La mirada secuestrada

La mirada secuestrada

El porcentaje de obras de ficción audiovisual dirigidas por mujeres en España es solo del 16 por ciento en una industria que no es solo creativa, también implica poder social y económico.

21/04/2021

Hay una forma de contar la realidad que nos ha sido robada en nuestro país. Pese al espectacular resultado de los Premios Goya de este año, el camino de las narradoras audiovisuales sigue siendo un cuello de botella de difícil acceso. Después de mucho esfuerzo, CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) ha iniciado un programa anual para impulsar las obras de mujeres. Lo avala Netflix, pero las cadenas de televisión generalistas, incluidas las públicas, siguen negándose a seguir criterios igualitarios y la ausencia de una carrera pública de cine en España dificulta el acceso e impide que podamos consumir historias creadas por todo tipo mujeres.

Cuando somos conscientes del poder insólito que tiene la ficción para interpretar la realidad y de que el porcentaje de obras de ficción audiovisual dirigidas por mujeres en España es solo del 16 por ciento y (datos de 2020), entendemos muchas cosas. Porque entonces, no solo se trata de la discriminación de las profesionales de un sector que, en España, se encuentra gravemente masculinizado, sino de un problema que padece la sociedad entera, a la que han secuestrado, sin motivo alguno, una diversidad, un punto de vista diferente de ver las cosas que nos pasan.

La sombra de este sexismo es más larga de lo que parece también porque, si las jóvenes españolas no se sienten identificadas con el cine patrio, difícilmente pueden verse alentadas a dedicarse a este sector, teniendo en cuenta la energía extra que a ellas les supone hacerse un hueco en él.

En otros ámbitos de la ficción el sesgo no es tan grande: en las librerías vemos como cada año aumenta vertiginosamente el número de novelistas, por ejemplo, pero en cuanto los proyectos creativos requieren una apoyo financiero especial, como ocurre en el ámbito audiovisual, los nombres de las mujeres caen como globos desinflados. Este es el motivo por el que las pocas mujeres que consiguen dirigir o guionizar cine o series en España, a diferencia de los hombres, deben conformarse con los presupuestos más bajos y es también la razón de que tras una ópera prima, que acapara los titulares durante un tiempo y nos hace creer que la industria está cambiando, la trayectoria de las mujeres se estanque porque, más allá del reclamo, “no se confía verdaderamente en ellas”, revela la guionista y directora Virginia Yagüe, miembro de la junta directiva de CIMA. .

En los inicios del cine, en cambio, las mujeres fueron pioneras. Cuando se trataba de un medio eminentemente artístico, la paridad no era un problema. ¿Qué ha pasado desde entonces?, ¿en qué se diferencia el sector audiovisual de otros ámbitos creativos? Pues ha pasado que el cine o las series se han convertido en el medio de comunicación de mayor potencia social. Ya no son solo una manifestación creativa, sino un poder industrial, que mueve una cantidad ingente de dinero y puestos de trabajo, y un poder sociológico, que controla los mensajes y relatos que más consumimos, y es el responsable de que estos tengan mayoritariamente firma masculina. Pasa que estamos hablando de poder, del económico, del decisorio y del ideológico. Y entonces, las mujeres, no. Ahí no.

Por eso, aunque este año los Goya se hayan merecido el sobrenombre “de las mujeres”, para hablar de la realidad más allá de los focos, he preferido hacer eco del premio concedido por el Festival Internacional de Huesca, tradicionalmente sensible con el tema de las mujeres, a CIMA, entidad que trabaja tras las cámaras para evitar el sexismo especialmente arraigado en España, parece mentira, en un medio, como es el de la ficción audiovisual, que tiene un poder socializador superior al sistema educativo.

Proyecto CIMA Impulsa

CIMA lleva desde 2006 peleando, pero no ha sido hasta el año pasado cuando ha podido contar con las ayudas suficientes para sacar adelante un proyecto que promete dar un giro esencial a la brecha de género existente en el sector. Con el apoyo de Netflix y del ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, adscrito al Ministerio de Cultura), está a punto de abrirse la segunda convocatoria de CIMA Impulsa, un programa anual de asesoramiento y formación de proyectos de largometrajes, series o documentales presentados por mujeres (con experiencia o noveles) con el objetivo de ayudarlas a mejorarlos y facilitar su comercialización.

Hasta tres de las participantes que tengan intención de dirigir su guion podrán, además, ser seleccionadas por Netflix para formar parte de su programa específico Female Director Shadowing Program, acompañando a directores de la productora para aprender el oficio. Debido a los buenos resultados obtenidos en su primera convocatoria, para la segunda, el programa CIMA Impulsa “ha aumentado la dotación presupuestaria y prevé ampliar el número de proyectos seleccionados”, indica la directiva de CIMA.

El sexismo de las televisiones nacionales

El nuevo proyecto de CIMA sin duda va a favorecer la producción de un mayor número de obras creadas por mujeres, pero el tejido industrial español va a tener que experimentar un cambio decisivo si no quiere evidenciar todavía más su desfase.

