La deconstrucción patriarcal del defensor

La deconstrucción patriarcal del defensor

La violencia a las mujeres no solo es estructural, de un sistema capitalista, patriarcal y racista, sino también de toda la sociedad que refuerza esta violencia y hasta en los mismos movimientos sociales que supuestamente buscamos formas distintas de vida. Este tema, entre nosotros, se convierte en un tabú que las mujeres van logrando abrir al debate cada vez más. Sin embargo, el problema va más allá. Es la violencia contra otras muchas formas de amar, de vivir las relaciones humanas, las relaciones sexuales. En este artículo hablaré de los problemas patriarcales y machistas entre hombres y mujeres, pero en especial entre los defensores y las defensoras de los derechos humanos.

05/08/2018

Por Gustavo Castro Soto / de Otros Mundos AC, Chiapas, México

Nuestra deconstrucción patriarcal

Los hombres tenemos que reconocer primero que las mujeres siempre han estado al frente de los procesos sociales, de las luchas por la vida. No es asunto menor, porque poco lo hacemos. Y es que, en general, los hombres han migrado y abandonado las tierras para buscar mejores condiciones de vida mientras que son las mujeres las que se han quedado en el territorio a defenderlo y cuidarlo. Además, con su lucha las mujeres se han posicionado más en la participación política y económica a costa incluso de los hombres y del patriarcado cultural e institucionalizado de las estructuras del estado. Su participación es cada vez más activa, más presencial, más determinante en los procesos de lucha por la defensa de los derechos humanos.

Si los hombres hacemos conciencia de la presencia de las mujeres en la vida cotidiana, nos asombraríamos de cómo están presentes en todas partes. Hay reuniones encuentros, redes y otras formas de expresión social y organizativa donde la mayoría son mujeres y además en la animación y conducción de procesos sociales y políticos. En una reunión sobre los problemas del agua, de la basura, de la mina, de la represa, de la contaminación, de la lucha contra los desahucios, entre otras temáticas, la mayoría son mujeres. Y así, si los hombres nos pusiéramos otros ojos para mirar el mundo, nos daremos cuenta que las mujeres no son un sector ni una parte, sino que son la mayoría, que están en todo, y que además son las madres de la otra mitad de la humanidad. La humanidad se escribe con feminismo.

Pero esto no es suficiente para deconstruir nuestra visión patriarcal y machista. A los hombres no nos preocupa tomar un taxi, salir a la calle a cualquier hora, maldecir, fumar o emborracharnos. Nunca pensamos que alguien nos tocará el cuerpo o nos violará. Pero las mujeres salen a la calle y lo primero que piensan es quién las sigue; o si pasan a un lado de varios hombres con el temor de que les insinúen o les digan algo. Nosotros no nos cambiamos de acera si viene un hombre o una mujer enfrente, las mujeres en cambio sí se cambian de acera, bajan la mirada para no dar pie a que el hombre se sienta invitado a la agresión. Hay juicios distinto sobre los mismos actos, porque cuando son las mujeres son calificada como una puta, bruja, grosera o loca, entre otras descalificaciones. Así, los hombres las arrinconamos para apedrearlas moralmente. Y es que en la vida cotidiana las mujeres viven una violencia permanente del cual los hombres tenemos que hacer consciencia y sensibilizarnos. De igual manera se da en los espacios de “izquierda”, “alternativos”, “solidarios” o como cada quien los quiera identificar, como foros, talleres, encuentros, asambleas, reuniones, oficinas, seminarios y otros escenarios donde se pretende discurrir otras formas de vida que no sean la misma reproducción del capitalismo patriarcal, pero donde la violencia se reproduce de muchas formas.

Otro elemento a deconstruir es el lenguaje que es funcional a nuestra manera de actuar y pensar. Y por el lenguaje se construyen las relaciones políticas y de poder. Los chistes, comentarios, frases, eslogan, entre otras formas de expresión tan machistas, patriarcales, homófobos, misóginos, sexistas, racistas y degradantes. Y los tenemos tan interiorizados como la “puta madre”, el “coño”, “bergudo”, “cojones”, “¡macho!” y tantas expresiones insultantes y con connotaciones machistas y sexistas que reproducimos inconscientemente. Y no faltan los anuncios en las calles y en la televisión y otros medios que fortalecen un ambiente sumamente violento para las mujeres día a día, en cada lugar y espacio. Y esto, ni avalarlo ni hacerlo natural al paisaje. Y cuando se toma consciencia de esto la violencia se hace tan palpable en todo momento que es difícil convivir con la realidad. Sin embargo, sentaríamos las bases para deconstruir nuestra mente, el corazón, nuestra actuación y las expresiones patriarcales y machistas. Y éste es un trabajo nuestro, de auto liberación de los hombres. No es un trabajo de las mujeres que ya bastaste tienen con su propia lucha; no se trata de “ayudar” a las mujeres, porque no es su obligación luchar y cuidar del planeta entero, sino es de todas las personas. Es al fin, una deconstrucción política, social, económica, cultural y cotidiana.

