Los orgasmos grandiosos

Los orgasmos grandiosos

¿Has oído hablar del crymaxing? Es una supuesta patología que se muestra con el llanto tras mantener relaciones sexuales. Hay poca información sobre este fenómeno y, la poca que encontramos, se centra en los llantos de dolor.

Imagen: Emma Gascó
15/12/2021

Ilustradora: Emma Gascó

Ayer tuve un orgasmo grandioso de esos en los que rompes a reír y a llorar de felicidad. Es una concatenación de orgasmos que estallan como una supernova, que te hacen sentir que estás viva, que formas parte del cosmos. Es una de las pocas experiencias espirituales que tengo en la vida y, cuando sucede, me quedo extasiada por días. Siento el gozo absoluto del amor y la existencia, doy gracias a la vida por estar en ella y poder sentirla en toda su intensidad con un orgasmo tan especial. Me entra un amor inmenso no solo por mi pareja sino también por la humanidad entera. Es una de las formas más intensas de conexión con la vida: se paran los relojes, mi mente desconecta y mi cuerpo se conecta con el otro cuerpo, explota mi corazón de alegría y rompo a reír gozosa mientras seco mis lágrimas de felicidad.

Mis compañeros siempre se han quedado atónitos. Algunos se sienten orgullosos, otros se preocupan, otros me miran desconcertados hasta que puedo empezar a hablar y a explicarles lo que estoy sintiendo. Si hablo, vuelvo a la realidad, así que prefiero mantenerme flotando en los últimos coletazos antes de romper la magia.

Yo, que no soy creyente de nada y atea de todo, vivo con pocas ilusiones. Solo me sumerjo en la magia del amor, de la naturaleza y del arte: abandono la mente racional y me dejo llevar por mis emociones cuando practico sexo, cuando estoy en parajes naturales impresionantes, cuando leo, voy al teatro, al cine o contemplo una obra de arte humana o natural.

Me puse a buscar sobre este llanto por orgasmo cósmico y me sorprendí un poco al descubrir que lo mío es un trastorno que se llama crymaxing. En teoría, lo “sufrimos” el 46 por ciento de las mujeres. El crymaxing es una “disforia sexual” o postcoital y lo “padecemos” mayoritariamente nosotras.

En la mayoría de los artículos que encontré, se habla de pasada sobre el llanto feliz. Todos se centran en  el llanto que provoca la sensación de vacío después de follar, el llanto de las mujeres que han sufrido abusos y violaciones, el llanto de tristeza y rabia de mujeres que lo han contenido durante meses o años. Esos son los llantos de dolor que salen a flote con un orgasmo.

No logré encontrar un post dedicado por completo al llanto de alegría por masturbación o por sexo con compañía. Me espantó la forma en que lo trata la sexología tradicional: nos lo presenta como una patología, cuando en realidad el llanto es un placer y una de las mejores medicinas del mundo. El llanto durante el sexo nos cura, nos acuna, nos libera. A veces va acompañado de jadeos, de gemidos, de gritos, risas o aullidos. El llanto nos permite expresar la emoción brutal que nos invade al sentirnos tan vivas. Lloramos porque nos damos cuenta de que existimos, porque tenemos una vulva maravillosa, porque tenemos una vagina fantástica, porque le estamos dando placer a nuestro cuerpo y le estamos cubriendo de amor.

Lloramos porque nacimos, porque podemos respirar, porque estamos plantadas en el aquí y ahora, porque podemos parar los relojes y detener el tiempo. Lloramos porque estar viva en este planeta es un regalo maravilloso. Lloramos porque cuando te corres de una forma tan bestial, comprendes el sentido último de estar viva: disfrutar de ella.

Disfrutar de la vida, del sexo, del amor y de nuestras pasiones es uno de los derechos fundamentales de las mujeres y una de las reivindicaciones del feminismo más potentes. El placer y el disfrute de las mujeres nos ha estado prohibido desde que surgió el patriarcado hace ocho o nueve mil años. Ha sido el epicentro alrededor del cual se ha edificado toda la misoginia de nuestra cultura.

Por eso, disfrutar del sexo a solas o en buenas compañías es un acto subversivo de primer orden: el patriarcado nos quiere reprimidas y amargadas, así que no hay mayor rebeldía que estallar de alegría.

 

 

Los orgasmos femeninos son un atentado contra la dominación masculina.

Para comprender el miedo y la obsesión por el control de nuestra sexualidad del patriarcado con el placer femenino, basta con hacer un pequeño recorrido por la Historia del Arte y ver las monstruas que pueblan las pinturas, esculturas, poemas y novelas de los grandes genios. Los hombres tienen pesadillas con las mujeres libres y, por eso, nos representan como harpías, sirenas, serpientes, vampiras, hienas, y brujas.

Las mujeres nos encontramos ante una disyuntiva cuando entramos en la adolescencia. Primero tenemos que reprimir el deseo que sentimos por amigas, vecinas y compañeras de estudios porque, en la mayor parte de los países del mundo, los hombres odian a las mujeres que no dirigen su deseo sexual hacia ellos. No pueden soportarlo: las lesbianas siguen sufriendo agresiones y femicidios porque despiertan todo tipo de complejos y de miedos en los hombres.

Así que nuestra sexualidad es heterodirigida hacia el macho, pero frente a ellos tenemos otra disyuntiva: o nos convertimos en Venus, o nos convertimos en Hera, la esposa carcelera de Zeus. O probamos a ser las dos: primero nos ofrecemos como mujeres sexis a los machos y, luego, tenemos que intentar convencerlos de que se pueden enamorar de nosotras, que somos de fiar, que no solo servimos para ser amantes, que también valemos como esposas. Es decir, tenemos que parecer sexis, pero no demasiado. Ser complacientes, pero no ser fáciles. Primero les atrapamos con nuestros encantos, luego hay que rebajar el perfil, bajar la falda, subir el escote y suavizar el rojo de los labios para ser elegida como la reina del macho alfa.

Para los hombres, el sexo es un fin en sí mismo. Ellos, simplemente, disfrutan. Para nosotras el sexo es un medio para conseguir otras cosas: afecto, amor, dinero, recursos y una vía para formar una familia feliz. Cuando somos jóvenes solo ofrecemos sexo a cambio de amor, después nos damos cuenta de que también puede servirnos para salir de la pobreza, de la precariedad, del desempleo.

Si el feminismo escuece tanto a los hombres es porque reivindica el derecho a disfrutar del sexo de todas las mujeres. El placer de las mujeres que no inflan los egos de los machos ni sacian sus necesidades es un verdadero peligro para la dominación masculina, por eso los orgasmos femeninos son tan subversivos Y si vienen acompañados de llanto, gemidos, aullidos, y carcajadas, más miedo causan en los machos. A ellos les resulta casi imposible llegar a tal estado de éxtasis y placer, porque se reprimen a sí mismos todas estas expresiones de felicidad y de gozo.

Nosotras tenemos que dejar de poner el placer y el miedo de los hombres en el centro de nuestras vidas. Cuando ponemos en el centro nuestro placer es cuando nos hacemos poderosas: cada orgasmo femenino es un atentado contra las leyes del patriarcado. Nos quieren hacer creer que las mujeres que disfrutamos como locas con nuestros clítoris somos unas enfermas, por eso patologizan la alegría y el éxtasis femenino y nos quieren hacer creer que es un trastorno.

Me despido dando gracias a la vida por tener este trastorno y deseo que la vida y el amor os trastorne a todas con muchos orgasmos grandiosos con carcajadas, aullidos, risas y gemidos, ¡que vivan las lágrimas del éxtasis y el placer de las mujeres!

 

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