Mujeres y bombos
Maialen Berasategi Catalán
Parece que, al menos, le están dando bombo.
Ya hace unas semanas que le dedican más atención de la habitual al tema (no sé si cuantitativamente o cualitativamente, pero algo es algo); incluso la señora/el señor Google le ha hecho un guiño al 8 de Marzo, fíjate.
Sin embargo, en general, sólo he podido leer […]
Maialen Berasategi Catalán
Parece que, al menos, le están dando bombo.
Ya hace unas semanas que le dedican más atención de la habitual al tema (no sé si cuantitativamente o cualitativamente, pero algo es algo); incluso la señora/el señor Google le ha hecho un guiño al 8 de Marzo, fíjate.
Sin embargo, en general, sólo he podido leer malas noticias (no-noticias) en los medios de comunicación: que la pandemia de feminicidios de México no tiene fin, que la crisis (cómo no) va a afectar más severamente y duramente a las mujeres, que las personas que tratan de luchar por crear un lenguaje no-sexista sólo son unas irresponsables que no tienen ni repajolera idea del idioma, que es necesario garantizar ese derecho inherente a las mujeres (el de la maternidad, por supuesto) por encima de la “violencia estructural” que nos obliga al aborto (¡¡aaaaaaaah…!!). Cada vez que leo y escucho este tipo de cosas, temo que me vaya a salir una úlcera en las entrañas; o, peor aún, que el alien de la ira que se ha estado alimentando de mí durante toda la vida salga de golpe de mi estómago, por un agujero grande y sangriento.
Pero, un momento: no voy a ser una de esas “feminazis” que lo ven todo o negro o morado; yo también he aprendido a ver lo bueno de las cosas malas: al menos, hemos comenzado a hablar del tema; es cierto que este asunto sale a la luz para dar malas noticias, pero, por lo menos, sale a la luz; y, por primera vez, no somos sólo “lxs de siempre” lxs que hablamos sobre este problema: hay otrxs que también han comenzado a abrir la boca, aunque sólo haya sido para decir burradas (eso es señal de que se están empezando a poner nerviosxs).
Hoy me he despertado, y, aún en la cama, he escuchado en la radio cómo le preguntaban a la gente de la calle qué es lo que aún queda por hacer “en el camino a la igualdad” (agradezco escuchar las opiniones de lxs ciudadanxs por una vez en lugar de las palabras baratas y vanas de ciertxs políticxs). La mayoría ha mencionado algunos asuntos bastante evidentes: la desaparición de la discriminación laboral, un reparto más justo de las labores domésticas…; la igualdad de derechos, al fin y al cabo. Una persona ha dicho, incluso, que entre la gente joven “casi” no existe el machismo (quizás alguien debería recordarle que la violencia de género también es muy común entre la gente joven).
Al escuchar dichas opiniones, me he quedado paralizada dentro de la cama, sin poder levantarme. La gente está muy optimista. Y eso no es del todo malo. Pero un poco sí. Nadie ha recordado que la falta de igualdad nos afecta desde que nacemos, desde el momento en el que nos ponen nombre de niña o de niño, desde que nos compran un juguete u otro, desde que se realiza el reparto del espacio en los patios de los colegios; respecto a la palabra que he empleado al principio, a nadie se le ha ocurrido mencionar que, hoy aún, los anticonceptivos químicos contaminantes que evitan acabar con “bombo” están específicamente fabricados para las mujeres; nadie ha dicho que la sociedad, los medios de comunicación y la industria capitalista nos introducen modelos y referencias bien diferenciadas a mujeres y hombres; a nadie se le ha pasado por la cabeza explicar que la calle y los lugares públicos (físicos y no-físicos) aún pertenecen a los hombres; nadie se ha preocupado porque se le llame “seductor” al hombre que está con varias mujeres y se le llame “furcia” a la mujer que anda con muchos hombres.
Ésos no son más que unos pocos ejemplos que la gente no tiene en cuenta; unas verdades deprimentes que nos ocultan y nos hacen olvidar premeditadamente, ya que saben perfectamente que no les conviene que salgan a la luz, porque, sino, quién sabe, quizás la gente dejaría de confundir feminismo con hembrismo, y, tal vez, se convertirían en “militantes radicales”, y eso, claro está, pondría en peligro esta sociedad patriarcal disfrazada de una falsa igualdad teórico-diplomática.
Muchxs tienen miedo, y, sí, eso me alegra. Esta tarde saldremos a la calle, para que escuchen bien alto el bombo de nuestras voces, para que sepan que no estamos dormidxs. ¡Que su machísimo señor dios lxs proteja!