Taller de chapa y pintura
Ale, Ámbar y Anita, tres mujeres jóvenes de diferente origen y condición social, se conocen al enfrentarse verbalmente a un acosador en el metro de València. Tras este ejercicio de sororidad, y a pesar de las diferencias entre ellas, se hacen amigas. A medida que crece su amistad, las situaciones de violencia sexual que sufren y que les rodea las convence para utilizar esa misma violencia contra violadores y acosadores, autodenominándose Mestizorras y creando un movimiento global.
—¿Podemos no hablar de matar a nadie en un bar? Nos pueden denunciar.
—¿Quién nos va a denunciar?
—No lo sé, alguien que te escuche decir que quieres perforarle la cabeza a ese viejo.
—Y con un taladro.
—Exacto.
—Qué más da tía, somos chicas. ¿Crees que nos tomarían en serio?
Publicamos un extracto del libro Taller de chapa y pintura (Editorial Barrett), escrito por las MESTIZORRAS.
Aviso a navegantes, alertan desde la editorial, el libro no está recomendado para mentes sensibles; el macarreo y el vandalismo aparecerán a altos niveles de principio a fin de la novela, por lo que no se hacen responsables de los resultados.
1. En casa de Ámbar les enseñaste la noticia de la manada de Benidorm, el juicio punitivo contra la víctima, las caras de esos cuatro violadores que te recuerdan a todos los Raúl y Enriques del mundo. Vosotras generáis éxtasis natural, sin ningún tipo de droga; estos momentos son en los que más puesta y consciente estás. Es adictivo, como el caballo, pero te mata más rápido, porque sabes que cuando matas, cuando te dejas llevar por la sangre cargada de ira es como si te metieran fuego en las venas, no te escapas, así que lo haces, sin moral que valga. Pero cuando matas, a ti también te matan, tu vida es efímera, eso es ley, pocos asesinos llegan a viejos, y para estar en la cárcel prefieres que te metan una bala en el pecho, aunque al final qué más da, si no matas también te van a matar. Sobre los asesinatos violentos, la verdad, sólo tuviste que cruzar una línea y conocer una faceta tuya sin escrúpulos. Pudisteis no haber matado sádicamente, pero lo quisisteis hacer así, a conciencia, porque en realidad el medio es el mensaje y el mensaje es que estás hasta el coño y no te da miedo admitir que prenderle fuego al capullo de Raúl te dio placer. Esto no lo hacéis por feminismo ni reivindicación, lo haceis porque quereis, por mero egoísmo, pero aunque quieras estar fuera, no puedes estarlo, porque no es sólo tu mano la que empuña la navaja, hay muchas manos junto a la tuya presionando contra el pulmón hasta perforarlo, sino, no os estarían imitando. Hay mucha peña cabreada, da para pensar ¿eh? Vivir todo esto con ellas, tus amores a primera vista, es el empujón, es la gasolina y el nitro, son tus amigas que sientes de toda la vida, con las que te subirías al bus en el que viaja tu abusador sin pensártelo dos veces y les sacaríais las tripas. Así que cogisteis papel y boli y trazasteis vuestro nuevo plan.
2. huella. No. No les das oportunidad de reinserción, que se lo hubieran pensado antes de meter la polla en una menor por turnos y grabarlo para luego ponerlo en vídeo y hacerse pajas mientras le dan al play. Claro que no te dan pena, cómo te van a dar pena si los ves sonrientes saliendo del juzgado, con sus asquerosos abogados recordándote en qué mundo vives y para quienes están hechas las leyes. En realidad, tú les degollarías como a un corderito, por muy poco animalista que suene esto. Vámonos a la Edad Media, ¿allí se veía más normal no? Era comida necesaria para subsistir toda la tribu, cuando hay hambre desaparece la moralidad. Así que resumiendo, los degollarías como a un cordero porque estáis hambrientas. Los degollarías y exhibirías sus cabezas en la plaza del pueblo, y pondrías un cartel que los llamara #chupachups y lo subirías a redes, y en redes os dirían de todo, qué barbaridad, qué desacato, y lo compararían con terroristas o trogloditas, pero, ¿qué más terrorista es que cinco tíos metan la polla por turnos en todos los agujeros de una adolescente? ¿Qué más terrorista que tu jefe no te pague las horas extras? ¿Que tu sueldo dependa de comisiones? ¿Qué más troglodita que imponer cómo vender tu cuerpo? ¿Que nieguen tu identidad? ¿Eso no es terrorismo? ¿Sólo las bombas son terrorismo? Anda ya. Hasta el coño.
3. Te sientes como en el Dragon Khan, ya no hay marcha atrás, te has subido, te has atado a las protecciones y la maquinaria se ha puesto en marcha. Por mucho que grites una vez estás subiendo, nadie lo va a parar, nadie te va a bajar de ahí. Pero calma, no estás sola, ya no volverás a estar sola, incluso les puedes coger de la mano aunque suene cursi, si te hace sentir mejor, adelante. Aunque suene a frase de autoayuda, solo te falta la caída y no tienes más remedio que gritar y disfrutarla y ver cómo da vueltas y vueltas y tú y tus amigas gritáis como zorras antes de cazar y las babillas se os caen y vuelan libres, la garganta se os seca de tanto hacer vibrar las cuerdas vocales, de tanto que tiembla la campanilla y cierras los ojos pero los vuelves a abrir porque no te quieres perder ni un detalle, aunque se te seque el glóbulo ocular, ni siquiera te vas a permitir perderte las caras de esos malvivientes que te verán enviarles el cóctel con tanta energía como si fueras la campeona de lanzamiento de jabalina de Tokio 2020.