Mercè Otero: “No somos ni las primeras ni las únicas en la genealogía del feminismo”
El archivo de Ca la Dona es una delicia. El trabajo de decenas de mujeres ha hecho posible que la memoria del movimiento feminista, principalmente catalán, esté al alcance de cualquiera. Mercè Otero Vidal no solo sabe dónde está cada documento sino que cualquiera de ellos le sirve de gancho para contextualizar las diferentes etapas y estrategias que hemos utilizado históricamente las mujeres para sobrevivir.
Mercè Otero Vidal (Barcelona, 1947) es memoria viva de un movimiento que ha transformado la sociedad probablemente más que ningún otro en las últimas décadas. No solo ha participado en todas las jornadas feministas que se han hecho en el Estado español tras la dictadura –solo faltó a unas porque tenía que cuidar de su madre– sino que conoce al dedillo el archivo de Ca la Dona, un espai de dones i per a dones. Sabe exactamente dónde está cada libro, cada foto, la documentación de cada uno de los grupos y personas que han cedido su memoria al proyecto. A veces tiene que dar un par de vueltas de más por los grandes armarios donde albergan la historia reciente –y no tan reciente– del feminismo porque alguna de sus compañeras ha movido algo de sitio: “¡No sé dónde lo habrán dejado!”, dice, pero apenas unos minutos después ya tiene en sus manos eso que quería enseñarme: la revista Poder y Libertad, por ejemplo. Lidia Falcón dirigió, además de Vindicación feminista, esta publicación. En uno de los monográficos que editaron, aparece ella misma en la foto de portada.
Antes de sentarnos frente a la grabadora, Mercè Otero me regala un paseo entre documentación y viejas revistas. Entre ellas, descubro orgullosa todos los ejemplares de Pikara Magazine en papel. Un par de horas en Ca la Dona son suficientes para neutralizar cualquier ego –mucho antes de que naciéramos, otras estaban allanando nuestro camino–, para relativizar cualquier conflicto intrafeminista –hubo otros igual de graves que lograron solucionarse– y, sobre todo, para entender que, frente a la banalización del feminismo, en palabras de María Gorosarri, la única alternativa es estudiar en profundidad nuestra genealogía. Catedrática de latín, Otero se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, en 1969. Ha estado vinculada al feminismo prácticamente desde entonces, aunque ningún gran vínculo se construye en dos días. Sitúa su llegada al feminismo en 1976, año de las primeras Jornades Catalanes de la Dona, pero no es exactamente verdad: “Antes de llegar a esas jornadas, yo ya tenía una conciencia determinada”.
Todo empieza, en realidad, en la lechería que tuvieron su madre y su abuela. Mercè Otero creció rodeada de mujeres que hacían confidencias a su madre y rápidamente supo que no era casualidad que todas aquellas mujeres tuvieran problemas parecidos. La tienda estaba a la “izquierda del Eixample”, una zona de la ciudad que contaba, cuando Otero era niña, con los servicios que no quería la burguesía de la Dreta de l’Eixample: el hospital clínico, los bomberos, la cárcel y el matadero.
¿Era habitual que las mujeres de tu generación fueran a la universidad?
Empezaba un poco el boom. La postguerra se alargó mucho hasta, prácticamente, 1957, año en el que España entró en las Naciones Unidas. Entonces hubo un cambio de consideración del régimen. Las mujeres que venían a la tienda de mi madre y de mi abuela habían trabajado tanto, habían sufrido tanto, que siempre decían: “Vosotras estudiad para que no tengáis que depender”. Estudiar para no depender del marido, para tener independencia económica.
El feminismo era una cosa latente, sin racionalizar. Empiezo a trabajar en un instituto justo a los 22 años, cuando termino la carrera. Es una cosa que la gente no entiende hoy en día: ¡Me vinieron a buscar a la facultad para que me incorporara al instituto porque les faltaba gente! Imagínate tú, hoy es impensable. Era un instituto femenino y había un grupo nocturno. Llegué al instituto y me encontré que yo era la profesora, pero en la clase de nocturno, daba clase a chicas de mi edad. Chicas que habían dejado la escuela, que habían ido a trabajar de dependientas, de administrativas, de peluqueras, pero que en aquel momento, con una edad y unas posibilidades determinadas, volvían a estudiar. Era como una educación para adultos. Era para mí una experiencia interesante porque, en el diurno, ¡daba clases a niñas de 10 años! Empiezo a trabajar en el instituto y empiezo a trabajar en la Universidad al mismo tiempo. En la Universidad daba clases de latín a las ocho de la mañana y a las ocho de la noche.
