La gota que colmó la sequía

La gota que colmó la sequía

Hablar de sequía es hablar de alimentación y consumo. Hablar de sequía es buscar alternativas para la distribución igualitaria del agua potable en manos de empresas privadas, para las que prima el uso industrial al humano. Es hablar de crisis climática. Y es también hablar de derechos humanos, acceso a necesidades básicas e igualdad.

20/03/2024

Una mujer camino por el pantano de Valdecañas (Cáceres) con bajo nivel de agua en el verano de 2021. / Foto: Mª Ángeles Fernández

El agua vertebra la vida humana, animal y vegetal. La alteración de los ciclos del agua por la emergencia climática pone en riesgo la soberanía alimentaria y el bienestar de las especies. Dentro de las dinámicas y lógicas capitalistas se ha llevado a cabo una desnaturalización del ser humano, entendiéndolo como algo extraño al contexto natural, pero lo cierto es que no vivimos ajenas a esta realidad climática.

El 74 por ciento del territorio Español es susceptible a la desertificación. Desde hace meses se extienden restricciones de agua ya establecidas en Catalunya o Andalucía. La tierra sufre un proceso de degradación constante. La sequía y la desertificación son una cruel combinación que hace peligrar la biodiversidad y la producción alimentaria, pero esta cuestión no se encuentra aislada del género. Escapando de una visión eurocentrista, debemos abordar la sequía como un tema de actualidad donde el acceso al agua y a los bienes comunes son esenciales para la vida.

La sequía es una de las partes más visibles de la crisis climática. Afecta a ríos, lagos, humedales y mares de todo el planeta. Las sequías son crisis hídricas con precedentes. Los saqueos en sequía, los extractivismos de tierras en un sistema productivo que pone en el centro al capital ponen además en riesgo la vida misma. Estas consecuencias son cada vez más visibles. Podemos recordar los incendios de Valparaíso en Chile, donde más de 43.000 hectáreas han sido arrasadas por el fuego, más de un centenar de personas han perdido su vida y miles, sus casas. En el verano de 2018 la Dirección General de Aguas (DGA) estimaba que 2.617.934 habitantes de Santiago de Chile estaban afectados por escasez de agua. Así mismo, según un catastro realizado el año 2014 por la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH), se detectó que existían 534 localidades del país con problemas de abastecimiento de agua potable.

La escasez está relacionada con problemas distributivos reflejados en conflictos de acceso al agua entre comunidades y empresas, conflicto que no ha sido suficientemente abordado por parte de la Administración del país. Es decir, no puede presentarse solo como un hecho de la naturaleza, sino que es también el resultado de un esquema de distribución de las aguas que privilegia unos usos o usuarios en favor de otros. La falta de precipitaciones, unido a la agricultura poco sostenible y a las altas temperaturas derivadas del calentamiento global son las principales causantes de la magnitud de estos incendios, que han sido clasificados como la peor tragedia del país tras el terremoto de 2010. Es importante resaltar que esto no ha sido un hecho puntual: impulsadas por una ola de calor récord, el año pasado las llamas dejaron 27 víctimas mortales y afectaron a más de 400.000 hectáreas.

El 80 por ciento de las personas refugiadas climáticas en el mundo son mujeres, siendo las últimas en dejar los territorios

El 80 por ciento de las personas refugiadas climáticas en el mundo son mujeres, siendo las últimas en dejar los territorios. La desigualdad de género provoca que mujeres y niñas sean más vulnerables ante la crisis climática. Grandes sequías e inundaciones les obligan a desplazarse de sus hogares, aumentan la desigualdad y pobreza. Las mujeres han sido históricamente recolectoras, agricultoras y defensoras de la tierra. Sus manos han servido para cuidar la vida de nuestro planeta, siendo una labor invisibilizada. El acceso de las mujeres a la tierra y los recursos productivos se encuentra aún hoy muy restringido. Esta limitación perpetúa y cronifica la pobreza de las mujeres y las convierte en dependientes de sus círculos familiares y sociales. Así mismo, en la esfera pública, las empresas e intereses industriales afectan a las mujeres, que son relegadas de su influencia cultural y política, lo que impacta en su vida cotidiana: repercutiendo en la salud de su familia, en la contaminación de los cuerpos humanos y del ecosistema. Como respuesta,colectivos de mujeres formulan comunidades en clave de género de las cuales emerge una ecología política feminista, que desde la ética del cuidado resiste y propone caminos de trabajo cooperativos. Una de las contradicciones del modelo patriarcal es que mientras que las esferas de poder están mayoritariamente reservadas para los hombres, las organizaciones civiles están integradas en su mayoría por mujeres.

