Ahead of the Curve: la revista lésbica en busca de una nueva identidad
El popular magazín lésbico 'Curve' podría tener los días contados. El documental 'Ahead of the Curve' cuenta la historia de su fundadora, Franco Stevens, y el problema de identidad editorial al que se somete en estos momentos.
Cuando la revista nació en 1990, poco imaginaba ella que con el paso del tiempo su línea editorial necesitaría pasar por revisión según la sociedad iba adquiriendo mayor conciencia de la fluidez de lo que significa ser mujer y amar a las mujeres. En lugar de hacer un recorrido cronológico de la historia de la revista, el documental Ahead of the Curve, de Jen Rainin y Rivkah Beth Medow –que se estrenó en España del 10 al 20 de junio, dentro del marco de la Mostra Fire!! de Barcelona, y cuyo alquiler está disponible en la cuenta oficial de la película en Vimeo–, comienza por el final, exponiendo la crisis a la que se enfrenta la editorial ahora, para retroceder en el tiempo y abrir un amplio ventanal que atestigua los cambios de ideologías y tendencias en el ámbito queer norteamericano. Una historia del lesbianismo durante los últimos 30 años que, precisamente, no es un trayecto en línea recta.
Contenido para hacer frente al vacío
La vida de Franco no ha sido un recorrido fácil, y esta es quizás una de las premisas más estimulantes dentro de la narrativa de Ahead of the Curve. La fundadora se muestra como una mujer segura de sí misma, decidida, valiente y orgullosa. Pero también es una mujer llena de dudas, que hoy en día titubea acerca de por dónde deben ir los tiros que demarquen el porvenir de su revista. Stevens fundó la revista a comienzos de los años 90 y ha tratado de alimentar el espacio social y cultural con un debate sobre toda la historia colectiva e individual que trae consigo el lesbianismo, algo que en escasas ocasiones figuraba en otros medios. Desde entonces, sus ideales podrían haberse quedado atrás frente al ritmo frenético al que las teorías queer están sometidas hoy en día. A modo inspirativo, la editora viaja a centros de debate y convenciones donde se divulga acerca de la visibilidad que deben adquirir las mujeres LGTBIQ+ en nuestros tiempos.
Por supuesto, Stevens es más que bienvenida y reconocida en estos círculos. La revista fue prácticamente un éxito de masas dentro del colectivo lésbico desde el lanzamiento de su primer número y acompañó a muchas mujeres en sus diferentes experiencias. Curve cubría así unas necesidades de representatividad en el panorama editorial y mediático que la propia Franco echaba de menos cuando decidió poner la imprenta en marcha. El documental recuerda de manera anecdótica y ejemplificadora la serie televisiva Los hechos de la vida (D. Clair, J. McMahon, 1979), donde en uno de sus episodios un personaje femenino juzgaba a otro por estar siempre acompañada de una amiga. El discurso cisheteronormativo predominante en la sociedad requería urgentemente de un nuevo campo de visión.
Stevens declara que, más allá del discurso nocivo de los medios de comunicación, el impedimento real para salir del armario a finales de los 80 era la violencia dirigida hacia el colectivo. Según su propia experiencia, consideraba que su marido –un médico de la Armada estadounidense con el que estuvo casada tres años y con el que se mudó al fuerte militar de Presidio en San Francisco–, le arrebató el derecho a reconocer su orientación sexual cuando este lo fue largando despectivamente a toda la familia en el momento en el que ella le confesó sus dudas. Su familia tradicional, de orígenes judíos, tampoco encajó la noticia con demasiado entusiasmo, y su madre se negó en rotundo a ayudarla económicamente en su nueva vida en la ciudad.
Una vez en el fondo del pozo ya solo se puede ir hacia arriba. Stevens se distanció de su familia en 1989 (con divorcio incluido) y comenzó a trabajar en A different light, una conocida librería LGTBIQ+ de San Francisco. Al año siguiente ya se encontraba fundando Deneuve, la revista posteriormente conocida como Curve.
