‘Woman’: íntimo relato de todas las mujeres

‘Woman’: íntimo relato de todas las mujeres

La cineasta Anastasia Mikova y el fotógrafo Yann Arthus-Bertrand estrenan 'Woman', un viaje documental por 50 países en el que cerca de 2.000 mujeres cuentan experiencias muy personales de orgullo, dolor y trauma.

17/03/2021

Fotograma del documental.

Recuerdo tener que ayudar a mi madre a meterse en la bañera, ya débil por la enfermedad pero no lo suficiente como para poder ducharse sola. Solo necesitaba un punto de apoyo para sobrepasar el borde de la tina. Recuerdo cómo se desvestía y, aun habiéndola visto ya en numerosas ocasiones, recuerdo sus intentos de ocultar de mi campo de visión la cicatriz que lucía en el pecho. Recuerdo decirle que no se preocupase, que yo no miraba, y al día siguiente, bajo la misma operativa, recuerdo volver a sentir cómo trataba de disimularla de nuevo.

Hay cicatrices que traspasan lo físico y que no terminan de cerrarse con puntos. Por aquel entonces yo no tenía la misma madurez que ahora, ni reflexionaba a un nivel global sobre las cosas que sucedían en mi casa. Solo deseaba que mi madre pudiese vivir sana y sin complejos y centraba todos mis pensamientos en ello. Con la distancia que regala el paso del tiempo, ahora creo entender muchos más aspectos sobre la feminidad que por aquél entonces quizás me venían demasiado grandes.

Es entonces cuando llega una película como Woman, de Anastasia Mikova y Yann Arthus-Bertrand , y todas mis creencias se derrumban por completo. Quizás yo conocía a una mujer, pero ¿qué se yo de lo que significa ser mujer? ¿De las heridas y cicatrices que ello conlleva? ¿De la invisibilidad que ello genera? ¿Del impacto que resulta ver tu cuerpo cambiado frente al espejo?

Woman tiene un propósito muy simple pero consta de un trabajo soberanamente arduo: mostrar la mayor variedad posible de mujeres que pueblan en lo largo y ancho de este mundo, que cuenten sus experiencias, sus traumas y sus deseos a cámara. Más que un documental, la obra de Arthus-Bertrand y Mikova es un retablo infinito que roza el estudio antropológico. El popular fotógrafo, acostumbrado a realizar panorámicas paisajísticas por tierra, mar y aire – Desde el cielo (2006), Planeta Océano (2012) – y la codirectora Mikova, ya trabajaron conjuntamente en un proyecto muy similar llamado Human (2015), una exhaustiva colección de imágenes e historias sobre la raza humana. Es el turno de plantearse una definición de las mujeres a través de sus historias compartidas. El documental recoge una totalidad de 2.000 entrevistas a mujeres de 50 países diferentes. Por la pantalla se suceden rostros de diferentes edades, razas y etnias, a través de una una fotografía (busto iluminado sobre pared oscura y neutral) nítida y un casting probablemente bastante concienzudo.

De la parte oral de este relato unificado se puede sustraer una belleza despojada de territorios de lo físico. Me refiero a una belleza de las palabras. De las lágrimas y del sentimentalismo que rezuma en cada historia individual. En la proyección comercial de Woman, el discurso tiene la misma relevancia que las imágenes, y por ello los subtítulos de las intervenciones, esenciales para entender la universalidad de sus relatos, están situadas al costado de cada rostro, y no en la parte inferior de la pantalla como acostumbran a aparecer en toda obra audiovisual. Así, escuchamos todo tipo de lenguas y dialectos pero la información sigue llegando al mismo nivel en el que percibimos todo tipo de pieles y cabellos.

Problemas personales / Soluciones colectivas

Dada su amplia cobertura, es complicado no verse reflejado de algún modo en el discurso de Woman. A lo largo de su metraje aparecen mujeres afectadas por el cáncer de mama, con la misma cicatriz que mi madre, y aquí es donde yo encontré un punto de comunión con mi historia personal. Pero esta es solo una parte minúscula de un todo mucho más global.

