Las hijas de Felipe: “La transversalidad real de España está en las monjas”

Las hijas de Felipe: “La transversalidad real de España está en las monjas”

Ana Garriga y Carmen Urbita son Las hijas de Felipe, un podcast que recupera el bling bling del Barroco y habla de monjas y sus cositas: desde jesuses rollo reborn al FOMO de la época.

Texto: Diana Eguía
15/02/2023

Ana Garriga y Carmen Urbita. | Foto: Isabel Permuy.

Las hijas de Felipe es el podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga, dos amigas que, desde su retiro doctoral en Providence, nos deleitan con cositas del Barroco adorables y subversivas por igual. Estas dos académicas han creado un universo lleno de inteligencia, creatividad, palabritas mimadas como reliquias, disfrute erudito, genealogías queer, paralelismos terapéuticos entre pasado y presente, intimidad envolvente, lecturas contrarreformistas erotizadas, anhelitos y sobre todo monjas, monjas, monjas.

Tradicionalmente, desde el feminismo, cuando se ha mirado al pasado, se han reivindicado figuras como la bruja premoderna. Si se hablaba de monjas, era para referirse a beguinas o beaterios. Sin embargo, vosotras traéis del Barroco a la monja contrarreformista. ¿Tiene el feminismo una deuda con la mujer cristiana?

Ana: Rotundamente, sí. Creo que, si echas la mirada a los siglos XVI y XVII para reivindicar unas genealogías del saber distintas y una indiscutible sociabilidad femenina, comprobarás que solo existían en los conventos. Todo eso está regado en un pensamiento católico que no te puedes saltar. Aunque no fuera necesariamente una subversión muy notoria o pueda verse como algo local o sencillo, se apropiaron de un espacio de bienestar y de seguridad para hacer con él lo quisieron. Ahí hay una fuente de conocimientos tácitos que se nos han perdido. Si quieres mirar al siglo XVII desde el feminismo, no puedes saltarte los conventos. Puedes atender también a otras cosas, pero nunca saltarte los conventos.

Carmen: Recuerdo cuando en marzo de 2021 hicimos el directo en la Casa Encendida del episodio “Monjas, dinero y Tik Tok”. Hablábamos de monjas, de show business, de espectáculo, de monjas tiktokers… Fue muy bien, pero al final la responsable le dijo al programador que tenía miedo de que estuviéramos haciendo “nun-washing”, blanqueamiento de la institución católica. Cuando reivindicamos todas estas genealogías femeninas, es cierto que no puedes olvidar que nacen desde el catolicismo. Sin embargo, nosotras ponemos el acento en cómo toda su red afectiva y sus tejemanejes políticos eran una manera de saltarse la jerarquía eclesiástica. Por un lado, reivindicamos y recuperamos todo lo que fueron esos círculos femeninos, la vida conventual y muchas genealogías olvidadas. Por otro lado, está lo que llamamos “anacronía estratégica”, que tiene que ver con el jugar. Hicimos un episodio sobre mujeres encarceladas y carceleras,  y hablábamos de Magdalena de San Jerónimo vinculándola con la Sección Femenina. Jugando con elementos del presente, pero sin olvidar el rigor, establecimos un paralelismo entre la galera que diseñó esta monja, y lo horrible de ese espacio, con el discurso BDSM. Intentamos recuperarlo desde nuestro lugar y leer a Magdalena de otra manera bastante alocada.

¿Cuál sería el conflicto barroco más presente en la actualidad y viceversa?

C: Está lo económico claramente.

A: El sistema económico, sus crisis y lo que le pasa al lenguaje y a los productos culturales como resultado de esas crisis económicas. En el momento en el que hay crisis económica de devaluación y de cultura del crédito, hay un cambio de modelo epistémico completo. No puedes seguir navegando el mundo igual cuando un yogur que ayer costaba 60 céntimos ahora cuesta 1,60 euros. Nos preguntamos qué te permite hacer el lenguaje cuando el sustento económico es tan volátil y maleable, y no existe. Tradicionalmente, esto se ha visto desde el pesimismo, como una devaluación del lenguaje. Nosotras lo leemos al revés, como unas posibilidades infinitas y muy exponenciales de cosas que hacer con las palabras. Eso pasó con la crisis financiera del 2008 y pasó con Góngora.

