Eva Baltasar: “El sexo una manera de mantenerse en el presente, una salvaguarda de la muerte”
La escritora Eva Baltasar cierra la trilogía sobre tres mujeres que viven al margen con 'Mamut'. La ola Baltasar está arrasando castellano, después de hacerlo en catalán.
Dice la escritora Eva Baltasar (Barcelona, 1978) en su última novela, Mamut (Literatura Random House, 2022), que hace miles de años los agujeros se llamaban cuevas, y “ahora los llamamos ocio, redes sociales o deporte”. Estos espacios nos sirven para guarecernos de la inclemencia y la oscuridad que puede llegar a ser la jornada laboral. La literatura es una desconexión cerebral sanadora. Sindicato, luchas de las mujeres trabajadoras y muchos libros. He ahí una buena resistencia.
Eva Baltasar viene de la poesía y su narrativa está cocinada a fuego lento en el horno de la metáfora. Tres novelas Permafrost, Boulder y Mamut; tres mujeres protagonistas. Cuenta con escenas de sexo lésbico que arrasan, que incluso pican a la mujeres heterosexuales. Mujeres que se lo gozan y lectoras que lo saborean. El universo Baltasar trata de maternidades, de fugas, de mujeres que no encajan, de sistemas de mierda que nos aprietan, de destellos poéticos que ciegan de belleza. La palabra, en esa desconexión del rutinario gris día a día, puede llevarnos a través de infinitos colores y viajes.
Sus tres novelas: Permafrost, Boulder y Mamut (Literatura Random House) son textos breves, de alto voltaje poético. Tres protagonistas femeninas que huyen hacia adelante. ¿Podría hablarnos sobre los títulos?
Los tres títulos son metáforas de las tres protagonistas. En el caso de Permafrost, empecé a escribirla sin saber que era una novela y, en un momento dado, apareció la palabra “permafrost” y, yo que vengo de la poesía y pienso en imágenes, vi ahí la metáfora de cómo era la protagonista. Ella es una mujer que tiene una capa permanentemente congelada que la aísla y la protege de una sociedad terriblemente agresiva. En el caso de Boulder, hace referencia a esas piedras inmensas que se encuentran aisladas en desiertos, valles o en medio del océano. Las piedras parecen que lo soportan todo, pero que se van desgastando porque le acusan las inclemencias del tiempo, como la segunda protagonista. Y con la tercera mujer, pensé en un mamut: un animal prehistórico, extinto, que puedes pensar que en su momento era dueño de su territorio, pero que estaba en el punto de mira de cazadores. En el caso de la Mamut ella se ve un poco así, y además siente que está explotada y desea huir de Barcelona porque la están llevando hacia la extinción.
No tienen nombres pero podemos llamarlas por los títulos de los libros. No hay un hilo conductor entre los tres con lo que se pueden leer indiscriminadamente. ¿Por qué habla de ellos como tríptico?
Porque las tres mujeres hablan desde la incomodidad. Son muy limítrofes, viven en sociedad pero transitan sus límites porque sienten incomodidad en ella. Y además tienen una mirada que quiero pensar que es lúcida. También está el hilo de la maternidad: en Permafrost está el caso de la madre tóxica y controladora y una protagonista que se niega a tener hijos; encontramos en Boulder dos maternidades polarizadas, la deseada y la no deseada; y en caso de Mamut ella está muy conectada con sus instintos y no tiene un gran deseo de ser madre sino de gestar, de preñarse casi como instinto animal.
Las tres tienen condiciones de vidas precarias. Como dice Boulder: “Los trabajos me duran semanas, se me escurren de las manos, son grasa que voy deshaciendo”. ¿Qué relación tiene usted con el trabajo?
Creo que todos mis trabajos han sido precarios (ríe). Y creo que los de la mayoría lo son. Y aunque puedas ganar un sueldo altísimo hay cierta precariedad en cuanto a exigencias de implicación en el trabajo o en cuanto a la cantidad de horas que demanda. No es solo sueldo, son todas las condiciones laborales. Soy licenciada en Pedagogía y mis trabajos han sido con contratos de mierda y condiciones horrorosas. Siendo licenciada he trabajado limpiando casas y de pastora cuando vivía como Mamut en el campo. También de camarera, he estado en la escuela privada, en la concertada y en la pública. He hecho mil cosas. También digo que me cuesta mucho atarme a un trabajo que no me gusta, siempre he priorizado escribir, aunque ganarme la vida solo escribiendo lo hago desde hace tres años.
