La escalofriante adolescencia de Sabrina
'Las escalofriantes aventuras de Sabrina' ha suscitado un revoltijo de emociones encontradas desde que se estrenó la serie en octubre de 2018. En primer lugar, tomaba el relevo a la icónica serie de los 90, 'Sabrina, cosas de brujas', lo que ya implicaba cierto riesgo; y además cambia el tono de humor por unos tintes oscuros, complicados y tétricos, llenos de referencias históricas y literarias.
Su estética pop y su toque dark muy a lo millenial ha contribuido a que toda fan de la historia de las brujas, como nosotras, nos hayamos visto envueltas en esta serie que apela a los cantos profanos y los ungüentos caseros para pasar un domingo pandémico lluvioso con mantita y Netflix. Compartimos las sensaciones que tuvo Sonia Herrera cuando empezamos la serie. Siguiendo con la línea nostálgica, en la parte 4 hemos visto asombradas cómo se rodaba la metaserie de Sabrina junto a un cameo de las antiguas actrices que interpretaban a Hilda y Zelda, seguidas de Salem (versión robótica clásica); encarnando este último uno de los horrores arcanos. La línea argumental de estos horrores cósmicos lovecraftianos también es un punto muy a favor de esta última temporada y una delicia para el fandom. Avisamos que se vienen spoiler.
Más espacio para personajes secundarios
Aunque esta última temporada haya sido un poco fiasco, entre otras cosas por su final (como desarrollaremos más adelante), podemos ver cómo han evolucionado favorablemente algunos de los personajes secundarios como Prudence. Nuestra hermana Fatídica, a pesar de seguir encarnando físicamente el ideal de femme fatale, ahora es compasiva, busca la cooperación y apoya el aquelarre ante cualquier tentativa de agresión. Aunque esto no la hace menos letal a la hora de intentar matar al padre que quiso asesinar a sus hermanes.
Otro personaje cuyo peso en la historia nos ha sorprendido positivamente es Roz, a la que le han dado por fin el protagonismo que se merece. Ha pasado de ser simplemente la amiga de Sabrina y la novia de Harvey, a ser una bruja en pleno desarrollo de sus habilidades. En esta cuarta parte, Roz se une a Prudence y Mambo Marie para formar una nueva hermandad dentro del propio aquelarre.
Por otro lado, tenemos a Ambrose, que aunque en esta temporada ya no forma el dream team con Prudence, vemos cómo este cambio en el vínculo se produce con su respectivo duelo pero sin un drama adolescente excesivo (será porque tiene más de 75 años). Ciertamente, la mayor parte del tratamiento que se le da a las rupturas en la serie es más bien la de una transición, en la mayoría de los casos pacífica y amable para ambas partes. Ambrose es un personaje que nos tiene acostumbradas a un equilibrio excepcional entre lo racional y lo emocional. El primo de Sabrina, un estudioso de las artes ocultas, es además uno de sus principales pilares emocionales, junto a sus tías y a sus amigues. Estas personas conforman la fuerte red de apoyo de Sabrina, que le es necesaria en innumerables ocasiones, y por elles se juega la vida en cada misión (igual no hace falta tanto heroísmo sino más cooperación, pero ella es la protagonista, al fin y al cabo).
La Orden de Hécate contra el orden patriarcal
Y es que, si algo nos ha cautivado desde el principio es esta red de cuidados, al más puro estilo aquelarre, en cada uno de sus mundos. En esta última parte, dichos cuidados llegan a su cénit con la escena del parto de Lilith (4×03), en el que el la recién creada Orden de Hécate comparte el dolor de una Lilith a punto de ser desgarrada por el bebé (el hechizo que usa el aquelarre reza un: “Nosotras, tus hermanas, estamos aquí para ti, te daremos fuerza, compartiremos tu dolor”). Una escena que nos resuena a aquella igualmente poderosa en la que las brujas se reúnen para resucitar a Hilda en la temporada anterior.
El capítulo 4×04 nos ha sorprendido también por su marcado carácter político. En una realidad paralela, Blackwood se ha hecho con el control e incluso dispone de su propio ejército con el que controla un Greendale absolutamente alienado. Esta crítica al culto al líder supone un claro guiño antitrumpista y antifascista en los tiempos que corren.
Sin embargo, en esta última temporada hemos encontrado muchos elementos intrusos en nuestra Sabrina de las primeras temporadas. Veamos.
La Sabrina más adolescente
¿Dónde está la Sabrina que se rebeló contra el orden patriarcal, que expulsó a Blackwood y no se sometió al Señor Oscuro para pasar a rendir tributo a Hécate, que consiguió hermanarse con las weird sisters y el resto del aquelarre? Respuesta: buscando novio.
