Las robamaridos
Ania Yoel
Hace unos días salí de fiesta con una amiga y conocidos de ésta. Mi amiga me había comentado que se aburría con sus amantes. Así que ese día aproveche para regalarle algo íntimo que podía darle juego en sus relaciones eróticas. Ella confió con alegría el secreto a una amiga cercana suya.
Más tarde su […]
Ania Yoel
Hace unos días salí de fiesta con una amiga y conocidos de ésta. Mi amiga me había comentado que se aburría con sus amantes. Así que ese día aproveche para regalarle algo íntimo que podía darle juego en sus relaciones eróticas. Ella confió con alegría el secreto a una amiga cercana suya.
Más tarde su amiga y yo entablamos conversación. Con lo del regalo empezamos a hablar de sexo. Y derivamos a las relaciones de pareja, entre hombres y mujeres. En cuanto tuve mi oportunidad solté mi monólogo sobre la libertad sexual de la mujer. Le conté que una vez estuve con un hombre casado que tenía una niña recién nacida. Le odié cuando me enteré. Y me sentí culpable por hacerle algo tan grave a su mujer. Pensé en dejarlo con él, sobre todo por su mujer y luego porque alguien que miente (sobre todo a las personas supuestamente más importantes de su vida) no merece la pena…
Sin embargo, luego reflexioné. Si alguien tiene que sentirse culpable es él. Yo soy libre y sincera. Yo no conozco a esa mujer. Quien la debe respeto es él, no yo. Yo respeto a mi familia, a mis amigos, a los que me rodean. Por otro lado, que me mintiera o no, me daba igual, yo sólo quería compañía y la suya era agradable. ¿Por qué debía quedarme sola si él quería seguir viéndome? Así que seguí con él.
Mi interlocutora estuvo de acuerdo con esta explicación. Sin embargo, me parece que añadió: “Ya, otra cosa sería buscar algo más con ése hombre”. No pude contestarla en ese momento, pero lo hago ahora. No es diferente una noche, que una vida con ese hombre. Yo no le debo ningún respeto a su familia. Si yo hubiera deseado que fuera mi pareja, hubiera ido a por todas, habría intentado que dejara a su mujer y se viniera conmigo. Porque además, soy de las que piensan que una relación de mentiras es peor que la soledad, así que le haría un favor a su mujer. Pero las teorías que me cuente yo para calmar la culpa que me han educado a sentir, no es lo que importa.
Socialmente, acostarse con un hombre casado es ser una zorra y luchar por su amor es ser una zorra roba-maridos… En realidad, es una mentira machista, en la que el hombre se esconde y dejan que lapiden a la mujer. ¿Y si no, por qué se le exime de responsabilidad al hombre? ¿Por qué se escrudiña a la nueva mujer?
Es una estratagema para dar derechos al hombre y restricciones a la mujer. Si se quiere juzgar a alguien que juzguen al que ha engañado y traicionado a sus seres más queridos. Yo he sido sincera y fiel conmigo misma, así como con mi amante o mi entorno. Y no tengo por qué esconderme. Sin embargo me escondo para que no me juzguen. Porque la imagen social es importante para todos, y si castigan a la mujer evitan que tenga libertad. Y justificando al hombre, fomentan que pueda actuar como le plazca.
Recuerdo con veinte años, la comunión de un primo. Había un amigo de mi padre que había roto su relación con su mujer y sus hijos, porque no asimilaron que él empezara una nueva vida con una colombiana y su hijo (ser extranjera y mulata no ayuda). Durante la ceremonia, el banquete o las fotos, llegué a oír hablar del tema como unas diez veces. Lo curioso es que tanto hombres como mujeres que lo comentaban, hablaban de la mujer en términos que no recuerdo pero que construyeron una descripción de la mujer en mi cabeza muy concreta: guarrona, sin vergüenza, oportunista, jeta, manipuladora, impresentable, zorra… ROBAMARIDOS. Pocos comentarios sobre él, más allá de: “mira que dejarse de hablar con sus hijos”, aunque siempre llevaban la coletilla de algo similar a “por sexo con una guarrilla”.