Dosis extra
Organizaciones como REMA proponen espacios libres de estigmatización para el consumo de sustancias, un recurso que interesa especialmente a mujeres, migrantes y cuerpos disidentes que reciben una dosis extra de estigma asociado al consumo.
En España existe una larga trayectoria sobre el consumo de sustancias y de medidas tomadas para frenarlo. Es tan cierto que tenemos, por desgracia, un bagaje amplio en cuanto a sobredosis sin retorno y madres en lucha, así como una larga lista de políticas para erradicarlo que no han tenido demasiado éxito en los hábitos de consumo. Las estrategias sobre el mismo siguen sin cambiar: NO a las DROGAS como mantra, y a correr.
Si bien es verdad que en muchas ocasiones un consumo excesivo entraña un riesgo serio para la salud, o las capacidades de cada cual, no siempre tiene por qué llegarse a una situación extrema. Existen tantos tipos de consumo como personas haciéndolo: consumos de clase, de género, de búsqueda, de descanso y, por supuesto, de abandono. No hace falta señalar lo racista, clasista, y, cómo no, lo patriarcal y machista que suele ser la visión sobre las personas que consumen. No es el mismo juicio de valor si el turulo está en la nariz de un señor blanco con corbata, que en la de la mujer que le acompaña. Huelga decir que sus condiciones tampoco lo son. También podemos añadir la carta de “persona racializada” y entonces el relato se nos va de las manos.
Frente a este planteamiento tradicional contra la estigmatización y criminalización del uso de sustancias, surgen cuestiones sobre el consumo a las que asociaciones como REMA buscan dar respuesta. ¿Si la gente va a seguir consumiendo, porque no informar o acompañar, en vez de estigmatizar o castigar? ¿Dónde quedan las mujeres en esta política de anticonsumo? Estos son los planteamientos básicos que se pregunta la Red de Mujeres Antiprohibicionistas en materia de Drogas (REMA). Su objetivo es generar un debate que ponga en el centro de la política los cuidados a las personas consumidoras desde una perspectiva de género.
En REMA hay comunicadoras, médicas, e investigadoras, fundadoras de asociaciones y clubs, políticas y empresarias. Quieren crear un espacio para hablar abiertamente sobre el consumo de drogas. Sobre realidades, contextos y cuidados de esas realidades y contextos. Su andadura comienza en 2016, cuando diferente mujeres pertenecientes a asociaciones del entorno de la CATfac,(Federació d’Associacions de Cànnabis de Catalunya) se juntaron para pensar cómo estaban las mujeres en el mundo cannábico (de ahí salió la asociación de Mujeres Cannábicas) y se les acumuló tanta plancha que decidieron que nadie se iba a quedar fuera.
Tras escuchar las necesidades en los espacios compartidos, se entendió la falta de una agrupación que aglutinara en de forma paraguas otros consumos e interseccionalidades que no solo se centrasen en el cánnabis, surgiendo de esa manera una red transversal entre mujeres tanto en el ámbito de los cuidados, como en el de la reforma de las políticas sobre el consumo de drogas.
Después del parón pandémico REMA se reconstruye desde cero. El objetivo es atraer aires nuevos, integrar otros discursos, conseguir un efecto llamada que logre formar un frente unido. El perfil está claro: mujeres, personas de género disidente y lucha contra el antiprohicionismo.
En la actualidad hay diferentes colectivos de mujeres relacionadas con el consumo en diversos ámbitos. El núcleo de actuación de estas asociaciones es diverso: desde la creación de espacios de cobijo para mujeres que consumen drogas y son víctimas de diversas violencias, hasta la reflexión y puesta en marcha de espacios seguros en el contexto de la fiesta y el ocio nocturno.
