Sorpresa
¿Qué nos sorprende del 8M? Puede ser la protesta, la reunión o incluso la celebración. Pero, ¿estará la sorpresa en las pancartas y los cantos o en las flores y la felicitación? Incluso habría que preguntarse si lo que nos inquieta es quién las recibe o, mejor aún, quién y en qué contexto se las asigna.
“Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar” (“Perfidia”, cantada por una voz travesti)
Y así empezaba cada 8M, en ese desparramarse en rosas, tarjetitas y melaza hecha palabras para las mujeres. Hablemos de la sorpresa y de lo poco que sorprende lo que no lo es. No sorprende el protocolo de rigor, así como tampoco sorprendía en mi entorno que la felicitación se extendiera hasta mí. Desde fuera, podría sorprender el malestar que me traía ese día, pero dentro, para mí, ese malestar era la única respuesta que me quedaba; el trazo subjetivo mínimo que podía impregnar el entorno como tinta de pulpo para procurarme una salida.
Ya agasajadas ellas y cumplido el deber de la seducción ignorante por parte de los Hombrecitos, el día se convertía en una broma. Ni se reía con ellas, menos aún para ellas, aunque esta fuera otra forma de reírse de ellas: la broma servida en su salsa éramos, junto a las que intencional y burlonamente no se les felicitaba por machonas prelésbicas negadas como féminas, algunes otres desgraciades y yo por mariposones, locas, afeminados y mujercitas. En ese orden ascendente es que me mordían las categorías que me hacían espectáculo.
Recibíamos felicitaciones y para mí, al menos, significaba caer en las violentas manos de un doble mensaje: lo que era un festejo legítimo y –solo años después descubriría- era una reivindicación necesaria y atemporalmente urgente de la que formaba ya parte, contenía un insulto y un reconocimiento al mérito de lo humillante de mi existencia o lo que hacía que se la humillara. Ya en la bandeja de la comedia, ante los comensales, no podía dar gracias ni hacer una sonrisita condescendiente y tampoco podía quejarme ni dar muestra de que me sentara mal el gesto ilustre de la felicitación. De lo contrario todo confirmaría nuestro mayor temor: yo no era un hombre, pero tampoco una mujer, sino una maricona, una ramita torcida de manita en vaivén, una aberración bordada en femeninos y finalmente–lo que ahora celebro en alto y claro mensaje- una travesti de lenguas tomar.
Hoy, lejos de ese día y hasta con los moratones convertidos en la piel parda de una ilusión encarnada y andante, sé poner la sorpresa y el malestar en donde corresponden: que tengamos que recitar, porque hay que explicar a personas adultas hechas y derechas que “solo sí es sí”, que “los feminismos son con las putas, las migras, las lesbianas, las personas trans y las personas racializadas o no son”, que “las niñas no se tocan, no se pegan, no se violan, no se matan”, que “si nos tocan a una nos tocan a todas”, que “no es abuso, es violación”, que “aborto libre y seguro ya”, que “contra el fascismo, toma feminismo”, que “el machismo mata”, que “patriarcado, racismo y capital: alianza colonial”, que “los cuidados son revolucionarios”, que “pongamos la vida en el centro” y todos los que me estoy dejando sin decir… En otras palabras, lo mínimo es que nos sorprenda que sorprenda hacer estos cantos de ideas fundamentales en las culturas patriarcales en las que vivimos. Ese es el lugar de la sorpresa.
Los cantos no solo son protesta y resistencia, son también celebración y algarabía. Claro que sí, porque celebramos la vida que nos devuelven los feminismos y porque es desde los afectos y los cuidados que resistimos y construimos. No son las luchas ni las guerras ni las violencias ni las fuerzas por los odios. Es el beso de cada una de esas mañanas de mi infancia a mi madre, el bolero con los piecitos sobre los de mi abuela, la confidencia y los hogares con mis amigas, los cuidados íntimos y la sensualidad emplumada con mis amores travestis, los juegos con les niñes, la escucha a los saberes y los sentires de compañeres… ¡Ah!
Con los dolores, la rabia y las pérdidas, celebrar es augurar presentes mejores por venir y que vienen porque los llamamos. Esa es también la magia y allí, cuando desordenamos los órdenes impuestos, realizamos las ficciones que nos hacen posibles, ampliamos el mundo disponible para que quepan más vidas vivibles y habitamos los no-lugares, es que somos las brujas reunidas en ella.
Pienso que celebrar y felicitarnos el día de las mujeres es homenajear, honrar, reconocer y ampliar las redes, lxs amigxs, lxs amores, los textos, los cantos, las direcciones comunes, las intersecciones comunitarias, los reconocimientos trans-subjetivos y las visiones primaverales. Y pienso tanto que siento y siento tanto que vivo. ¡Sorpresa!
Leer más: