‘Madres paralelas’. Mezclar melodrama con memoria histórica no es buena idea
Si te gusta Pedro Almodóvar tendrás que ver su última película, pero que es completamente prescindible.
Tras Dolor y gloria, con Madres paralelas Pedro Almodóvar vuelve a sumergirse en su particular universo femenino, ese que se obsesiona en recrear una y otra vez. De nuevo nos ofrece una ración de maternidad y de melodrama. No es la primera vez que analizamos las luces y las sombras de la vasta y compleja filmografía del manchego. Os invitamos a bucear en sus contradicciones, en sus transgresiones y misoginias.
Madres paralelas, como ya ocurriera con Julieta, aburre. La infinita necesidad de diseccionar la maternidad hace que caiga en un bucle representado en casi todas sus películas; y en esta ocasión, además, hace que la historia sea difusa.
El punto de partida no prometía nada demasiado original. Penélope Cruz en el papel de Janis y Milena Smit en el papel de Ana, madres solteras, se conocen en el hospital tras parir a sus hijas. Diversas circunstancias las ligan en una inverosímil unión llena de desigualdad y de cierta servidumbre en la que Janis marca los ritmos. La relación carece de emoción y no nos lleva a ningún espacio ni a nada en particular. Como espectadora te debates entre el aburrimiento y la incertidumbre de hacia dónde viajas en esa historia que cae en el didactismo e incluso roza lo panfletario, y puedes alucinar con los lugares comunes en cuestiones como la violencia sexual o la memoria histórica. Incluso echas en falta esa excesividad e intensidad melodramática marca de la casa. Le falta alma.
Uno de los objetivos de la película es reivindicar la memoria histórica. Pedro Almodóvar tiene una gran sensibilidad con los horrores de la Guerra Civil española y de la posguerra y cree firmemente en la necesidad de cerrar las heridas que todavía siguen abiertas. De forma especial con las familias que todavía no han recuperado los restos de sus familiares asesinados y que descansan en las fosas. No podemos olvidar que su productora, El Deseo, produjo el aclamado y necesario documental El silencio de los otros (2018), de Almudena Carracedo. Pero por mucho que lo intente, por mucho que haga política con su discurso en las promociones de la película, por mucho que su intención de vehicular la reivindicación de la memoria y de la justicia histórica a través de la maternidad de dos mujeres sea una buena idea, la fórmula no funciona. La guerra solo podrá terminar cuando las familias puedan enterrar a las víctimas con dignidad, como bien se indica, pero hace falta mucho más que la desigual historia de Madres paralelas para cerrar la herida con el rigor necesario.
A pesar del desvarío y de lo poco certero del guion, podemos disfrutar del trabajo de Aitana Sánchez Gijón en el papel de Teresa. Nos han contado muchas veces la historia de la ama de casa burguesa atrapada en su destino y en un matrimonio sin amor, pero el personaje de Teresa consigue emocionar con su historia de liberación aunque suponga renunciar a ser madre. También de la definitiva consagración de la actriz Carmen Sánchez Sandoval como ama de casa y trabajadora del hogar a pesar del estereotipo y cierto clasismo.
En definitiva, una película que debes ver si te interesa Almodóvar, pero que es completamente prescindible. Tanto que, como ya hemos comentado, te hace echar en falta el artificio y la hiperrepresentación de la feminidad. Hay que ver…
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