La primera persona vacunada contra el coronavirus es mujer y anciana: ¿feminización de la debilidad, o un cuidado que empodera?

La primera persona vacunada contra el coronavirus es mujer y anciana: ¿feminización de la debilidad, o un cuidado que empodera?

Margaret Keenan acaba de cumplir 91 años y se ha hecho famosa tras convertirse en la primera persona del mundo en recibir la vacuna de Pfizer contra la Covid-19. Pero ¿por qué ella? Y sobre todo, ¿por qué ella y no otro?

16/12/2020
 una mujer mayor sentada recibe una vacuna. Lleva una mascarilla

Margaret Keenan siendo vacunada. / Foto: Wikimedia Commons

La protagonista de esta historia se llama Margaret Keenan, Maggie para las amigas. Acaba de cumplir 91 años y se ha hecho famosa tras convertirse en la primera persona del mundo en recibir la vacuna de Pfizer contra la Covid-19. Pero ¿por qué ella? Y sobre todo, ¿por qué ella y no otro?

Por edad, Margaret Keenan pertenece a un grupo poblacional de alto riesgo. Sin embargo, no padece ninguna patología previa, ni vive en una residencia, los dos principales agravantes que se contemplan a la hora de medir el riesgo asociado a un posible contagio en alguien de su generación. ¿No nos parecería más lógica la elección si se hubiesen aplicado los criterios de salud y entorno igual que se ha aplicado el generacional? Porque, lo dice la ciencia, influyen. Porque nuestras circunstancias no son islas desiertas en mitad del mar sino cordilleras que nos atraviesan con la fuerza de un sistema de categorías que a veces, y como las montañas, o existen unidas o nada.

No lo sé. ¿Lo sabes tú? Quizás las dos sintamos que algo falta. Que algo falla. Se trata de una sensación muy lejana y que podría pasar desapercibida de no ser porque, en el fondo, no podamos evitar pensar (incluso sin pensar) desde una perspectiva de género. Porque la adorable y suertuda Maggie, Maggie la del privilegio, una “señora” para el diario AS y, según 20 minutos, “abuela” antes que nada, es mujer. Y ser mujer lo cambia todo. ¿Significa esto que tu identidad femenina te hace automáticamente frágil e indefensa a ojos de la sociedad? ¿Que hay que salvarte a ti primero?

Si a la realidad, ya asumida tras varios meses de pandemia, de que el coronavirus afecta sobre todo a la población debilitada, le superponemos la reciente imagen de Margaret Keenan siendo vacunada, corremos el riesgo de caer en un estereotipo machista inconsciente. De cabeza. Y sin red. Pues, cuando los mecanismos de pensamiento aprendidos interfieren en nuestro equilibrio, no hay medidas de seguridad que valgan. Y tampoco vale agarrarse al azar (todo es político, nada es casual).

Ahora vamos a darle la vuelta a nuestra opinión y a caminar por la cuerda floja bocabajo, enfundándonos los zapatos de la ética de cuidados para tener más agarre. Ahora, vamos a dar un paso más y a reconocerle a Margaret y, junto a ella, también al resto de nonagenarias del mundo, su derecho a ser priorizadas, entendidas y apoyadas. Su derecho a que las instituciones las cuiden. Y, por tanto, su derecho a que no las abandonen como si su existencia fuese un deshecho del patriarcado arrojado al río.

Al río de lo que ya no sirve.

Ellos quieren utilidad, nosotras respondemos con nuestros cuerpos. Cuerpos que están bien siempre y cuando encajen en uno de sus moldes, por ejemplo, el de la juventud. Pero que, cuando comienzan a sobresalir, dejan de valer. Tal vez por este motivo, que el sistema tome en consideración a un cuerpo viejo, sí, vie-jo, hay que decirlo más y con orgullo, nos empodere a todas. Inmunidad de grupo contra el poder misógino.

 


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