La criminalización institucional

En la medida en que avanza la acumulación capitalista, los intereses de dicha acumulación representada por las grandes corporaciones trasnacionales se topan con cada vez más gente, porque sus políticas extractivistas afectan cada vez más a mayor número de población de diversos sectores. La movilización ha logrado detener muchos megaproyectos que implican millones de dólares en inversiones por lo que los gobiernos son demandados por las corporaciones trasnacionales por no lograr el extractivismo y las ganancias esperadas. Ante ello, los gobiernos han modificado las legislaciones para criminalizar la protesta social. Les es más barato esto que pagar millones de dólares en demandas corporativas. Pero esto no ha sido suficiente. Las mujeres siguen en lucha.

Antaño en muchas movilizaciones sociales para reclamar justicia, las mujeres, los niños y las niñas se ponían a frente ya que la policía y los militares se detenían ante su presencia. Los hombres por lo general eran los primeros en ser llevados presos e incluso torturados y desaparecidos. Aunque no ha sido la regla general ya que se han desaparecido pueblos enteros y generado genocidios en muchos lugares. Sin embargo, hoy por hoy, eso ya no es así. Las corporaciones y los gobiernos han convertido el cuerpo de las mujeres en un territorio de guerra. Y sobre todo en la medida en que las mujeres están cada vez más al frente de la defensa de la tierra, del territorio y de los derechos humanos. Los feminicidios, van en aumento.

Los gobiernos y las corporaciones han aprendido que la violación, el asesinato, el encarcelamiento o la tortura de mujeres defensoras es atacar el corazón de la resistencia; y que esto inhibe la acción de los movimientos sociales. Incluso ya no se respetan tampoco las medidas cautelares de algún mecanismo gubernamental o multilateral, ni los premios de derechos humanos u otros, convirtiendo a las mujeres en un territorio de guerra. Convertir el cuerpo de las mujeres en objetivo de guerra pone en crisis al mismo tiempo las estructuras del cuidado, cuando son ellas las que mantienen no sólo al sistema capitalista, sino también subsidian económica y políticamente la vida de los movimiento sociales y de muchos defensores individuales y colectivos.

Sin embargo, hay otras formas de feminicidios operados por el poder corporativo y los gobiernos y que son solapados, justificados y mantenidos por el movimiento social y la sociedad en general que les da credibilidad y por lo tanto poder a quienes ejercen esta acciones. Esta es otra forma de asesinar a las mujeres en vida. El hostigamiento, la amenaza, el miedo, el descrédito mediático atacando la moral y difamando comportamientos; la descalificación pública, la estigmatización, entre otros mecanismos de anular la participación pública y política de las mujeres y encapsularlas a lo privado. Esta es otra forma de feminicidio, matarlas en vida.

Para combatir esta criminalización institucional será necesario reforzar procesos de acompañamiento psicosocial; generar mecanismos y protocolos de seguridad personal, familiar, comunitario y organizativo; implementar constantes análisis de riesgo; pero también cambiar la estrategia de resistencia ya que existen condiciones diferentes de criminalización. Pero con todo esto, si los hombres no deconstruimos nuestra actitud no sólo ante las mujeres y otras personas, sino frente a las estructuras del estado, ayudaremos a perpetuar esta criminalización. Y esto es algo que los hombres tenemos que romper. No dar poder a los mensajes ni a las estructuras de poder patriarcal y deconstruir este mensaje.

La deconstrucción de nuestro análisis del capitalismo

Una vida libre de violencia contra las mujeres, de machismo y anti patriarcal es posible con un análisis estructural del capitalismo y un diagnóstico actual del sistema. Algo que nos cuesta mucho trabajo entender e incorporar a los hombre en el análisis sistémico, si es que lo hay, es que el capitalismo es estructuralmente patriarcal. Que su origen se cimienta en ello, en la explotación social, política, económica, cultural y moral de las mujeres; que su acumulación incesante ha sido gracias a ello, y que además la crisis es sistémica, epocal, que incluye una crisis sistémica energética, política, social, alimentaria, financiera, climática, de paradigmas o de utopías sobre los referentes alternativos al capitalismo, porque consideramos que hay muchos formas de lograr la felicidad como pueblos y regiones hay en el mundo, con respeto a su propia cultura, lengua, entre otros elementos que marcan la diversidad cultural, de mundos, como diversidad biológica hay en el planeta.

Sin embargo, hay otro elemento de crisis sistémica fundamental: la crisis de los cuidados. El sistema capitalista requiere de las mujeres para crear, procrear, cuidar, alimentar y educarle al sistema el capital humano que requiere con el fin de incorporarlo al mercado de trabajo. Pero también cuida al capital humano que deshecha el sistema o que no le sirve: las personas ancianas, las enfermas o los que enferma o aquellas personas con capacidades diferentes. El sistema se niega a pagar el costo de estos cuidados y lo externaliza a las mujeres, y al mismo tiempo les exige que se inserten en el capital humano barato que necesita para la acumulación incesante de capital. Es así como el capitalismo se enfrenta a otra crisis sistémica, la crisis de los cuidados.

