Izaro Andres: “Mi objetivo es saber cómo relacionarme con el odio, desde el pacifismo”
Entrevista a Izaro, un referente musical en Euskal Herria, donde ha sido premiada recientemente con el Musika Bulegoa Sariak.
Izaro Andres Zelaieta (Mallabia, 1993) es cantante y compositora. Lanzó su primer LP, ‘Om’, en 2016 y, desde entonces, ha publicado una treintena de temas en diversos idiomas y ha colaborado con artistas internacionales como Miki Núñez, Xoel López, Valira o Kill Aniston. Su proyecto musical, Izaro, es en la actualidad un referente musical en Euskal Herria, donde ha sido premiada recientemente. Publicó su último álbum, ‘Limones en invierno’, en enero de 2020 y la gira que emprendió en marzo tuvo que ser aplazada como consecuencia de la pandemia.
Nos prometiste un limonero salado en tu primer single y ha dado sus frutos. ¿El 2020 ha sido más bien amargo?
Me cuesta hacer una valoración real sobre el 2020. Me he dado cuenta de que me cuesta muchísimo recordar cómo era antes la vida y, por lo tanto, me parece que el 2020 fue, a la vez, muy largo, pero, al final, muy corto. Si contabilizamos el tiempo en meses, creo que fue más bien amargo. Pero, cuando hubo buenos momentos, fueron especialmente buenos.
¿De qué momentos hablas?
Para mí fue un momento muy bueno cuando llegó el confinamiento en marzo, cuando se paró el mundo y yo me vi obligada a parar también. Intenté hacer mi vida fuera de la mente y con los pies en la tierra: despertarme, limpiar, cocinar, comer, pasar tiempo de calidad con mi pareja, deshacerme de los compromisos, no contestar el teléfono si no me apetecía, no contestar whatsapps, relacionarme solo con quien yo quisiera. Eso ha sido bueno para mí. No he creado, porque no considero que el confinamiento fuera inspirador. Pero como sector sí he percibido un cambio: la música es un sector muy heterogéneo, de mucho ego, no hay sentimiento de grupo como sector, es muy competitivo; pero, con la pandemia y el confinamiento, he visto cómo se ha tejido una red. Eso no estaba antes, y es un punto positivo para mí: nos hemos preocupado de verdad cuando a una compañera le iba mal y, nos hemos alegrado cuando hemos visto que hay ganas de conectar. Y en octubre, cuando por fin pudimos comenzar la gira, esa gira que rodó hasta enero ha sido especialmente bonita para mí. Durante todo el año vi a mi grupo hundido y, durante la gira, los vi felices por primera vez en todo el año, y eso ha sido precioso: darme cuenta de que he construido desde cero un proyecto donde, mientras está en marcha, para mucha gente significa salud mental.
Durante el confinamiento hubo un intento, casi a la desesperada, de llevar a las redes todo lo que antes se hacía en los escenarios. ¿En qué se parecen los escenarios y las redes sociales?
Hubo una gran ola: todo lo que se hacía físicamente se volcaba a las redes. Para mí, en una gran parte, fue una metedura de pata. Sentí que, durante el confinamiento, fuimos bufones de alguna manera. Me di cuenta de lo mal que se entendía lo que es la propia cultura, que se asociaba solo con el ocio. Creo que se simplificó en exceso lo que hace la cultura y nos convertimos en un zoológico. Nuestras jaulas eran los móviles y ese ‘¿cuándo vas a hacer un directo?’. Dar, dar, dar. Pues no, a veces, no se puede. No se puede digitalizar todo, no se puede encaminar todo al teletrabajo. Hhice un solo directo y ahí apagué el móvil. Porque me di cuenta de que todas las artistas estaban, todo el tiempo, creando contenido. Y un oficio es crear contenido, y otra cosa es ser música, bailarina, lo que sea. En el confinamiento se creó una burbuja donde había que emitirlo todo por streaming; por supuesto, todo gratis… para mí fue un desastre, y un flaco favor a la cultura.
En tu caso, además, persona y proyecto compartís nombre. ¿Cuánto tiene el grupo Izaro de la música mallabiarra y cuánto, Izaro Andres Zelaieta, del grupo donostiarra?
Son casi la misma cosa, con necesidades diferentes. Como nuestro trabajo es precario —y con precario quiero decir que yo tengo un sueldo y me siento privilegiada por ello—, tengo que hacer un montón de cosas: tengo que ser la que está en el escenario, tengo que ser la administradora, la gestora… y me sucede algo curioso: puedo salir de mí misma. Es decir, aunque comparta cuerpo y mente, tengo muy claros los derechos y deberes que tiene la Izaro que responde emails administrativos —que tengo que hacerlo yo, porque no tengo a nadie que lo haga—, pero esa no es la Izaro que está en el escenario. Actúo muchas veces como si no fuese la Izaro de los escenarios, para que no me traten como tal. Hablo de mí misma en tercera persona. Y digo ‘hoy Izaro no puede firmar’. Porque, de verdad: hoy Izaro no puede firmar. Aunque Izaro esté aquí y físicamente podría firmar en ese momento. Pero no es la labor que en ese momento tiene esa trabajadora, ¿verdad?
¿No resulta difícil relacionarse con el mundo desde ahí?
Sí, es difícil. Ahora tengo una crisis bastante grande con Twitter. Twitter se ha convertido en una salvajada. En una salvajada del odio. Y no es cómodo. Me parece que la gente está al acecho, cuándo meteremos la pata, para atacar. Y creo que no es un lugar nada saludable. Entiendo por qué la gente se está yendo. Tuiteo cada vez menos porque, para tuitear una cosa, necesito pensarla unas 98.000 veces. Twitter es muy violento. Creo que Instagram, por ejemplo, es mucho más ligero en ese sentido, aunque también haya haters. Pero no me parece que sea una red social para el linchamiento, creo que el uso que se le da es mucho más constructivo. Me encuentro más cómoda ahí.