Desde la asociación hacen eco de que los canales de televisión con licencia concedida por el Estado para emitir en abierto, Atresmedia (Antena3, La Sexta, Neox, Nova, Mega, Atres Series…) y Mediaset (Tele5, Cuatro, Boing, Factoría de Series, Divinity…), incumplen abiertamente la ley de igualdad. La presencia de obras de ficción firmadas por mujeres en ellos es casi inexistente y si valoramos el contenido general de su cartelera, es fácil entender por qué el sexismo se encuentra tan arraigado en nuestra sociedad. A eso hay que añadir que “ninguna productora española hasta la fecha haya implementado un plan de igualdad”, denuncia Virginia Yagüe, lo que significa que no les importa la discriminación imperante tras las cámaras y delante de ellas.

Pero lo que todavía resulta más sangrante es que en el ente público no exista un criterio igualitario ni en la emisión de ficción ni en la compra de proyectos de nueva creación. Este año, por ejemplo, en la primera mesa de valoración, “de un total de veintidós nuevos títulos, solo seis están liderados por mujeres. Y este porcentaje minoritario es la pauta general”, advierte la directiva de CIMA. El problema de RTVE a este respecto es especialmente profundo porque la entidad se muestra completamente opaca sobre quién decide y con qué criterios las series y películas que emite o adquiere, un hecho difícil de encajar a estas alturas en una entidad pública, que la asociación de Mujeres Cineastas viene denunciando desde hace tiempo y ha sido comprobado por la que escribe.

Desde CIMA se espera que el recientemente elegido nuevo Consejo de Administración de RTVE solucione este problema. Sin embargo, el fallido concurso público que prometía normalizar de una vez por todas el proceso de selección de este órgano directivo no augura precisamente cambios decisivos en cuanto a la transparencia del ente público.

Mujeres invisibles del cine. Dirigido por Rebeca Calle. #CIMA #MICA #Instituto de Cine. (versión corta) from Cima Mujeres Cineastas on Vimeo.

Una formación para todas (en plural)

Hay otro factor para explicar estos índices tan bajos en la producción de ficción de mirada femenina en nuestro país y que nos hace cuestionar si la creación audiovisual es un campo al que todo tipo de mujeres pueden acceder en igualdad de condiciones.

A diferencia de otros países, donde las escuelas públicas de estudios superiores de cine son gratuitas y de excelente nivel (como en Francia, Alemania o Cuba), la formación de cine en España es privada y, en consecuencia, no dispone de un sistema de becas que garantice el acceso a la totalidad del alumnado que no alcanza un determinado nivel de renta. A este hecho hay que añadir que la mayoría de los centros formativos de cine se ubican en unas pocas grandes ciudades donde el alquiler de vivienda es escandaloso y por tanto otra barrera difícilmente salvable si no has nacido en ellas.

Si además de estos datos, tenemos en cuenta que las tasas de desempleo de las creadoras en España duplican a las de los hombres y su precariedad laboral sobrepasa el 50 por ciento respecto a sus compañeros, en un sector ya difícil de por sí (del que se desentienden las plantillas estables y de los que más paro genera en España entre los jóvenes) podemos concluir fácilmente que para que una mujer se dedique a hacer cine en España, como mínimo debe contar con recursos no disponibles para todas.

Por eso, una de las cosas que también se agradece a CIMA es que facilite que al menos un 40 por ciento de los proyectos seleccionados para su programa Impulsa se dirija a mujeres no integrantes de la asociación y, de esta manera, faciliten el acceso a las mujeres en paro o sin recursos, como son las jóvenes en edad formativa y una gran mayoría de mujeres del sector. Puede parecer una tontería, pero pagar una cuota mensual por pertenecer a una asociación no está al alcance de cualquiera. Al menos no para las que corren a coger el último metro porque no se pueden costear un taxi, “personas normales” como la Sara Garrido de La hija de un ladrón, como Pilar en Te doy mis ojos o como Leonor en el Viaje al cuarto de una madre.

Si se trata de diversificar de forma real, la mirada o la perspectiva desde la que se interpreta la realidad, el objetivo trasciende los lindes de las profesionales del sector y es necesario facilitar también el camino para llegar a él, de manera que exigir una formación pública de cine en España debería ser una prioridad. En su defecto, promover el aumento de las becas totales para la formación privada ya existente o un cupo mayor de ayudas para el desarrollo de proyectos de todo tipo de mujeres, como el propuesto por CIMA, son avances significativos, pero hace falta algo más para facilitar el acceso a las creadoras. Y es que el feminismo en este ámbito más que en cualquier otro, por su inmensa trascendencia social, tiene que velar, una vez más, por una interseccionalidad que garantice la democratización de la mirada creativa de cara a la buena salud del pensamiento colectivo, que tanta falta nos hace.

 

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