El viaje de Mikova y Arthus-Bertrand sigue una narración cronológica que coincide con el paso del tiempo en la vida de una mujer y las condiciones físicas, políticas y sociales que le acompañan en cada etapa. De esta manera se tratan primeramente temas como la menstruación y la ablación en territorios donde esta todavía se practica, para llegar posteriormente al sexo, el matrimonio, la violencia de género, la maternidad, la brecha salarial, la enfermedad y la madurez. Pero también de cuestiones no necesariamente menos banales sobre cómo debe salir una chica de casa o cómo debe combinar su ropa interior para ajustarse a las expectativas del patriarcado en Occidente (momentos en los cuales se escuchó el quejido de algún que otro discordante entre el público de la sala).

Temas, en definitiva, comunes que se convierten en experiencias totalmente individuales y diferentes para cada persona. En el conjunto podemos encontrar momentos trágicos y otros mucho más cómicos. Algunos de ellos inspiradores y otros terriblemente impactantes, pero de alguna manera absolutamente todos encuentran su razón de ser en el relato del filme.

Como indicaba la activista Carol Hanisch en su ensayo de 1969 Lo personal es político, muchas de estas historias narradas vienen vinculadas a los efectos que ciertos contextos geo-políticos o sociales tienen sobre el cuerpo y la feminidad. Más allá de los tradicionales roles de género, la integridad física y emocional de algunas mujeres se han visto trastocadas durante el transcurso de sus vidas por el simple hecho de ser mujeres. Hanisch aportaba en su ensayo: “Las mujeres tienen problemas, ¡no están enfermas! Lo que necesitamos es que cambien las condiciones objetivas, no ajustarnos a ellas, y la terapia se está acomodando como alternativa al malestar personal”. El documental, que bien podría servir como una terapia individual –ya que va entrevistando a las mujeres una por una–, podría estar cumpliendo funciones de liberación individual. Pero la llamada a la acción pasaría por el montaje y final estreno de la obra, que integra todas esas individualidades en una sola bajo el lema de “diferentes, pero iguales”. “Los problemas personales son problemas políticos. No hay soluciones personales por el momento. Solo hay acción colectiva para una solución colectiva”, escribía Hanisch. No podría haber una lucha feminista si no se incluyese a todas las mujeres.

La obra de Mikova y Arthus-Bertrand realiza un notable trabajo al exponer estas voces, algunas de las cuales nunca habían hablado sobre su situación, su experiencia traumática o incluso sobre sus placeres. “No sé lo que es. Un día lo escuché en la tele. No lo entendí”, declara una de las mujeres de edad avanzada cuando es cuestionada acerca del orgasmo. El fin del silencio no solo provoca un palpable desahogo de las entrevistadas, aunque sea mínimamente momentáneo antes de volver a su cotidianeidad, sino que además contribuye al diálogo y el debate. Como cita una de ellas, “el silencio genera violencia”. Y por ello decide denunciar el acoso que ha recibido. El silencio es toda una vía libre para que se den circunstancias en las que sucedan abusos de tipo sexual, verbal o de poder, que muchas mujeres deciden omitir de su historial para no ser señaladas en el ámbito patriarcal en el que viven.

Frente al silencio violento, el poder de la palabra puede ser un revulsivo. Impacta la declaración de una mujer que explica cómo trataba de esconder como podía su feminidad a medida que los cambios en su cuerpo se iban desarrollando durante la adolescencia. Se tapaba los pechos y trataba de ser lo menos voluptuosa posible a ojos de su padre, quien pronto comenzó a sentir deseos de atracción y abusó de ella desde los 13 hasta los 18 años. Emociona también, a modo de contraste, cómo esa feminidad en desarrollo era buscada por una mujer que nació con órganos de hombre: “Para muchas mujeres ser mujer es un don de la naturaleza. Para mí es un autoregalo”.

El documental, al igual que este texto, podría pecar de estar bañado de un tinte de paternalismo. Pero lo cierto es que en pocas ocasiones un título comercial –por muy arty que parezca por momentos, al fin y al cabo hablamos de una pieza fílmica con estreno en cartelera– reparte sobre la mesa todas las cartas de una baraja tan amplia, generando así un discurso que rumiar mientras abandonas la sala. El día a día no presenta suficientes oportunidades para convocar tantos tabús sociales y otros temas menos tratados fuera de los círculos de debate. Como afirmaba la propia Mikova en una entrevista con el periodista Alfons Gorina en el programa La finestra indiscreta de Catalunya Radio, “nunca es tarde para que un hombre aprenda algo nuevo”.

