Privilegios y estructuras

Privilegios y estructuras

Luchar contra el racismo no trata de, simplemente, señalar los privilegios blancos individuales, sino las estructuras amplias que generan las desigualdades contra las que tenemos que organizarnos colectivamente.

11/01/2023

En los últimos años se habla con mayor frecuencia de los “privilegios” para señalar los efectos del racismo. Se ofrecen formaciones, se publican textos y se financian proyectos destinados de revisar los “privilegios blancos” como una manera de trabajar las injusticias que genera el racismo. Incluso, cada vez es más frecuente escuchar a personas (blancas, heterosexuales, cis, funcionales, profesionales) enunciar sus privilegios para señalar que son conscientes de las desigualdades y los beneficios que el sistema genera.

Ante esta actitud “consciente” de los privilegios surge la pregunta si reconocerlos es un primer paso para generar cambios estructurales más profundos o si, por lo contrario, reflejan una concepción del racismo como una cuestión individual e ideológica que se supera mediante el cambio de actitudes y comportamientos individuales. Una aproximación moral en donde el acto de reconocerlos constituye en sí mismo un gesto suficiente y “redentor”.

Hace un par de años, con Lucía Egaña, problematizábamos narrativas similares que se reproducen desde espacios feministas frente a las denuncias de racismo. En este sentido, es importante recordar que el interés de feministas antirracistas en cuestionar las relaciones desiguales de poder en los espacios feministas y de hablar de los privilegios que otorga la blanquitud está vinculado con el propósito de denunciar las estructuras más amplias que generan desigualdades. No se trata solo de señalar cuestiones individuales sino de conectarlas con su carácter sistémico y vincularlas con la continuidad de las estructuras de opresión.

En este sentido, Arun Kundanini, en su libro Capitalismo Racial, señala que las acciones desarrolladas en Estados Unidos y Reino Unido para tomar conciencia sobre el racismo fueron una herramienta de despolitización de las reivindicaciones de los movimientos antirracistas. Se limitaron a la gestión de las relaciones y actitudes individuales, pero dejaron sin cuestionar aspectos más amplios como el racismo estructural y el imperialismo.

 

Dice Kundanini que a las estructuras no les importan nuestras actitudes porque estas se (re)producen de todas maneras. Para él no sirve de nada que “los blancos busquen de manera narcisista los orígenes del privilegio blanco en sus propias almas blancas”, ya que purificarnos de los prejuicios mediante una denodada confrontación con los privilegios es más probable que produzca vanidad que igualdad. Además, advierte que en una economía neoliberal saber “hablar de raza” se convierte en un conjunto de habilidades que agrega valor al capital humano y que parte del imperativo general de trabajarse a una misma para transformarse y hacerse más eficiente para el sistema.

Igualmente, bell hooks resaltaba la importancia de los grupos de conciencia en los espacios feministas para comprender el funcionamiento del patriarcado e identificar el sexismo interiorizado de las participantes. Sin embargo, advertía de que la base del trabajo feminista comenzó de forma importante cuando las mujeres comenzaron a crear estrategias para transformar el sexismo través del pensamiento feminista y del compromiso con la política feminista, para lo cual la organización fue fundamental. Si bien estos espacios fueron importantes para la transformación de las participantes, la construcción de un movimiento feminista amplio necesitaba de la organización y del desarrollo de estrategias de cambio social.

En nuestro contexto, mirar a las estructuras nos permite constatar cómo el derecho y el sistema judicial son un importante mecanismo de reproducción de racismo. El archivo de la investigación sobre la masacre en Melilla, la criminalización y la expulsión de Mohamed Said Badaoui y Amarouch Azbi de sus comunidades, la persecución a la juventud migrante, las quitas de custodia a madres migrantes y empobrecidas, la exclusión de las necesidades de personas trans migrantes en la ley para la igualdad efectiva de las personas trans son algunos de los ejemplos más recientes.

Frente a la buena salud del modelo civilizatorio racista, capitalista y patriarcal en el que vivimos, debemos recordar que lo que cambia las estructuras es la organización y la acción colectiva. Es importante tener en cuenta el lugar que cada una ocupa, abandonar las falsas ideas de igualdad y atender a las diferencias que existen entre nosotras. Sin embargo, deberíamos huir de aproximaciones que ubican al racismo como una cuestión moral e individual para mirar a las estructuras que lo reproducen y generan desigualdad.

 Este texto fue publicado inicialmente en La Directa
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