Sacó Permafrost en catalán y tuvo tanto éxito (50.000 lectores y lectoras) que lo editaron en castellano. ¿Es usted ahora una obrera de la cultura?
No me siento como una obrera de la cultura (ríe). Ahora mismo solo escribo lo que me apetece, que son mis novelas. Recibo encargos para escribir en prensa y digo que no. No quiero convertirme en una obrera y tener la obligación de escribir algo que no es lo que me gusta. Bueno, también te digo, llevo una vida muy austera, no estoy montada en el dólar, pero una vida sencilla con mis hijas y en la que solo escribo lo que me gusta. Con lo que para mi escribir no es un trabajo sino una pasión.
Boulder dice: “Me gusta vestir ropa de trabajo, me hace transparente”.
Yo lo he vivido como tanta gente que trabaja en lugares con uniformes. Eres invisible. Es fantástico, pero puede ser horroroso.
En las tres novelas la carga sexual es bestial, las escenas de sexo entre mujeres son sublimes. Leo en Boulder: “No la follo, me afilo con ella. La bebo como si me hubieran educado para el desierto”. No tengo palabras.
He llegado a la narrativa tras muchos años haciendo poesía. A lo que dedico más horas y gozo es a trabajar el lenguaje; crear imágenes que con pocas palabras estallen (ríe). Todas y todos somos hijas del sexo. Esto es primordial. No sé si somos hijas del amor, pero del sexo seguro. En el origen de todo estaba el sexo, el amor es otra cosa. En mi vida y en mi obra es importante. Otro hilo que une a los tres libros es la incomunicación, pero las protagonistas se comunican a través del sexo. En el caso de Boulder, para no hablar con su pareja emplea el sexo. En el caso de Permafrost, sufre un vacío existencial y tiene problemas de comunicación con la gente y se relaciona con sus amantes a través del sexo. Y es el sexo una manera de mantenerse en el presente, una salvaguarda de la muerte. En Permafrost vemos a la protagonista desde niña hasta los 40. Yo descubrí el sexo con ocho años, con la masturbación, pero con ella fui generosa y puse 12 años. Y aún así hay lectores que me han dicho: ¿pero tan joven? Seré yo la rara (ríe), pero recuerdo mis ocho años. Forma parte de la cotidianidad y del ser humano. Las dos mujeres son personajes que lo gozan y en el caso de Mamut, como tiene el instinto de gestar, hace que se acerque a practicarlo con hombres, pero se siente atraída por mujeres. Y dice ella: “La boca de una mujer puede salvarte, pero los polvos con los tíos son a cada cual peor”.
Leerle es un regalo: “El cuerpo me insulta, me exige otro cuerpo para saciar el hambre monstruosa de tocarlo y excitarlo hasta hacerlo escupir a la persona, su pureza, su encanto”. Soy heterosexual pero me excitan sus escenas. (Me río)
Es muy normal. Me lo han dicho en clubs de lectura, e incluso, una librera me dijo que las escenas le ponían y se atrevió a probarlo. Esto me encanta cuando sucede (ríe).
“Sabíamos que el semen era blanco porque nos lo habían filtrado los de octavo”, dice la protagonista de Permafrost. ¿Cómo fue su educación sexual?
Bastante inexistente. No recuerdo que mis padres me contaran nada. Puede que en alguna clase del instituto, en Ética, nos pasaran algún video. Sales con 18 a la calle, a esa edad empecé a salir yo, y ahí te la vas pegando y aprendiendo.
La protagonista de Mamut malvive en Barcelona y se va al campo a vivir. Un perro de compañía y se pone a trabajar en la limpieza de la casa del pastor. El pastor le propone que sea su prostituta. ¿El sexo a cambio de dinero es una mera transacción?, ¿considera que es un trabajo más?
No sé lo que creo. Me cuesta opinar porque no lo he vivido, quien debería opinar es la gente que está ahí metida. En el caso de Mamut lo vive con naturalidad. Ella va cada día a casa del pastor, él no folla con nadie y te paga por hacerle trabajos y al final propone, “oye, de puta qué”. Para mí es una consecuencia natural, no lo veo límite. Mamut tiene muy pocos prejuicios, los pierde al huir de la ciudad.
