Uzma Yaqoob: “Los desastres naturales derivados del cambio climático recrudecen la violencia sexual contra las mujeres”
Pakistaní de origen cachemira y musulmana, reconoce que de vez en cuando aún reprocha a su madre que eligiera para ella el nombre Uzma. “Significa ‘grandeza’ –dice entre risas–, y siento que despierta demasiadas expectativas en quienes me conocen por primera vez”. La activista queer, incansable, me recibe en la misma casa familiar de Islamabad en la que tantas personas se han refugiado a lo largo de una década de militancia.
Jatorrizko elkarrizketa euskaraz irakur dezakezu.
La activista queer Uzma Yaqoob dice que su madre y su padre siempre la han apoyado en sus causas, que sin ellos no hubiera sido la que es, que en Pakistán la familia condiciona prácticamente el cien por cien de la biografía de las personas. También la respaldaron cuando decidió fundar, justo hace ahora 10 años, Forum for Dignity Initiatives (FDI), la primera asociación pakistaní que comenzó a trabajar con y para las mujeres* comprendiéndolas como un grupo heterogéneo, integrado también en el colectivo LGTBIQ+. Reconoce que la relación entre todas las integrantes no es idílica, que aún algunas mujeres cis sitúan el sexo biológico en el centro de su discurso, como causa principal del privilegio y de la discriminación, y que ello causa fricciones con el colectivo trans.
De origen cachemira y musulmana, su nombre significa ‘grandeza’, y reconoce entre risas: “Siento que despierta demasiadas expectativas en quienes me conocen por primera vez”.
Cuenta que sintió curiosidad por lo no normativo desde muy niña. “Recuerdo que las mujeres trans venían a casa a bendecir a las criaturas recién nacidas. Mi padre les pagaba por ello y luego se marchaban. Yo les seguía por la calle, a escondidas, hasta la dera o casa compartida en la que vivían, y las espiaba desde la ventana. Las veía fumar shisha y repartirse el dinero; era como una ceremonia”.
¿Qué pensabas?
Me faltaba vocabulario para pensar en lo que veía. Y lo mismo me sucedió en Secundaria, cuando experimenté los primeros tocamientos, en ocasiones no consentidos, con algunas compañeras de clase. ¿Qué era eso? ¿Qué estaba sucediendo? Comencé a trabajar en organizaciones con un marcado carácter caritativo y vi que lo único que se hacía con las trabajadoras del sexo, por ejemplo, era convencerlas de que debían exigir a sus clientes que se pusieran el preservativo. Le dije a mi jefe: “En vez de insistirles en que hagan ese trabajo de manera segura, ¿por qué no intentamos crear alternativas para que dejen de hacerlo?”. Afortunadamente, me dijo que eran ideas “locas” de juventud… Digo afortunadamente, porque me llevó a fundar FDI [Forum for Dignity Initiatives].
Leemos sobre la situación de las mujeres en Afganistán, Irán, India… pero nos llega poco sobre vosotras al otro lado del planeta. Parece como si Pakistán quedase a la sombra mediática de sus países vecinos. ¿Cómo lo ves?
Es posible. Afganistán y el régimen talibán alimentan muchos titulares. También Irán, sobre todo a raíz de la muerte de Masha Amimi a manos de la policía. La gran diferencia respecto a nuestra situación es que tanto en Afganistán como en Irán la discriminación y violencia contra las mujeres se apoya en la ley, tienen al Estado detrás; es la ley la que prohíbe o limita que estudien, que trabajen, que puedan conducir o moverse libremente, salir después de las 19 horas, reunirse, que puedan elegir con quién casarse, cómo vestir. En Pakistán, a lo largo de estos 75 años desde la independencia, las mujeres hemos ganado representatividad en el ámbito político, también en el jurídico, en las empresas… Pero no siempre las leyes y la sociedad van de la mano. Cambiar la mentalidad de la gente y hacer desaparecer algunas costumbres arraigadas como el matrimonio infantil es nuestro gran reto.
Según denunciáis desde FDI, en Pakistán violan a una mujer cada dos horas y cada vez se registran más denuncias.
Las redes sociales están jugando un papel fundamental. Aquí los medios de comunicación independientes apenas tienen 20 años de vida, así que siguen muy sujetos al control gubernamental. Las redes sociales de momento escapan a cualquier regulación y, sobre todo la gente joven, no duda en compartir mensajes de denuncia o incluso imágenes.
Sin embargo, menos del cuatro por ciento de los agresores encausados son condenados. ¿Por qué?
Porque son procesos lentos que requieren de mucho tiempo y dinero por parte de las víctimas. Para algunas familias esto supone un ataque al honor, y prefieren esconderlo. Otras, aunque quisieran, no pueden por falta de recursos. Algunas mujeres lo intentan, pero abandonan al verse revictimizadas durante los interrogatorios policiales que se hacen de manera pública y con preguntas muy explícitas. Otras pierden sus empleos cuando los jefes se enteran…
Una de las agresiones más recientes, contra una menor, ocurría en un parque del distrito F9 de Islamabad, a plena luz del día…
En la Blue Area de la capital, donde tienen su sede las principales empresas del país; hay centros comerciales, edificios institucionales.
Se calcula que para 2025 el 50 por ciento de la población pakistaní vivirá en entornos urbanos, es decir, unos 75,8 millones de personas. ¿Son estas ciudades seguras para las mujeres?