Como en toda buena narración que pertenezca al género coming-of-age, Sabrina atraviesa una crisis durante la cual se siente sola a pesar de estar rodeada permanentemente de gente, algo que nos puede sonar a todas. Esta soledad que identifica como ausencia del amor romántico, la va sobrecogiendo cada vez más y no se ve nada favorecida porque tanto papá nº1 reencarnado (Edward Spellman) como papá nº2 (el Señor Oscuro) la repudian, convirtiéndose en hija de nadie. Esto se resuelve muy alegremente, no dedicándose un ápice de tiempo a gestionar las emociones, porque si algo hemos aprendido bien de los dramas adolescentes en la televisión es que todo conflicto filio-parental tiene una única solución: el amor verdadero. Como si no tuviese suficiente con salvar sus dos mundos.
Evidentemente tanta completud y tanto heroísmo solo puede acabar de una manera para que siga siendo un drama: la muerte. Que en este caso nos viene acompañada (¡oh! ¡sorpresa!) del suicidio por parte de Nick para estar con su amada para siempre, poniendo la guinda a ese capítulo (4×08) con otro clásico aparentemente superado. ¿Qué podemos decir? Nuestro Nick es un Romeo de tomo and de lomo, lo que toda mujer de nuestros días desea.
Además, contamos no solo la mencionada figura de Nick sino también con su réplica infernal: Calibán. Dos buenos fuckbois bien de macizorros dispuestos a completar las medias naranjas de ambas Sabrinas.
En el caso de la Sabrina terrenal, Nick la tedmosbidea hasta que, cansada de buscar (literalmente y a pesar de los consejos de Ambrose) un hombre a su medida, cae rendida ante los pies de su exnovio. Peor aún en el caso de la Sabrina infernal, quien muere sin saber que su esposo pretende traicionarla a la mínima de cambio y usurpar el trono por el que tanto ha luchado ella.
A modo de broche final, Sabrina Spellman no es capaz de soportar el dolor de la muerte de Sabrina Morningstar y decide sacrificarse en dos ocasiones ignorando las propuestas alternativas de su aquelarre. Si bien es cierto que es un final clásico para una heroína arquetípica, nos preguntamos si de haberse tratado de un protagonista masculino habría sido también la culpa lo que hubiese motivado este sacrificio.
Lilith, la no madre
Por otro lado, nos encontramos a la controvertida Lilith, a veces la villana terrible y otras veces la protectora de lo femenino. En esta ocasión la hemos visto ser madre dolorosa y apelar a Medea para oponerse al tirano, matando a su propio hijo. Sin embargo, hay algo que no deja de rechinarnos, y es que no se termina de sacar a Lilith de ese ser maligno que encarna como mujer. Y no solo como mujer, sino como la primera de las mujeres, la mujerísima.
Desde el principio, las motivaciones de Lilith pivotaban casi en exclusiva en torno al Señor Oscuro y sus idas y venidas. A pesar de ello, con sus luces y sus sombras, Lilith resultaba un personaje cautivador en las anteriores temporadas cuya resolución en este desenlace nos deja mal sabor de boca. Y es que nos duele que un personaje tan rico en matices, con una carga simbólica tan alta, haya sido degradada a la mujer loca. La mujer desquiciada cuya ambición por el poder la lleva a enfrentarse al mismísimo poder patriarcal, volviéndose esta en su contra y pasando a ser vasija de todos los prejuicios contra las no-madres/no-mujeres.
En definitiva, y aunque hemos disfrutado viendo esta última, pensamos que flaco favor le hacemos a nuestras adolescentes y a nosotras mismas perpetuando este pack de mitos del amor romántico en una serie cuyo punto fuerte era poner en valor lo colectivo, la hermandad entre mujeres y la familia escogida.
Ya está bien de series y películas que perpetúan la idea de un tonto amor adolescente, donde parece que no hay cabida para una buena gestión de las relaciones afectivo-sexuales, y tiene más valor lo dramático o lo cómico del asunto. No podemos superar esa escena en la que Roz-Harvey, Sabrina-Nick y Theo-Robin han quedado para ver una película y las parejitas se están comiendo las bocas. Es cierto que, en algunos puntos, como este, parece que la serie pretende hacer una parodia de lo que supone ese amor adolescente pero hasta como parodia le falta crítica. A pesar de la representatividad que pretende la serie, nos ha decepcionado que incluso la pareja queer formada por Theo y Robin caigan en roles ciertamente manidos.
La realidad es que muches adolescentes están hoy más preparades para estas realidades de lo que el género de ficción pretende atribuirles. Corren tiempos nuevos, Netflix, actualízate bien, y no con estos tintes de “feminismo” usados para darle audiencia a una serie que sigue oliendo a rancio.
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