Empiezas a trabajar en este instituto y, poco después, ¿entras en relación con el movimiento feminista?
En el grupo de alumnas que tenía yo en el bachillerato nocturno estaba una amiga, una gran amiga, mi compañera de toda la vida, que tenía un hermano mayor. Él, prácticamente en la clandestinidad, sabía cuatro cosas más de las que sabíamos nosotras. Empezó a decirnos: “¿Por qué no leéis a Betty Friedan?”; “¿Por qué no leéis a Simón de Beauvoir?”; ¿Por qué no leéis a Lidia Falcón?”.
Ya sonaba el nombre de Lidia Falcón.
Sí, sí. Mujer y Sociedad era el libro de Falcón en ese momento. En esa época empiezo a repensar, a saber. ¡Nos tenemos que poner en marcha de alguna manera! ¿Para qué? Yo sigo diciendo lo mismo: para lograr la libertad y la dignidad de las mujeres. La libertad y la dignidad de las mujeres. Todo lo demás ya saldrá.
¡Y sigues vinculada al feminismo!
Sí, sí, durante los primeros años era una vinculación de asistir a todos los actos, a todas las convocatorias y de estudiar mucho para deconstruirme. Para decir: “A mí me han explicado esto así, pero es posible que falte algo o es posible que sobre o es posible que pueda ser de otra manera”. Cuando llegan las primeras Jornades Catalanes de la Dona, empieza todo a encajar. Nos vamos encontrando. Los primeros grupos que se habían formado, en los que yo también estaba, eran las vocalías de mujeres en los barrios. Las vocalías de mujeres de las asociaciones de vecinos.
¿Las asociaciones de ama de casa?
No. Esas eran anteriores, las asociaciones de amas de casa habían surgido en el propio franquismo. Existieron y luego se rehabilitaron, pero ya existían antes. Las vocalías de mujeres estaban vinculadas a los grupos de clandestinidad: al PSUC, Comisiones Obreras, al socialismo… Estaban más organizadas y eran más alternativas, aunque la asociaciones de amas de casa, en un momento determinado, también hicieron una gran labor en relación a la carestía de la vida, al precio del pan. Hay que reconocer que no somos ni las primeras ni las únicas en la genealogía del feminismo. Hay que seguir las pistas, que a veces no son lineales, para ir encontrando a otras.
¿Crees que se respeta esa genealogía?
Precisamente, estando en un centro de documentación, lo que pretendemos es eso. Pretendemos que lo que el patriarcado ha invisibilizado quede recogido de tal manera que no se pueda invisibilizar más. A ver si esto sirve también para lo que tendría que ser un auténtico diálogo intergeneracional. Nosotras hemos hecho esto, hemos llegado hasta aquí; vosotras estáis haciendo esto, no sé hasta dónde llegaréis, pero hay que hacer un reconocimiento mutuo. Para eso hay que saber escuchar.
Está pasando exactamente todo lo contrario.
Sí, es difícil saber escuchar, pero es clave. Es la única manera de hacer un traspaso de verdad. No quiere decir que tengas que hacer lo mismo, ni mucho menos, pero hay que saber que no somos las primeras ni las únicas. Las que empezamos con la caída del franquismo tuvimos que recuperar, tuvimos que estudiar, a las mujeres de la guerra, a las milicianas, a las mujeres republicanas, a las anteriores, a las que habían tenido contactos con los movimientos sufragistas.
¿Dónde está todo eso? ¡Parece que el movimiento surge hace dos días!