“Un mundo libre de drogas no solo no es posible sino que ni siquiera es deseable. Las sustancias psicoactivas nos permiten gestionar cuestiones tan cruciales como el dolor, el placer, los bienestares y los malestares. No hay ninguna sociedad que no utilice drogas. La cuestión está en qué sustancias psicoactivas se normalizan, dónde y cómo se puede acceder a ellas y a través de quién. Sabemos que gran parte de los riesgos que asociamos a las drogas no tienen que ver a penas con las sustancias en sí, sino en las políticas y prácticas que las rigen. El prohibicionismo lo que genera es opacidad, falta de información y relegar la compra-venta a un mercado ilegal que impide a las personas consumidoras poder tomar decisiones informadas en cuanto a que tomamos y cómo hacerlo. Es fundamental que abordemos el uso de drogas sin moralismos, ofreciendo información basada en evidencia, permitiendo conocer de que están compuestas y la mejor manera de cuidarnos si decidimos consumirlas”, introduce Aura Roig, fundadora de Metzineres, uno de los colectivos asociados a REMA.
Para Patty Amiguet, cofundarora de REMA, la cosa también está muy clara. Si hay un alto porcentaje de personas que no desarrollan problemas graves de consumo, y otro porcentaje más reducido que sí, sería mucho más provechoso destinar los recursos de la lucha antidrogas, por una parte, a la prevención de riesgos y educación sobre el consumo, y por otra, al acompañamiento y atención de las personas que sufren las consecuencias de un consumo abusivo; quienes, por cierto, muchas veces se ven expulsadas por el propio sistema de los rígidos programas de acogida en algunos espacios, con sus políticas de intolerancia absoluta frente a recaídas.
Este enfoque se ve representado no solo en acciones directas. Desde las investigadoras que pelean por abrir el campo clínico, hasta quienes hacen enlaces entre las esferas administrativas y el activismo a pie de calle, muchas mujeres cohabitan espacios eminentemente masculinizados en los que buscan que sus voces sean tenidas en cuenta. No es una tarea sencilla ya que existe una fuerte hipocresía en la esfera política respecto a estos nuevos enfoques, y cierto apolillamiento en la comunidad médico-científica.
Frente a este plantel es necesaria la presencia de mujeres como Constanza Sánchez Avilés, quien goza de una larga trayectoria en el ámbito de la investigación y de las políticas sobre el consumo de drogas, tanto a escala nacional como internacional, o de Noemí Sánchez-Nàcher, monstrua de la neuropsicología, de los estudios sobre el dolor y las aplicaciones terapéuticas que el cannabis tiene en diferentes patologías.
Jardinera de excepción
Las nietas cannábicas de Fernanda de la Figuera, más conocida como la Abuela Marihuana, quien ha fallecido recientemente, le han rendido un sentido homenaje. Desde los años 70, Fernanda fue punta de lanza en la lucha por la regulación del consumo de la planta del cannabis. Desde el la esfera más social del activismo fundó todo lo fundable: la Asociación Ramón Santos de Estudios sobre el Cannabis de Andalucía (ARSECA), la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC) y el Partido Cannabis por la Legalización y la Normalización (PCLYN), fue elegida presidenta del partido Luz Verde, pero sobre todo, fue jardinera de excepción para mujeres con diferentes problemas de salud, lo cual le costó su tercera visita a los juzgados y una condena de nueve meses de cárcel y una multa 10.000 euros. “Yo, pienso que en otra vida o fui la guardiana del cáñamo en el Antiguo Egipto o fui semilla o planta de marihuana”, dijo en alguna ocasión. Sus sucesoras le desean que el juicio de Osiris sea más justo que el de los hombres y que le conceda una parcelita al sol para que pueda seguir acompañada de sus plantas.