Los hombres tenemos la obligación de tomar consciencia de esto e incorporarlo en el análisis con una visión feminista. No podemos construir procesos alternativos, de Alter Natos, decimos nosotros, a costa de las mujeres. Otros mundos posibles no pueden ser patriarcales como tampoco el camino que tenemos que transitar para llegar a ellos.

Hagamos un pacto de espacios libres de violencia a las mujeres: el ejemplo de Chiapas

La violencia hacia las mujeres es un tabú al interior de los movimientos sociales y en diversos ámbitos de lucha. En algunas redes se va incorporando la reflexión y los protocolos para combatir la violencia y generar una cultura de respeto, lo que debe incorporarse en todos los movimientos con mucha urgencia.

Fácilmente juzgamos actuaciones machistas, patriarcales y de violencia hacia las mujeres que suceden en otros ámbitos, y sin embargo en casa propia se mantiene el silencio y el miedo a tratar el tema y tomar resoluciones que garanticen espacios libres de violencia hacia las mujeres. En algunos espacios, foros o encuentros se ha logrado incorporar el mecanismo de “encuentro libre de violencia” durante el tiempo en que se convive, incluso incorporando la figura de una monitora que se encargue de recibir alguna denuncia y se garantice su seguridad. Estos mecanismos deberían ser una practica habitual en todos los espacios de procesos sociales.

A partir de la violación sexual, de acosos y hostigamientos por parte de un defensor de los derechos humanos en Chiapas a diversas mujeres, en 2008 diversas organizaciones e instituciones iniciamos un proceso de reflexión que culminó con la elaboración del ‘Pacto Político de Ongs, Colectivos, Organizaciones Sociales e Instituciones de Chiapas Libres de Violencia contra las Mujeres’ que se comprometen con el respeto a los derechos de las mujeres en el marco de los Derechos Humanos, asumiendo tres principios éticos fundamentales: Cero tolerancia a todas las formas de violencia y discriminación contra las mujeres; cero tolerancia a la violencia sexual (violación, acoso y hostigamiento) ejercida contra las mujeres; y cero tolerancia a la violencia laboral ejercida contra las mujeres. Sin embargo, esto no fue suficiente y el proceso de reflexión nos llevó a otro, y luego a otros pasos más.

Así, con el fin de consensuar y homologar las ideas con relación a la violencia, se analizaron y se construyeron los conceptos que enmarcaron el Pacto, como son los conceptos de violencia; violencia laboral, docente, política, física, psicológica, económica; hostigamiento sexual, acoso sexual, violación sexual y abuso sexual. Por otro lado, los firmantes del Pacto de comprometieron a incluir en la programación anual de sus instituciones la capacitación formal, permanente y profesional sobre los temas relacionados sobre la equidad, la igualdad y la perspectiva de género, el feminismo y los principios éticos del Pacto. También se asumió incluir en sus respectivas Actas Constitutivas, Estatutos y/o Reglamentos internos los tres principios éticos; crear al interior de cada organización la figura de “monitora” para asistir y prevenir casos, así como las estructuras adecuadas y necesarias que garanticen el respeto y cumplimiento del Pacto.

Para muchas organizaciones el proceso fue difícil, otras experimentaron rupturas sociales y políticas por sus posiciones antagónicas sobre el tema y a otras les dificultó seguir y al final salieron del Pacto. Las que quedaron siguieron en la reflexión y establecieron los criterios de acción y respuesta en caso de incumplimientos del Pacto Político por parte de una persona o institución signataria. Se avaló la creación y definición de mecanismos de apoyo al cumplimiento del Pacto. Del mismo modo se crearon otros criterios obligatorios a los adherentes como difundir públicamente, en redes sociales así como de manera física en las oficinas sobre de la permanencia en el Pacto; implementar la equidad y perspectiva de género en el trabajo y Programas de la organización y lograr la participación de las mujeres en los puestos directivos. Esto implicaría también igualar salarios entre hombres y mujeres en lugares donde las diferencias salariales entre diversos cargos es muy común en las instituciones.

Algunas organizaciones fueron más allá y decidieron que en caso de una violación sexual o grave violencia hacia alguna de las mujeres, inmediatamente se implementa la expulsión del agresor sin indemnización; la información del caso a las contrapartes con las cuales se tienen vínculos de trabajo; el apoyo a las mujeres en los costos económicos, legales y psicológicos que la víctima solicite; y el respeto a la decisión de la mujer violentada en cuanto al proceso legal que determine llevar a cabo. Y sobre todo, creerle a las mujeres.

En fin, los hombres tenemos mucho que trabajar para no impedir que las mujeres sean ellas. Deconstruirnos también tiene que pasar por la vergüenza de ser lo que somos y reconocer lo que hemos sido, lo que hemos hecho. Buscarnos diferentes, y no tener miedo de enfrentar lo que hemos sido para ser parte del resurgimiento de la Persona Nueva.

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