¿Habéis reflexionado al respecto en el grupo?
Como banda, siempre miramos cómo hacer las cosas. Mi casa siempre ha sido una casa pacifista. Y yo creía que ‘pacifista’ era una cosa normal, pero no lo es. Ser pacifista requiere de un esfuerzo tremendo y eso lo he entendido ahora. Admiro muchísimo a la gente que ha intentado hacer la revolución mediante la paz, porque no es nada fácil. Porque parece que no se puede hacer ninguna revolución desde la paz, porque no es nada espectacular. Porque creemos que el pacifismo es pasivo, pero el pacifismo es muy activo. Ahora estoy reflexionando para ver cómo puedo ser realmente pacifista. Y dar ejemplo.
Estoy leyendo cosas sobre el budismo, me parece muy interesante. Afirma que ‘si algo genera odio en ti, se apoderará de ti’. Y que, desde ahí, no puedes construir nada saludable para ti misma. Eso lo estoy aprendiendo de los haters: ¿hay que responderles?, ¿no?… ¿cómo se hace eso? Siempre pienso en qué momento se siente alguien siente legitimidad para insultar a alguien públicamente, qué ecuación hace dentro de su mente para insultar públicamente a alguien que estaba haciendo su camino en paz.
Como persona pública, ¿sueles tener en cuenta el hecho de que eres un referente?
Sí, sí. Un montón. Yo creo que si tienes un micrófono, una cámara o lo que sea, tienes poder. Y el poder conlleva responsabilidad. Y, si vas a utilizar el poder sin responsabilidad, te insto ahora mismo a que dejes el micrófono. Es cierto que, desde este personaje público, a veces echo de menos el anonimato, para poder meter la pata. No es nada fácil decir bien todas las cosas porque, para decir cualquier cosa, tienes que matizarlo todo muchísimo. Pero sí que intento tener la perspectiva del cuidado muy en el centro. Me gustaría generar cambios desde lo que yo entiendo: el feminismo, los cuidados, poniendo la vida en el centro. Mi objetivo es saber cómo relacionarme con el machismo, como relacionarme con la violencia, como relacionarme con alguien racista, con un hater. Cómo relacionarme con el odio desde el pacifismo. Llevo muy mal la violencia que hay en Twitter en nombre del feminismo. El odio me hace pequeña. Y lo llevo peor aún cuando el odio se disfraza de empoderamiento. Me parece que está de moda ser hater. Hay muchas chicas con un idioma superagresivo repartiendo odio. Y siento que somos los personajes públicos, en especial las mujeres, las que somos constantemente insultadas y que, frecuentemente, ese insulto proviene de otra mujer, disfrazado de empoderamiento. Y eso es muy doloroso.
¿Reivindicarte públicamente como feminista ha tenido algún tipo de repercusión?
No lo sé, supongo que sí. Pero es tan esencial, ¿cómo no vas a ser feminista? Yo creo que el foco hay que ponerlo en quienes dicen que no son feministas, porque el problema y el peligro para la sociedad está en ellos, no en el resto. No ser feminista, en la práctica, es ser machista. Pero los feminismos no son las antípodas de los machismos, los feminismos son justicia, no van en contra de nadie, van a favor de la vida. No es tan difícil de entender para quien quiera entenderlo.
Tú tienes, por lo tanto, un posicionamiento político que reivindicas desde tu imagen pública. ¿Alguna vez te han dicho que tus letras son demasiado tibias?
Me han dicho que no soy política. Me han dicho que no soy política en el contexto de Euskal Herria. Yo considero que soy muy política. Creo que es muy complicado considerarte pacifista y querer trabajar desde ahí, y que la gente piense que no eres política. Ser pacifista para mí es muy político. Y me genera sorpresa cuando me dicen eso. No soy partidista. Y creo que eso es lo que es estila aquí.
El instinto feminista, ¿te llega de la amama [abuela] Elisa?
No creo que sólo desde ahí. Creo que viene de que en nuestra casa nos han enseñado desde pequeñas a ver a las personas. Mi casa siempre ha sido una casa ecologista. Y para mí, el ecologismo y el feminismo son casi la misma cosa. Al final, llegan al mismo punto: las vidas al centro. He sido capaz, desde muy niña, de entender la naturaleza como algo ajeno a mí, como algo que no es mío ni está creado para mí, sino que convivimos.
¿Es posible tejer una red feminista a tu alrededor para protegerte del odio que has comentado?
Sí. Yo la tengo. Y, para que esas redes sean realmente eficientes, nos falta poner sobre la mesa una reflexión sobre la espiritualidad. En nuestra sociedad, hay muy poco espíritu, si es que puede decirse así. Cuando hablamos de educación emocional, nos da miedo hablar de espiritualidad, porque lo asociamos a una religión. Para hacerle frente a eso, hemos eliminado la espiritualidad y eso es un gran error. Yo creo que entender lo que es realmente la vida deriva de esa espiritualidad. Acercarse a la fe, no a la religión. Y para mí es muy interesante leer lo que dicen diferentes ecologismos y lo que dicen diferentes feminismos y ver por dónde anda cada uno. Yo creo que la espiritualidad es la bolsa donde caben todos los feminismos, donde caben todos los movimientos antirracistas, que tienen algo en común aunque después sean muy diferentes y puedan estar en desacuerdo. Yo creo que la espiritualidad puede abarcarlos a todos.
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