C: Es verdad que parece que hay cosas muy específicas que hacen de nuestra época algo muy barroco: lo económico; pero no solo, también la teatralización, el sentido del espectáculo, el self-fashioning… Ahora estoy leyendo Moral barroca de Norbert Bilbeny. En este libro hay una visión muy pesimista del barroco y del presente, se habla de soledad, de individualismo. Nosotras, cuando tendemos a rescatar cosas de aquella época para el presente, pensamos en otras voces; voces que no son ni Quevedo ni Gracián ni Lope. Hablamos de esas mujeres que tejían otras redes de sororidad y de convivencia que también se dan ahora. Esa visión tan pesimista del barroco y del presente que tiene ese libro no es la nuestra. Nosotras siempre vamos a buscar los rinconcitos del disfrute. Hemos descubierto que la transversalidad real de España está en las monjas. Nuestros episodios más exitosos tratan sobre ellas. Tengo la teoría de que hay algo generacional con esto de la nostalgia por el pasado, mujeres que creen que no les está funcionando el ahora. Esto puede ser muy peligroso, porque podemos empezar a reivindicar el papel de nuestra abuela obviando que, en realidad, aquello era un infierno diario. Creo que nuestro podcast divierte, porque hay algo en la vida conventual que tiene que ver con eso de recuperar lo nostálgico del espacio femenino, las cosas pequeñitas, lo cotidiano, la comida, las labores manuales tradicionales, etc. pero sin caer para nada en lo otro. No nos reivindicamos desde el hogar ni desde la sumisión o la dependencia económica.

He rescatado tres personajes del barroco para hacer un “top three”. Son Eleno de Céspedes, Santa Teresa de Jesús (por supuesto) y la Princesa de Éboli. Además de añadir a quien queráis, dadme tres momentos preferidos de vuestros siglos más favoritos.

C: Ahí falta María de Zayas, que es totalmente reivindicable desde el hoy y sorprendentemente poco leída. Me parce increíble que no se la lea en los institutos.

A: No tiene sentido leer las Novelas ejemplares de Cervantes y no atender nunca a Zayas. Ponemos a Zayas en ese “top three” y a Sor Juana Inés de la Cruz, que es una persona que lo abarca todo.

C: En cuanto a esos tres momentos, tienen que ser anecdotitas, porque somos muy poco de los grandes relatos.

A: Una anécdota divertida, pero con mucho trasfondo es la del elefante Hawai en el Escorial robándole a los frailes Jerónimos con su trompa las cuatro monedas que tenían. Esa historia es muy sintomática del protocapitalismo desatado.

C: Otro gran momento son las cartas de María Jesús de Ágreda a Felipe IV llamándole imbécil, diciendo: “este señor es un inútil”. Son espectaculares por lo que significan, por el desparpajo con el que lo hace y por el poder que consigue tener fagocitando todo tipo de discursos, bilocándose, metiendo la mano en la alta política… Es un ejemplo de estratega.

A: Y, por último, algo que nos enloquece a las dos que es La divina guardería del convento de las Descalzas Reales de Madrid. Es el delirio barroco por antonomasia. Ahí vivieron monjas de familias ricas, como Sor Margarita de la Cruz, que tenía un rechazo visceral a casarse y por ello se metió a monja. Encerradas en ese mega convento encontramos a todas aquellas mujeres de la familia de los Austrias, totalmente desvinculadas de la carestía, con un cultivo de las artes a lo bestia, conectadísimas con tejemanejes políticos y, a la vez, buscando esos momentos de disfrute vistiendo a sus niños jesuses. Nuestro episodio de los reborn es de los más favoritos.

C: Luego, tenemos momentos en los que recuperamos procesos inquisitoriales, pequeñas voces, pero que dicen mucho, como la de Las cañitas: unas mujeres que iban huyendo de un pueblo a otro para poder vivir juntas. De ellas hablamos en nuestra sección “Salseo barroco” de A vivir, en la Cadena Ser. Estos testimonios desmotan el discurso actual que cree que estamos ante un juego cultural del presente o una tiranía cultural de Netflix.