Mamut tiene el deseo de quedarse embarazada así que practica sexo con todos los hombres que puede para lograrlo. Es en el único libro en el que hay sexo heterosexual y es con un fin concreto.
Es una cuestión animal. El instinto biológico de embarazarse, sin pensar en la maternidad, lo he visto en muchísimas mujeres. Como Mamut dice: hacer pasar la vida a través del cuerpo.
En Boulder escribe mucho sobre maternidad. Una maternidad casi obligada porque la novia de la protagonista ha tenido una niña por decisión propia. Retrata la falta de deseo sexual de una madre y, diría, las ganas no cubiertas de la protagonista. ¿Puede que la carencia de sexo arruine relaciones? ¿Cómo de importante es la cama en una casa?
Hay relaciones que funcionan sin sexo, pero yo le doy mucha importancia. El sexo es otra forma de comunicación. En el caso de Boulder se va destruyendo la pareja porque se ve segregada de la relación y cuando la niña nace el deseo desaparece. Su pareja quiere ser madre, ella no, pero asume serlo y la tienen. Lo que ella percibe es que queda totalmente apartada de su mujer y la niña. Yo me identifico con Boulder porque aunque esté implicada en el proyecto de mi familia sigo sintiendo que esto no vaya mucho conmigo. Estoy muy feliz con mis dos hijas, pero viví a nivel social con extrañeza los embarazos. Empecé a disfrutar cuando me salí de los grupos de preparación al parto. Hay mujeres que ahí se encuentran muy a gusto, pero en mi caso me incomoda y me da repelús. Parecía que nos asimilábamos todas al modelo social de la perfecta maternidad y la maternidad puede ser de mil formas distintas. Yo la viví en soledad y muy feliz.
Me impacta cómo describe la regla: “Notar cómo mes tras mes se instauraba aquella base de plomo en los riñones, cómo crecía la necesidad de ese movimiento sincopado de los locos, cómo se manifestaba la conocida e infernal diarrea, cómo la tremenda pata de elefante me aplastaba el útero, oprimiéndolo con irrevocable decisión hacia abajo, siempre hacia abajo”.
La regla a mí me ha jodido la vida. Muchísimo. Yo me he saltado exámenes de la Facultad por la puta regla.(ríe). Terminaba en K.O. Pasaba un día con dolores atroces, caía en coma y estaba durmiendo 10 horas del tirón o acababa en urgencias. Esto hay que explicarlo. Quise explicarlo. Y también el sexo lésbico. En Permafrost la hermana de la protagonista le pregunta: “Oye, cómo es”. Me he encontrado heteros que al saber que yo era lesbiana me preguntaban cómo era el sexo. Y al final pensé: mira, lo voy a escribir (ríe).
Sobre medicarse. ¿Considera, como lo hace la protagonista de Permafrost, que “es una constante solución provisional igual que la bombilla de pocos vatios colgada del techo del recibidor”? ¿Cuáles son los problemas que nos llevan a una salud mental malherida?
La sociedad que estamos creando. La medicación es neutral, hay muchísima gente que la necesita, gente cercana a mí. Hemos creado una sociedad de histeria en la que es imposible vivir en paz. Tanto por el estrés, como por la autoexigencia. Somos seres que no estamos preparados para trabajar ocho o 10 horas diarias; nuestros antepasados iban a cazar dos horas como mucho, comían y a hacer la digestión dos días seguidos. El ritmo es insostenible así que se necesita algo que nos permita bajar el nivel de fobia para ir tirando. Para que el cerebro no sea del todo lúcido y el cerebro pueda ir tragando y tirando día a día. Esto es gravísimo. Los ansiolíticos son para sobrevivir y esto me parece un crimen.
¿Qué está leyendo?¿Qué recomienda?
Un libro que recomiendo es El hombre del jazmín, de Unica Zürn, en la editorial Wunderkammer. Admiro mucho a esta escritora. Este en concreto son anotaciones que hizo cuando estaba ingresada en un centro de terapia mental o de salud mental. Es una especie de diario de una loca, pero ella no estaba nada loca fue una mujer totalmente cuerda. Su escritura es una delicia. La misma editorial ha sacado en catalán La primavera fosca, que lo ha editado en Siruela en castellano, y es un relato de juventud: su descubrimiento del sexo por una violación, totalmente horroroso pero escrito con una sensibilidad y una forma poética increíble.
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