“Nuestra lucha es universal, porque nuestro dolor es universal”
Nuestras compañeras del periódico de información crítica 'Jornal Mapa' nos acercan a las luchas y resistencias del movimiento antirracista en Portugal.
Artículo y entrevistas hechas por Jornal Mapa (Portugal).
Traducción de Angela Carcedo Martin
Ulício Fortes Cardoso (alias Olokun), formado en Animación Sociocultural, trabaja con la comunidad infanto-juvenil proveniente de contextos de exclusión social, política y económica. Nació en la isla de Santiago (Cabo Verde) y vive hace 16 años en Portugal.El 25 de mayo de 2020, vimos cómo moría George Floyd asfixiado a manos de la policía en Estados Unidos. Vimos la revuelta tomar las calles y escuchamos el grito “Black Lives Matter” retumbar en el mundo entero. Dos meses después, a un océano de distancia, el mismo dolor, la misma rabia por un racismo que mata: un hombre dispara balas e insultos racistas y Bruno Candé es asesinado en plena Avenida de Moscavide (Lisboa).
Entre estas dos muertes, el Jornal Mapa pidió a varias compañeras que compartiesen sus opiniones y emociones sobre las olas recientes de revuelta, la creciente atención dada a la extrema derecha populista, y el racismo estructural que viven en su día a día.
Personas que, en el año en que se cumplían 25 años del asesinato de Alcindo Monteiro en el centro de Lisboa, ya exigieron justicia por la violenta agresión a Cláudia Simões en Amadora, en Lisboa, y por el asesinato de Luís Giovani, en Bragança. Personas que no podían adivinar –o parecían adivinar– cómo, algunos días después de que compartiesen estas palabras, saldrían a la calle por otro ser humano más asesinado por ser negro.
Personas que, por el arte, por el asociacionismo, por la investigación académica –y por la lucha diaria– dan vida al movimiento antirracista en Portugal y construyen un futuro de justicia y paz.
¿Cómo viviste el asesinato de George Floyd?
Ulício Fortes Cardoso: Para mí fue un shock. Asistir a algo así es como un retroceso en el tiempo, una especie de vislumbre de un linchamiento. Vimos una fuerza ejerciendo presión, asfixiando a un ser humano sin ceder incluso ante la visible angustia y su desfallecimiento progresivo. Podía haberse evitado pero fue llevado hasta el límite y es precisamente eso lo que nos indigna. Cuando hablé sobre él por primera vez, lloré compulsivamente y me invadió un sentimiento de rebelión.
Big Papo Reto: Viví cada momento como si fuese yo… Porque no está lejos de nuestra realidad. Ya fui humillado por policías.
Lolo Arziki: Fue un golpe. Fue como si tuviese dos pies en mi cuello y pidiese que me dejasen respirar. Ni sé lo que es eso, pero nuestro cuerpo lo siente. Los que hacemos este trabajo colectivo antirracista, por más que sepamos que tenemos nuestra individualidad, sentimos nuestro cuerpo como colectivo. Y lo que le duele a George, lo que duele a su familia, nos duele a nosotros. Es una pérdida para nosotros. Es un sentimiento de impotencia. En febrero estábamos en Portugal gritando “Giovani presente!”. Meses después, estamos pidiendo justicia por George Floyd. Nuestra lucha es universal y nuestro dolor también. Nuestra lucha es universal porque nuestro dolor es universal.
Marcos Varela: Vi la muerte de este hermano como algo repugnante. Ningún ser humano debería ser tratado de esa forma. Vemos las noticias todos los días, vemos cómo tratan los policías a las personas. Los policías deberían tener un perfil adecuado al servicio que prestan a la comunidad.
Ulício: Para la familia de Floyd creo que habrá sido un trauma inconmensurable, principalmente para los niños. Y son ellos, los niños, quienes harán la pregunta más básica: “¿Por qué?”. Como no hay respuesta a esta pregunta resulta evidente que el problema está en la base, y se trata de seguridad. Esto revela los pilares de nuestra relación con el Estado, la institución que posee el derecho al uso de la violencia.