Abrazáis la cursilería abiertamente y os definís como repipis. Por ejemplo, la persona que os hace las cejas es casi un personaje del podcast. ¿Habéis pensado que quizá a las feministas de generaciones pasadas eso pueda sorprender o incomodar?

C: Somos repipis absolutas. Estamos socializadas en mundos muy femeninos y reivindicamos mucho las cositas que siempre se han considerado poco importantes. Nosotras hablamos de monjas, de clausura, de lo muy cotidiano, de lo manual… Quizá todo eso a feministas de otras generaciones les puede parecer que estamos reivindicando temas que propician dar un paso atrás. Sin embargo, pensando en el mundo académico de los siglodoristas, que es androcéntrico y mega masculino, creo que por nuestra parte hay un intento de crear un espacio para el disfrute. Buscamos poder hablar de estos textos y a la vez de quien nos hace las cejas como forma de resistencia a esa otra voz impostada y masculina. La elección no está solo en lo que se escoge estudiar, también en el cómo se escoge estudiarlo.

A: Nuestro día a día está completamente vertebrado por un mundo social enteramente femenino. Nuestra sociabilidad es íntegramente femenina. Tenemos muy pocos amigos varones cis heterosexuales. Puede entenderse como un privilegio. No tenemos que enfrentarnos a un espacio de resistencia que nos impediría hablar con cierta frivolidad o con vanidad.

Me llama la atención cómo has comentado que es un privilegio no tener que tratar con varones cis heterosexuales. En el podcast, da la sensación de que no os preocupa absolutamente nada llegar a un público masivo.

A:  Cuando el podcast empezó a crecer un poco, nos empezó a dar miedo encontrarnos con haters dentro y fuera de la academia. Contra todo pronóstico, no pasó. Me sigue sorprendiendo la buena acogida que hemos tenido en círculos muy diversos. El otro día, por ejemplo, nos escribió un señor que lleva una hermandad de cofrades en Córdoba para felicitarnos. Nuestras únicas críticas han venido de unos tres varones cis inquiriéndonos sobre el uso del femenino en el lenguaje. Les molesta mucho y nos echan en cara que digamos “queridas oyentes”. Tienen un enfado real. Por nuestra parte, quizá el uso del femenino como estrategia comercial no sea lo más juicioso, pero de otra manera no seríamos nosotras. También hay gente muy enfadada con las menudencias, con nuestro gusto por lo pequeño. No nos conflictúa.

C:  Nos escucha gente muy diversa. Además, todo el podcast parte de nuestra amistad y nuestro espacio de intimidad femenino. Primero, vamos hablando a las amigas y, luego, a las madres, y no lo vamos a cambiar.

¿Os atacan desde el antiintelectualismo?

A: No, porque somos conscientes de que podemos ser bastante insoportables y nos tomamos poco en serio. Lo decimos. Yo soy la primera que tengo un problema con la pedantería de ciertos discursos y figuras públicas. La arrogancia intelectual asociada a ciertas formas de comunicar me molesta mucho. Creo que nosotras lo hacemos de forma casi performativa o teatral. Somos unas personajas un poco repelentes y a la gente no le chirría tanto ni les molesta tanto. Nos hemos topado con un espacio que nos permite dar rienda suelta como nos da la gana a discursos que se han cultivado como exclusivos y elitistas. Una vez, en el doctorado nos acusaron de empollonas y nos quedamos perplejas, porque el lugar para ser una empollona es justamente el doctorado.

C: La gente que nos escucha en EEUU dentro de la academia tenía un ansía muy grande de salir de lo intelectual y de verse en diálogo con la cultura pop. Por eso, nos han recibido muy bien. Además, para nosotras ahora mismo es un espacio terapéutico. Cuando hacemos paralelismos entre lo que decía María de San José y nuestras vivencias, no es tanto un ejercicio intelectual, sino de supervivencia. Nos apropiamos de eso.