Maria Aurèlia Capmany i Farnés tiene un libro, La dona a Catalunya: consciència i situació (1966), que habla del feminismo en Catalunya. Ella tuvo documentación suficiente para llegar a las mujeres del XIX. Si tú las miras con una perspectiva de contraste, eran todas unas burguesas, católicas, pero resulta que esas católicas burguesas, ni que fuera por caridad cristiana, tenían una conciencia social. Hicieron cursos, organizaron a las mujeres; hicieron mucho trabajo. Hablo de Dolors Monserdà, Francesca Bonnemaison, Carmen Karr. Maria Aurèlia Capmany i Farnés, que era una mujer socialista, decía que eran unas carcas. ¡Sí que lo eran! Verdaderamente lo eran, pero tuvieron conciencia. Escribieron, no perdieron la oportunidad y, ya que ellas tenían la posibilidad, escribieron.
Hay un libro, La fabricante (1904), de Dolors Monserdà. La protagonista es una mujer que tiene que dirigir una fábrica. Aquí, en Catalunya, hubo un grupo de mujeres del 36 que cuando regresaron hicieron campaña en institutos explicando qué había sido estar en los campos de concentración nazi. Montserrat Roig hizo el libro Los catalanes en los campos nazis y ahí estaban las mujeres también. Todavía estamos recuperando: se van vaciando casas porque se están muriendo los abuelos que conservaban libros de los tatarabuelos, de los bisabuelos y van saliendo cosas.
¿Ha aparecido algo que te haya sorprendido especialmente?
Sí, yo no pensaba poder conservar una revista como La dona catalana, de los años 20. De repente, nos llegó un bloque y después ya me metí a ir los domingos al mercado de libros viejos de Sant Antoni a ver cuántos más recogía.
¿De qué hablaban en esa revista?
Son revistas interesantes. La propia publicidad que tienen es interesante. Hablan de medicinas, de cocina, de moda, de seguridad en la casa, de seguridad doméstica, de bienestar. Siempre hay alguna narración y en los momentos políticos, hay una opción política. Esto es importante. Siempre todo sin estridencia, con un aire de normalidad.
¿Es la publicación más antigua que tenéis?
Más allá de los años 20 ya cuesta bastante. Si quieres puedes encontrar, pero entonces ya vale sus dineros.
¿Cómo aparecieron esas primeras revistas?
Una donación. Aquí casi todo lo que tenemos son donaciones.
Mercè Otero Vidal ya se ha levantado y anda, de acá para allá, enseñándome viejos tesoros: “Mira, 1926, esto es de una gran gran poeta catalana: Maria Antònia Salvà i Ripoll (1869-1958). Mira, esto otro de 1906, Carmen Karr, de las burguesas que te he dicho antes”. Y sigue: “Cuando tú eres una crítica literaria feminista, si aplicas los principios feministas a una obra, siempre te sale alguna cosa. Sobre todo, si es una obra de mujeres”.
¿Será el archivo más grande del Estado español?
Diría que sí, pero las comparaciones son odiosas. No me gusta. Existen bibliotecas de mujeres que a veces están vinculadas a la institución, pero del movimiento feminista, autónomo, independiente, me parece que el más grande es este.
¿Hay relevo generacional para mantenerlo?
Sí, sobre todo de las compañeras de La SAL (Suport i Autonomia Lesbofeminista) y, ¿tú sabes la cantidad de trabajo voluntario que hay aquí de bibliotecarias, archiveras ya jubiladas? Una compañera, por ejemplo, nos pidió hacer algo sencillo y le encargamos la clasificación de las camisetas. Tenemos camisetas, chapas, pegatinas, tenemos más de tres mil carteles. Cuando te dicen: “¿Las mujeres que habéis hecho?”. Mira, abre y ve a ver qué te parece. Tenemos y, eso sí que creo que no existe en ninguna otra parte, una colección de pancartas desde 1970. La desgracia es que todavía son útiles. Las compañeras de ‘No a la guerra’ están usando la misma pancarta desde hace 15 años.
Esto se os va a quedar pequeño enseguida.
Sí, ya se nos ha quedado. Mira, ¿sabes qué tenemos también? La colección de revistas de niñas, Florita, de los años 40 y 50. Lo trajo alguien que lo tenía en su casa.
¡Ay, pero qué gracia!. Bastante feminista, ¿no?
Bueno, cuando el protagonismo lo das a las mujeres, enseguida cambia todo.