Lolo: Desgraciadamente no fue nada que me sorprendiera, conociendo ese sistema racista y la fuerte presencia policial que favorece la opresión de la comunidad negra en Estados Unidos, Brasil y Europa. Espero que llegue el día en que empiece a sorprenderme, o, mejor, el día en que esas cosas no vuelvan a suceder.
Maria Fernandes: Como muchas otras personas negras, africanas y afrodescendientes en Portugal, sentí la necesidad de salir a la calle a manifestarme contra el racismo. George Floyd fue la última víctima, pero en Estados Unidos son constantes los asesinatos de afroamericanos a manos de la policía. Es importante entender que esa violencia es histórica, estructural y cíclica, de un sistema que se adapta pero nunca cambia. Con el fin de la esclavitud surge otra forma de supresión, como las leyes de Jim Crow, el encarcelamiento en masa, etc., con el objetivo principal de clasificar a la comunidad afro como inferior.
Marcus Veiga: Igual que la gran mayoría que siente en sus huesos este golpe, viví esta situación con una angustia y un sentimiento de rebelión muy grandes. Entretanto surgen todos los días tratos violentos y abusos de las autoridades, así como el avance de ideas racistas y extremistas. Es preocupante. Lo que antes era una opinión reservada a los racistas convictos, este veneno está ahora cada vez más extendido, en el pueblo, en el vecino, en el amigo que conocías desde pequeño, en tu patrón y hasta entre tus familiares. Son signos de los nuevos tiempos, cada vez con más campañas políticas y populistas disfrazadas de buenas intenciones en pro del “orden social”, más espacio para que estas ideas tóxicas anden en boga camufladas de justicia social. Y no son señales de los nuevos tiempos, porque estas acciones estuvieron siempre presentes en todos lados, pero al margen del conocimiento público. ¡El registro de muertes por la policía y la extrema derecha en Portugal está bastante enquistado hace muchos años! Ocurrieron ejecuciones de víctimas como Alcindo, Angoi, Corvo, Kuku, Snake, entre otros tantos, y la mayoría fueron archivadas. El movimiento antirracista continuará activo denunciando estas situaciones. ¿Qué cambió? Una muerte en directo vale siempre más que mil relatos, por eso la opinión pública podrá desempeñar su papel.
¿Y cómo ves todo ese movimiento colectivo que surgió después?
Marcos: Fue un grito de revuelta por todo el mundo. Porque la violencia que la policía ejerce sobre la comunidades es algo muy común. Era el momento para combatir las injusticias que vemos diariamente. Y las redes sociales han tenido un papel fundamental. Los que no tienen voz tuvieron la oportunidad de hablar sobre el asunto, llevando el tema al interior de sus casas. Muchos de nosotros descubrimos amigos y familiares intolerantes, y se abrió un espacio para hablar sobre un asunto que es tabú.
Maria: Se escuchó desde varios sitios la palabra “esperar”, “todavía no”, “existe una pandemia”. Pero la espera es casi siempre sinónimo de nunca. Demasiadas veces, lo que dejó de aparecer en las noticias, dejó de merecer justicia. La presión pública acaba por ser la única arma en casos de racismo, porque el sistema policial no transmite ni seguridad ni confianza. En Portugal, hay cada vez más casos de racismo e injusticias alarmantes. Y, sin embargo, no se hace justicia para esas víctimas. Para muchos portugueses, esa fue una de las primeras grandes manifestaciones contra el racismo en Portugal, lo que demuestra lo alejados que están de la realidad de los negros en Portugal.
Marcus: Tuerzo un poco la nariz… Las manifestaciones, vigilias, debates, son las nuevas plataformas de autopromoción, ostentación, transformándose en una pasarela de vanidades. Esas manifestaciones públicas ocurrieron siempre fuera de ese circo de vanidad, fuera del espectro de los selfies y del mundo de la moda. Desgraciadamente vi mucho de eso en la manifestación Black Lives Matter en Rossio (Lisboa). Sentí mucha angustia al ver la lucha por los derechos de los negros banalizada y usada como la nueva bandera de la clase hipster, de una forma paternalista y egoísta. Personalmente, prefiero caminar al lado de cinco leones que de mil borregos.
