Ibone Olza: “El inicio de la vida es el momento de romper la cadena del maltrato”
El último libro de Ibone Olza, 'Palabra de madre', vio la luz el pasado febrero, después de una gestación de tres años que empezó con la llegada a la mayoría de edad de su hija pequeña. Una obra autobiográfica que a través de su experiencia materna señala las carencias de un sistema patriarcal que invisibiliza la maternidad. y los cuidados.
Ibone Olza es madre, psiquiatra infantil y perinatal y activista por los derechos de los bebés y las familias en la primera infancia. Desde 1996 pertenece a la Asociación de Madres Vía Láctea, en 2001 cofundó el foro Apoyocesáreas, en 2003 la Asociación El Parto es Nuestro y, actualmente, es la directora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal.
Tras décadas de activismo por la maternidad respetada y, con diversas publicaciones a sus espaldas, Olza publica ahora Palabra de madre, un libro que acerca a parte de la historia personal de la autora como madre, profesional de la sanidad y activista. En medio de una semana repleta de actos y entrevistas, la cita es para conocer de cerca la historia que hay detrás de su última obra en el corazón de Madrid
¿Cómo y cuándo nace Palabra de madre?
Escribir autobiográfico no entraba dentro de mis planes, soy muy tímida. Soy navarra y, como sabes, somos muy poco de contar cosas íntimas. Pero, desde siempre he tenido un diario en el que escribía para mí, para entenderme. La escritora Laura Freixas me animó a hacerlo y durante el confinamiento hice un taller con la también escritora, activista y editora Silvia Nanclares, que me permitió descubrir a muchas autoras feministas que desconocía y que han escrito mucho de forma autobiográfica. Como por ejemplo Annie Ernaux. Leerlas me dio el empujón definitivo.
Llevas muchos años luchando por el parto respetado. Sorprende que sea la primera vez que te abres en canal para relatar tus partos.
No lo había hecho y, de hecho, me ha costado mucho. Mi idea inicial del libro era hacer un ensayo sobre mi visión del patriarcado. No quería contar mi experiencia, pero llegó un momento en el que vi claramente que para explicar determinadas cosas era importante contarlo. Creo que el MeToo ha generado un cambio en la narrativa; ahora es más habitual explicar los abusos y las violencias que hemos sufrido en muchos ámbitos, no solo en el parto.
¿Por qué crees que cuesta tanto relatar las experiencias traumáticas?
En mi caso, compartirlo era duro, también, porque no es solo mi historia, sino la de mis hijos. Es su llegada al mundo. En este proceso Ana Álvarez-Errecalde fue fundamental, porque con ella entendí que, en el momento que expones de forma artística o en una creación tu vivencia, hay un punto que ya no es solo tuya y pasa a ser universal, en cierto sentido. Es justamente, lo que me está pasando, cada uno se reconoce en lo que relaciona con su propia vivencia.
¿Cómo te estás sintiendo ahora que tu relato está en manos de tanta gente?
Mientras escribía no era consciente, pero cuando lo acabé, tuve una sensación de alivio enorme. Me di cuenta de que me había ayudado escribirlo. En cierto sentido lo necesitaba; algo se cerró. El siguiente reto ahora es dar la cara por el libro –risas–. Pero siento que tengo mucha red, tengo gente cercana que me ha acompañado en este proceso y que me está sosteniendo mucho.
Eres psiquiatra y formas parte del sistema sanitario. ¿Cómo gestionas la dualidad entre lo profesional y el activismo?
Durante mucho tiempo me he sentido disociada. Recordemos que hace 15 años teníamos la sensación de que si contábamos depende qué cosas, nos iban a partir la cara. Tanto es así que en muchos lugares optaba por callarme. Después decidí subirme a los escenarios para hablar de las madres como profesional, sin contar que la madre de la que hablaba era yo. Porque de lo contrario, me desautorizaban. Las cosas están cambiando, ahora ya puedo sostenerlo mejor.
Las redes sociales también se están convirtiendo en un espacio para dar voz a la invisibilización de la maternidad. Algunas madres denuncian sentirse solas, ¿cómo viviste tu el debut de tu maternidad?
