Señoritas Courier: el futuro de las cooperativas tecnológicas a pedales

Señoritas Courier: el futuro de las cooperativas tecnológicas a pedales

Las apps de reparto o de taxis son parte de nuestras vidas y con su diseño nos acostumbran a una forma de vivir que invisibiliza a las personas que hacen posible los servicios que ofrecen. Desde Sudamérica, Señoritas Courier es una plataforma compuesta por personas periféricas que cuestionan el modelo económico, la falta de derechos laborales y se organizan para hacerse visibles y poner los cuidados en el centro.

29/03/2023

Integrantes de Señoritas Courier. / Foto cedida

“Soy Joaquín, tengo 23 años y soy un hombre trans. Cuando comenzó la pandemia empecé a hacer entregas en la bicicleta. Hice entregas para IFood, Uber, mientras que mi registro en Rappi fue negado. Soy una persona trans sin certificado, el sistema de Rappi no entendió eso y solo me dijo ‘usted no sirve para nosotros’”, narra este entregador por detrás de su barbijo negro que combina con su bicicleta en un mini documental sobre la cooperativa brasilera Señoritas Courier (SC).

Ahora que ya atravesamos el punto más álgido de la Covid19, tal vez tengamos tiempo para pensar qué pasó y qué pasa con las vidas de las personas que salieron a poner el cuerpo en la calle por toda la ciudadanía. Este artículo no se refiere, sin embargo, al imprescindible trabajo del personal de la salud pública si no a las personas que en busca de una renta tomaron y toman sus bicicletas, motos, entre otros vehículos, y que dependen muchas veces de opacos algoritmos manejadas por enormes corporaciones tecnológicas estadounidenses. Empresas que demuestran una y otra vez que las vidas y horas trabajadas de sus empleadas valen apenas migajas.

El ejemplo de SC, como otros casos testigo alrededor del mundo, demuestra que hay alternativas ante el modelo de trabajo precarizado que se ofrece a las personas entregadoras de productos pedidos a domicilio por aplicaciones como Uber, Glovo Rappi, Didi o Ifood (dependiendo en qué parte del planeta te encuentres) que integran la mal llamada “economía colaborativa” (sharing economy). En este contexto, como consumidoras debemos de saber que las plataformas más usadas de internet retienen un tercio de las ganancias de cada pago que hace el cliente y no acostumbran a asumir compromisos relativos a derechos laborales o ambientales.@se

“Las empresas de la sharing economy no han pagado impuestos, violando leyes federales. Su modus operandi sigue un patrón. En primer lugar, las empresas como Uber violan varias leyes –las leyes contra la discriminación, por ejemplo– y a continuación llaman la atención sobre una creciente y entusiasta base de consumidoras, exigiendo cambios legales”, destaca el académico-activista y profesor asociado de la Escuela de Medios y Cultura de la New School de Nueva York Trebor Scholz. Su denuncia se sistematiza con la de otros medios que resaltan con datos e infográficos la opulencia de las plataformas creadas en Silicon Valley hoy dueñas del capital financiero global.

Tal vez este artículo ayude a empatizar con esas personas que además de correr el riesgo de transportar los víveres para otras, no tenían sus derechos básicos asegurados pues el tipo de contratación “flexible” y “freelance” se extiende como una plaga y modelo único. ¿Derecho al retiro, a la vivienda y a la salud? ¿Acaso te sientes interpelada lectora de Pikara Magazine? Si la respuesta es sí entonces mejor hablar de ciertas cosas.

“En ningún momento ni la plataforma ni la gran mayoría de las personas se preguntan ¿quién es que está realizando ese trabajo?, ¿quién está atravesando la ciudad con mi comida en su espalda?, ¿quién esta pedaleando debajo del sol o lluvia con un peso exorbitante con un vehículo no apropiado para esa tarea?, ¿quién está preocupado si el chófer privado comió, durmió, descansó adecuadamente?, ¿quién se está preocupando por la salud mental de esta persona que trabaja sola? Porque es más difícil pensar en esto si no estás organizada”, señala Aline Os, profesora universitaria especializada en artes plásticas de la periferia de San Pablo (Brasil) quien comenzó SC, una plataforma de personas que por medio de las tecnologías como la bicicleta, sus conocimientos y algunos dispositivos son referencia a la hora de hablar de alternativas ante los monopolios de las apps.