Lolo: Es el movimiento que surge siempre después de la muerte de cada uno de nosotros. No es como antes, que se mataban mil George Floyds y nadie se enteraba, solo los familiares. Hoy, todos nos enteramos porque las redes sociales nos lo permiten. Por eso la manifestación es más global. Ese movimiento es importante y necesario, cada vez más. Para quien está del lado de fuera de la lucha, quien nunca tuvo la necesidad de salir a la calle y gritar por alguien asesinado por la policía o por ese sistema racista y homófobo, parece más un show de carnaval. Como si las personas estuviesen en un desfile y después volviesen a casa y sus vidas continuasen. Pero para quien está dentro de la lucha, llevamos para casa la inseguridad, el miedo y la pesadilla de que mañana podemos ser nosotros, pueden ser nuestros hermanos, puede ser otra persona que conozcamos, o no, pero va a ser una persona negra más. Esas manifestaciones son espacios donde mostramos nuestro dolor, lo hacemos público, buscamos empatía. Yo no creo que esa justicia capitalista, la justicia en la Tierra, en este estado físico en el que vivimos, vaya a ocurrir rápido. Pero pedimos empatía. Es muy difícil que esas personas que detentan el poder puedan venir a nuestro encuentro porque tampoco nos ven como humanos. No somos más que víctimas, que animales, que incivilizados. Esa es la idea que este sistema alimenta sobre nosotros. Por eso es importante que empecemos a pensar que la justicia está en nuestras propias manos.
Ulício: Creo que el hecho de haber reaccionado emocionalmente, echando fuera toda nuestra rabia, solo sirvió para evitar una especie de explosión. Es realmente triste ser conscientes de que todavía estamos en la fase de ir a la calle para pedir que paren de matarnos. No queremos continuar siendo víctimas de racismo y ya lo hemos reducido a una única frase, “nuestra vida importa”. Por lo menos para nosotros, importa. Parece poco, ¿verdad? Y de hecho, todavía es muy poco, pero es tan real también porque estamos hablando de la base, del principio de todo, del derecho de vivir. Usar la voz es hacer uso de una conquista y no echar por tierra el fruto de todo el camino recorrido. Es honrar el compromiso de continuar luchando por justicia y paz.
¿De qué forma sientes el racismo en tu vida? ¿En tu día a día, en qué estructuras?
Lolo: Desde que llegué a Portugal, con 13 años, preadolescente, vivo el racismo cotidianamente. Desde las estructuras de trabajo de mi madre, hasta la escuela a la que iba. ¡El prejuicio racial lo estructura todo! Universidades, escuelas primarias y secundarias, hospitales, excusado decir, policía, instituciones del estado… ¡todo! Cuando no podemos andar tranquilos en un supermercado, bajo la mirada de un vigilante, que ha aprendido que nuestro color es un peligro. Mi experiencia es como la de cualquier persona negra de una clase social baja que llega a Portugal, a vivir en la periferia de Lisboa, de lengua materna no portuguesa. En Cabo Verde, el portugués continúa siendo lengua oficial por intereses económicos, pero la gente sabe que no es la primera lengua. El prejuicio va desde la lengua hasta el pelo, el comportamiento cultural, todo. Hay un racismo contra nuestra propia producción de conocimiento, que es ancestral, que sirve y sirvió al resto de la humanidad, y sigue siendo tratado como primitivo, como algo sin fundamento científico, etc.
Marcus: Siendo hijo de una generación que vino de África en la década de los 70, pero nacido en Portugal, viví en primera persona situaciones de racismo, tanto verbales como físicas. En este momento, y trabajando en la cultura, veo racismo todos los días, que parte de un racismo estructural. La cultura parece ser un bien común a todos y que une comunidades. Pero lo que vemos es un robo y apropiación cultural para el beneficio económico, todo envuelto en un papel paternalista. El racismo viene camuflado. Por ejemplo, tener problemas para alquilar una casa, aunque tengas todo en orden. Es todo bonito por teléfono, hasta que visitas el apartamento y todo cambia. Como negro, aquí y en todas partes, tenemos que correr el doble. ¡Es un hecho!