Guardo un bonito recuerdo de la maternidad de mi madre que, a su vez, estaba muy acompañada de mis tías y abuelas. Vengo de una infancia con una familia extensa. Pero mi primer hijo nació cuando vivía en Zaragoza. En esa época no teníamos la familia cerca, tenía gente que nos quería mucho, pero que estaba lejos. Así que viví la paradoja de venir de una familia muy extensa y encontrarme muy sola en el día a día. Hoy, tristemente muchas mujeres continúan maternando en soledad. De hecho, la única manera que tienen de cuidarse, a diferencia de lo que pasaba antiguamente, es haciendo un desembolso económico.
En este camino reivindicas el acompañamiento de las comadres. ¿Qué han significado para ti tus amigas madres?
Son las amigas que, literalmente, te salvan la vida. Las comadres son personas con las que lloras, te ríes de lo que te está pasando y con las que puedes estar hablando durante horas de todo. Incluso, de lo que ha comido tu bebé o del color de sus cacas. Son imprescindibles y a ellas les debemos nuestra salud mental; si no estamos peor de lo que estamos es gracias a las comadres.
Es habitual que la maternidad transforme nuestros los vínculos, desde la propia pareja hasta las amistades o la familia. ¿Por qué pasa esto?
Vivimos en una sociedad que tiene una tendencia constante de juzgar a las madres. Y esto es muy duro, por eso, es normal que haya desencuentros y por eso es importante que se generen nuevos vínculos en el embarazo. Es parte de la vida.
‘Enmadrar’ es uno de los capítulos de tu libro. “Ofrecer consuelo, parece hoy más urgente que nunca”, dices. ¿Por qué?
No hay más que mirar cómo está el mundo, las guerras… ¡qué desolación! Así es el patriarcado. Ofreciendo consuelo reparamos el trauma, así que no nos queda otra. Necesitamos empezar a reparar donde mayor es la herida.
Y, ¿cómo se puede reparar el trauma?
Con escucha. La escucha es imprescindible porque permite la construcción de la narrativa. Tenemos que trabajar la escucha empática, la comunicación no violenta y exigir que los políticos y las políticas estén formados, como mínimo, en la comunicación no violenta. ¿Dónde vamos, si no? Tenemos que desmontar esta estructura individualista que es tan dañina para todos.
Ahora que señalas a las instituciones públicas, ¿cómo valoras la gestión de la maternidad en términos de políticas públicas?
Las políticas pecan de cortoplacistas. E invertir en políticas que cuiden la maternidad y la crianza es una inversión a largo plazo, donde los frutos se recogen, quizás, a 10, 20 o 30 años, no en las próximas elecciones. Existen cosas oportunistas como los llamados cheques bebé, que no digo que estén mal, porque como no hay nada, cualquier mínima iniciativa es mejor, pero no es el camino. Necesitamos políticas a largo plazo para poner en el centro las necesidades de las más vulnerables; y las más vulnerables son las madres que están llegando en patera, las que tienen hijos con discapacidad, las excluidas, la que están en la cárcel, las que tienen trastornos mentales diagnosticados. Debemos empezar por ahí, por preguntarnos qué necesitan esas mujeres para poder criar bien. Porque sabemos que, en ese momento de dureza extrema que es la maternidad, cualquier apoyo, por pequeño que sea, tiene un impacto enorme. Si conseguimos que la diadas madre-bebé más vulnerables y traumatizadas estén bien, estaremos todos mucho mejor. Porque el inicio de la vida es el momento de romper la cadena del maltrato.
Eres psiquiatra y directora del Instituto Europeo de Salud Perinatal. La depresión postparto es la patología materna más común, el criterio que se utiliza actualmente para determinar si una mujer sufre depresión es un test en el que debes insinuar que te planteas quitar la vida para que te deriven con un especialista. ¿Qué opinas?
