Marisa Mañana: “La literatura siempre es ideológica, incluso la que dice no serlo”
La docente y escritora Marisa Mañana publica su primera obra, 'Como nosotros', un libro de relatos cortos eróticos cuyos protagonistas, disidentes sexuales, migrantes o ancianas, se alejan de lo habitual en la narrativa española.
Marisa Mañana empezó a escribir diarios e historias de amor cuando solo tenía 14 años. A los veintipico asistió como alumna a su primer taller de escritura, a los 33 se matriculó en Filología hispánica y con 37 ya se había licenciado. Desde 2005 es ella la que imparte los talleres de escritura creativa en un montón de espacios. Pese a su dilatada carrera ligada a las letras, Como nosotros es el primer libro que publica. Se trata de un conjunto de relatos cortos en los que construye un nosotros enorme en el que caben quienes siempre han formado parte de la otredad y en los que el erotismo y lo sensorial ocupan un centro hermoso en fondo y en forma.
¿En qué momento pasas de enseñar o corregir obras a escribir tu propio libro o, más bien, porque seguro que ya escribías, a decidir que se publique?
Parte de mi creatividad se vehiculaba enseñando a escribir y eso ha ralentizado mi propia escritura. Pero también he de confesar que soy lenta, escribí en 2005 el primer relato, ‘Cuando los minutos sumen nueve’, y que, además, sentía cierto miedo a tocar puertas y no obtener la respuesta deseada; o ninguna, que desespera más. El sueño de publicar lo he acariciado durante muchos años, es cierto, pero el empujón llegó con Julio Espinosa y su editorial MilMadres;sí, junto y con las dos mayúsculas.
¿Cómo ha sido el proceso de escritura? ¿Por qué te inclinaste por los relatos cortos?
El proceso ha sido largo y las revisiones, muchísimas. Soy muy perfeccionista escribiendo. Además, te metes tanto en tu historia cuando escribes que a veces pierdes la perspectiva. Por eso en mis talleres recomiendo lo que yo he hecho: una vez que has trabajado todo lo que sabes y lo que puedes, busca profesionales como Clara Redondo para que lea tu manuscrito.
En cuanto al género narrativo, me gustan los relatos porque en un mismo libro puedes recurrir al realismo, a lo fantástico, a eros; elegir un tono irónico, obsesivo, alegre, exaltado; apoyarte en un estilo elevado o coloquial; decantarte con extensiones de un párrafo o de 15 páginas y cerrar con finales abiertos, terminantes, circulares, sorpresivos…
Me encanta concebir y construir un libro de relatos como un universo lleno de microuniversos vehiculados a partir de un tronco común. Por eso, de las tres citas que abren el libro, la de Christian Bobin es la primera: “En la escritura giramos siempre en torno al mismo fuego central, pero a medida que giramos, las sombras cambian”.
Tus personajes no son los de siempre, podría decirse que es gente… COMO NOSOTROS.
Sí, de hecho, me gustaría que ese “nosotros” fuera lo más diverso y numeroso posible no solo en cuanto a la raza. Me cansan un poco los finales tremebundos o edulcorados y las relaciones amorosas súper rosas. También me repatea que las personas mayores de 60 sean viejos verdes y mujeres frígidas que echan de comer a las palomas. ¿Quiénes me atraen especialmente? Mujeres mayores, disidentes sexuales, personas trans, gente a la que le cuesta alcanzar sus sueños, llegar a final de mes o superar un duelo… Me gustan los finales agridulces y los personajes que se preguntan quiénes son, por qué no encajan, qué pueden hacer para que su vida sea más placentera. Me gusta que, aunque sufran, consigan bastante de lo que persiguen, o al menos un poco.
Es interesante porque hablas de nosotres pero el racismo no está en el centro. No tratas de hacer pedagogía ni cuentas penas sino vidas con sus luces y sus sombras.