Maria: En estos tiempos de pandemia, ¿cuáles son los grupos que más han sufrido? Cuando se evidencian todas las fragilidades es cuando verificamos realmente nuestras desigualdades. Comprendí muy bien esa idea romántica de la cuarentena, como tiempo de crecer en casa, con la familia, en tanto que otros grupos se quedaron completamente desamparados. Grupos con trabajos precarios, sin seguridad contractual, y que no se pueden permitir el lujo de parar de trabajar ni con la pandemia.
Big Papo Reto: Siento el racismo en mi vida de muchas formas camufladas… Sin embargo, ya hubo personas que se declararon racistas ante mí y episodios más duros. Cada vez que me paran para pedirme los documentos, sé bien el motivo. Por ejemplo, que te manden parar cuatro o cinco veces por semana en Lisboa en moto… O 45 veces en 30 días en Rio de Janeiro, la primera vez que compré un coche, cuando tenía 22 años. Justo después te preguntan si llevas algo. Me paran sin haber infringido la ley para verificar los documentos, y me inspeccionan para ver si tengo algo ilegal.
Marcos: Soy un negro portugués e intento no ver intolerancia en las actitudes de las personas. No soy racista, por eso no voy con los mecanismos de defensa constantemente activados. Me enfrento diariamente con personas intolerantes en el trabajo, en las actividades en las que participo, siento la discriminación en mi día a día. Pero siempre luché de la forma que me parece más correcta: mejorar las relaciones de proximidad, con el objetivo de crear cambios en las personas. Porque no nacemos racistas. Muchas veces dicen que soy un negro diferente, que es uno de los indicadores de su prejuicio.
Ulício: El racismo está en el núcleo de todas las instituciones que regulan la vida de las personas en las sociedades capitalistas. Es difícil ignorar sus efectos. Por ser negro, vivo mi cuerpo primeramente en su dimensión política. No se puede hablar de mí. Somos nosotros y seremos también nosotros quienes acabemos con eso. Contamos incluso con la colaboración de quien no sufre lo mismo que nosotros. ¿Cómo conseguirían las mujeres desmantelar las raíces del patriarcado si los hombres se mantuviesen en el goce irresponsable de su lugar de privilegio por haber nacido hombres? Nosotros no debemos sentirnos culpables, pero tampoco debemos sentirnos honrados al heredar un lugar de opresión y mucho menos vanagloriarnos por ello. Renunciar al privilegio implica luchar juntos. Es desear transformar las relaciones de poder y dar pasos en ese sentido. Debemos preguntarnos cuál es la razón por la cual se celebra la caída del muro de Berlín al mismo tiempo que levantamos muros en el Mediterráneo, dejando familias y niños que buscan refugio ahogarse a la puerta de lo que sería la fuga de la propia muerte. La respuesta es sencilla, es la guerra de la que huyen la que los persigue. Los intereses capitalistas y racistas continúan definiendo qué vidas importa salvar. La eugenesia sigue viva y provocando sus estragos. El opresor continua viviendo apoyándose en el miedo.
¿Qué razones de fondo consideras que están por detrás del racismo en la sociedad portuguesa?
Lolo: El complejo de superioridad. No hay otra razón por detrás del racismo en la sociedad portuguesa: es la historia portuguesa, de colonización, de esclavitud. Lo que está ocurriendo hoy es sólo la continuación de lo que ocurrió hace 500 años. Cada uno vive la herencia de sus ancestros. ¿De qué ancestros les viene a esos policías la justificación para matar personas negras? Precisamente de matar en masa, del homicidio, de la colonización, de la esclavitud. Sus antepasados eran los dueños de los esclavos.
