‘Nomadland’, duelo y libertad

‘Nomadland’, duelo y libertad

‘Nomadland’ es poesía visual. Profunda y delicada, hace suyos dos constantes ejes de lucha de las mujeres en disidencia. Por una parte, la dependencia emocional y el mito del amor romántico. Y por otra, la dificultad de construir nuestra identidad como humanas, desde una socialización de género atada al capitalismo y al patriarcado.

28/04/2021
Una mujer anda en una gran llanura con una linterna

Fotograma de Nomadland.

El enorme filme Nomadland brota de un guion adaptado a la gran pantalla por la propia directora, Chloé Zhao (The Rider), a partir del ensayo periodístico de Jessica Bruder, País Nómada, supervivientes del siglo XXI. El texto visibiliza a una clase media trashumante, integrada por personas mayores en un alto porcentaje, que vive y sobrevive a lo largo y ancho de las carreteras estadounidenses. Con pensiones exiguas, tras toda una vida de trabajo, deciden vender sus casas para sobrevivir a las consecuencias de la recesión de 2008, al sistema sanitario, a hipotecas voraces e inflados alquileres. Esta situación afecta especialmente a las mujeres, que doblan a los hombres en número en las estadísticas de la pobreza de Estados Unidos, ya que muchas de ellas fueron cuidadoras en diferentes épocas de su existencia y el mercado laboral las privó de las oportunidades necesarias para su consolidación profesional.

Nomadland las coloca en primer plano a través de su protagonista, Fern (Frances MacDormand) y las nómadas reales (Linda May y Swankie). Amigas del alma que la apoyan y acompañan como mentoras a lo largo del periplo vital que supone su proceso de adaptación. Chloé Zhao, directora, guionista, editora y productora del filme, nos conduce con ligereza a través de la sensibilidad y expectativas vitales de una mujer de 60 años, para entregarnos un viaje iniciático de la humanidad. “Mujeres mayores que han vivido en sus casa la mayor parte de sus vidas con un estilo de vida tradicional, de un día para otro, cambian de mentalidad, se hacen autosuficientes y se lanzan a la carretera. Nos parecía fascinante”, contó Zhao en una rueda de prensa del Festival de Venecia.

No es un asombro que lo hagan o que lo consigan, sino que lo hagan y lo consigan con la presión e incomprensión cultural que las envuelve para que no lo hagan. Y, además, por lo que supone que una mujer mayor, sea o no sea madre, (en este caso no lo es ni quiere serlo) abandone cualquier rastro de vida convencional aceptable para una mujer de su edad y se convierta en una outsider, diana de paternalismos y sentimientos de lástima explícitos.

 

Sinopsis violeta

Fern es una viuda de 60 años con una vida demasiado apegada al recuerdo de su relación amorosa. Como tantas otras mujeres de su generación, se consagró a ella durante toda su existencia. Tras morir su pareja y velar el santuario de sus recuerdos, sale al mundo impelida por un drama social. El quiebre de la mina donde trabajaba con su marido y la destrucción de todo un pueblo minero. Fern se lanza a la carretera en furgoneta en un momento vital de gran vulnerabilidad económica y emocional. En el trayecto, emprenderá un viaje interior de autoconocimiento que la ayudará a despedirse de sus seres amados y a establecer lazos de comunicación con el mundo y con los demás desde sí misma.

Multitud de premios
Entre su extensa lista de galardones, la película ha sido distinguida con tres Premios Oscar concedidos por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. A la mejor dirección (Chloé Zhao), mejor película (equipo de productores y directora) y mejor actriz (Frances McDormand). Los Oscar son quizás los más populares, pero la labor de dirección de Chloé Zhao ha sido reconocida por asociaciones del periodismo cinematográfico y círculos de la crítica en diversos estados. Así como en los Independent Spirits, premios otorgados al cine independiente, normalmente entregados un día antes de los Oscar. Además, ha sido galardonada con el León de Oro del Festival Internacional de Venecia, (mejor película) y el Premio del Público en el Festival Internacional de Toronto, entre otros reconocimientos.

