“El periodismo era un oficio que se aprendía haciendo lo que se veía a los demás, como la albañilería”
Ascensión Badiola Ariztimuño ha ganado el premio Ramiro Pinilla de Novela Corta por la obra 'La decisión de Juana Mir', en la que rescata la figura de la periodista bilbaína.
¿Cómo la nombro: con un solo apellido o dos?
Los dos, que mi madre también tiene su importancia. ¿A que sí? Estará encantada.
Pues bien, Ascensión Badiola Ariztimuño (Bilbao, 1961) es investigadora y escritora. En septiembre de 2020, fue galardonada con el premio Ramiro Pinilla de Novela Corta en su tercera edición por la obra La decisión de Juana Mir, publicada por Txertoa. No es su primera obra: En una década, ha publicado otras tres novelas históricas; también la premiada lo es.
Se ha ido usted a la Guerra Civil.
Es un periodo que me interesa mucho. Soy licenciada en Económicas, pero me doctoré en Historia con una tesis sobre la represión franquista en el País Vasco.
¿De dónde le vino el interés?
Me enteré de que la Universidad de Deusto había sido un campo de concentración y comencé a investigar. Visité archivos históricos y militares…
¿De qué trabaja?
Soy auditora.
Come de eso, pero vive de la literatura.
Así es, disfruto de la historia y la literatura.
¿Quién fue Juana Mir?
Una periodista. Probablemente, la única que había en Bilbao antes de la guerra. Aunque no puedo afirmarlo, porque la mayoría de ellas firmaban con seudónimo. Esta mujer escribía en el diario La tarde y sus compañeros eran sobre todo navarros, como ella, y, por su puesto, hombres. Un mundo duro para las mujeres, sobre todo en Opinión.
Era lo más habitual, sobre todo en un diario vespertino, ¿no?
Al principio, escribía de moda, de temas femeninos…
Entre comillas.
Sí, ya sabemos que la moda también es masculina, pero entiendo que los hombres no leían de eso. Ella escribía de moda para mujeres. Poco a poco se va viendo la conversión. Es un periodo de guerras: lo italianos están en Etiopía, se usa el gas mostaza… Y ella comienza a criticar estas crueldades, habla de la Sociedad de Naciones, previa a la ONU… Empieza a opinar de internacional, todo relacionado con el tema bélico y lo hace con tinte pacifista. Siempre en contra de la guerra, venga de donde venga.
¿Cuándo empieza?
En Opinión, en 1936. Sus artículos se llaman ‘La mujer escribe’. En La tarde no había una columna como esa y ella plasma exactamente lo que piensa. Por cierto, esos diarios se pueden leer hoy en Liburuklik, en Internet.
¿Cómo firma?
Siempre, Juanita Mir. Me imagino que le preguntaron y eligió el diminutivo.
O se lo impusieron.
Quizá. No digo que no. Ella escribía cuentos y leyendas desde muy joven y firmaba Juanita. Los publicó en la revista Euskalherriaren alde.
El diminutivo es un indicio del paternalismo que se ejercía sobre las mujeres.
Puede ser.
¿Era ñoña Juanita Mir?
Me encanta eso, ja, ja, ja. Si lees sus artículos, llegas a eso, pero creo que hay que entenderla. Era una mujer de derechas, monárquica, de descendencia carlista…
Como su padre.
Sí. Y muy católica. Escribe con muchas exclamaciones, mucho ‘Señor’ y mucho ‘Dios mío’. En aquellos tiempos se escribía de forma muy inflamada. Era un poco cursi, pero preferiría que no lo pusieras, porque es mi heroína.
Puede decirse con mucha admiración.
Su forma de escribir era muy lejana a la de estos tiempos.
Su padre fue periodista [Victoriano Mir y Mata] y le enseñó… Aparece en la novela.
Es una licencia literaria. Yo debía buscar algo alrededor. Imaginé que su padre le marcó, porque no creo que una muchacha de 16 años empiece a escribir porque sí. Tenía el modelo en casa.
¿Sabemos algo de su madre o hermanos?
Fecha de nacimiento y poco más. Se que hay una sobrina… Hice bastante de detective llamando a todos los Mir de Bilbao, pero encontré poco y lo dejé. Aunque averigüé quién era y cómo pensaba.
Una mujer pacifista, ¿no?
Entiendo que sí. O humanista. Escribió sobre las matanzas de gentes de derechas en los barcos. Iba contra lo que hacían los dos bandos.
¿Hay algún indicio de que fuera sufragista o feminista?
No he tenido noticia. En relación a sus aficiones, le gustaba el teatro. Actuaba en ‘El ropero navarro’, un sitio de beneficencia. Daban alimentos, ropa, mantas, medicinas…
¿Dónde estaba?
En Bilbao.
¿Sabemos si tenía estudios?
No. Muy probablemente, no. El periodismo era un oficio que se aprendía haciendo lo que se veía a los demás, como de albañil.
Usted en la novela nos indica cómo amaba.
Sí. Son personas reales, de carne y hueso.
Pero no debemos destripar cuál es la decisión de Juana Mir, ¿no?
No, por favor. En los expedientes carcelarios no se da gran información. Son oscurantistas. No hay ningún documento anexo a las vicisitudes de entrada en la cárcel; ni de salida. Es extraño y quiere decir que los quitan para que no se vean.
¿Podría un hombre haber rescatado esta historia de Juana Mir?
Hum… Sí, podría haberlo hecho. Las mujeres nos preocupamos más por las mujeres y por darnos visibilidad. Tampoco todas, ¿eh?
¿Usted diría que la historia tal y como nos la cuentan es androcéntrica?
Absolutamente.
¿Qué le parece que el rescate de historias de mujeres sea una tarea que otras asumen en solitario?
Creo que hay un despertar de las mujeres. Los hombres están acostumbrados a que las mujeres estemos en segundo plano. Ha sido así durante siglos. Algunos abren los ojos y dicen: “Hay que ver la importancia que estáis cogiendo”. Debemos defendernos a nosotras mismas. El hombre está acostumbrado a estar en primer plano. Es un momento de adquirir la propia importancia, como de renacer.
¿Ha disfrutado escribiendo la historia de Juana Mir?
Enormemente. Siempre disfruto escribiendo. La escribí en muy poco tiempo. Tenía tan claro cómo quería estructurarla… Me quedé muy feliz.