Marcus: El racismo está en la esencia portuguesa desde su génesis y todo el romance de la construcción imperialista se basa en ese hecho. La relación con África está enraizada en una posición de “descubridores”, de llevar “civilización”, de “domesticar”. Esa relación de superior/inferior, dueño/esclavo, es una corriente mental que pasó de generación en generación, generando costumbres, tradiciones, folklores…
Ulício: El racismo es la piedra angular de una sociedad que se quiere capitalista. No se puede mantener un nivel tan desigual de acceso a una vida sana sin erigir y defender con eso una estructura vertical. El racismo nació para aliviar la conciencia y justificar todos los crímenes cometidos por los europeos durante la esclavitud y además abrir las puertas para la entrada del colonialismo. La acumulación de capital, la apropiación de nuestra herencia cultural y científica, la dominación en el campo espiritual, la clasificación y jerarquización de las artes, la construcción de la masculinidad hegemónica a costa de la infantilización de los pueblos oprimidos, en el continente africano y en otros, nos ha traído hasta aquí. Debemos preguntarnos qué pasó después del período colonial, en qué fase de la historia de la lucha antirracista nos encontramos. En ese aspecto, el diagnóstico del racismo continua siendo muy alarmante. El genocidio continua vivo, la dominación económica es una realidad, la OTAN sirve para llevar democracias al mundo “opresor” con la fuerza de las balas, Brasil asesina a una persona cada 23 minutos en el año 2017, y aproximadamente 7 de cada 10 son negros y jóvenes. Toda esa realidad se sustenta por aquella subjetividad que coloca al blanco en una posición de superioridad y que debe determinar el curso que la historia del mundo debe seguir.
Vicente: Estoy en Portugal hace cuatro años, vengo de Brasil, donde la cuestión racial fue intensamente debatida a lo largo del siglo XX. Y entré en shock al llegar y ver que esa discusión todavía no estaba sobre la mesa. Hay mucho de aquel mito de “no vemos racismo”, “las razas no existen”. Por el salazarismo y toda su reconstrucción histórica, la construcción del mito del portugués como el buen colonizador, la colonización suave, esta fue una cuestión muy negada. Las polémicas recientes en torno de la estatua del padre y de un museo de los descubrimientos son sintomáticas. Cuando existe esa negación en relación al propio proceso colonial, a los daños causados a los otros pueblos y a los beneficios que las tierras portuguesas y el pueblo portugués obtuvieron, mientras su pueblo no reconozca ese proceso colonial como un proceso de explotación, injusto, ¿cómo va a reconocer las otras desigualdades sociales existentes dentro de la sociedad portuguesa? El racismo es algo estructural: él regula y define las posiciones sociales que las personas tienen en la sociedad, con base en características fenotípicas más o menos arbitrarias. Ciertas características raciales, como el color de la piel, la lisura del pelo o la forma de la nariz, acaban funcionando como sistemas de status social, de diferenciación o de estigmatización. Eso acaba por limitar los lugares a los que una persona puede o no acceder. Dentro de las mismas instituciones, una serie de mecanismos internos acaban sirviendo para que todo permanezca igual, reforzando ciertas posiciones sociales heredadas desde el tiempo de la esclavitud. Es importante decirlo: el racismo no es fruto de la naturaleza. Las razas, como son concebidas, el “negro” y el “blanco”, no existen en la naturaleza. Es fruto de un proceso histórico, engendrado por las élites, que llegaron y dividieron a la humanidad en razas. Ese proceso clasifica a la población de la Tierra en una escala entre el hombre blanco europeo, que sería el modelo máximo de la humanidad, y el mono. Así, todos los pueblos no blancos tienen que mantenerse en esa lucha constante para probar su humanidad. Debía estar claro para todo el mundo que el estado portugués y su pueblo, como herederos de uno de los primeros imperios transoceánicos, tienen responsabilidad directa en ese proceso histórico que clasifica la humanidad en razas. Por causa del tráfico transatlántico de esclavos, esa esclavitud a escala industrial, y las construcciones intelectuales posteriores que justificaban esos actos, tenemos la piedra fundamental del racismo moderno. En un modelo político-económico capitalista, donde uno de los principios es la cuestión de la herencia, podemos empezar por imaginar qué es lo que heredaría una persona que fuese heredera directa de un ser humano esclavizado. Y qué heredaría una persona que fuese fruto de las elites esclavizadoras. Esa es una de las piedras esenciales de la composición social en que vivimos, y antes o después tendremos que enfrentarla: la cuestión de las reparaciones históricas. En el caso de Brasil, cuando acabó la esclavitud, los esclavos no fueron indemnizados: fueron los señores de los sirvientes quienes recibieron indemnizaciones por haber perdido su propiedad. Hasta en su proceso de liberación, el negro es liberado como una cosa. Es una herencia macabra que cargamos hasta hoy.
¿Y el racismo, en particular, en la policía?