Mujeres mayores contra la dependencia emocional

Fern es un personaje construido de retazos de otros muchos. Nos lleva de la mano por las razones que mueven a este colectivo a dar un salto de tamañas dimensiones, en los límites de la exclusión social y la huida de las rígidas alternativas que impone la sociedad de consumo. Cada nómada tiene una motivación, pero el común denominador es una debacle económica y social. Asimismo, el viaje interior se hace ineludible, fruto de un espíritu de dignificación personal tras el drástico cambio vital. El espacio de lucha interior de nuestra protagonista se dirime sobre las bases del duelo y la dependencia emocional, el autodescubrimiento y el compromiso con su propio proceso.

Desde el inicio de la película, Fern no deja de despedirse. De su hogar, de sus vecinos y vecinas, de la manera de recordar a su amor, de compañeras que le salvan la vida y el corazón, de personas a las que decide no seguir. Su arco de transformación está ligado a la despedida y al mismo tiempo al reencuentro.

Elabora un duelo constante que la abocará a gestionar su soledad y su intimidad de manera nueva y transformadora. La película refleja así la naturaleza de la propia vida, la inevitable reconciliación entre soledad y compañía interior, la necesaria apertura hacia las relaciones que nos construyen, permitiendo que desaparezcan o se transformen. Un mundo nuevo donde todo es mutable y tan solo permanece la naturaleza y un eterno crepúsculo que ilumina con su atardecer toda la película.

Dos mujeres hablan, de perfil, una saca la cabeza de dentro de una furgoneta

Frances McDormand (izda.) y la directora, Chloé Zhao en un momento del rodaje.

Las mujeres no hemos tenido demasiadas oportunidades para construir nuestra soledad (y por tanto nuestra identidad) de forma enriquecedora. La socialización cultural patriarcal de lo femenino no nos permite individualidad ni autonomía. El amor romántico nos distrae y nos hace perdernos de nosotras mismas. Los cuidados se ordenan desde el sacrificio y nos lastran, mientras intentamos adaptarnos a una sociedad marcada por la necesidad de éxito, de producción y de rendimiento. Al mismo tiempo, nos hacemos dependientes de los demás en lo económico y en lo emocional.

Nomadland retrata este obstáculo de la socialización de lo femenino y ofrece la elaboración de una alquimia interior, imposible sin alianzas entre las mujeres en situaciones de precariedad o vulnerabilidad. Compartir la intimidad se convierte en un recurso de enorme poder en momentos comprometidos. Las amigas de Fern son poderosas, generosas hasta el infinito, se hacen imprescindibles para que el personaje pueda emanciparse, transformarse y establezca lazos de comunicación desde sí misma, como individua completa, consigo misma y con el mundo.

Mito romántico

Sí, hay amor romántico en la historia de Fern. Era algo necesario en la construcción del personaje y su proceso de duelo y de superación. Pero la experiencia de la protagonista es tan sustanciosa y esencial, tan ligada a la verdad de su ser y al compromiso con su propio proceso, que sabe esquivar los engaños y ficciones con los que se encuentra. A pesar de que el hombre que se presenta ante ella sea de su agrado.

Con toda intención, el guion plantea un modelo de varón que, aunque parece un buen tipo, tiene actitudes machistas. La protagonista rechaza las ofertas controladoras, los intentos de ayuda que no necesita, las ofertas de compañía que son fruto del miedo a estar solo o a tomar decisiones complicadas. Porque sería impedirse a sí misma su propia naturaleza, sacrificarse nuevamente, postergar su proceso de autodescubrimiento y reelaboración del duelo. Acepta el amor, se permite la oportunidad de pensar en otra persona, pero su independencia y compromiso con su autenticidad están por encima de todo. Sabe diferenciar su propio camino de los procesos de la otra persona. No quiere formar parte de sus vínculos de afecto, donde reinan los hombres maravilla y la maravillosa relación que hay entre ellos que excluye a las mujeres.

Estas decisiones de la protagonista arremeten contra la dependencia emocional y la construcción idealizada del amor romántico heteropatriarcal. A pesar de que no pueda distanciarse aún del sentimiento de pertenencia hacia su pareja fallecida. Ni de la relación entre matrimonio y amor eterno. Fern está en proceso de transformación. Y su decisión vital de lanzarse a la carretera no es una huida, ni un acto desesperado, ni una evitación de la existencia, sino todo lo contrario. Es un encuentro consigo misma.

una mujer camina y de fondo se ven varias autocaravanas en una carretera

Fotograma de Nomadland.