Salta a la vista que no. No están preparadas para absorber tanta gente, y crecen de manera caótica, sin infraestructuras ni servicios básicos. La mayoría de hombres que emigran a las ciudades lo hacen por falta de oportunidades en el medio rural, cada vez más deprimido por el cambio climático. Se emplean como transportistas, conductores de taxi o rikshaw, mecánicos o en la construcción. Son trabajos altamente precarizados. Hablamos de jornadas laborales ininterrumpidas de 14 o 15 horas, muy estresantes e insalubres. A menudo, para soportarlo, consumen drogas estimulantes. Y ese es el perfil predominante entre los agresores sexuales; así es como proyectan su frustración y su ansiedad. Nada lo justifica, pero creo de verdad que la regularización de esos sectores en particular haría disminuir la violencia sexual contra las mujeres en las grandes urbes de nuestro país. Y más educación, por supuesto.
¿Se imparte educación sexual en las escuelas?
No. Llevamos años insistiendo en la importancia de fomentar la autoexploración física y la búsqueda identitaria de las niñas y los niños; unos y otras necesitan interactuar más durante la infancia de manera que no lleguen a sus primeras relaciones sexuales siendo perfectas desconocidas para ellas mismas y para las demás. Pero tanto las escuelas públicas como las privadas se niegan. Únicamente se le hace una pequeña referencia a la cuestión del género y a lo que se supone que son buenos y malos tocamientos; lo hacen en una asignatura llamada Habilidades para la vida, pero desde una perspectiva muy religiosa. Como consecuencia, recurren al porno, que fomenta relaciones altamente violentas. Esas prácticas se ven reflejadas en muchos de los casos de violación que estamos registrando estos últimos años y que son perpetrados por menores de edad.
¿Cómo se vive el sexo en la adolescencia y fuera del matrimonio en un país regido por la Sharia o ley islámica que además criminaliza la homosexualidad?
Los hombres tienen el privilegio de la libertad de movimiento, juntarse con amigos, invitarlos a casa, o salir… y así es como suceden algunas primeras experiencias, en ocasiones homosexuales, entre primos lejanos o amigos, que pasan desapercibidas; o incluso con personas trans, que son percibidas como especialmente accesibles. O consumen porno, comparten, comentan. Esa libertad también facilita muchas historias paralelas al matrimonio. La vida de las chicas jóvenes se desarrolla en gran medida en casa, controladas, sin poder salir si no es a la escuela o custodiadas por algún familiar. La mayoría de las mujeres, incluso siendo adultas, son dependientes y no tienen espacios propios donde reunirse con sus amistades a solas. La casa es del padre, o del marido. Por eso, las relaciones lésbicas, por ejemplo, son mucho más difíciles de encubrir. Las que salen de su entorno a la universidad y luego logran independizarse, cuentan a sus familias que son compañeras de piso.
Mencionabas antes el cambio climático… Precisamente el entorno rural es también el más afectado por los desastres naturales que asolan Pakistán. Según el organismo Germanwatch, el país se sitúa entre los 10 más afectados por el riesgo climático global a largo plazo. ¿Cuál es el coste social?
Por lo que a nosotras respecta, lo tengo claro: los desastres naturales derivados del cambio climático recrudecen la violencia sexual contra las mujeres. Cuando las familias pierden sus hogares y se ven obligadas a vivir en campos de desplazados, las mujeres pierden sus espacios seguros, su entorno, y pasan a vivir entre desconocidos, sin perímetro de seguridad, sin puertas, en un ambiente de supervivencia e impunidad.
Visitaste algunos de estos campos hace ahora un año en Baluchistán, tras las inundaciones que dejaron miles de muertos. ¿Qué viste?
Escuché, por ejemplo, testimonios terribles de mujeres que habían sido secuestradas y violadas por agresores que se hacían pasar por voluntarios de los servicios de emergencias. Estuve primero en junio y julio; y cuando volví en octubre me di cuenta de que, cuando las situaciones se cronifican, aparece la desesperanza, y con ello crece la vulnerabilidad de las mujeres.
¿Cómo?
Al cabo de cuatro meses desde el comienzo de las inundaciones, la gente ya no tenía qué comer, y algunas familias habían comenzado a vender a sus hijas por 300 o 500 dólares americanos. Nadie sabe dónde están. También se habían disparado los casos de matrimonios infantiles… una boca menos que alimentar y algo de dinero a cambio. Aunque los responsables políticos se sobresaltan cuando se lo advierto, en estos contextos es cuando la gente practica más sexo, consentido o no, y se producen más embarazos. Viven frustrados por el abandono, no tienen otra cosa que hacer… miles de familias siguen desplazadas un año después, y el monzón está aquí otra vez.
¿El Gobierno no ha desarrollado ningún plan o protocolo al respecto?
A los partidos políticos no les interesa la planificación familiar. Más gente, mayor banco de trabajo. Sobre todo en regiones remotas y tan poco pobladas como Baluchistán. Nosotras insistimos en crear espacios seguros para las mujeres en los campos para personas desplazadas, también para su intimidad e higiene; y presionamos para que en los kit de rescate que los servicios de emergencia entregan a las familias afectadas se incluyan preservativos y pastillas abortivas, porque muchos hombres se niegan a ponerse el condón.
Paradójicamente, las zonas más golpeadas por las inundaciones son también las que sufren las sequías más severas.
Sí, porque ahora ya casi no llueve fuera de la estación húmeda. La sequía también afecta particularmente a las mujeres, porque son ellas las encargadas de todas las labores que tienen que ver con el agua: transportarla, cocinar, lavar… Sufren niveles de estrés muy elevados, también tienen que lidiar con las situaciones de shock y cuadros de estrés post-traumático de sus hijos e hijas, con los suyos propios… Pero la salud mental es una gran desconocida en Pakistán, más aún para las mujeres que son educadas para complacer a los demás. La salud mental aquí, todavía, se asocia a la locura, que es tabú y deshonrosa para nosotras.
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