Pues verás, Toni Morrison, que es maravillosa, inunda sus libros con la perspectiva racial y de género sin descuidar la belleza de la prosa, la potencia de las imágenes y la inmersión en la psique de los personajes. Con los versos de Gloria Fuertes, la segunda cita que abre el libro, me pregunto: ¿me subo al carro o lo empujo? ¿Cuál es mi sitio? ¿Qué sitio quiero? O parafraseándote: ¿Cómo quiero vivir con y en esta piel? Un ensayo habla de las ideas directamente. La ficción, en cambio, no explica, sino que contagia. La literatura, en cuanto ficción, siempre es ideológica, incluso la que dice no serlo. Es una mentira para contar una verdad, es contar dos historias con una, de las cuales la subterránea es, en realidad, el verdadero mensaje. Y a mí me gusta contarlo, claro, pero elijo hacerlo contagiando a quien me lea, o intentándolo al menos, a través de la historia que corre por la superficie: acciones, imágenes, sensaciones físicas y psíquicas. A veces pienso que el título Como nosotros es lo que responden mis personajes cuando alguien los señala como el gran otro: eh, dicen, no queremos ser como vosotros, es que vosotros no sois tan diferentes como os creéis.
Hay otros temas que aparecen en tu obra que conciernen a toda la sociedad, ¿en quién pensabas al escribir?
En la gente que se puede permitir el lujo de ir a Marte, en una mujer con la que compartí habitación en un hospital, en la lucha por los derechos de quienes salen siempre perdiendo, en el cáncer de mama que yo misma padecí… Me he reído parodiando algunos temas, pero era de esas risas que se quedan congeladas cuando te das cuenta de que, a menudo, el sinsentido de la vida no se debe al destino, a la causalidad o a los dioses, sino que tiene nombre y apellidos.
En Como nosotros mezclas términos como “polla” con palabras finas. Hablas con y de verdad.
En esa fase de revisión de la que hablaba, recurrir a algunas palabras fue muy divertido. Me ocurrió con ‘Fantodio’ que cuando mi novio lo leyó, me dijo: “Marisa, los hombres no decimos ‘miembro’, decimos ‘polla’”, ja, ja, ja… Como él tenía razón y yo soy muy perfeccionista, lo cambié. Pero sí, me encanta el juego de Henry Miller y de Toni Morrison, tienen una prosa brillante y vibrante y pueden meter acá o allá un taco o un coloquialismo.
En tu obra el sexo y el deseo tienen mucha presencia. Sexo y deseo entre personas mayores, sexo y nalgas peludas, sexo e identidades y orientaciones sexogenéricas líquidas…
En los relatos ‘Cuando los minutos sumen nueve’, ‘Ilsa’ y ‘Brujas’ quise dar voz a las personas mayores deseantes, y deseadas. En ‘Fantodio’, ‘Brujas’ y ‘Como nosotros’ a la gente afro desde distintas perspectivas … Y fíjate, aunque en ‘Brujas’ no hay sexo, hay una celebración, y eso también es muy erótico. Eros es el dios del amor y del impulso creativo, dos manifestaciones de la vida. Ahora bien, el duelo también está, al menos en tres de los 12 relatos.
En ese sentido, el relato ‘Como Nosotros’ tiene un protagonista disidente sexual que está en un entorno rural de un país que entiendo que es africano. Naciste en Guinea Ecuatorial, pero llevas aquí toda tu vida, ¿cómo ha sido tu proceso de investigación en términos de dificultad y de dolor?
Antes me peleaba con la respuesta cuando me preguntaban: soy de Guinea Ecuatorial, nací en Guinea pero me he criado en España, soy española. Ahora me siento muy cómoda diciendo que soy afrodescendiente madrileña. Esa complejidad y esa necesidad de definirme se las presté a mi personaje, un adolescente enamorado. Pero no ha sido fácil. Gracias al psicoanálisis y a las preguntas en torno a las que giraban mis sesiones, ¿qué es ser mujer?, ¿qué es ser negra?, ¿cómo es mi experiencia como mujer negra?, y el hecho de ser lenta para casi todo me ha permitido reconectar con el mundo afro desde un lugar más adulto, ideológico y, sobre todo, placentero, desde un lugar Como nosotros.
Y hablando de Guinea, ahí no es muy común que se hable de sexo de manera tan explícita, ¿qué le ha parecido el libro a tu madre?