Lo que sucedió en el transcurso de aquel año, entre la salida del armario de Stevens y la fundación de la revista, no contesta tanto a una evolución personal como a la detección por su parte de un problema social: era necesario crear un espacio seguro, donde las lesbianas pudiesen hablar sin tabús de preocupaciones reales que les afectaban directamente. Las lectoras encontrarían así su arbotante. Un mensaje de “no estás sola” que a la propia Stevens le hubiese encantado encontrar, pero que con suerte, pudiese llegar a otras mujeres que estuviesen pasando por lo mismo que ella.
Caballo ganador
El documental de Rainin y Medow explica la búsqueda de una identidad propia para Deneuve desde sus cimientos. Con otras publicaciones de temática gay de aquella época en mente, el equipo directivo, formado por Stevens y un grupo de voluntarias, decidió alejarse de una firma más erótica. “Nuestras vidas no giran en torno al sexo o con quién dormimos”, comenta Stevens en unas declaraciones directamente a cámara.
La financiación del proyecto ya casi se podría catalogar de leyenda. Una vez reunido el equipo editorial, Stevens emprendió una búsqueda del tesoro para poder costear su distribución. En aquel momento ningún banco deseaba financiar algo que se auto-definiese como lésbico. Con el paso del tiempo consiguió algunos anunciantes, entre ellos una cerveza que labró su fama comercial por el público liberal al que terminó dirigiéndose, aunque también resultó complicado que muchas marcas decidieran vincularse directamente con el carácter de la revista. Pero el gran golpe de suerte inicial lo obtuvo en el hipódromo, donde una apuesta tras otra en varias carreras de caballos le hizo ganar lo suficiente como para lanzar aquel primer número. Para seguir financiando la revista, las integrantes del equipo creativo también se llegaron a ofrecer para limpiar motocicletas en un festival de automóviles. “¡Dios es lesbiana!”, exclamaron cuando su servicio de limpieza y brillo les proporcionó un buen pellizco.
Lanzaron aquel costoso primer número en 1990 y su recepción no pudo ir mejor. El buzón de Stevens se llenó de cartas de lectoras que encontraron por fin un tipo de representación y que deseaban suscribirse a la publicación. Ello les dio margen para incluir en portadas a algunas celebridades –o “celesbians”, como las llamaron– que se alzaron como abanderadas de la quema de armarios entre los años 90 y el comienzo del nuevo milenio. Nombres como la tenista Martina Navrátilová, la actriz y comediante Lily Tomlin o la escritora Melissa Etheridge aparecieron entre sus páginas. Si bien muchas de ellas no acostumbraban a hablar de sus vidas privadas ante los medios, algunas de ellas comprendieron la relevancia de exponerse. “Cualquier tipo de visibilidad es radical, algo político”, menciona Stevens.
Pero no todo el mundo estaba cómodo con la idea. En 1995 la actriz francesa Catherine Deneuve demandó a la revista por utilizar su apellido artístico como nombre. Curiosamente ella, que en 1983 protagonizó El ansia, de Tony Scott, junto a Susan Sarandon –una de las películas más rupturistas en cuanto a expresión del erotismo homosexual se refiere–, no deseaba que se le asociase con el tipo de público al que la revista iba dirigida. Aunque en aquel momento Stevens tuvo en mente a la intérprete, la fundadora alegó que el nombre de Deneuve respondía en realidad a la mascota de la que por aquel entonces era su pareja. Para hacer frente a los gastos fiscales de la demanda, Stevens convocó toda una “Armada lésbica” que se volcó en la recaudación de fondos, pero ello no fue suficiente para que la actriz se llevase su laureado apellido a buen recaudo. Al año siguiente la revista se convirtió en Curve, un título escueto, de mejor pronunciación para los angloparlantes, con reminiscencias a la figura femenina y con un evidente significado alejado de la rectitud.
Propulsado por las leyes de matrimonio igualitario de Bill Clinton, los 2000 fueron una época clave para la visibilidad del colectivo –lésbico y gay, principalmente– en Estados Unidos, gracias a productos culturales y populares como la serie The L Word (M. Abbott, I. Chaiken, K. Greenberg, 2004) o la propia presencia de la presentadora Ellen DeGeneres en la televisión norteamericana. La revista de Stevens supo surfear aquella ola cuando les dedicó varias portadas, pero también se lanzó a la navegación digital, creando un foro de Internet de extenso recorrido, donde las usuarias podían tratar temas sobre identidad, derechos, sexualidad y estilos de vida.