Según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN), solo el 12 por ciento de los 881 ministerios nacionales relacionados con cuestiones medioambientales cuya gestión corre a cargo de funcionarios electos están dirigidos por mujeres. Urge incluirnos en las decisiones que afecten a la conservación, gestión, restauración y adaptación de las tierras a la crisis climática.

Garantizar el derecho de las mujeres a la tierra hace mejorar las economías estatales y contribuye a aumentar los índices de seguridad alimentaria

Pero no solo se trata de ser sujetos políticas sino que, según avalan los datos, garantizar el derecho de las mujeres a la tierra hace mejorar las economías estatales a la vez que también contribuye a aumentar los índices de seguridad alimentaria, reduce la violencia por razón de género, incrementa la salud y el bienestar social y ayuda a mejorar la inversión en la educación primaria. La FAO estima que si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos productivos el número de personas que sufren hambre en el mundo podría reducirse hasta un 17 por ciento.

Leire Milikua, en su investigación ‘Representadas y visibles’, desarrollada en el libro Sobre la tierra, bajo la sombra (consonni, 2023), aborda el papel de las campesinas vascas. Utiliza la palabra campesina como traducción y como identidad política. Las mujeres trabajadoras de la tierra están ahí, y quieren ser escuchadas. La Vía Campesina (LVC) o el Movimiento de los Sin Tierra (MST) son ejemplos, con gran arraigo latinoamericano, del papel de las mujeres y disidencias en su forma de defensa de la tierra. Los feminismos populares y los movimientos de campesinas son lugares desde los que entender la respuesta feminista a la crisis climática. Una respuesta que cuestiona las formas de producción de alimentos desde una perspectiva decolonial.

Y es necesario nombrar a las jornaleras. Explicar el actual sistema productivo se sostiene por las manos de mujeres migrantes. Igual que existe la cadena global de cuidados, existen las cadenas globales de producción agraria para sostener un sistema que solo beneficia a entidades intermediarias.

Los modelos alternativos existen, y su defensa es esencial. Podemos hablar, entre muchos ejemplos, de las cooperativas del Humoso, en Marinaleda (Sevilla). Se trata de un ejemplo de reapropiación colectiva de las tierras de cultivo. El proyecto cooperativo de Marinaleda está bajo amenaza por una decisión de la Junta de Andalucía. La propiedad y organización de la tierra depende de las políticas y legislación del territorio. El ejemplo de Marinaleda es una prueba de reconversión de tu terreno seco a una tierra que alimenta a su población. La Finca el Humoso está en venta a un precio de 30 millones de euros. De ella depende el trabajo de gran parte de la localidad, de 2.500 habitantes. El proyecto asienta a la población al territorio, con un sueldo digno y estable y una gestión cooperativa de la tierra. La ley de reestructuración del sector agrícola en Andalucía de 2011 se vio agravada con la ley de suelo de 2021, que desbloqueó el planeamiento urbanístico de la región. El acceso a tierra queda así relegado a grandes fondos de inversión, con cada vez más presencia en la comunidad andaluza.

Poner el acceso del agua en el centro es poner la vida en el centro. La sequía es una crisis con precedentes, que afecta a todas las formas de vida. El saqueo de agua afecta a la sequía. Por ello, abordar la sequía va desde los incendios a las olas de calor. Hablar de sequía es hablar de alimentación y consumo. Hablar de sequía es buscar alternativas para la distribución igualitaria del agua potable en manos de empresas privadas, para las que prima el uso industrial al humano. Es hablar de crisis climática. Y es también hablar de derechos humanos, acceso a necesidades básicas e igualdad.

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