de las iniciativas políticas y culturales alternativas de donde han emergido personalidades relevantes de la cultura berlinesa se han ido desmantelando mediante desalojos y desahucios. Pero también por la imposibilidad de sostener redes estables en los barrios, tanto de proyectos como de sus habitantes, desplazados por la subida de precios del suelo y de la vivienda. En comunicado denuncian “la política de la ciudad, que actúa en el sentido de los grandes inversores y el capital, y no en el sentido de la gente que anima esta ciudad”
Hoy este proceso de gentrificación el que amenaza no solo a las prácticas autónomas de viviendas colectivas y centros sociales sino a las prácticas feministas en la ciudad. La gentrificación como proceso de aburgesamiento ataca las condiciones materiales de vida de las capas mas vulnerables de la población, entre ellas la población migrante, mujeres y personas no-binarias. La posibilidad de una vida digna y de la organización comunitaria en la ciudad son prácticas feministas en tanto defienden el derecho a formas de vida no sometidas a la precariedad y abre también espacio a la construcción de identidades no heteronormativas. El desalojo de Liebig34 es, nuevamente, una muestra de la alianza criminal entre patriarcado y capitalismo.
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