“Erauso no nos cae bien”

“Erauso no nos cae bien”

La exposición de Cabello/Carceller ‘Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans’ aporta una visión crítica queer frente a los relatos cishetero que romantizan la vida Catalina/Antonio Erauso.

16/03/2022

Imagen de promoción de la exposición ‘Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans’.

Catalina de Erauso consiguió permiso del Papa y del rey para usar su nombre elegido, Antonio, después de una etapa en la Marina colonial en la que utilizó otros muchos nombres masculinos.

El mercader y soldado donostiarra sería un bebé cuando otro referente trans del Estado español, el afroandaluz Eleno de Céspedes, fue condenado por la Inquisición española por haberse casado con una mujer. La sentencia lo consideró culpable de sodomía, bigamia, perjurio y burla del sacramento del matrimonio. Además de un castigo de humillación pública (desnudo y azotes incluidos), a Céspedes le impusieron vivir como mujer y no volver a cobrar por su trabajo como cirujano. La suerte de Erauso no indica una apertura de los poderes fácticos con el cambio de siglo, sino que ser una persona blanca, de clase alta y su participación en el exterminio de pueblos originarios le brindó ese privilegio inaudito de ser reconocido como hombre.

La historia de Catalina/Antonio Erauso ha sido narrada en biografías, novelas, películas, obras de teatro, cómics, programas televisivos de divulgación histórica… ¿Queda algo que contar? Esa abundancia fue uno de los motivos por los que Cabello/Carceller llevaban años descartando trabajar sobre este personaje histórico que, sin embargo, seguía atrayéndoles. Pero no precisamente porque les despertase admiración: “Es un personaje cuestionable que no nos terminaba de caer bien. Participó en la masacre y en la destrucción cultural del Imperio español, manifestó su racismo y su misoginia, vivió con la daga a mano…”, relata Cabello.

Finalmente, entendieron que el potencial de una exposición sobre Erauso era, precisamente, aportar una visión crítica queer frente a los relatos cishetero que romantizan su vida, presentándola como una fascinante heroína que vivió mil aventuras en su periplo por Latinoamérica. “Trabajamos desde el disenso, para ver qué podemos sacar que nos permita entender ciertos presentes”, explicaron en la charla con Preciado el día de la inauguración de la exposición.

Y, en ese camino, también comprendieron en parte las estrategias de Erauso. “Escribió el relato que el poder heteropatriarcal quería oír”, sostiene Carceller, dado que el objetivo principal de su autobiografía era conseguir una pensión vitalicia. Lanza la hipótesis de que el motivo real de tantos y tantos duelos en los que Catalina mató a otros españoles podía ser que descubrieran el secreto de su identidad. “No tenía vocación de militar, sino de comerciante; la salida que le quedó en un momento dado fue el ejército, pero en su última etapa en México montó una empresa de transportes”, completa.

Cuando se adentraron en la investigación histórica se dieron cuenta de que, a pesar de que Erauso es una figura muy popular, también es increíblemente escurridiza. Ni siquiera está clara su fecha de nacimiento. Su autobiografía, plagada de inexactitudes y contradicciones, ha sido tachada de apócrifa. Lo que le salvó de la Inquisición, además de su posición social, fue el misterio que envolvió sus relaciones sexuales; en una época en la que la virginidad era un valor que te acercaba a la santidad por más gente que hubieras asesinado, no solo pasó esa prueba, sino que no se pudo demostrar que penetrase a ninguna mujer. El único retrato que ha trascendido de su figura también ha sido objeto de discusión: fue atribuido primero a Francisco Pacheco y, actualmente, a Juan van der Hamen.

Sobre ese cuadro pivota precisamente la exposición de Cabello/Carceller, que incluye tanto los retratos históricos y copias como un nuevo retrato realizado por el dúo de artistas queer. Además, el plato fuerte de la muestra es un vídeo proyectado en dos pantallas gigantes en el que tres personas trans no normativas hacen preguntas al cuadro original, cedido para ese fin por la Fundación Kutxa. Bambi le reprocha que no manifestó sororidad ni hacia las monjas que le protegieron. Lewin Lerbours contrasta su emigración en el contexto colonial con las vidas de las personas que tienen que migrar en la actualidad a países enriquecidos debido a ese expolio. “Ahora trabajamos para que violencia y masculinidad no vayan de la mano”, le explica Tino de Carlos.

Un pasillo tenebroso e imbricado conecta distintas salas en las que se viaja entre el pasado y el presente. Del pasado, las reproducciones de archivo histórico sobre Erauso: la primera edición de su autobiografía o la carta de Fray Nicolás de Rentería contando que había conocido a Antonio en Veracruz y que “era el más guapo entre los guapos”. Del presente: una selección de obras anteriores de Cabello/Carceller, como sus retratos fotográficos de drag kings o los vídeos de una performance grupal con la que dieron cuerpo y movimiento a El género en disputa, de Judith Butler.

La exposición ‘Una voz para Erauso’, que se puede visitar hasta el 25 de septiembre, forma parte de un proyecto más amplio, que ha incluido una acción de incidencia política: la petición al Ayuntamiento de Donostia para que cambie el nombre de la calle Catalina de Erauso (situada en el barrio de Amara) por “Catalina/Antonio Erauso”.

 

 

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