Me encanta que me hagas esa pregunta. En realidad, a quien siempre temí es a mi padre y, por desgracia, ya no está vivo para leerlo. En cuanto a mi madre, es una de las personas más tolerantes que conozco y está muy orgullosa de que su hija, una mujer negra, haya escrito y publicado un libro en España; mi padre también lo estaría, ahora lo sé. Recuerdo que cuando pedía a mi madre detalles sobre comida o sobre lugares para ambientar el último relato, me preguntó de qué iba. Cuando se lo conté, me respondió: “Hija, es un tema interesante”. Y el protagonista es un disidente sexual.
Hay una pregunta que le formulé a la escritora afrocolombiana Quinny Martínez Hernández con motivo de la publicación de su obra Umami, un corazón erotizado, y que me gustaría hacerte a ti también: ¿Que una mujer negra haga un libro como el tuyo en donde se habla de sexo de forma explícita es, en cierto modo, valiente por la hipersexualización que pesa sobre nosotras o es una forma de decir “hasta aquí, me da igual vuestra construcción exógena”?
Yo creo que es más bien un “hasta aquí”. Para empezar, me molesta esa confusión entre la literatura erótica y la vida sexual o entre el autor o la autora y el personaje: ¿a alguien que escribe novelas históricas le preguntan si ha vivido en el siglo XVI? Una vez me escribió un tipo a través de Instagram para saber si me interesaba una relación sadomaso. Hace 15 años, sentía pudor y yo también confundía sexo y amor con erotismo, pero luego descubrí que podía escribir sobre el deseo carnal y no solo no pasaba nada, sino que era dúctil: puedo narrarlo de manera explícita o sutil, mirarlo de frente, colocarlo al fondo o mirarlo lateralmente a través del lenguaje o de las acciones. ¡Hay tantas formas aún por descubrir! La literatura erótica es, ante todo, literatura. Y el erotismo es transversal a la vida, eros es el impulso vital. Si no hay hambre, no hay vida. Y si yo obviara el erotismo, estaría falseando mi escritura.
¿Por qué es importante que las mujeres negras escriban sobre sexo y no que sean únicamente otras personas quienes escriban sobre nosotras cuando se trata de sexo?
En realidad, no debería estar mal que alguien hable sobre otra persona y me vale para grupos, colectivos, naciones y continentes. El problema es que cuando solo validamos una versión y la convertimos en hegemónica, tendemos a infantilizar, a cosificar, a usurpar, a agredir. Y las mujeres negras, o asiáticas o indias, tenemos el deber, o el derecho, como se prefiera, de ser sujetos activos de deseo: hablar desde nosotras mismas sobre qué nos gusta a cada una, cuándo y cómo nos gusta y en qué términos; podemos incluso cambiar de opinión en cualquier momento de nuestra vida. También es importante mirarse y hablar con una misma, mirar a las demás y permearnos de las demás.
En la actualidad, la producción literaria de escritores racializades que crean desde el Estado español se ha multiplicado, ¿por qué crees que muchas de las obras son autobiográficas, aunque sea en parte?
Hay una frase de Vera Mayers que me digo últimamente: diversidad es que te inviten a una fiesta; inclusión, que te saquen a bailar… ¿Y si le damos una vuelta? ¿Qué tal bailar aunque no te inviten o crear la propia pista de baile? A Shirley Chisholm se le atribuye esta frase: “Si no te dan un asiento en la mesa, trae una silla plegable”. Me gusta pensar que la creación afrodescendiente que señalas es justo eso, plantar esa silla en medio de la pista y taconear sobre ella para que se oiga también al fondo. En cuanto a lo que planteas sobre la autobiografía y a liberarse, está en la naturaleza del ser humano narrar su propia existencia y la de los demás. También hay para quien lo autobiográfico es una fase y, a medida que crece en la práctica, empieza a contar de un modo menos literal y comienza a volar, a narrar con otras lentes sin perder su esencia. En mi caso, el relato ‘Como nosotros’ no está ambientado en Guinea Ecuatorial y el protagonista es un chaval enamorado, pero Guinea y yo estamos ahí.
¿Con qué frase o párrafo de tu libro te gustaría cerrar esta entrevista?
“Yo creo que si te raparas como Balaki o te gustara pelearte tanto como a Yewek, me seguirías gustando. Incluso en el caso de que fueras prostituta. Pero yo sé que no lo eres. Yo creo que quien dice eso necesita ensuciar lo que no entiende, ¿no crees?” [del relato ‘Como nosotros’].
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