Periodismo para abrir grietas en medio de la violencia
Las periodistas mexicanas Daliri Oropeza y Marlene Martínez han estado unos meses en Barcelona como parte de un programa de protección. No solo reportear sobre feminicidios, desapariciones y megaproyectos las ha dejado en situación vulnerable, la precariedad también ha afectado a su situación de seguridad.
“Cobertura feminista para erradicar la violencia contra las mujeres”. Esta es una de las primeras entradas cuando te teclea la web www.periodistasdeapie.org.mx. “En la cobertura de feminicidio es importante entender el impacto que tienen las palabras y la responsabilidad sobre la forma en que se narran las historias”, continúa la entrada. “Cartografías del cuidado. Periodismo con enfoque feminista” es otra de las noticias destacadas. En una tercera se piden garantías de seguridad para tres periodistas mexicanas y para el ejercicio periodístico. La web también saluda con los datos de agresiones a periodistas en México en 2020, 231, y con el número de asesinatos, 13.
Daliri Oropeza y Marlene Martínez son periodistas mexicanas, ambas de 32 años e integrantes de Periodistas de A Pie, una organización que desde 2007 reúne a mujeres periodistas del país no solo para mejorar la capacitación y el intercambio de técnicas, sino también para trabajar la seguridad y el autocuidado en un contexto violencia sistémica y estructural. Viven en Puebla, pero han estado temporalmente en Barcelona dentro del Programa Municipal Barcelona Protege a Periodistas de México, que gestiona Taula per Mèxic y que ofrece estancias a reporteras y reporteros amenazadas por el ejercicio de su profesión.
“Hemos tenido que formar redes de periodistas porque si no nos estarían acribillando, creo que ha sido sostén de muchos periodistas y de sentirte menos sola. Hay gente que está construyendo un periodismo distinto. La red ha sido fundamental porque en lo local es donde están asesinando, es ahí donde nadie los ve”, contó hace unas semanas Daliri Oropeza en Bilbao.
A su lado, su colega Marlene Martínez compartía parte del relato: cómo la precariedad profesional deja muy vulnerables a las periodistas. “El programa me cayó en un momento clave en el que estaba bien tronada física y emocionalmente, frustrada y con ese desgaste que traemos y que tiene que ver con la incertidumbre constante de que somos un medio independiente y nunca tenemos certeza sobre nuestra estabilidad financiera. Venía con cargas emocionales y con mucho desgaste por el trabajo”, explicaba casi con lágrimas en los ojos. Semanas después, ya casi con la maleta hecha para regresar a México, Martínez, que trabaja como coordinadora de contenido visual en LadoB, un medio independiente de Puebla, reconoce que se siente “privilegiada de estar en un programa como el de la Taula, aunque se creó por circunstancias muy lamentables”.
La precariedad, que conlleva en muchos casos el no poder acceder a ayuda psicosocial, también es mencionada por Oropeza, quien sí ha vivido situaciones de violencia explícita por su trabajo con defensoras del territorio y con pueblos indígenas, desde un asalto con armas en plena carretera para quitarle el material grabado y fotografiado, hasta seguimientos pasando por lo que considera un intento de secuestro. Después de trabajar en lo que llama medios corporativos, Oropeza lleva siete años reporteando para medios “libres, colectivos e independientes”, y practicando un periodismo “que vele por los derechos humanos, que involucre a las personas, que tenga un enfoque sensible y que no sea un extractivismo de información. Y el programa está ayudando pueda tener ese apoyo que necesito por haber tomado una convicción ética”, continuaba explicando con su cámara de fotos colgada del hombro.
Tratamiento de los feminicidios
Marlene Martínez, en su relato, en el que incluso habla de desesperanza, repasa algunas de las tareas que la afectaron y que la hicieron salir de México: el conteo de todos los casos de feminicidios estaba entre ellas; no se fiaban de los datos oficiales. Junto con varias compañeras cruzó el conteo de dos organizaciones que usan informaciones de prensa de sucesos con los datos oficiales usando la tipificación legislativa de feminicidios que existe en Puebla, “queríamos ver dónde estaba fallando el estado”. También hicieron gráficas sobre rangos de edad o barrios en los que se cometían los asesinatos.
Lado B es un medio pequeño que nació hace diez años. En su manera de mirar la actualidad, el equipo ha reflexionado mucho sobre cómo cubrir los feminicidios “para no estar contando solo muertas”, comparte Martínez. Vincularse a las familias es una de las prácticas que realizan, consecuencia del seguimiento que dan a los casos, lo que hace que no puedan dar cobertura a todos los crímenes porque no siempre las familias acceden. “Lo que hacemos es no soltar los casos”, añade. “Damos seguimiento a las carpetas de investigación para encontrar las inconsistencias y poder señalar en donde está fallando el estado. Muchas veces las carpetas están mal integradas o les han negado derechos a las familias que no saben que tienen”, cuenta. Y esto les ha llevado a una capacitación constante, incluso a estudiar Derecho, y a tener aliadas, principalmente abogadas feministas.