Aline Os se define como una mujer negra de origen periférico de una de las ciudades monstruo de Sudamérica, una persona que aún con estudios de posgrado necesitaba complementar sus ingresos y para eso eligió salir a hacer entregas pedaleando. “Señoritas nace de varios cuestionamientos mientras comenzaba a hacer entregas de bicicleta. De pensar ¿cuántas veces voy a necesitar probar para las personas que soy capaz de hacer una entrega, de recorrer una determinada distancia o de transportar un determinado producto? Lo que más me incomodaba era esa mirada de los hombres que no creían, no confiaban y me ponían todo el tiempo a prueba. Nace de eso y de mi voluntad de no hacer las cosas sola. Porque sabía que sola no podría crear este negocio. Al mismo tiempo la idea de un colectivo me agradaba mucho y ya estaba pensando sin saberlo en cooperativismo, viene de una idea de sentir que con otras personas sería posible”, relata sobre la semilla de SC.

Pensar el negocio desde las necesidades

Rafael Grohman es el investigador principal de Fairwork Brasil, profesor en la Universidad de Toronto (Canadá) y lidera la iniciativa DigiLabour, un laboratorio donde se comparten contenidos y debates para dar formas más justas al enclave de las tecnologías y las plataformas. En entrevista con Pikara Magazine, relató la importancia del legado latinoamericano en la creación de alternativas de la economía solidaria: “Me he esforzado para que conozcamos nuestro pasado y esas experiencias para ir articulando esas cuestiones, tanto de trabajo cuanto de tecnología. Un gran ejemplo en Brasil hoy es el Movimiento de Trabajadores Sin Techo, el MTST, que es el movimiento de derecho a los espacios urbanos, de la ciudad, del derecho a la vivienda y que abrió recientemente un núcleo de tecnología con los programadores de izquierda dentro de un movimiento social ofreciendo cursos no solo de programación. Pero ¿qué significa pensar la tecnología a partir de la necesidad de las personas? Entonces crearon un asistente virtual llamado ‘Contrate a quien lucha’, que conecta militantes activistas a personas que necesitan de servicios de los mas diversos desde diseñadores gráficos hasta pintores”.

Vivimos un momento clave respecto a las decisiones que se están tomando basadas en las tecnologías, en especial a aquellas que pueden reemplazarnos en las tomas de decisión humanas. Por esto mismo se impone que entendamos más, que intervengamos sobre un destino que parece marcado por la fatalidad de las empresas creadas en el norte global que dictan la manera en que tenemos que comportarnos, rendir cuentas, demostrar nuestros niveles de eficiencia. “Dentro de 20 o 30 años, cuando posiblemente nos estemos enfrentando al final de las profesiones y aun más puestos de trabajo de la gente sean uberizados, bien podríamos despertar y preguntarnos por qué no protestamos con más fuerza contra estos cambios. A pesar de todas las exquisitas ventajas de la sharing economy, podríamos terminar compartiendo las sobras, no la economía. Podríamos sentir remordimientos por no haber buscado alternativas anteriormente. Como es de esperar, no podemos cambiar lo que no entendemos” aúlla Scholz desde las páginas de su libro Cooperativismo de plataforma – Desafiando la economía colaborativa corporativa.

Pasar de beneficios para pocos a ideas para apropiarnos del futuro

“¿Alguna vez nos preguntamos cuál es el límite de la barbarie, del ajuste o de la injusticia? Entiendo que el límite de la injusticia es el punto donde el damnificado de la injusticia diga basta. Es muy difícil poder caracterizarlo. Entendemos que todas estas experiencias que estamos construyendo son o podrían ser o queremos que sean la base de esta otra manera de organización. Vamos a tener que ir pensando modelos más complejos posiblemente pero es una construcción en el tiempo”, resalta Leandro Monk, fundador de G-Coop e impulsor de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores de Tecnologías de Innovación y Conocimiento (FACTTIC).

Monk resalta que las experiencias de las cooperativas no han cesado de crecer y que hay casos semejantes al de SC en la provincia de Buenos Aires, Trabajadores de Reparto Unidos, o Por La Chita, en Chile, quienes se presentan como una “cooperativa nos permite democratizar la toma de decisiones y redistribuir nuestros ingresos de forma justa y transparente”. Monk explica que se trata de experiencias muy pequeñas porque “nadie desea ser por mucho tiempo un rider de una plataforma de reparto, no es un trabajo enriquecedor, porque cuando uno piensa los modelos, resulta que son precarizados porque la tarea es poco valorada, eso debería estar compensado con retiro, con otros derechos. Sobre todo en las grandes ciudades a todes nos gusta que el domingo a las nueve de la noche esté el supermercado abierto pero eso significa personas trabajando a las nueve de la noche un domingo. Estos son valores culturales que hay que poner en crisis”.

En este sentido Joaquín, repartidor de bicicleta, señala que el diferencial de integrar SC tiene que ver con “con una cuestión de pertenencia”. Después de probarse en otras empresas de entrega de productos, pasar los exámenes físicos y otras evaluaciones avisó a su jefe de equipo que era un hombre trans. En el momento que informó sobre una posible incongruencia entre sus documentos de identidad el jefe lo mandó para su casa, relata en el documental, “me dijo que esperara su respuesta pero nunca me contactó”. Al entrar en SC fue la propia Aline Os quien lo alentó a recorrer largas distancias: “‘Tú consigues pedalear 80 kilómetros en un día’ o ‘tú consigues cambiar una cámara de aire’. Eso fue muy importante, el colectivo tuvo ese papel muy importante en mi vida. De empoderarme y emanciparme”.

Para transformar esa masa de cuerpas sin nombre, agotadas tras la pantalla, expuestas a vigilancia laboral, a la pésima distribución de salarios y al software privativo, parafraseando a Trebor Scholz, existen alternativas que ponen a las personas en el centro. El modelo de cooperativismo de plataforma requiere un doble compromiso: “En la cooperativa hay doble rol de la trabajadora, ser la que hace el trabajo, y a la vez ser dueño o dueña. La cooperativa hay una parte del trabajo que es con cada rol. Cuando se participa de las asambleas, se participa como asociada y ahí se decide la estrategia a seguir. Somos Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, cierra Monk.

Construye tu app con justicia desde el diseño

Las tecnologías que llevamos en nuestros bolsillos se definen por sus interfaces de diseño adictivo: aumenta la ansiedad cuando vemos el diminuto ícono de un taxi asomarse a la esquina de casa. No obstante, en el caso de Señoritas Courier una mirada crítica de las tecnologías les está permitiendo muchas mas cosas que obnubilarse con las estridencias de las pantallas.

“La pandemia fue nuestra escuela, fue en ese momento en que nos comenzamos a organizar y comenzamos a pensar, estudiar sobre cooperativismo. Fue en la pandemia en la que comprendimos qué sería el cooperativismo de plataforma y la necesidad de poder traer una consigna de inclusión digital de las personas del colectivo, discutiendo inclusive cómo podría darse la construcción de una plataforma basada en nuestra forma de trabajar, en nuestra forma de atender y de buscar un trabajo más justo, un trabajo decente. Buscar cómo esa plataforma puede ser creada con personas que en nuestra colectiva no tienen computadoras, apenas tienen teléfonos celulares y hacer que esas personas se involucren a partir de donaciones de computadoras, donaciones de celulares un poco mejores para el trabajo de esas personas”, comparte Os.

De usar las funcionalidades de las plataformas ya conocidas pasaron a organizarse, a invertir la energía en un enfoque diferente que busca que las integrantes de SC puedan estudiar cómo funcionan las tecnologías. “Estas mismas personas fueron a buscar cursos que agregaran valores sociales a este emprendimiento y hoy estamos promoviendo dentro de Señoritas, con apoyo del Núcleo de Tecnología del MTST y de la Universidad de Campinas, una plataforma para que después de un tiempo las Señoritas hagan la gestión, con apoyo de estas iniciativas o independientemente”, continúa

Entre muchos otros proyectos las SC hoy se concentran además en comprar bicicletas de batería con motores eléctricos, que les permita moverse con mayor seguridad y cargas mas pesadas. “Si pensamos que en Brasil es donde más se mata personas trans y travestis, es un país que esta corroído por varios tipos de violencia, pero necesitamos pensar que no es dejando de usar la bicicleta que resolvemos ese problema. Necesitamos enfrentar ese problema y colocar cada vez más mujeres en bicicleta en el tránsito para que haya una concientización de tener más personas trans, travestis, niñez, mujeres en el tránsito también contribuye a que el tránsito se torne más calmo”, destaca Aline Os. Combatir la violencia, romper el modelo económico individualista y mostrar-se que es posible hacer la diferencia.

 


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