Al preguntar a Patty Amiguet y Aura Roig sobre vulnerabilidades y las necesidades que priman en la atención de mujeres y consumo, se abren diversos frentes. Ser mujer consumidora implica una dosis extra de cuestionamiento además de la criminalización habitual. Los ejemplos sobran. Mujeres que acompañan un embarazo con el consumo de ciertas sustancias que no sean alcohol o tabaco vivirán su gestación bajo el señalamiento de los médicos, la amenaza de los servicios sociales y un vacío informativo sobre dosis máximas recomendadas, y consecuencias reales que la sustancia consumida tiene sobre su cuerpo y sobre el feto. Mujeres que ejercen una maternidad acompañadas de un consumo integrado en su día a día son asumidas de forma instantánea como incapacitadas para el desempeño, llegando a existir incluso una amenaza real de retirada de custodia. Mujeres que hayan sido agredidas sexualmente sufren un doble juicio social en caso de que el consumo de drogas esté incluido en el relato de los hechos. Mujeres que viven en la calle o en situaciones de pobreza para quienes el consumo de drogas pasa primero por el consumo de sus cuerpos. Mujeres en un contexto de fiesta; hablemos, por qué no, de cómo a ellas les afecta el consumo propio, sí, pero también el ajeno. La cosificación y sexualización del cuerpo de las mujeres dentro de la capitalización del consumo, sin bien es cierto que de un tiempo a esta parte se aprecia un descenso de ésta práctica dentro del marketing de productos.
Además muchas mujeres, sobre todo jóvenes, emulan en su consumo los comportamientos afines a la testosterona como pueden ser cantidades abusivas en contextos sociales, rivalizando en fuerza o tolerancia a la sustancia. Estos consumos “masculinizados” son un reclamo, revanchista en parte, que busca equiparar la visión del consumo que se tiene entre los diferentes sexos pero que no deja tampoco de suponer un riesgo añadido para ellas.
“La perspectiva de reducción de daños ha mostrado ser una respuesta efectiva que salva vidas y reduce los índices de VIH y hepatitis. Las personas que acuden a salas de consumo supervisado, programas de acceso a material higiénico para el consumo, servicios de análisis de sustancias o a programas sustitutivos son más proclives a entrar en contacto con otras redes de atención si lo necesitan así como de acceder a tratamiento. Para las mujeres y personas de género no binario contar con espacios específicos que tienen presente sus intereses, deseos y necesidades atendiendo también a su heterogeneidad, resulta crucial”, es el clamor de REMA y de otros colectivos. Consideran que legislar sobre el uso de sustancias sin sentar en la mesa a quien las utiliza es limitar la calidad de vida y del propio consumo. En consecuencia, las leyes deberían ser más dinámicas y adaptativas a cada contexto social.
“La legislación es contradictoria. Por ejemplo, el consumo en ámbito privado está despenalizado pero esas sustancias no aparecen porque sí encima de la estantería de tu casa y portarlas por la calle sigue siendo objeto de persecución”, explican desde REMA. Y añaden que “Holanda y Portugal son países referentes en el debate sobre la regulación de diferentes drogas a pesar de que también estas quedan cojas, o no se aplican de la forma deseable. Lo importante es revisar la aplicación de las políticas que se hacen. Algo que se aplica en los 80 no se puede tener cabida en 2022. Es necesario un observatorio que estudie los efectos reales sobe esas aplicaciones y que pueda informar. Los cambios sociales van más rápido que el sistema que gestiona estas realidades”.
Marcha Mundial de la Marihuana
En REMA se viven muy de cerca esos cambios sociales. Se viven como una gran familia a la que son bienvenidas y bienvenides, todas aquellas personas o colectivos que se sientan representadas y deseen aportar su granito de arena a la causa.
Tras la resaca emocional que les dejó la Marcha Mundial de la Marihuana, que tuvo lugar el 2 de mayo en diferentes ciudades y de la que en Barcelona partieron como convocantes principales y madrinas de honor del resto de asociaciones y colectivos cannábicos, REMA sigue moviéndose. Están ilusionadas no solo porque en breve van a constituirse oficialmente, sino porque creen que un cambio en España en materia de drogas y perspectiva de género, además de necesario, es también posible aunque el cambio sea lento y el camino un calvario de empedrado social, legislativo, administrativo, médico, obstétrico, científico y otras losas complicadas de mover.