Encierro en una frontera racista
Pasé de ser una viajera a una delincuente en función de un pasaporte, mi aspecto y color de la piel hacían aumentar mi índice de peligrosidad.
Éramos más de 50 personas encerradas en un cuarto pequeño, con calor, sin comida, sin acceso al baño y con muy poca agua, ninguna de las 50 almas sabíamos porque nos encontrábamos allí, aunque yo en mi mirada me percaté que todas veníamos de un perfil racial específico.
Comencé a preguntar a la gente que estaba antes que yo si sabían que hacían allí, les pregunté si tenían alguna idea, había quien ya tenía más de siete horas de estar en este lugar, pero nadie sabía nada, la gente tenía miedo, nos había quitado los teléfonos y los papeles, había un silencio y una tensión que se sentía en el aire.
Una mujer pegaba gritos para que le dieran explicaciones, quería saber por qué estaba allí retenida, daba de gritos y sonaba las ventanas de un cuarto vacío donde estaba encerrada, comenzó a llamar la atención de más, no dejaba de gritar y en ese momento me dieron ganas de sumarme al reclamo, inmediatamente fue agredida por dos policías mujeres que la golpearon, empujaron y encerraron en el baño.
Y todas las personas que estábamos allí sentimos miedo, yo que siempre he sido buena para hablar y gritar, pero con lo que vi que le hicieron a la mujer me sentí pequeña, entendí que nos iba a tomar tiempo y que iba a ser muy difícil si es que lográbamos salir de allí.
Yo tenía 12 horas de vuelo detrás de mí, me había cruzado un océano entero, había comido muy poco, la comida de avión no me gusta, llegué al aeropuerto de la ciudad de México el 23 de marzo de 2023, a las 17 horas y 30 minutos, el vuelo había llegado antes de la hora programada. No tenía idea de lo que me esperaba.
Mis pensamientos regresan a la cárcel, sí a la cárcel donde estábamos y que cada vez se iba llenado de más gente, tenía ya muchas ganas de ir al baño, pero no podíamos ir por que allí había sido encerrada la mujer que continuaba dando de gritos, cuando pregunté si podía ir al baño me dijeron que tenía que esperar a que un policía pudiera llevarme, pasé de ser una viajera a una delincuente en función de un pasaporte, mi aspecto y color de la piel hacían aumentar mi índice de peligrosidad.
Traté de recordar qué había hecho mal, si yo tenía responsabilidad de algo que dije, pero nada, no sabía nada, cada oficial decía un cosa distinta, había familias, niñas y niños en esas condiciones, tenía calor y cuando ya habíamos superado la capacidad de estar en el suelo, nos pasaron a un cuarto enfrente que se llenó inmediatamente, le pregunté a algunas personas sobre sus nacionalidades, algunas me contaron que eran de Colombia, Perú, Bolivia, Vietnam, China, la gente que tenía suerte de hablar español respondía, los que no seguían durmiendo en el suelo.
Siempre nos hacen sentir culpables por recibir esta violencia, siempre nos llenan de culpa y nos cargan una responsabilidad que no nos corresponden, la mayoría de las personas con las que nos encontrábamos detenidas eran de Colombia, una chica con las que estuvimos juntas empezó a contarme que a las y los colombianos no les piden visa para entrar a México y que ella tenía todos los requisitos para entrar; que no tenía claro por qué estaba encerrada.
Había perdido la noción del tiempo, me dio diarrea, pero era difícil ir el baño y tuve que aguantarme, empecé a sentir ansiedad y un dolor de cabeza, no podía dormir, preguntábamos por información y nada. Después recordé lo que había leído en el primer cuarto donde nos tuvieron, ahí decía que teníamos derecho a una llamada, que no podíamos estar ahí más de 24 horas, tenía esperanza de que si era deportada la pesadilla no iba a durar más de un día. Pasé todo ese tiempo sin comida, pero afortunadamente de la diarrea que me dio se me quitó el hambre.
Delante de mí se llevaron a mujeres con sus hijos al cuarto donde estás a la espera de ser deportado, me hice amiga de una joven de nacionalidad china, tenía más de 15 años de vivir en España, venía a visitar a su padre, tiene residencia legal en España y de larga duración, uno de los requisitos para entrar a México.
Ella estaba un poco perdida y tampoco entendía qué era lo que pasaba, hablaba muy bien español y chino, empezó a servir de traductora para con la gente que venía de Vietnam y otros lugares de Asia, al inicio me preguntó que está pasando, yo le dije que se trataba de una retención ilegal y arbitraria por parte de las entidades migratorias, le dije que el maltrato no es normal, ni justificado, le dije que era doctrina del shock.
Al inicio parecía no creerme y me dijo que quizás yo exageraba, pero al ser ambas trasladadas al cuarto de deportación después de casi ocho horas, me dijo que tenia razón, que era horrible lo que nos estaban haciendo, ambas ya resignadas, pues en la supuesta segunda entrevista que nos hicieron a ambas nos dijeron no cumplir con ninguno de los requisitos y que seríamos deportadas, nos mintieron en la cara y lo peor es que piensen que no sabemos.
Decidimos acostarnos, cada un en su litera después de que nos quitaran los zapatos y nos hicieran quitarles las correas, no es la primera vez que me siento tratada como criminal, de repente oí mi nombre, me levanté y pensé que era el momento de la deportación, la oficial me dijo que mi detención había sido un error y que era bienvenida a México.
Me sacaron con mis cosas, salí mareada, no pude despedirme ni pedir ni su numero ni el contacto de su padre a la chica de China que se quedó allí dentro, no pude ayudarla, lloré de la rabia, entre en shock era más de la 1 de la madrugada, ambas habíamos acordado que si alguna lograba salir de allí íbamos pedir ayuda, yo no pude cumplir mi promesa, no sé dónde está, si fue deportada al igual que toda la gente que nos encontrábamos allí.
Escribo esto por toda la gente que a diario intenta cruzar las fronteras y es asesinada, escribo esto por toda la gente que es deportada a diario, escribo esto como un ejercicio de hacernos justicia, escribo para decirles a las entidades de migración que dejen de su racismo, su xenofobia su odio, somos la misma gente, somos hermanos del mismo continente no puede ser posible que se presten al juego colonial que los estados imponen.
Hace dos años salí al exilio porque mi país actualmente es una dictadura y me ha tocado en el camino poder redefinir mi idea de territorio y todo lo que conocía como el mismo, me ha tocado salir a vivir casi todo lo que a una migrante refugiada le toca vivir, en medio de racismo, la violencia de forma multidimensional, en el territorio que me toca habitar ahora no soy considera persona, nunca voy a ser parte de la sociedad ni aquí, ni en ningún lugar.
Una semana después de lo que me ocurrió, asesinaron a 39 personas migrantes en un centro de detención en Ciudad Juárez, después de lo que me ha tocado vivir no puedo ni imaginar la desesperación que llevo a estar personas a buscar formas para hacerse oír. Escribo esto como sujeta y si bien es cierto que todas las personas tenemos habrá algunas que no podrán contar lo que toca les toca vivir.
Rompo el silencio y abrazo mi vulnerabilidad de es poner esto de forma pública, como un ejercicio de justicia, los migrantes en todo el mundo somos personas, salimos a vivir.