Qué tiene el formato podcast conducido por dos mujeres que tanto juego está dando a los feminismos.

C: La voz, la intimidad. Es un espacio libre, fácil y accesible. Cuando empezamos a hacerlo teníamos un teléfono. Lo hacíamos desde el baño de Ana, poniendo toallas en el suelo para mejorar la acústica. Precisamente, esto de dos voces femeninas teniendo conversaciones que pueden servir como frívolas, chiquititas, femeninas… son cosas para las que no te van a dar un altavoz, pero lo puedes encontrar muy fácilmente con el teléfono. De este modo, vas poco a poco encontrando tu audiencia. Una vez, al principio, una chica nos escuchó y nos escribió algo así como: “qué guay que desde el convento y desde la clausura hagáis estas cosas”. Nos hacía mucha ilusión, pero no era sostenible a largo plazo que nos siguieran tomando por monjas.

A: El formato podcast es bastante envolvente. Tienes la compañía de la voz mientras haces otras tareas. Ahora, ponemos algo de imagen, porque nos hemos dado cuenta de que te ignora el algoritmo en Instagram si no lo haces.

Ana Garriga y Carmen Urbita. | Foto: Isabel Permuy.

Mencionáis recurrentemente el tema del colonialismo español sin entrar del todo en él. ¿Por qué?

A: Es una cosa que nos tortura. Es cierto que los personajes y momentos que encaramos con cierta ligereza y fascinación son todos los artífices de la explotación colonial, que es algo por lo que pasamos por encima. Por ejemplo, Felipe II, un personaje fascinante. Hablamos de él con una atracción que puede confundirse con una exaltación similar a la que criticamos de los estudios académicos más conservadores. En parte, no nos sentimos legitimadas; en parte, no nos atraviesa de la forma en que nos atraviesan otras problemáticas. La manera en la que hablo de estas mujeres lesbianas del siglo XVII y los travestis de la Nueva España es mi espacio cultural de hoy. El tema de las personas racializadas, no tanto. Lo digo absolutamente desde la autocrítica. El episodio de Eleno de Céspedes, que llevaba un tiempo rondándonos la cabeza, solo nos lanzamos a hacerlo cuando nos llamaron de Espacio Afro para ir al Festival de Podcast por la Regularización Ya. Allí, nos pusimos a hablar con Esther Mayoco Ortega, que es académica y afrodescendiente y entonces, sí se produjo un espacio legítimo de conversación.

C: No lo hemos encarado frontalmente, está pendiente, porque nos empeñamos en centrarnos en las pequeñas cositas, creo que hacer un episodio sobre colonización se nos plantea demasiado grande y delicado. Es nuestra gran deuda y es algo que queremos afrontar.

En EEUU os escuchan los hispanistas y aquí os sigue gente de todo tipo. Por qué el barroco está dominado en España por grupos conservadores y religiosos, como GRISO, de la Universidad de Navarra, y allí el mismo periodo histórico suscita preguntas sobre otras corporalidades, disidencias, miradas queer, etc.

C: Al margen del carácter de la academia en cada lugar, aquí el Silgo de Oro está muy vinculado a una identidad y a una manera de entender la historia muy difícil de desarraigar. Allí hay menos miedo a lo interdisciplinar y a la teoría. Sin embargo, en EEUU, hay quien empieza a estar cansada de esa tendencia queer y comienza a abrirse una nostalgia hacia la forma tradicional de la crítica textual. De todos modos, no estoy familiarizada con la universidad española.

A: Yo sí, porque hice Hispánicas aquí. Creo que efectivamente tiene que ver con definir unos pilares estéticos, literarios e identitarios nacionales. Quiero pensar que se está rompiendo eso de alguna manera. Sí que hay voces individuales tratando de hacer otro tipo de trabajo, pero sospecho que quizás no tanto una mentalidad global del cambio en el estudio del Siglo de Oro.

Una última pregunta: yo, como geriatric millenial, no entiendo bien la diferencia entre bling bling y brilli brilli.

A: Es lo mismo.

C: El bling bling es como suena el brilli brilli.


Leer más:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba