Polarización política y fratría en el metal

Polarización política y fratría en el metal

El Resurrection Fest muestra un año más la polarización política en la música metal, con simbología bélica y vikinga, pero también antifascista. En esta construcción de la masculinidad se admiten a las mujeres como 'bros'. Eso sí, si son normativas.

Texto: Raque Ogando
26/07/2023

En el Resurrection Fest, festival de música metal, hardcore y punk que se celebra en Viveiro (Lugo) desde 2006, el mundo es al revés: son los hombres los que se cuelan en el baño de mujeres, porque es el suyo el que tiene demasiada cola. Tanto era así, que al tercer día alguien (es de suponer que una mujer) pintó con spray un enorme símbolo de Venus en la puerta del baño de mujeres del camping. Previsiblemente, no cambió nada, seguimos utilizando ambos baños como si fueran mixtos. Aunque debo decir que uno de mis recuerdos favoritos del Resu es en el baño de hombres. Yo iba a lavarme los dientes y un tío entró, me saludó, le saludé, y en uno de los urinarios, a un metro de mí, se puso a mear, tranquilamente. Intercambiamos unas frases sobre música y se colocó en el lavabo de mi izquierda para lavarse las manos. Nos despedimos amistosamente, sin presentarnos, y no volvimos a vernos. Después me acordé del primer artículo que escribí para esta revista, Hacer amigas en el baño y camaradas en la barra, y me pregunté si en unos futuros baños no segregados por sexo la experiencia de compartir esa intimidad con hombres podría sentirse tan fraternal como la sentimos con mujeres. Ese momento con aquel tío me hace pensar que sí, que haríamos amigos en los baños.

Pero en el metal también se pueden hacer camaradas, así como adversarios políticos. La politización de los metaleros presenta una singularidad que no se encuentra en otros géneros musicales, porque está fuertemente polarizada, habiendo numerosas bandas con firmes posicionamientos de extrema izquierda como otras de ideología supremacista blanca. Prueba de ello es que dentro del black metal existe incluso un subgénero, el RABM (Red & Anarchist Black Metal), para las bandas anarquistas o comunistas, que surge como reacción al NSBM (black metal nacionalsocialista), más popular en el norte de Europa y de América. No es algo exclusivo del black metal, si no, pensemos en Rage Against The Machine, rap metal de marxistas-leninistas, o en Pantera, que tocan groove metal y este año formaron parte del cartel del Resu, pese a que en 2016 Phil Anselmo fue grabado haciendo el saludo nazi que, además, acompañó con gritos de “¡White power!”. También pudo escucharse en el espectáculo final el tema de Du Hast de Rammstein, banda alemana que utilizó estética nazi en el videoclip de su tema Deutschland y que ahora está siendo investigada por agresiones sexuales (por cierto, hubo Punto Violeta en el festival, por si alguien se lo pregunta). Ni siquiera los propios organizadores del festival, a su vez organizadores del Tsunami Xixón, están exentos de controversia política: su reciente reunión con Vox les ha costado ya las cancelaciones de al menos dos grupos del cartel del Tsunami. La simbología belicista y militarista tampoco faltó en el recinto, donde se instaló una escultura de un proyectil.

Aunque lo del proyectil no es nada al lado del tanque y demás despliegue de atrezzo armamentístico que el grupo Sabaton llevó a su concierto del Resu del año pasado. Y, por supuesto, es frecuente entre metaleros el uso de pantalones con estampado de camuflaje. Los vestía uno de nuestros vecinos en el camping, que también llevaba una camiseta del programa de televisión estadounidense de lucha libre extrema ECW (Extreme Championship Wrestling), la cual ponía en su espalda: “Politically incorrect, and damn proud of it!” (Políticamente incorrecto, ¡y orgulloso de ello!).

Y, sin embargo, en el Resu todo lo anterior cohabita con la canción protesta, este año representada por Desakato o Escuela de Odio, y puedes ir paseando por el recinto y toparte con bastantes tíos con prendas con mensajes de izquierdas. En una de las fotos que hicimos puede verse a un tío con una camiseta de la banda de metalcore Silent Planet con el texto: heal us of our HOMOPHOBIA ADDICTION RELIGION SEXISM RACISM WAR (cúranos de nuestra HOMOFOBIA, ADICCIÓN, RELIGIÓN, SEXISMO, RACISMO, GUERRA).

Yo diría que en el metal se evidencia el importante papel que juega la socialización de género en la preferencia musical y postura política, siendo una música que resulta atractiva a personas de actitud contestataria, irreverente, antisistema. Valores en los que se educa a los hombres, en definitiva, mientras que a las mujeres -ya sabemos- se nos educa para ser dóciles, afables y prudentes, de lo que podría derivarse también que nosotras tendamos a ser más moderadas, equidistantes y conciliadoras en lo político.