Por ejemplo, aquí el padre le regala un juego de ingeniera.
Esa es la excepción que confirma la regla. No nos emocionemos. Encima, fíjate de qué año es porque igual es de las últimas.
¡Cuántas cosas así se habrán tirado!
Sí.
¿Cuántos años lleváis guardando este archivo?
Ca la Dona empezó con una okupación en los 80. Fuimos cambiando de local y empezó el archivo cuando estábamos en carrer Casp, el último piso en el que estuvimos hasta que vinimos aquí. Antes teníamos libros de préstamo, que te dejabas entre amigas. En Casp entendimos que tenía que venir alguien que supiera. Pudimos liberar a una mujer bibliotecaria, la Mariona, que se encargó. Tuvimos otra gran mujer, preciosa mujer, que se suicidó. Mira se me pone la carne de gallina. Ella nos ayudó a hacer todo el traslado.
Bueno, pregúntate, que nos tendremos que ir. En media hora me tengo que marchar porque voy a la celebración de los 100 años del PEN. ¿Sabes lo que es?
No.
Es un organismo internacional, de escritores y escritoras, de gente vinculada a los libros que tiene la misión de proteger a los autores y a las autoras en situaciones de peligro. El PEN catalan, dentro del internacional, tiene una gran importancia porque en la guerra, gracias al PEN catalán, se salvaron muchos de nuestros escritores y escritoras. Todos los papeles de los años 30 están en América, todavía no los hemos recuperado. Es una historia bonita, emocionante. Mujeres importantes como Montserrat Abelló, Maria-Mercè Marçal o Carme Riera fueron las fundadoras del grupo de mujeres del PEN aquí en Catalunya.
No te entretengo más. Volvamos al inicio.
Empieza el archivo, con esa categoría, en carrer Casp. Teníamos una habitación pequeña, la mitad de esto, y estaba llena hasta el techo de papel y papel y papel. Las compañeras que hicieron la primera clasificación, hicieron lo que pudieron y lo hicieron muy bien. Luego se han ido cambiando los sistemas y ahora estamos catalogando con un programa libre. No pagamos a las grandes multinacionales. PMB se llamaba el sistema. La red de bibliotecas de mujeres del Estado español tiene un tesauro y aquí lo que hemos hecho ha sido adaptarlo. Primero, al catalán, y luego a nuestras especiales circunstancias de biblioteca altamente especializada. En una biblioteca general, el feminismo es una apartado y ya está, pero aquí separamos feminismo de la igualdad, diferencia. Violencia no es un apartado, porque lo quieres separar la física de la psicológica, por ejemplo.
¿Qué vienen a buscar aquí?
Viene mucha gente que no es de aquí. Vienen de otras partes del Estado y de fuera: Francia, Estados Unidos, Alemania. El tema más apasionante es el tema de la Transición: qué pasaba en el franquismo y qué pasó en ese cambio, cómo las mujeres pudieron hacer o dejar de hacer. Engancha mucho.
¿Vienen más del ámbito de la investigación que del activismo?
Sí, alta investigación.
¿El movimiento feminista viene a buscarse?
El movimiento feminista es tan plural y diverso… El movimiento feminista se encuentra y se articula, principalmente, en torno al 8 de marzo y al 25 de noviembre. La gente consulta mucho el catálogo online para saber el qué y el cómo. Entonces las peticiones son muy concretas. El movimiento feminista necesita saber que esto existe.
Con toda la información y vivencia que tienes de los últimos 40 años del feminismo, ¿qué valoración haces de la situación actual después del gran auge de los últimos años?
¿Sabes lo que pasa? Yo que soy de clásica, soy de latin y griego, ¿en la antigüedad, las mujeres estaban tan mal que es normal que estemos mal ahora o, como estábamos tan mal, ahora estamos estupendamente? Salimos de donde salimos, las que salimos, entonces estamos estupendamente. Bueno, estupendamente teniendo en cuenta de dónde venimos. Otra cosa es decir que la Transición se hizo mal, que esta democracia no funciona, que se nota que estamos hechas una mierda. Tienes que jugar dialécticamente con estos factores en el plano optimista para la moral de la tropa. ¡A las pacifistas no les gusta que usemos este lenguaje! Podemos decir que podríamos haber ido más deprisa, que podríamos haber hecho más de lo que hemos hecho, pero las cosas están como están. A ver, no vamos a tirar piedras sobre nuestro propio tejado. Me sabe mal qué crítica dar porque dices: “¡Ostras! Ponte tú y a ver qué hubieras hecho en estas circunstancias”.