Marcus: Las fuerzas militares y de seguridad, por su carácter conservador, autoritario, institucional, fueron siempre apetecibles para la derecha y la extrema derecha, con un atractivo belicista, de autoridad y de nacionalismo. Las fuerzas de seguridad son terreno fértil para la aparición de ondas de intolerancia.
Vicente: Es una de las expresiones más crudas de ese racismo institucional, ellos acaban por definir quién es el enemigo interno, el sujeto peligroso, y no por azar es siempre el negro, el no blanco, el inmigrante, siempre esos otros cuerpos. Acaba siendo un mecanismo fundamental de exclusión, estigmatización y violencia contra los pueblos no blancos, en prácticamente todo el mundo. Hoy en día no existe ningún lugar en el mundo en el que la integridad física del cuerpo negro no esté amenazada. Que tú en cuanto negro puedas andar tranquilamente por la calle sabiendo que no te van a pegar un tiro, violentarte o privarte de tu libertad, sustraída por alguna aleatoriedad del estado. Sabemos que la policía es de por si una institución política, no es una institución neutra, puesto que sirve para propósitos bien definidos de estado. Sin embargo, movimientos ideológicos recientes organizados en el seno de la policía, que aquí se corresponden con el Movimento Zero, en Brasil con el movimiento que apoyó a Bolsonaro, vienen a reforzar esa politización de la policía, evidenciando la ideología de la policía portuguesa.
Maria: En esta era de las redes sociales, los grupos extremistas tienen plataformas donde diseminan el odio, sin control por parte de la policía, y los mismos agentes expresan opiniones claramente racistas en las plataformas sociales sin control, sin penalización. Asociaciones, activistas, la Unión Europea, ya alertaron del peligro de la infiltración de grupos extremistas racistas en las fuerzas policiales, pero no se hace nada.
Vicente: Al mismo tiempo, ¡somos uno de los países que tiene proporcionalmente una de las mayores tasas de encarcelamiento de población negra del mundo! Portugal se niega incluso a realizar un censo étnicorracial, por lo que no sabemos cuál es la proporción de personas negras y blancas presas en las cárceles portuguesas. Pero si colocásemos a las personas oriundas de los PALOP (Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa) en una categoría de negros, 1 en cada 73 negros están presos aquí en Portugal. Es uno de los países con mayor tasa de encarcelamiento de personas negras ¡mayor que en Brasil o en los Estados Unidos! Es una cuestión muy seria que tenemos que afrontar y discutir.
Ulício: El racismo estructural desempeña la misma función en todas las sociedades capitalistas: aumentar, justificar y defender la propiedad privada. La policía nace como la institución que sirve para asegurar esa realidad por medio de la fuerza. La mayoría de la población encarcelada cometió delitos contra la propiedad privada precisamente porque fue privada de acceder a ella. Cuando pretenden retirarnos refugio, mandan a la policía. Históricamente, nuestro cuerpo continua en fuga, y detrás de nosotros está esa figura de capataz, que, en vez del látigo, ahora tiene un bastón.
¿Qué formas encuentran las comunidades racializadas para resistir y ser solidarias ante la discriminación?
Lolo: Nuestra comunidad afro-descendiente negra entendió que el opresor separa para vencer. Y que la gente necesitaba mantenerse unida. Por eso, a través de la unión, de la creación de estructuras colectivas y comunitarias, para acciones inmediatas y concretas, conseguimos descolonizar la mente de nuestra comunidad. Es un trabajo de sensibilización, de fortalecimiento, de disponer nuestro cuerpo para la lucha colectiva. No todo el mundo va a tener esa disponibilidad, porque la mayoría son víctimas de un sistema laboral opresor y extenuante. Por eso hace falta que haya alguien que nos represente en la lucha. Los colectivos y movimientos antirracistas, contra la agresión a personas LGBT negras, esos movimientos dan voz a las comunidades. Esa disponibilidad no siempre puede ser cotidiana, porque las personas están exhaustas. Son años de traumas en nuestro cuerpo, y todavía seguimos aquí, en pie, luchando. Hemos sido todos bastante agredidos, y acabamos por agredirnos entre nosotros también. ¿Qué se puede esperar de personas que sufrieron violencia durante toda su vida? Pero en medio del caos intentamos crear algún sentimiento de fraternidad y solidaridad. Encontramos la paz entre nosotros. Ante esta pandemia, hemos hablado mucho de cómo nos ha ayudado el recuperar las prácticas ancestrales de espiritualidad, incluso el pedir y practicar justicia. Una de las formas que aprendemos para resistir es recuperar esas prácticas ancestrales. Son hace mucho tiempo motivo de intolerancia, incluso en la sociedad portuguesa, que siempre se relacionó con “macumba”, pero nos mantienen en pie.
