Laberinto de cristal para las mujeres en la universidad
Un estudio documenta que la brecha salarial en los centros de educación superior roza el 13 por ciento.
“En las universidades públicas no solo existe un techo de cristal, sino un laberinto de cristal. Es decir, a lo largo de la carrera profesional se van dando desigualdades que perjudican a las mujeres y que se van acumulando a lo largo de la trayectoria académica”. Así de visual explica las diferencias salariales en los centros de educación superior Elena Martínez Tola, doctora en Economía, profesora en la UPV/EHU y coordinadora del informe ‘Brecha salarial de género en las universidades públicas españolas’, recientemente publicado.
La brecha salarial de género alcanza el 12,7 por ciento en las universidades españolas. Esta es una de las principales conclusiones del estudio encargado por el Ministerio de Universidades, la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) y la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) Igualdad. Una brecha que en ocho universidades asciende a más del 20 por ciento. Un porcentaje que también esconde vericuetos sobre ascensos y tareas asumidas en la carrera académica, porque en lo que se refiere al salario base la brecha de género no es tan elevada (no llega al dos por ciento). Como apunta el informe, parte de la desigualdad está relacionada con las diferentes responsabilidades de cuidados de mujeres y hombres a lo largo del ciclo vital y el menor acceso de las mujeres a redes de investigación. Los datos indican que la gran desigualdad en la retribución es por los complementos salariales (19,1 por ciento). “Las diferencias detectadas tienen impacto a lo largo de la carrera laboral, tienden a acumularse y lastran la promoción laboral de las mujeres de forma importante”, escriben Mari Luz de la Cal Barredo, Aitziber Etxezarreta Etxarri, Arkaitz Galbete Jiménez y Elena Martínez Tola, autoras de la investigación.
“Los complementos retributivos constituyen el mecanismo principal a través del que se configura la diferencia salarial entre mujeres y hombres, en la medida en que estos complementos reflejan, entre otros, la consecución de méritos investigadores. Estos méritos investigadores, son, además, los que dan posibilidad de promoción laboral a las categorías más altas”, escriben también las profesoras. Por tanto, los datos indican una menor participación de las mujeres en la investigación, así como su más difícil progreso en la carrera académica.
El profesorado en las universidades públicas españolas es mayoritariamente masculino (56,6 por ciento), aunque cuando se analiza por carreras las mujeres continúan trabajando principalmente en aquellas ramas de conocimiento que están delimitadas ideológicamente por una vinculación entre la actividad y el género: en Ciencias de la Salud el personal docente investigador (PDI) está compuesto por un 52,9 por ciento de mujeres, y en Artes y Humanidades por un 51,1 por ciento; mientras que en la rama de Ingeniería y Arquitectura suponen el 25,9.
Segregación vertical
“La presencia de hombres y mujeres en las distintas categorías profesionales es distinta y puede observarse la sobrerrepresentación de los hombres en las categorías superiores, lo que demuestra también una segregación vertical del empleo en la universidad”, señalan también las conclusiones del estudio. Un 73,2 por ciento de las cátedras están ocupadas por hombres; en la categoría de titulares de universidad las mujeres representan el 42,9 por ciento y el porcentaje de mujeres aumenta para las figuras de contratado o contratada doctora (50,3) y ayudante doctora (51,0). Y algo más de la mitad de las mujeres (el 52,7 por ciento) se concentra en las categorías laborales más bajas. “Se constata también, la existencia de un techo de cristal en las universidades que se refiere al hecho de que las mujeres se encuentran con dificultades estructurales y organizacionales para llegar a los puestos más altos de la jerarquía profesional”, escriben las autoras.
Los datos también reflejan que la mayoría del profesorado está empleado a jornada completa y las autoras no observan diferencias de género relevantes en los valores generales para el tipo de jornada.
“Para lograr una mayor igualdad en la promoción laboral será necesario actuar en diferentes ámbitos de manera coordinada, decidida y coherente. Será preciso realizar diagnósticos de situación pormenorizados, identificación de los mecanismos en los que actúan los sesgos de género, políticas de sensibilización y políticas de acción positiva cuando los desequilibrios detectados así lo demanden. El entorno crecientemente competitivo en el que se desenvuelve el PDI de las universidades públicas españolas no favorece las reflexiones en torno a la corresponsabilidad y a la consideración de méritos distintos de los convencionales y, por tanto, correspondientes a las trayectorias académicas masculinas”, concluye la novedosa investigación.
Otras brechas
La brecha salarial no es la única que existe en el ámbito universitario. “La academia es un espacio de poder y saber colonial”, escribían Tatiana Romero y Clara Gutiérrez hace un tiempo en Pikara Magazine. “Su sino no es otro que el de reproducir un universo de relaciones intersubjetivas de dominación eurocentradas, oprimiendo y expulsando a todos los cuerpos y vidas que no entren dentro del marco referencial de la modernidad, blanco, burgués, heterosexual. La colonialidad se reproduce en las aulas de la universidad, en las revistas de alto impacto, en la dotación de contratos y becas oficiales y hasta en los interminables sistemas de puntaje de la ANECA, o sobre todo en ellos. Todo está montado para reproducir las lógicas capitalistas de productividad y de desigualdad académica entre quienes tienen el privilegio desde antes de iniciar una carrera investigadora y quienes empiezan varios puntos en negativo, máxime si se trata de migrantes o personas racializadas”, añadían.
La crítica a la lógica capitalista que impera en el mundo universitario también la denunciaba Ana Doramez en otro artículo publicado en Pikara Magazine. A pesar que las políticas de los centros de educación superior hunden sus raíces en los lejísimos siglos XII y XIII, de ahí parte del tufo jerárquico de hoy, “las universidades, tanto públicas como privadas, han adquirido los usos de las empresas. Así pues, en el mundo empresarial el poder está en el capital y ese capital en el universo académico está en la producción científica”.
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