What is a lesbian?
Es sorprendente observar cómo un producto cultural acaba siendo testigo y partícipe de la evolución social y sus principales conflictos a lo largo del nuevo milenio. En sus comienzos la palabra Deneuve iba acompañada en portada del lema “A lesbian magazine”, coletilla que heredó posteriormente Curve hasta el accidente que Stevens sufrió en 1997 y que la dejó permanentemente incapacitada. Llegó un momento en el que el dolor físico que sentía constantemente le impedía sostener su cargo en la dirección, motivo por el que tuvo que alejarse del proyecto. A partir de 2010, la nueva Junta editorial, presidida por la editora Merryn Jones, además de darle una imagen más pulcra y minimalista, decidió eliminar la palabra “lesbian” del título. Concibieron que era un término demasiado acotador, y que no englobaba un espectro suficientemente amplio en términos de género y afectividad.
Todo ello vino acompañado de otra reflexión que la revista debió tomar acerca de la representatividad. Pese a no ser una revista con reportajes sensuales, la elección de las portadas desde sus inicios generó un gran debate, basado en la tendencia de los primeros números por dedicar sus sesiones fotográficas a un tipo de belleza normativa. Antes de responder a la pregunta “¿Qué se espera encontrar en Curve?” la revista se volvió auto-consciente, y trató de contestar antes a la imposible cuestión que se había auto-impuesto desde el comienzo: ¿existe realmente el paradigma lésbico? ¿Es la eliminación de una palabra una pérdida de identidad o una invitación a todas las partes del colectivo?
Todavía asociada a la dirección de la revista, ahora mismo Stevens se encuentra en plena búsqueda de un soplo de aire fresco ante una nueva crisis económica y de identidad. Para ello, recorre las convenciones de mujeres LGTBIQ+ de todo el país y trata de reunirse con jóvenes activistas que presiente que tienen mucho que aportar. Entre ellas, el documental reserva un gran protagonismo a la poeta y educadora neoyorkina Denice Frohman, quien dedica su trabajo a la exploración de las intersecciones entre raza, género y sexualidad. En sus intervenciones defiende que la palabra queer abarca una amplitud mayor sobre el género y no sólo sobre la sexualidad, pero que pese a todas sus imperfecciones, el término “lesbiana” es la única palabra que verdaderamente le pertenece al colectivo.
En esta misma dirección, la artista y activista Kim Katrin cuestiona en su charla TED hasta qué punto la palabra lesbiana ha quedado obsoleta y sexualizada por el hombre. Sobre este sentido de la apropiación cabría recordar el documental Feels good man (A. Jones, 2020), que cuenta cómo la rana Pepe, el personaje de cómic convertido en meme, fue secuestrado por discursos de la extrema derecha y su creador ha emprendido una cruzada para recuperar un icono que no compartía en ningún principio semejantes valores.
Tras el fatídico gobierno de Trump, quizás sea también el momento de quitar el polvo, tal y como expresan las protagonistas de Ahead of the Curve, a la palabra lesbiana, así como reivindicarla por encima de toda condición. Stevens se muestra decidida a pasar ese plumero por las baldas de la transfobia y el racismo, cuestiones importantes que añadir a la discusión. “Siento que he colocado los cimientos, ahora es el momento de las siguientes generaciones”, determina la fundadora de Curve mientras se debate acerca del formato en el que debe continuar la revista en su futura trayectoria, si es que la tiene.
Por el momento ha formado la Fundación Curve, con la que desea empoderar a mujeres lesbianas pero también ampliar el alcance de su visión invitando al no binarismo, la transexualidad y a las mujeres queer a la fiesta. Sirva así esta película hecha desde las entrañas –Rainin, una de las directoras, es la mujer de Stevens– como promoción de la entidad, al mismo tiempo que como relato documental de una parte de la historia LGTBIQ+ estadounidense. “Igual que sentía lo importante que era crear la revista para servir a la comunidad, Jen y Rivka pensaron que era importante realizar la película con el mismo propósito”, explica Stevens a The Guardian. No hay nada como ponerse al día.
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