Creo que en muchos sitios ni tan si quiera se pasa este test y, en todo caso, pensar que con dos preguntas y una derivación se resuelve el problema de la salud mental es un error. Creo que sería más importante que se les preguntara a las madres cómo están y qué necesitan. Esa debería de ser la rutina; ofrecer escucha y conocer sus necesidades. En cambio, ahora mismo, el postparto está abandonado por parte de la sanidad pública. El problema de la salud mental está haciendo aguas, se están poniendo unos pocos profesionales a atender el sufrimiento de muchos y mi visión de todo esto es mucho más social.
Antes hablabas de las comadres. En el libro explicas que los grupos de madres acaban cubriendo las deficiencias de un sistema que abandona la maternidad…
Claro, porque, durante las dos últimas décadas, muchas mujeres, en espacios como Apoyo a cesáreas o El Parto es Nuestro, o cualquier grupo de apoyo a la crianza, hemos encontrado la manera de atender nuestra salud mental. En cambio, en la red de salud mental se ha atendido poco o nada. Parece que en psiquiatría tradicionalmente solo hemos atendido la esquizofrenia y el trastorno bipolar, y la salud mental materna se ha dejado en un segundo plano cuando es el origen de todo.
Efectivamente, se calcula que dos de cada 10 mujeres sufren problemas de salud mental vinculados a la maternidad y, según la Sociedad Marcé Española para la Salud Mental Perinatal, el 75 por ciento no son debidamente atendidas.
Fíjate, creo que los datos no reflejan la dimensión del problema. Ni siquiera, los datos de salud mental. Venimos de tantas generaciones de daño y trauma, que no nos imaginamos todo lo bien que podemos estar; hemos normalizado el malestar. Solo el 20 por ciento de las personas se atienden, las que peor están, y de estas un pequeño porcentaje llegan a diagnosticarse. El problema es que la maternidad podría ser infinitamente más bonita y gozosa de lo que imaginamos, incluso cuando estamos bien. Invertir en maternidad sería invertir en personal, psicoterapia, escucha y no invertir en intervenciones o fármacos que generan muchos beneficios a unos pocos bolsillos. Es importante nombrar los intereses de la industria farmacéutica.
¿A qué te refieres?
Hace unas semanas, en el Congreso de Lactancia Materna de Pamplona, pusieron un vídeo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que es de lo más radical que he visto en mi vida y que, por cierto, lo debería ver todo el mundo. El video denuncia lo que está haciendo la industria farmacéutica con la lactancia materna ; las tasas de lactancia materna están cayendo en picado. El vídeo muestra una familia y explica que, donde mucha gente ve la llegada de un nuevo ser, algunos ven la oportunidad de forrarse. Podría ser un anuncio de las activistas más radicales, pero no, lo ha hecho la OMS, eso nos da una pista de la dimensión del problema.
En el libro compartes los relatos de tus tres partos. Tres cesáreas desgarradoras. ¿Se puede sanar ese trauma?
La cesárea es una herida muy profunda a nivel no solo físico sino espiritual. Dicho esto, se puede sanar si se cuida. Por eso los cuidados en el postparto de las mujeres que paren por cesárea deberían de ser exquisitos. El problema es que no los hemos dado la importancia que tienen; deberíamos tener ayuda para aceptar y trabajar esa cicatriz. No es solo el trauma físico, a nivel psíquico quedan secuelas importantes, incluso por la anestesia general. Recuerdo que Ana Alvárez-Errecalde, en una asamblea de El Parto es Nuestro, vino a hacernos fotos de las cicatrices, y muchas nos dimos cuenta que para muchas era la primera vez que enseñábamos la cicatriz a otra mujer.
Vamos acabando. Parir se convirtió en una lectura imprescindible para cualquier mujer que quiere tener un parto respetado. ¿Qué te gustaría conseguir con Palabra de madre?
Querría contribuir a un cambio social que sirva para cuidar mucho más y mejor a todas las madres y bebés, pero, especialmente, a las más vulnerables. Quiero que socialmente reflexionemos, independientemente de las ideologías de cada uno, sobre cómo cuidaron a nuestras madres, de dónde venimos, porque todos hemos sido hijos e hijas, independientemente de si somos madres o no. Es urgente darle otro valor a la maternidad y eso se tiene que traducir en una serie de políticas públicas urgentes.
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