Y… ¿respecto a los temas estrella del feminismo?
Son la puntas del iceberg, pero el feminismo es todo lo que no se ve. El debate sobre la prostitución o lo trans es la punta del icerberg. Primero que les den papeles a todas, que la gente tenga trabajo y vivienda, ¡luego ya llegaremos! Vamos a llegar, pero tenemos que reconocernos. Si nos sentamos, si hablamos, si lo dejamos que madure…, llegamos. A veces nos faltan instrumentos. En momentos determinados, nos faltan instrumentos, palabras, instrumentos para el análisis. Antes de saber lo que era el patriarcado, no sabíamos por dónde nos venían los tiros.
Ahora, con algunos temas, hay unas respuestas tan violentas…
Esto es lo que me sabe mal.
En Ca la Dona habéis recibido varios ataques.
Sí, de un lado y de otro. Eso quiere decir que estamos con voluntad de que los discursos sean a favor. No hay que hacer discursos en contra de.
Para toda esta polémica sobre la ley trans, ¿qué documento, ponencia o libro sacarías del archivo?
Más que a los libros, acércate a las personas. Acércate.. Escúchalas. La clave está siempre en la relación. Esto las italianas lo tienen claro: la relación entre mujeres tiene fuerza. Necesitamos instrumentos para ver qué está pasando con los discursos de odio. Es muy fácil descalificar. A ver, ¿qué está pasando? ¿qué hay detrás? ¿qué interés?, ¿qué ganas y que pierdes? Puedes creer que estás ganando y estás perdiendo. El tema trans lo vamos a tratar a partir de los discursos de odio y con presencia de personas trans.
Ha habido otras grandes brechas en el movimiento. El debate sobre la doble militancia, por ejemplo, ¿cómo se resolvió?
En el momento en el que se hizo un reconocimiento mutuo. Cuando las compañeras del movimiento empezaron a ocupar cargos en las instituciones, por ejemplo. Si yo reconozco que tú estás haciendo esto porque es lo que crees que tienes que hacer y lo vas a hacer a favor de y tú entiendes que nosotras estamos aquí haciéndolo también de la mejor manera posible.
¿Y la brecha entre el feminismo de la igualdad y la diferencia?
La igualdad y la diferencia son dos caras de la misma hoja de papel. Necesito la igualdad de derechos y oportunidades, pero necesito que se reconozca la diferencia que enriquece, que ofrece posibilidades distintas según cómo y qué. A medida que te haces mayor, y si te has dedicado siempre a la enseñanza, lo sabes: escuchar, escuchar. Escuchar a las de antes, a las de después, a las jóvenes, a las viejas, que sepan dónde te pueden encontrar. No eso de ahora estoy aquí, ahora estoy allá: que sepan dónde te puedes encontrar. Es divertido porque eso también ofrece una contradicción. El concepto de libertad de Hannah Arendt es que no te encuentren donde te esperan. El punto de referencia es este que dije al principio: la libertad y la dignidad. Aquí, por lo tanto, ¿prostitutas? Libres y dignas, vamos a ver qué pasa. ¿Personas trans? Libres y dignas, vamos a ver qué pasa.
Has estado en todas las jornadas, ¿crees que nos veremos en otras estatales?
En Catalunya, sí. En 2006 creíamos que lo teníamos todo hecho, hicimos unas jornadas con el lema “Sabemos hacer y hacemos saber”. Pensábamos que lo teníamos todo hecho, pero luego viene la crisis y te pegas el porrazo. En 2016, fueron completamente distintas: Radicalment feministas. En 2026 hará 50 años de las primeras. No sé si estaremos o no estaremos, pero hay que empezar a hacer hucha.
Pero…, ¿cuándo empieza algo a ser memoria feminista?
Memoria es ya. Tú has entrado por esta puerta, no sé, hace hora y media, eres memoria.
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