Poesía visual, ficción y realidad

La realizadora Chloé Zhao pone énfasis en transformar el crudo lenguaje periodístico en una mirada cinematográfica de excelsa belleza. En ocasiones, el periodismo puede aplastar a los sujetos inmersos en situaciones vulnerables. Por ello, se esfuerza en crear un espacio de seguridad y dignificación donde el elenco no profesional, nómada real, aparezca siendo él mismo, fortalecido dentro de la narrativa. Una atmósfera donde puedan trascender sus motivaciones y podamos empatizar con ellas.

La elección de los personajes secundarios refuerza ese aire de transparencia sin ambages, de sencilla e inocente apertura. Todo se dispone para filmar lo verdadero, en un alegato contra la apariencia de las cosas, a favor de un profundo significado de la existencia humana.

Con una cámara intimista, física y emocionalmente, vivimos en carne propia las interpretaciones, que resultan orgánicas, naturales, potentes. Tanto los diálogos de intensa carga emotiva, como los momentos de plenitud existencial. Los planos se suceden con rapidez, cambiantes, heterogéneos, diversos, rodados cámara en mano o steadicam a pie junto al personaje. Ofrecen un lenguaje fílmico en libertad, con panorámicas, planos movidos, enfoques y desenfoques. Una planificación muy estilizada, de grandes contrastes, como lo es quizás la cruda realidad que interpreta la película.

Nos adentramos en el mundo de Fern siguiéndola por paisajes inabarcables, con una cámara distanciada y contextualizadora, grandes planos generales de paisajes urbanos y naturales típicamente estadounidenses. Una fotografía soberbia (Joshua James Richards) que atrae la mirada hacia montañas, desiertos y bosques, evidenciando su tamaño colosal, su delicadeza y dureza, su permanente silencio. Planos detalle que nos permiten respirar, asimilar emociones, enlazar conceptos. La acompañamos por el duelo de su relación, a través de primerísimos primeros planos que sumergen nuestra mirada en su sentir. Suaves contrapicados magnificadores que engrandecen a los personajes. Y ante tal diversidad, el fluir de las imágenes resulta ligero, flexible, volátil. Y nos aligeramos con su vibración, nos elevamos, sin poder evitarlo.

Incongruencias y cabos sueltos

No parece quedar muy claro el papel de Amazon en la propia película, debió autorizar el rodaje dentro de sus instalaciones. Sobrevuelan algunas preguntas sin respuesta que no aparecen si quiera en entrevistas con la distribuidora. ¿Cómo fue la relación con la marca? ¿Llegaron a algún acuerdo? ¿Puso condiciones? El libro la dibuja como una empresa explotadora que se aprovecha de un colectivo barato que necesita dinero. ¿Cómo es posible que se dejara convencer? La película, sin embargo, la muestra casi como una salvadora. Para empezar, la protagonista habla bien de la empresa. Se seleccionan escenas donde parece que Amazon se preocupa por la seguridad de las trabajadoras, muestra su magnificencia.

Por otro lado, al aplicar una mirada cinematográfica tan emotiva y casi épica ¿idealiza esta vida tan dura y, de algún modo, la preserva y fomenta sin señalar sus causas? ¿Habría algo de malo en ello? El filme presenta a una comunidad nómada ecologista, amante de la naturaleza, colaboradora, cohesionada. Podría decirse que se la muestra como un modelo de sociedad al que aspirar. Creemos que la crítica social, subyace y se filtra inexcusablemente por todos los poros de la piel del propio contexto social, de los personajes, sus diálogos y de la dignificación del colectivo.

No podemos más que recomendar una y mil veces, ver y volver a ver Nomadland. Para inundarnos los ojos de belleza, para sumergirnos en un mundo donde las mujeres mayores dictan clases magistrales sobre independencia y felicidad, para aprender qué significa compromiso con tu proceso vital, qué es disfrutar de tu soledad, ser más listas que el hambre, que la lluvia o las confusiones y los miedos de los demás.

 


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