Viaje a todas partes

El documental no solo se compone de entrevistas, sino que también está integrado por planos fijos a modo de “postales” en movimiento, utilizadas como pausas narrativas. Es aquí donde quizás se hace notar más la autoría fotográfica de Arthus-Bertrand. Algunas de las mujeres que realizan declaraciones aparecen enmarcadas en sus escenarios habituales. Lo mágico de estas imágenes reside en la mirada a cámara que sostienen como si posasen para una foto. Ellas permanecen quietas mientras el mundo a su alrededor continúa moviéndose. Aunque es un espacio dedicado a las mujeres y ofrece a las personas asistentes al film mucha más información sobre la cotidianeidad de las mismas que antes o después cuentan en un plano mucho más privado, la imagen dota a esas figuras detenidas aquel aire de invisibilidad que mencionaba anteriormente. Ya no solo se percibe un tipo de invisibilidad física, sino también temporal, en la que la labor de la mujer ha pasado desapercibida en un plano y en otro. Con todo, Mikova y Arthus-Bertrand  proponen un viaje a todos los entornos donde se subraya con dicha quietud la presencia de la mujer: desde granjas estadounidenses hasta clubes de copas, oficinas, poblados indígenas, hospitales del tercer mundo y casas familiares.

“La feminidad –afirma Mikova en el citado programa de radio– es algo también mucho más poético”. Al comienzo y al final del documental observamos otro tipo de imágenes: danzas muy identificables con el cuerpo y elementos como el agua o el aire, como una mujer de largos cabellos morenos bailando bajo el mar en presencia de una ballena. Estas imágenes conectan con algo mucho más místico. Además de esta conexión orgánica y espiritual entre la mujer y el animal, el agua nos traslada inconscientemente a cuestiones naturales como la fecundación o el embarazo. Por el contrario, otra secuencia muestra cuerpos que danzan bajo las leyes de la gravedad en una especie de ventanales de un rascacielos, de los cuales se impulsan y en los que vuelven a caer porque están sujetos a ellos con cuerdas. Sus movimientos señalan sensaciones mucho más volátiles, como el paso del tiempo o la libertad. Según palabras de Mikova, estas secuencias tardaron más de un mes en filmarse y sugieren un largo trabajo por parte del equipo creativo para vincular la condición humana con lo artístico.

Como explica la web oficial del film y una entrevista a Mikova durante la filmación de la obra, esta declara que más que una película, se trata de una proyecto con diferentes vertientes. Una de ellas consistía en localizar las diferentes oenegés relacionadas con las mujeres alrededor del mundo para encontrar a aquellas que quisieran testificar frente a la cámara y así generar un espacio de discusión. Por otro lado, a partir de la obra el equipo ha creado una Asociación de Mujeres en los medios de comunicación y las noticias – Association WOMAN(s) – para impulsar el mensaje de la película y poder dar voz a aquellas que nunca han sido escuchadas.

“El próximo mes vamos a Bangladés y hemos organizado entrevistas con las mujeres rohinyás. Han tenido que abandonar su país. Muchas de ellas han sido violadas. Estamos trabajando con una oenegé que las ayuda a diario para que ellos puedan explicarles el proyecto”, explica Mikova en una entrevista para Canon durante la filmación de Woman, cuando comenta sobre la dificultad de conseguir declaraciones de algunas de sus entrevistadas. La cineasta asegura que junto con ella trabajaba un equipo de periodistas mujeres para que las visitadas tuviesen la confianza de hablar de ciertos temas íntimos, aunque sabían que posteriormente un público global vería esas entrevistas. Pero también cuenta cómo en otros casos la presencia de un hombre era necesaria en el equipo de rodaje para que los maridos de esas mujeres confiasen que estaban en buenas manos y aceptasen que su mujer realizase la entrevista.

En plena pandemia y como título secundario dentro de una oferta fílmica siempre dominada por las producciones mayores, Woman tendrá con toda probabilidad un alcance de público limitado. Estas pequeñas piezas quedan habitualmente enmarcadas como una muestra, casi museística y digna de National Geographic, de las capacidades y proezas de los documentalistas y fotógrafos a la hora de realizar un tratado sobre algo tan genérico y tan concreto a su vez, destinado a un fin más educativo que comercial. Quizás su recorrido sea simplemente anecdótico, pero a cualquiera que le llegue esta película se verá sumergida en un aprendizaje –y en una celebración al mismo tiempo– sobre las vidas femeninas, sobre su lucha, sus lágrimas, su sudor y sus cicatrices escondidas.


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