Siempre que hablo de metal o rock recuerdo la película Las vírgenes suicidas (1999). Trata de cinco adolescentes hijas de unos padres ultracatólicos que les prohibían salir con chicos. Las cinco son la perfecta representación de la feminidad blanca, damiselas lánguidas. Cuando una de ellas, Lux, comienza a salir con un chico, su madre la castiga obligándole a quemar sus discos de rock. En una escena desgarradora se ve a Lux suplicando entre lágrimas a su estricta madre que le permita conservar su disco de Aerosmith. En Las chicas Gilmore, Lane también oculta que escucha rock a su madre, otra conservadora. Podemos imaginarnos que, si el rock no era una música apta para las “buenas chicas”, cuánto menos entonces el metal, vinculado desde su origen al satanismo por su enfrentamiento a las imposiciones cristianas.

Diría que es por eso que dentro de esta subcultura se percibe, en general, un profundo respeto por parte de los hombres hacia las mujeres que producen o consumen metal, porque ven en nosotras cualidades que se consideran inadmisibles en mujeres, propias de hombres. Uno de mis temas favoritos es You can’t stop me, de Guano Apes, banda de rock-metal alternativo cuya líder es una mujer, Sandra Nasić. Si ves el vídeo en Youtube encontrarás que el comentario con más likes (219), de un tal @El_Suertero, dice (traduzco): “Sandra Nasić tiene la mejor voz distorsionada y crujiente que he escuchado. No importa si es de hombre o de mujer, ¡es poderosa!”.

Los roles de género se desdibujan en el metal, la forma de expresión (de actuar, de vestir…) es muy semejante en hombres y mujeres. Hasta la melena, que en nuestra cultura es una característica femenina, deja de serlo en el metal (aunque muchas metaleras tienen un curioso gusto por los tintes de pelo en colores vibrantes: Arch Enemy, New Years Day, Stitched Up Heart, Butcher Babies, Eyes Set To Kill… por citar algunas). Pero se podría decir que, en el metal, sobre la identidad de género prevalece la identidad sociomusical, como la denomina el sociólogo mexicano Juan Rogelio Ramírez Paredes.

El término identidad sociomusical propone que determinada música produce determinada identidad social, que los gustos no se derivan solo de nuestras identidades sociales, también son parte de su proceso de construcción. Aunque no creo que esto sea algo que suceda en la misma medida en todos los géneros musicales. Por ejemplo, no creo que quienes consumen pop desarrollen una identidad sociomusical tan definida y consistente como en los estilos alternativos, precisamente porque el sentimiento de pertenencia a un grupo no se experimenta con la misma intensidad cuando el grupo es reducido como cuando es masivo. Cuando todo el mundo está en el grupo no se le da valor a estar en el grupo, y por tanto no hay tanto interés en generar y preservar códigos con los que identificar la propia pertenencia: el pop no tiene una estética o símbolos concretos, pero el metal sí, el rap sí, el reggae sí… No por casualidad, el último disco de la banda de thrash metal Megadeth estuvo entre los 10 más vendidos en España en 2022, junto con el de Bad Bunny, Rosalía o C. Tangana, tres artistas de reguetón: el género musical más escuchado en nuestro país. Si tenemos en cuenta la cantidad de oyentes que tiene el reguetón y los comparamos con los que tiene el metal podemos hacernos una idea de que la cantidad de discos que compran los y las metaleras es en proporción abrumadoramente superior a la de los y las reguetoneras, y esto es porque quienes consumen metal quieren, mucho más que quienes consumen otros estilos, tener pruebas tangibles, materiales, de lo metaleros que son.

Esto no excluye que el metal, y especialmente un festival como el Resu, refuerce la identidad masculina y el sentimiento de fratría en los hombres, porque desde luego lo hace. Empezando porque el metal está plagado de referencias a fantasías épicas y de inspiración medieval que exaltan la figura del guerrero y la ingesta abusiva de cerveza. Muy directamente lo hace el viking metal, subgénero que fusiona el black metal y el folk nórdico, y de ahí lo de beber cerveza de un cuerno (en el mercado del Resu había un puesto que vendía cuernos). De hecho, la youtuber Rocío Vidal, más conocida por el nombre de su canal, La gata de Schrödinger, que también asistió al festival, participó en 2019 en el videoclip del tema de Yo controlo de la banda de folk metal Lèpoka, en el que aparece bebiendo cerveza de un cuerno, en un lugar nombrado con un cartel como “Villabirra”. La banda llama a sus fans “folkohólicos”.

Pero la cuestión es que podríamos esperar que esa “fratría” actuase como lo hacía El club de los machotes antimujeres de la película Una pandilla de pillos (1994), y no me parece que suela ser así. A Vidal en el videoclip se la representa como otro guerrero más: sacándose un yelmo, portando un escudo, empuñando una espada, encarándose a otro hombre y divirtiéndose como ellos. Por mi experiencia -ya no solo como público del Resu, también durante los años que trabajé como camarera de un bar metal- diría que los metaleros acogen a las metaleras, que las integran en sus grupos de amigos tratándolas como a iguales, como a ‘bros’.

Me gusta creer que la música tiene ese poder para unir a personas atravesando las barreras de género, de raza, de clase, de edad. Y que es un lugar en el que la igualdad es una posibilidad más real que en ningún otro.


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