Marcos: Pienso que todos lidiamos de formas diferentes. Pero podíamos estar más organizados para lidiar con estas injusticias sociales. Y no siempre tenemos las herramientas para combatirlas. Muchos jóvenes reaccionan con agresividad, teniendo en cuenta sus vivencias, ya que muchos de nosotros ya sufrimos directamente esa violencia policial.
Ulício: Caminar conscientemente continua siendo nuestra única esperanza. La resistencia empieza en casa. Amar, cuidar, unir y compartir con los otros también es un acto político. Cada ser humano debe tomar para sí una parte de los problemas del mundo para añadirla a su problema personal. La idea del “yo” es insuficiente porque no existe algo como ser negro y ser libre hoy. Asumirse como negro es identificarse con un grupo cuya experiencia común también se basa en un trauma, y eso exige hurgar en una herida para que juntos la podamos curar. La blanquitud, por su lado, depende de esa herida abierta para continuar manteniendo su hedonismo vivo, negándose a renunciar al privilegio, y relega la tarea de acabar con un problema que es de la humanidad, a una parte de ella. Hay que liberar la piel. Ese es el destino de la conciencia racial. La unión a través de una actitud comunitaria es la verdadera misión civilizadora. ¿Qué trabajo colectivo se puede hacer para superarlo? ¿Qué ejemplos concretos podíamos poner en práctica?
Marcos: ¡Resistir es lo que hemos hecho! Podían hacerse actividades de sensibilización para los más jóvenes, en las escuelas, desmitificando los prejuicios en todas las áreas, racial, religiosa, social.
Big: Informar cada vez más, porque la información es un salvavidas para su mente.
Maria: La educación debe ser uno de los puntos revisados. Continúa a enseñarse en las escuelas la noción de colonialismo como algo benéfico. Otro será la recogida de los datos étnicorraciales en Portugal.
Ulício: El hecho de que no nos hayan permitido que avancemos con la recogida de dados étnico-raciales en el próximo censo general de la población de 2021 constituye un desastre. Han atrasado una década más la posibilidad de estudiar la situación real desde el punto de vista estructural, contribuyendo con datos científicos para su comprensión y resolución. Sabemos que un debate a ese nivel revelará la cara del racismo que quieren mantener escondido. Pero hace falta discutir el racismo fuera de las rejas de la negación. Este obstáculo a la investigación es consciente, porque imposibilita el combate al racismo con las mismas herramientas con que él fue creado. Esto es, científicamente. Continuamos luchando para que el Estado desempeñe su función, al tiempo que esa institución ha demostrado cíclicamente que opta por desempeñar un papel de obstáculo a nuestro desarrollo. En comunidad conseguimos construir y crear poder, ya nos demostramos eso a nosotros mismos. La experiencia de los Panteras Negras y todo lo que ella representa nos debe servir de ejemplo una vez más.
Lolo: Creo que los portugueses blancos deben repensar la sociedad que están construyendo, porque ese trabajo no es solo responsabilidad de la comunidad negra – y lo estamos asumiendo todos los días. Repensar su comunidad, repensar si es ese país racista el que quieren alimentar, si las personas que quieren ver en el poder mañana son personas que van a acabar con el racismo estructural. Y si no es esa sociedad la que quieren, si no es replicar ese comportamiento colonial, tienen que trabajar junto a su comunidad. Deconstruir el racismo también tiene que ser una lucha de personas blancas. Es una responsabilidad que ellas tienen que asumir, porque de nuestro lado ya lo estamos haciendo, y ya estamos muy cansadas. Tienen que tomar conciencia de su lugar y empezar a trabajar entre sí para deconstruir, si queremos que la lucha sea continua, y tener un Portugal menos racista.