“Gracias al trabajo de las organizaciones muchos medios hacen cada vez un mejor trabajo. Ha habido concientización y esfuerzos desde las organizaciones para capacitar a la prensa”, relata la fotoperiodista que nombra a mujeres asesinadas en su relato. Como el de Araceli Sánchez Barranco, cuyo asesinato continúa impune una década después: “El asesino está libre, no me gusta decir que prófugo porque ni siquiera lo están buscando, hay una orden de captura, pero no hicieron ni el más mínimo esfuerzo por encontrarlo”.
La cobertura que hace LadoB sobre las violencias machistas también aborda las desapariciones. Habituales en muchos lugares de México, tanto de hombres como de mujeres, precisamente en la ciudad de Puebla “la mayor incidencia es de niñas, adolescentes y jóvenes”, concluye Martínez atiendo al trabajo del periódico. Además, recuerda que una de las cosas que está “en contra” es la propia Fiscalía, que dificulta que informe. “Puebla es parte de un corredor de trata, pero hay muchísima omisión de las autoridades y es muy difícil hacer una cobertura porque es de bastante riesgo”, subraya.
Líder con Afganistán
Ejercer el periodismo en México es tarea complicada. Que Daliri Oropeza y Marlene Martínez hayan tenido que salir de manera temporal es una muestra de ello. También las cifras: “México y Afganistán siguen siendo, este año, los países más peligrosos, con siete y seis asesinados, respectivamente”, recoge el Balance Anual de Reporteros Sin Fronteras, recientemente publicado.
Ante el panorama violento del país, Marlene Martínez habla de que es un problema estructural, pero también recuerda que el propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha contribuido a que haya hostilidad hacia el periodismo y hacia los medios de comunicación: “El discurso presidencial ha calificado a los medios críticos como el enemigo. Esta es una actitud que repiten también los gobiernos estatales y los gobiernos municipales y que hacen más vulnerables a los periodistas y que también incide en la opinión de la gente”.
Amantes de su profesión. Así son Marlene Martínez y Daliri Oropeza. Escucharlas hablar lo demuestra. Y no solo por lo que dicen, sino por cómo lo dicen: el tono, la fuerza, el dolor o la reflexión que antecede a sus palabras en esta entrevista hecha en dos momentos, en persona en Bilbao a finales de octubre y a través de un programa de mensajería instantánea a finales de diciembre. “Gran parte de mi motivación es justamente buscar un mejor lugar donde vivir”, afirma Oropeza, unos días antes de regresar a México. Vinculada a Pie de Página, un portal que publica temas sociales y de derechos humanos, la periodista trabaja mucho con comunidades campesinas e indígenas.
“Esa convicción de poder cambiar las narrativas me ha llevado a un periodismo distinto, de derechos humanos, que tiene en México un riesgo enorme, porque trabajamos codo a codo con la gente que está amenazada de muerte. Fui la última en entrevistar a Samir Flores [campesino y comunicador opositor al Proyecto Integral Morelos asesinado en febrero de 2019]. Fui la última persona que habló con Raquel Padilla [antropóloga especializada en cultura yaqui, víctima de feminicidio]. He escrito perfiles de personas que asesinaron. Son temas incómodos porque están frenando los intereses económicos y energéticos”, cuenta con una fuerza apabullante. “Propongo un periodismo a ras de suelo, que escucha a la gente. A los pobres, que siempre se han visto como víctimas, ponerlos como héroes, ponerlos en un lado donde el periodismo jamás los ha puesto: los que están defendiendo el territorio, los que están frenando el tren maya, los que frenan gasoductos, una presa hidroeléctrica, una termoeléctrica… No verlos como pobres, sino como los héroes de esta historia”, continuó en la intensa, y primera, conversación en Bilbao.
Y en ese quehacer periodístico, que la ha llevado a ser atacada por paramilitares en Michoacán y sufrir seguimientos, trabaja con las mujeres defensoras del territorio que sufren unas violencias en las que interseccionan sus distintos roles sociales. “Se les ha llenado de estereotipos y estigmas y son las que están al frente de las luchas”, cuenta, ya a través de teléfono.
En sus últimos días como parte del programa de Taula per Mèxic y del Ayuntamiento de Barcelona, Daliri Oropeza comparte los aprendizajes acumulados en el ejercicio del periodismo. Como la importancia de los medios independientes y sus agendas: “Incluso en lugares donde hay silencio el periodismo independiente ha hecho la grieta y ha permitido denunciar graves violaciones a derechos humanos”. Como la importancia de trabajar en red. Y como la importancia de que el periodismo hable de cuidados y sea cuidadoso con los contextos, con las fuentes, con la escritura, con la edición, con los procesos… “Este tipo de periodismo sí puede abonar y abrir grietas para cambiar cosas”, finaliza.
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